RESPLANDOR SOBRENATURAL
Así como la pregunta de los discípulos unió estas dos señales ¿Qué señal habrá de tu venida, y [cuál será la señal] del fin del siglo? (v. 3) así quedarán entrelazadas la una con la otra, la primera llevando inmediatamente a la segunda. Primeramente, todas las luces naturales de los cielos se extinguirán mediante la señal del fin, hundiendo al mundo en oscuridad total; y entonces, en asombroso contraste, las luces naturales oscurecidas serán reemplazadas por el resplandor sobrenatural de la señal del Hijo del Hombre cuando venga.
Naturalmente, es la señal del Hijo del Hombre, la señal de la venida del Señor Jesucristo, la que todos los creyentes anhelan contemplar. Pero la señal del fin del siglo debe aparecer primero como una advertencia al mundo incrédulo de que el juicio del día del Señor es inminente, pero también como la primera evidencia divina a los creyentes, tanto a los que estén escondidos como a los que estén pasando directamente por la terrible persecución del anticristo, que es el tiempo del regreso de su Señor, y por eso de su "rescate", está cerca (2 P 2:9).
TODO OJO LE VERÁ
Después que las luces naturales estén apagadas en todo el mundo, la luz sobrenatural del santo esplendor de Dios regresará a la atmósfera de la tierra desde el este, inundando la tierra con la refulgencia del Señor Jesucristo cuando retorne en poder y gran gloria. La gloria majestuosa de la segunda venida del Señor es la señal que todo verdadero vencedor ha estado esperando desde que ascendió al Padre, cuarenta días después de su resurrección. Todo ojo en la tierra será testigo de su venida - incluso los ojos despreciablemente malignos del anticristo y de sus huestes inicuas -. Por eso Juan describe el retorno del Señor Jesucristo con estas palabras: He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron (Ap 1:7). Su venida será todo menos secreta o discreta, un evento espectacular sin igual. Todo ojo le verá y todo oído escuchará cuando el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo (1 Ts 4:16).
Cuando el Señor Jesucristo regrese, vendrá a juzgar a todos los ciudadanos del reino impío de Satanás, o sea a todos los que han rechazado su gracia por pasar la prueba de Satanás, prefiriendo adorar a la bestia o a su imagen. Pero cuando venga, también lo hará para traer redención final a los vencedores, para todos aquellos quienes hayan puesto su firme confianza en él.
Para que todos conocieran la verdadera señal de su venida y pudieran distinguirla de las muchas señales falsas que abundarán en los últimos días (Mt 24:26), Jesús declaró que así como el relámpago sale del oriente y se muestra [resplandece] hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre (v. 27). Inmediatamente después que todas las luces naturales del cielo se extingan (v. 29), la verdadera señal de la venida del Señor Jesucristo se mostrará en una resplandeciente luz sobrenatural que aparecerá repentinamente del este y envolverá e iluminará toda la tierra, por lo que a nadie le quedará duda alguna sobre lo que está a punto de suceder (Lc 21:26-28). Tan asombroso e indescriptible como será, ese vastísimo resplandor sólo será el precursor y reflejo parcial de la infinita gloria divina que se revelará en los cielos cuando el Señor Jesucristo aparezca, cuando todo hombre, mujer y niño en la tierra verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria (Mt 24:30).
LA GLORIOSA APARICIÓN DEL SEÑOR
Al describir la segunda venida del Señor Jesucristo, se usan varias descripciones y palabras dramáticas en las Escrituras. Por ejemplo, como lo registra Lucas, Jesús dijo: Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día... Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste (Lc 17:24,30). El verbo griego apokalupto, que se traduce por "sea manifieste" en este pasaje, se refiere básicamente al destapar o al descubrir lo que antes había estado escondido, o a algo de lo cual se ha descorrido el velo. También puede expresar la idea de una manifestación. Del mismo modo, Pablo habla con frecuencia de la "aparición" del Señor Jesucristo, que es el término griego epiphaneia que expresa la idea de "resplandecer", "una brillantez" o "una manifestación". De ahí que Pablo exhorta a Timoneo: Te encarezco delante de Dios del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación [epiphaneial] y en su reino... Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida [epiplianeia] (2 Ti 4:1,8). A menudo “aparecer" se usa para traducir la palabra griega phaneroo, la cual puede llevar la idea también de "iluminar" o "brillar" por ejemplo, cuando el apóstol Juan amonesta a los creyentes: Y ahora, hijos, permaneced en él, para que cuando se manifieste [phaneroo], tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados (1 Jn 2:28).
