Sin embargo, a pesar de todas las ventajas que tenía Salomón: juventud, sabiduría, poder, riquezas, hermosos palacios y el ser rey; parece que compuso este Cantar de Cantares que significa “la mejor canción de todas”, para mostrar su admiración por el verdadero amor que no se puede comprar ni forzar. Fue algo que aparentemente él nunca consiguió. Dijo: “…lo que aún busca mi alma y no encuentra; un hombre entre mil he hallado, pero mujer entre todas éstas nunca hallé” (Ec 7:28). Aunque se puede “espiritualizar” el relato del Cantar de Cantares, como algunas iglesias lo han hecho para evitar el contenido del amor romántico, es importante entenderlo primero en su sentido literal, como fue la intención de su autor, intención aprobada por Dios. Luego se pueden desarrollar analogías espirituales al respecto.
El relato es sencillo y muy hermoso. A los hombres de Salomón les llama la atención la belleza de una joven israelita del pueblo de Sunem (o Sulem) (Cnt 6:13) y es “reclutada”. Piensan que es una candidata ideal para el harén del rey. En ese entonces se consideraba un gran privilegio ser tomada en cuenta para esta alta posición. Significaba ser sacada de una vida dura y modesta con pocas esperanzas de surgir, a una que la encumbraba a la nobleza privilegiada. Sus hijos crecerían como realeza. Para la familia significaba entrar en la aristocracia y hoy día sería como ser parte de la Primera Familia de la Nación, con todos sus honores y beneficios. Aparentemente, Salomón nunca antes tuvo algún problema con una joven y todas aceptaron gustosamente el puesto. Por eso le sorprendió cuando esta sulamita estuvo dispuesta a dejar todo el lujo y los privilegios por el amor de un pastor de ovejas.
Valle de Sunem y Jerusalén
De hecho, Salomón estaba acostumbrado a lo opuesto. Había miles de candidatas procurando ser parte de la corte.
De modo que esta sulamita fue la excepción del caso. Aunque parecía una batalla desigual, semejante a la que su padre David sostuvo contra Goliat, ahora era la sulamita el tipo de David y Salomón era Goliat. ¿Qué podría hacer esta pobre y modesta joven ante las presiones, los encantos y la gigantesca sabiduría de Salomón? ¿Cómo podría resistir los avances del sofisticado y admirado rey? Pues aparentemente, esto fue lo que le llamó tanto la atención a Salomón; cómo, a pesar de sus inmensos poderes persuasivos, una joven indefensa lo derrotó. Al final, Salomón, que estaba acostumbrado al éxito, tuvo que admitir el fracaso y la dejó libre para retornar a los brazos de su modesto pero amado pastor. Esta experiencia le impresionó tanto que compuso este cántico en honor al amor verdadero que no se puede ni comprar ni cambiar. Como Salomón dijo al final: “Porque fuerte es como la muerte el amor… Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían” (Cnt 8:6-7). Esa fue la lección que aprendió Salomón y es válida para todos los tiempos. Aún hoy día, el tema inagotable de la gran mayoría de las canciones de éxito es el amor, sea verdadero o inmaduro. Definitivamente, existe una parte romántica en todos nosotros puesta por Dios.
Ahora bien, ¿por qué colocó Dios una canción de amor en la Biblia? Bien sabemos que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar…” (2 Ti 3:16). De modo que Dios nos dio este libro para enseñarnos algo muy útil, y veremos que es entender el verdadero amor romántico que Él creó. De los 66 libros de la Biblia que cubren todos los aspectos de nuestra vida, hay uno dedicado al amor conyugal, y es este. Dios sabía, cuando le entregó a Eva como esposa a Adán, que el amor los uniría. Lamentablemente, el hombre y la mujer no se quedaron mucho tiempo en la presencia de Dios para que Él les explicara cómo desarrollar y cultivar ese amor sublime mediante una constante relación con Él. Se alejaron de Dios y por eso la intención de Éste para el verdadero amor enseñado en la Biblia se perdería en gran parte. La historia de la humanidad nos muestra que en vez del amor genuino, más bien lo que existe y se explota es la lujuria, el egoísmo, el abuso y el frecuente fracaso matrimonial.
