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LA ESCLAVITUD

Existe la costumbre de considerar la esclavitud como algo del pasado. Sin embargo, se estima que hoy hay en el mundo más de 27 millones de personas sometidas a esclavitud: trabajos forzados, comercio sexual, tráfico humano, propiedad en herencia, etc. Como personas que hemos sido redimidas de la esclavitud del pecado, los seguidores de Jesucristo no deberíamos ser los principales defensores en acabar con la esclavitud humana en el mundo actual—eso no va a pasar (Ap 18:13) antes de que el Señor Jesús inaugure Su reino en la tierra.

Pero cabe preguntarse por qué la Biblia no se pronuncia enérgicamente contra la esclavitud. ¿Por qué la Biblia, de hecho, parece apoyar la práctica de la esclavitud de las personas?

La esclavitud en la ley del Antiguo Testamento

La esclavitud era una práctica común mucho antes de que se promulgara la Ley de Moisés. Por lo tanto, la ley ni instituyó la esclavitud ni acabó con ella; más bien, la reguló. Dio instrucciones sobre cómo tratar a los esclavos, pero no prohibió la esclavitud en absoluto.

Hebreos con esclavos hebreos. La ley permitía que los hombres y mujeres hebreos se vendieran como esclavos a otro hebreo. Sin embargo, sólo podían servir durante seis años. En el séptimo año, debían ser liberados (Éx 21:2). Este acuerdo equivalía a lo que podríamos llamar servidumbre por contrato. Y los esclavos debían ser bien tratados: “Y cuando tu hermano empobreciere, estando contigo, y se vendiere a ti, no le harás servir como esclavo. Como criado, como extranjero estará contigo” (Lv 25:39-40). La ley también especificaba que, cuando lo despidieres libre, no le enviarás con las manos vacías. Le abastecerás liberalmente de tus ovejas, de tu era y de tu lagar; le darás de aquello en que el Señor te hubiere bendecido (Dt 15:13-14). El esclavo liberado tenía la opción de quedarse con su amo y convertirse en siervo para siempre (Éx 21:5-6).

Hebreos con esclavos gentiles. Cuando los israelitas conquistaron la tierra de Canaán, debían expulsar o destruir a todos los antiguos habitantes. Sin embargo, esa orden no se obedeció plenamente, y muchos gentiles permanecieron en la tierra. Dios permitió a los hebreos tomar esclavos de entre esa población: “Así tu esclavo como tu esclava que tuvieres, serán de las gentes que están en vuestro alrededor; de ellos podréis comprar esclavos y esclavas. También podréis comprar de los hijos de los forasteros que viven entre vosotros, y de las familias de ellos nacidos en vuestra tierra, que están con vosotros, los cuales podréis tener por posesión. Y los podréis dejar en herencia para vuestros hijos después de vosotros, como posesión hereditaria; para siempre os serviréis de ellos; pero en vuestros hermanos los hijos de Israel no os enseñorearéis cada uno sobre su hermano con dureza (Lv 25:44-46). Así pues, la ley sí permitía la esclavitud.

En Éxodo 21 aparecen varias leyes que regulan la esclavitud. Estas leyes otorgaban algunos derechos básicos a los esclavos y limitaban las acciones de los amos de una forma que no tenía precedentes históricos. En el mundo antiguo, fuera de Israel, los esclavos no tenían derechos. Pero la Ley de Dios extendía a los esclavos el derecho a tener una esposa (Ex 21:3), el derecho a no ser vendidos a extranjeros (Ex 21:8), el derecho a ser adoptados en una familia por matrimonio (Ex 21:9) y el derecho a comida y ropa (Ex 21:10). La ley también limitaba a los amos en el uso del castigo corporal (Ex 21:20; Ex 21: 26-27).

Gentiles con esclavos hebreos. Bajo la Ley Mosaica, y si las circunstancias económicas lo exigían, un hebreo tenía la opción de venderse como esclavo a un gentil que viviera en Israel (Lv 25:47). La ley también contemplaba la redención del esclavo en cualquier momento (Lv 25:48-52). Y el trato del esclavo hebreo debía ser considerado: Se dice: “Como con el tomado a salario anualmente hará con él; no se enseñoreará en él con rigor delante de tus ojos (Lv 25:53). Si no había redención, los esclavos eran liberados, con sus familias, en el Año del Jubileo (Lv 25:54).

Instrucciones del Nuevo Testamento sobre la esclavitud

Incluso en la época del Nuevo Testamento, la Biblia no exigió que todos los dueños de esclavos los libertasen inmediatamente. Por el contrario, los apóstoles dieron instrucciones a los esclavos y a sus dueños sobre el comportamiento piadoso dentro de ese sistema social. Se amonestaba a los amos sobre el trato adecuado a sus esclavos. Por ejemplo, en Efesios 6:9 se les dice a los amos: “Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo [con buena voluntad], dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas. En otro pasaje, el mandamiento es: Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos (Col 4:1).

El Señor Jesús y los apóstoles no condenaron tajantemente la esclavitud. No lo necesitaban hacer. El efecto del Evangelio es que las vidas cambian, una a una, y esas vidas cambiadas a su vez llevan la transformación a familias, clanes y culturas enteras. Nunca se concibió el cristianismo como un movimiento político, aunque, con el tiempo, influyó de forma natural en la política. El Evangelio “No se inmiscuye directamente en los acuerdos políticos o sociales, sino que establece principios que afectarán profundamente a éstos, y los deja para que se impregnen en la conciencia colectiva (The Expositor's Bible, vol. VI, Eerdmans, 1940, p. 301). 

En las naciones donde el cristianismo se extendió y arraigó firmemente, se puso fin a la esclavitud gracias a los esfuerzos de individuos nacidos de nuevo.

Las semillas de la emancipación de los esclavos están en la Biblia, donde se enseña que todos los hombres han sido creados por Dios y hechos a Su imagen (Gn 1:27), donde se condena a quienes secuestran y venden a una persona (Éx 21:16; cf. 1 Ti 1:8-10), y donde se muestra que un esclavo puede ser verdaderamente “un hermano en el Señor (Fil 1:16).

Algunos critican a la Biblia porque no exije la abolición inmediata de todas las costumbres pecaminosas seculares arraigadas en la humanidad. Esto es así porque el Señor ha elegido cambiar a las personas y a la sociedad gradualmente, mediante el ministerio del Espíritu Santo y la proclamación de la verdad de la Palabra de Dios.

Pero dada a la dureza del corazón humano, debemos aceptar el hecho de que mientras existan inconversos existirá la esclavitud humana así como todas los males que emanan del corazón humano no regenerado (Jer 17:9; Mt 15:19; Ro 1:18-31). La esclavitud que debemos combatir, es la espiritual. Es la esclavitud al pecado de la que debemos ser libres y por la que debemos luchar. Una vez que la persona recibe el nuevo corazón a través del nuevo nacimiento, el Espíritu de Dios trabajará desde el centro a la circunferencia, hasta llegar a la trasformación total del individuo, conformándolo al espíritu de la Palabra y la voluntad de Dios. 

La abolición de la esclavitud que Dios proclama, no es por decreto estatal, sino por un cambio del corazón del individuo. Una a una el Señor va juntando Sus piedras vivas con las que construye Su edificio espiritual (1 P 2:4-9).

“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya” (Is 61:1-3; Lc 4:18).

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