Cuando consideramos todos estos términos, obtenemos una idea de cuán dramática y espectacular será la venida del Señor Jesucristo. Será una "manifestación", una "revelación", una "aparición" repentina; estará acompañada del brillante resplandor de su gloria. Aunque la segunda venida del Señor Jesucristo será un regreso físico y literal, será también profundamente diferente de la primera. No será una "venida" en el sentido de ir de un lugar a otro, sino más bien la manifestación reluciente y brillante del Señor Jesucristo, barriendo instantáneamente los cielos cuando venga por los suyos. Cuando la señal del Hijo del Hombre se vea en los cielos, la gloria de Dios deshará la vasta oscuridad causada por la señal del día del Señor. Como Jesús dijo: …verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria (Lc 21:27).
PARTICIPANTES DE SU GLORIA
Durante casi dos mil años, los santos fieles de Dios hemos estado aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tit 2:13).
Sostenidos en esta esperanza por el poder del Espíritu que mora en nosotros, hemos estado dispuestos a compartir los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria nos gocemos con gran alegría (1 P 4:13). Debido a la gracia rebosante de Dios, los creyentes no sólo nos gozaremos en la gloria manifestada de nuestro Salvador y nos presentaremos sin mancha delante de su gloria con gran alegría (Jud. 24), sino que incluso seremos partícipes auténticos de esa gloria (1 P 5:I; cf. Col 3:4). Aun creyentes infieles que entrarán a la Semana Septuagésima participarán en dicha gloria, habiendo sido hechos puros y sin mancha mediante la persecución refinadora de la gran tribulación del anticristo.
No obstante, la misma gloria divina que se derramará sobre los santos de Dios destruirá a sus enemigos, comenzando con el Anticristo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida (2 Ts 2:8).
CONFIRMADO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Numerosos pasajes del Antiguo Testamento nos revelan que el Mesías vendrá a juzgar al mundo, a restaurar a la nación de Israel, y a establecer su reinado terrenal. Aunque muchas profecías mesiánicas no eran comprendidas incluso por los judíos fieles del tiempo de Jesús, sí entendían claramente que la venida del Señor para juzgar y reinar estaría acompañada de gran gloria. Estaban bien familiarizados con la advertencia de Isaías a los impíos que en lo postrero de los tiempos (Is 2:2), “durante el día del Señor" (v. 12), los hombres se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, por la presencia temible de Jehová, y por el esplendor de su majestad, cuando él se levante para castigar la tierra (v. 19). También conocían bien y se gozaban grandemente en la promesa del mismo profeta al pueblo fiel de Dios en los últimos días: Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria del Señor ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad las naciones [la señal del fin del siglo]; más sobre ti amanecerá el Señor, y sobre ti será vista su gloria [la señal de la venida del Señor Jesucristo]. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento (Is 60:1-3).
Tanto la advertencia como la promesa describen vívidamente la impresionante gloria divina que se manifestará en la venida del Señor. Pero mientras que "el resplandor de su majestad" llenará a los impíos de indecible terror, colmará a los fieles del Señor con gozo y alegría inefables, puesto que la gloria del Señor Jesucristo no sólo viene sobre nosotros sino que resplandecerá por medio de nosotros para que todo el mundo la vea.