Dios puso este libro para mostrar que el amor romántico entre dos novios que se convertirán en esposos es limpio y bueno ante Él (He 13:4). Sin embargo, en la mayoría de las iglesias es un tema tabú, y tienen la idea de que el celibato o el puritanismo protestante es más sublime ante Dios. Muchos consideran el amor romántico como una antesala al pecado e ignoran su dimensión espiritual. No obstante, la misma Biblia nos dice que uno de los requisitos normales para ser ministro es ser “marido de una sola mujer” (1 Ti 3:2). Para Dios es muy importante que quien gobierne a la iglesia esté familiarizado con la dimensión del amor conyugal y sepa lo que es llevar con éxito un matrimonio y equilibrar su mente y corazón al tener la valiosa ayuda de su esposa.
Por tanto, en este elogio al amor verdadero, Dios nos muestra el ideal del amor de pareja. Bendita sea la persona que logre experimentar ese verdadero amor desinteresado hacia su amado cónyuge que nos enseña la Biblia.
Ahora bien, una vez que se entiende lo que es ese amor genuino, se podrá ver que se aplica también a niveles superiores como el amor de perfecta armonía entre Dios y Cristo, al igual que el amor de Cristo para su Iglesia. De hecho, en los tiempos del Antiguo Testamento se enseñaba que Cantar de Cantares expresaba el amor de Dios por su pueblo Israel, a la que la llamaba su querida esposa (Jer 3:1; Ez 16 y 23). En el Nuevo Testamento se amplía y profundiza esta relación de Cristo y su Iglesia (Mt 9:15; Mt 25:1; Jn 3:29; 2 Co 11:2; Ef 5:23; Ap 19:7; Ap 21:2; Ap 22:17). Es además significativo que este libro se leía durante la Pascua y los Panes Sin Levadura. Hay un hermoso paralelo de cómo Dios ama a su pueblo al sacarlos de Egipto por la sangre del cordero puesto en los dinteles de las puertas y en el Nuevo Testamento, de cómo Cristo saca a su pueblo del mundo mediante su sangre representada por el bautismo y la imposición de las manos. Así, “purifica” a su Iglesia y la guarda sin mancha (Ef 5:25-27). Sin embargo, no podremos apreciar completamente este amor tan grande hasta que entendamos el relato literalmente.
Capítulo 1: La Defensa de la Sulamita
El relato comienza cuando la sulamita es traída al harén. Escucha como las demás mujeres están absortas en cautivar la atención de Salomón. Es la conversación diaria, pues hay muchas intrigas para ganar el favor y el amor del rey. Aparte de los eunucos estériles, él es el único hombre con quien ellas pueden tener contacto. Ellas viven para él. Todas alaban la forma en que Salomón las trata. Dicen: “¡Oh, sí él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que él vino. A más del olor de tus suaves ungüentos, tu nombre es como ungüento derramado; por eso las doncellas te aman. Atráeme; en pos de ti correremos. El rey me ha metido en sus cámaras; Nos gozaremos y alegraremos en ti; nos acordaremos de tus amores más que del vino; Con razón te aman” (Cnt 1:2-4).
De repente notan la llegada de una nueva rival y la menosprecian por su falta de cultura y el descuido de su piel. Pero la muchacha se defiende. No fue hurtada en vano. Dice: “Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable… no reparéis en que soy morena, porque el sol me miró. Los hijos de mi madre se airaron contra mí; Me pusieron a guardar las viñas; y mi viña, que era mía, no guardé [habla de su piel que se bronceó bajo el fuerte sol, en ese entonces, la piel clara era muy apetecida en las cortes]” (Cnt 1:5-6).
Físicamente se encuentra en el palacio, pero sus pensamientos y sentimientos están en su añorada tierra de donde fue raptada y desea volver a su amado novio. Dice: “Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía; pues ¿por qué había de estar yo como errante junto a los rebaños de tus compañeros? (Cnt 1:7). Está asustada, pues no está segura de sí al huir lo podría encontrar en los extensos valles de la zona.
Las mujeres del harén le dicen en forma despectiva que, si no aprecia todos los privilegios, entonces que vuelva a su vida rústica: “Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, ve, sigue las huellas del rebaño, y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores” (Cnt 1:8).
