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MUCHOS PRIMEROS SERÁN LOS ÚLTIMOS, Y LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS

 

Jesús hizo la declaración “muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros” (Mt 19:30) en el contexto de su encuentro con el joven rico (Mt 19:16-30). Después de que el joven se alejara de Jesús, incapaz de renunciar a su gran riqueza (Mt 19:22), los discípulos de Jesús preguntaron al Señor qué recompensa tendrían en el cielo, ya que habían abandonado todo para seguirle (Mt 19:27-30). Jesús les prometió “el ciento por uno”, más la vida eterna (Mt 19:29). Luego dijo: “Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros” (Mt 19:30). 

Jesús reiteró esta verdad en Mateo 20:16 al final de la parábola de los obreros de la viña, una historia diseñada para ilustrar que el último será el primero y el primero será el último. ¿Qué quiso decir exactamente Jesús cuando dijo (paráfrasis): “Muchos primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros”? 

Primero, deberíamos eliminar lo que no quiso decir. Jesús no estaba enseñando que la forma de entrar al reino eterno de Dios es vivir una vida de pobreza en este mundo. La Escritura es clara en cuanto a que la salvación es por gracia a través de la fe, no por obras (Ef 2:8-9)—e independiente del estado financiero de uno. Además, Jesús no estaba enseñando una inversión automática de roles en la eternidad. No existe una ley celestial donde los pobres y oprimidos gobernarán a los ricos y poderosos en la eternidad. Los ricos no siempre serán los últimos en el reino eterno, y los pobres no siempre serán los primeros. Tampoco se requerirá que los creyentes que disfrutan de riqueza y prestigio en la tierra sean de alguna manera humillados en el cielo. El rango terrenal no se traducirá automáticamente en un rango celestial inverso.

Cuando Jesús les dijo a los discípulos que serían grandemente recompensados en el reino eterno por lo que habían abandonado en la tierra, estaba contrastando su sacrificio con la falta de éste en el joven rico—el joven había sido renuente a renunciar a algo por amor a Cristo (Mt 19:16-22). Dios, que ve el corazón, recompensará en consecuencia. Los discípulos son un ejemplo de aquellos que pueden ser primeros, y resulta que eran pobres (pero su pobreza no es lo que los hace primeros en el cielo). El joven rico es un ejemplo de aquellos que pueden ser últimos, y resulta que era rico (pero su riqueza no es lo que le hace el último).

La afirmación del Señor de que el último será el primero y el primero será el último también podría haber tenido un significado especial para Pedro, quien acababa de hablar de haberlo “dejado todo” (Mt 19:27). Tal vez Jesús detectó en la declaración de Pedro un poco de jactancia—Pedro estaba a punto de volverse espiritualmente complaciente—como lo era el joven rico, pero por una razón diferente. La respuesta de Jesús en el versículo 30 puede haber sido una advertencia indirecta a Pedro para que siempre buscara su suficiencia en Cristo, no en su propio sacrificio. Después de todo, sin amor, incluso el mayor sacrificio no vale nada (1 Co 13:3).

En el capítulo siguiente a la afirmación de Jesús de que el primero será el último y el último será el primero, Jesús narra una parábola (Mt 20:1-16). La historia trata de unos obreros que se quejan de que a otros, que no trabajaron tanto tiempo como ellos, se les pagó la misma cantidad. En otras palabras, consideraban que su propio trabajo era digno de compensación pero consideraban que el trabajo de sus compañeros era inferior y digno de menor recompensa. Jesús termina la parábola con la afirmación: “Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos” (Mt 20:16). La interpretación más directa, basada en el contenido de la parábola, es que todos los creyentes, sin importar cuánto tiempo o cuánto trabajen durante esta vida, recibirán la misma recompensa básica: la vida eterna. El malhechor en la cruz (Lc 23:39-43), cuya vida de servicio se limitó a un momento de arrepentimiento y confesión de fe en Cristo, recibió la misma recompensa de la vida eterna que Timoteo, que sirvió al Señor durante toda su vida. 

Por supuesto, la Escritura también enseña que hay diferentes recompensas en el cielo para diferentes servicios, pero la recompensa definitiva de la vida eterna será dada a todos por igual, basada en la gracia de Dios en Cristo Jesús.

Hay varias formas en las que “los primeros serán los últimos y los últimos los primeros”. 

Hay algunos que fueron los primeros en seguir a Cristo en el tiempo pero no son los primeros en el reino. Judas Iscariote fue uno de los primeros discípulos y fue honrado con el puesto de tesorero del grupo, sin embargo, su codicia lo llevó a su perdición; Pablo fue el último de los apóstoles (1 Co 15:8-9), sin embargo, fue el que trabajó más duro (2 Co 11:23) y el número de epístolas de su autoría que componen en NT dan evidencia que se transformó en el primero (14, si incluimos Hebreos). 

Hay algunos que fueron los primeros en privilegio en esta vida, pero no son los primeros en el reino eterno. Bajo los términos del Nuevo Pacto, los gentiles tenían igual acceso al reino de los cielos, aunque no habían servido a Dios bajo el Antiguo Pacto. Los judíos, que habían trabajado duro bajo el Antiguo Pacto, estaban celosos de la gracia extendida a los “recién llegados” gentiles (Ro 11:11). Hay algunos que son primeros en prestigio y rango pero nunca entrarán al reino eterno. Jesús le dijo a los fariseos que los pecadores que ellos despreciaban estaban siendo salvados antes que ellos: “De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mt 21:31-32).

Lo que Jesús está enseñando en Mateo 19:30 es esto: habrá muchas sorpresas en la eternidad, cuando las recompensas sean entregadas por el Juez Justo. El sistema de valores del reino de los cielos es muy diferente al sistema de valores de la tierra. Aquellos que son estimados y respetados en este mundo (como el joven rico) pueden ser despreciados por Dios. Lo contrario también es cierto: aquellos que son despreciados y rechazados en este mundo (como los discípulos) pueden, de hecho, ser recompensados grandemente por Dios en la eternidad (Ap 21:14). 

No te atrapes en la forma en que el mundo clasifica las cosas; está completamente errado. Aquellos que son primeros en la opinión de los demás (¡o primeros en su propia opinión!) pueden sorprenderse al descubrir, en el Día del Juicio, que en realidad son los últimos en la opinión de Dios.

Medita en Marcos 9:33-37. Medita en la viuda pobre exaltada por el Señor y mencionada en dos evangelios (Mr 12:42; Lc 21:2). Medita en el niño anónimo que ofreció sus cinco panes y dos peces (Mt 14:17.20; Mr 6:38-41). 

No es cuánto le ofrendes al Señor lo que Él recompensará en Su reino eterno, si no con qué intención y actitud lo hagas. No es el lugar que ocupes en la tierra lo que Él elogiará en aquel día, si no cuán fiel Le fuiste.

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