Otros profetas también hablan de la manifestación de la gloria de Dios al regreso del Señor, y exponen la misma sucesión de eventos. En su visión del agrimensor angelical, se le dijo a Zacarías:
Y yo seré para ella [Jerusalén], dice el Señor, una muro de fuego en derredor, y para gloria estaré e medio de ella. Eh, eh, huid de la tierra del norte, dice el Señor, pues por los cuatro vientos del cielo os esparcí, dice el Señor. ¡Oh, Sión, la que moras con la hija de Babilonia, escápate! Porque así ha dicho el Señor de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron [durante el día del Señor], porque el que os toca, toca la niña de su ojo. Porque he aquí yo alzo mi mano sobre ellos, y serán despojo a sus siervos, y sabréis [Israel] que el Señor de los ejércitos me envió. Canta y alégrate, hija de Sión; porque he aquí vengo, y moraré en medio de ti, ha dicho el Señor (Zac 2:5-10).
Incluso los Salmos hablan de la gloria de Dios en cuanto al juicio de los malvados y la redención final de su pueblo. Al hablar de los últimos tiempos como si ya hubieran sucedido, el salmista escribió:
El Señor reina; regocíjese la tierra; alégrense las muchas costas. Nubes y oscuridad alrededor de él; justicia y juicio son el cimiento de su trono. Fuego irá delante de él, y abrasará a sus enemigos alrededor. Sus relámpagos iluminaron el mundo; la tierra vio y se estremeció. Los montes se derritieron como cera delante del Señor. Delante del Señor de toda la tierra. Los cielos anunciaron su justicia, y todos los pueblos vieron su gloria (Sal 97:1-6).
LA GLORIA DE DIOS EN EL ISRAEL ANTIGUO
Evidencia adicional de que la señal de la venida del Señor Jesucristo es la manifestación sobrenatural de la gloria de Dios se encuentra en la historia bíblica de Israel.
Desde el tiempo en que el tabernáculo fue edificado bajo la dirección de Moisés hasta un tiempo posterior no especificado (probablemente poco antes de la Cautividad Babilónica en el siglo séptimo a.C.), la gloria de Dios estaba presente tanto en el tabernáculo como luego en el templo. Fue una manifestación única (localizada y restringida), y por su propia naturaleza más allá de la comprensión humana. Además, la gloria de Dios no era visible ni siquiera para el sumo sacerdote, porque el haber visto su gloria le habría significado la muerte (Ex. 33:20).
El profeta Ezequiel tuvo la tarea desgarradora de informar de la partida de la gloria de Dios del templo debido a la pecaminosidad persistente e impenitente de Israel. En su visión de las cuatro ruedas, Ezequiel fue testigo de cómo la gloria del Señor se elevó de encima del querubín al umbral de la puerta [del templo]; y la casa [el templo] fue llena de la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria del Señor (10:4). Alejándose más allá de su morada original, la gloria del Señor se elevó de encima del umbral de la casa [el templo] y se puso sobre los querubines. Y alzando los querubines sus alas, se levantaron de la tierra delante de mis ojos; cuando ellos salieron, también las ruedas se alzaron al lado de ellos; y se pararon a la entrada de la puerta oriental de la casa del Señor; y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos (10:18,19), aún más allá de su antigua morada. Finalmente, los querubines alzaron sus alas, y las ruedas en pos de ellos; y la gloria del Dios de Israel estaba [aún] sobre ellos. Y la gloria del Señor se elevó de en medio de la ciudad, y se puso [detuvo] sobre el monte que está al oriente de la ciudad (11:22,23).
La visión de Ezequiel terminó en ese momento, y podemos dar por sentado con seguridad que la gloria ascendió desde el monte de los Olivos (el monte que está al oriente de la ciudad) al cielo, de donde había venido.
Ezequiel tuvo más tarde el privilegio de predecir también el regreso de la gloria de Dios a la tierra. Al profeta se le dio una tour sobrenatural alrededor del templo restaurado. Luego Ezequiel nos informa que fue llevado a la puerta, a la puerta que mira hacia el oriente; y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria (43:1,2). ¡Es claro que la gloria del Señor regresará por el mismo camino por el que se fue! Retornará cuando el Señor Jesucristo se manifieste en su segunda venida y posteriormente cuando él regrese para reinar sobre Israel.
El profeta nos dice que la gloria del Señor entró en la casa [el templo] por el la vía de la puerta que daba al oriente. Y me alzó el Espíritu y me llevó al atrio interior, y he aquí, la gloria del Señor llenó la casa [el templo] (vv. 4,5). De manera que la gloria regresará de la parte del oriente... y la tierra [resplandecerá] de su gloria; y entonces la gloria del Señor entrará en el templo por el camino de la puerta que da hacia el oriente.
En el Discurso del monte de los Olivos, el Señor Jesús describió esos dos eventos, distintos y gloriosos. Primero: Porque como el relámpago sale del oriente y se muestra [resplandece] hasta el occidente... Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria (Mt 24:27,30). Esta gloriosa venida del Señor Jesucristo del oriente sucederá al comienzo del día del Señor. Segundo: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria (Mt 25:31). Esta venida gloriosa de él ocurrirá en el primer día del milenio (como estudiaremos en detalle más adelante).
SE ACERCA NUESTRA REDENCIÓN
Desde el tiempo en que el tabernáculo fue edificado bajo la dirección de Moisés hasta un tiempo posterior no especificado (probablemente poco antes de la Cautividad Babilónica en el siglo séptimo a.C.), la gloria de Dios estaba presente tanto en el tabernáculo como luego en el templo. Fue una manifestación única (localizada y restringida), y por su propia naturaleza más allá de la comprensión humana. Además, la gloria de Dios no era visible ni siquiera para el sumo sacerdote, porque el haber visto su gloria le habría significado la muerte (Ex. 33:20).
El profeta Ezequiel tuvo la tarea desgarradora de informar de la partida de la gloria de Dios del templo debido a la pecaminosidad persistente e impenitente de Israel. En su visión de las cuatro ruedas, Ezequiel fue testigo de cómo la gloria del Señor se elevó de encima del querubín al umbral de la puerta [del templo]; y la casa [el templo] fue llena de la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria del Señor (10:4). Alejándose más allá de su morada original, la gloria del Señor se elevó de encima del umbral de la casa [el templo] y se puso sobre los querubines. Y alzando los querubines sus alas, se levantaron de la tierra delante de mis ojos; cuando ellos salieron, también las ruedas se alzaron al lado de ellos; y se pararon a la entrada de la puerta oriental de la casa del Señor; y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos (10:18,19), aún más allá de su antigua morada. Finalmente, los querubines alzaron sus alas, y las ruedas en pos de ellos; y la gloria del Dios de Israel estaba [aún] sobre ellos. Y la gloria del Señor se elevó de en medio de la ciudad, y se puso [detuvo] sobre el monte que está al oriente de la ciudad (11:22,23).
La visión de Ezequiel terminó en ese momento, y podemos dar por sentado con seguridad que la gloria ascendió desde el monte de los Olivos (el monte que está al oriente de la ciudad) al cielo, de donde había venido.
Ezequiel tuvo más tarde el privilegio de predecir también el regreso de la gloria de Dios a la tierra. Al profeta se le dio una tour sobrenatural alrededor del templo restaurado. Luego Ezequiel nos informa que fue llevado a la puerta, a la puerta que mira hacia el oriente; y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria (43:1,2). ¡Es claro que la gloria del Señor regresará por el mismo camino por el que se fue! Retornará cuando el Señor Jesucristo se manifieste en su segunda venida y posteriormente cuando él regrese para reinar sobre Israel.
El profeta nos dice que la gloria del Señor entró en la casa [el templo] por el la vía de la puerta que daba al oriente. Y me alzó el Espíritu y me llevó al atrio interior, y he aquí, la gloria del Señor llenó la casa [el templo] (vv. 4,5). De manera que la gloria regresará de la parte del oriente... y la tierra [resplandecerá] de su gloria; y entonces la gloria del Señor entrará en el templo por el camino de la puerta que da hacia el oriente.
En el Discurso del monte de los Olivos, el Señor Jesús describió esos dos eventos, distintos y gloriosos. Primero: Porque como el relámpago sale del oriente y se muestra [resplandece] hasta el occidente... Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria (Mt 24:27,30). Esta gloriosa venida del Señor Jesucristo del oriente sucederá al comienzo del día del Señor. Segundo: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria (Mt 25:31). Esta venida gloriosa de él ocurrirá en el primer día del milenio (como estudiaremos en detalle más adelante).
SE ACERCA NUESTRA REDENCIÓN
Como hemos visto, la Gran Tribulación del Anticristo será un tiempo de gran sufrimiento para la iglesia verdadera del Señor Jesucristo [2] . A la iglesia fiel se le promete protección dentro de la esfera de peligro, la gran hora de la prueba que está por venir sobre toda la tierra. Por otro lado, muchos dentro de la iglesia transigente estarán desprevenidos para los eventos que tendrán lugar durante la Semana Septuagésima y se verán dentro de la Gran Tribulación sin saber qué es lo que en realidad está ocurriendo.
Mas, todos aquellos que estén bien instruidos estarán prevenidos y tendrán oportunidad de prepararse cuando el Anticristo, mediante los falsos cristos y falsos profetas, trate de convencerlos arteramente de que deben salir de sus escondites. El Señor Jesucristo nos advierte específicamente que no debemos movernos desde donde estemos hasta que no veamos la Señal del Fin del Siglo y la Señal de su Venida, que ocurrirán en sucesión inmediata, una tras otra. Primero, las luces naturales de los cielos serán extinguidas, y ese acontecimiento espantoso irá acompañado de terremotos en todo el mundo, para que toda persona sepa que es la Señal del Día del Señor. Entonces la gloria del Señor regresará como el relámpago que sale del oriente y resplandece hasta el occidente, iluminando la oscuridad total con un resplandor tal que todo ojo le verá.
En resumen, las señales dadas para el fin del siglo y para el regreso del Señor tendrán distintos efectos sobre los individuos durante la Gran Tribulación del Anticristo. Aquellos que hayan pasado la prueba de Satanás, es decir los que hayan adorado a su rey –el Anticristo--, se verán inundados por un temor incontrolable. En cambio, aquellos que hayamos escogido mantenernos fieles al Señor Jesucristo, el Rey de Dios-Padre, por severa que sea la persecución, experimentaremos un gozo inefable. Aunque ya lo hemos citado varias veces , el mejor resumen es el que nos da el Señor Jesucristo mismo, en el Evangelio de Lucas:
"Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes [entre las naciones], confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que vendrán en [sobre] la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas [sacudidas]. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca (Lc 21:25-28).
CONCLUSIÓN
Charles Haddon Spurgeon, el gran predicador inglés del siglo decimonoveno, nunca fue conocido como un predicador que hablara ampliamente respecto de los últimos tiempos. Pero lo que dijo mostró un notable entendimiento del orden de eventos presentado en nuestros estudios anteriores y resumido bellamente en el pasaje bíblico que acabamos de citar. Las siguientes palabras están extractadas de un sermón de Spurgeon titulado La Gozosa Anticipación de la Segunda Venida: “Debo dejar este primer punto concerniente al tiempo terrible [un tiempo de gran dificultad…] cuando este precepto sea llevado a cabo, recordándoles sencillamente que, cuando el Señor Jesucristo venga, los cielos nos lo dirán: ‘Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas’...Así que ‘Erguíos y levantad la cabeza... No bajen la mirada porque la tierra está temblando, sino que miren hacia arriba porque van a levantarse de ella; no miren a los sepulcros porque se están abriendo. Dejarán los sepulcros para nunca más morir. Levantad la cabeza porque vuestra redención se ha acercado. ¡Aleluya!”
*************************
NOTAS
[1] Las expresiones “fin del siglo” y “fin del mundo” son sinónimas. Ver la sección LA SEÑAL DEL FIN DEL SIGLO
[2] Ver la sección LA HORA DE LA PRUEBA – La Gran Tribulación