Ahora entra el gran Salomón en escena. Encuentra a su nueva posesión exquisita y comienza a enamorarla con sus grandes poderes seductores. Está seguro de que sus elogios la conquistarán como lo ha hecho con tantas otras. La compara con una de las bellezas más grandes de ese entonces, el admirado y fino caballo: “Hermosas son tus mejillas entre los pendientes, tu cuello entre los collares. Zarcillos de oro te haremos, tachonados de plata” (Cnt 1:10-11).
Salomón tenía bellísimos caballos que comerciaba con gran éxito en el Medio Oriente (1 R 10:28-29). Eran su gran orgullo. Sin embargo, los halagos no tuvieron efecto. Sólo la hacen recordar los tiernos tiempos con su novio y se resiste a este extraño. Le vienen a la mente los detalles de sus encuentros con su amado. Recuerda el ambiente que es tan importante en el amor como los aromas perfumados y los colores hermosos: “Mientras el rey estaba en su reclinatorio, mi nardo dio su olor. Mi amado es para mí un manojito de mirra, que reposa entre mis pechos. Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi para mí mi amado. [Recuerda las conversaciones que tuvieron] He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; He aquí eres bella; tus ojos son como palomas. He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce; [recuerda el campo abierto a los bosques frondosos donde se recostaban] Nuestro lecho es de flores. Las vigas de nuestra casa son de cedro, y de ciprés los artesonados. Yo soy la rosa de Sarón [Un hermoso valle cercano], y el lirio de los valles. Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas. [El amor del novio hace que las demás mujeres no le llamen la atención. Ella contesta de la misma manera]. Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar. Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor. Su izquierda esté debajo de mi cabeza, y su derecha me abrace” (Cnt 1:12-17; Cnt 2:1-6). No puede abandonar su verdadero amor.
Capítulos 2-4: Los Sueños de la Sulamita
Ahora vuelve de nuevo a la realidad del palacio y defiende su amor ante las demás mujeres: “Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, Por los corzos y por las ciervas del campo, Que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera” (Cnt 2:7). En su sueño cree que su amado ha venido a rescatarla. “¡La voz de mi amado! He aquí él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados. Mi amado es semejante al corzo, o al cervatillo. Helo aquí, está tras nuestra pared, mirando por las ventanas, atisbando por las celosías. Mi amado habló, y me dijo: Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. Porque he aquí ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las flores en la tierra, el tiempo de la canción ha venido, y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, y las vides en cierne dieron olor; levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto. Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; porque nuestras viñas están en cierne. Mi amado es mío, y yo suya; él apacienta entre lirios. Hasta que apunte el día, y huyan las sombras, vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo sobre los montes de Beter” (Cnt 2:8-17).
Sigue soñando que él está cerca y hasta se imagina que lo encontró: “Yo soy la rosa de Sarón, Y el lirio de los valles. Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas. Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar. Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor. Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; porque estoy enferma de amor” (Cnt 2:1-5).
En contraste a este gran amor, Salomón en toda su magnificencia no logra impresionarla, aunque sí a las demás mujeres (Cnt 3:6-11). Ella todavía piensa en su gran amor y en la vida pastoral. Recuerda cuando su novio le había susurrado la hermosa descripción de todos los aspectos físicos de ella: “He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres hermosa; tus ojos entre tus guedejas como de paloma; tus cabellos como manada de cabras que se recuestan en las laderas de Galaad” (Cnt 4:1-11). A pesar de que estaba desposada a su novio pastor, era virgen. “Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada” (Cnt 4:12).
Está tan “enferma de amor” que sólo piensa en estar con su amado. Sueña una y otra vez con él. Despierta, corre para hallarlo, pero no está. Y esta vez los guardias la maltratan como una prófuga del harén, pero no le importa (Cnt 5:6-8). Luego viene una hermosa defensa de su amor ante las demás doncellas. La descripción muestra que conoce cada detalle de su amado (Cnt 5:10-16).
Capítulos 5-8: La Victoria Sobre Salomón
Salomón intenta de nuevo enamorarla, pero fracasa. Le dice: “Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa; de desear, como Jerusalén… Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, y las doncellas sin número; Mas una es la paloma mía, la perfecta mía; es la única de su madre… la vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada… Vuélvete, vuélvete, oh sulamita… ¡Qué hermosa eres, y cuán suave, oh amor deleitoso!” (Cnt 6:4-9). Todos los intentos con sus seductoras palabras no rompen la resistencia de la sulamita.
Ella le responde: “Yo soy de mi amado, y conmigo tiene su contentamiento. Ven, oh amado mío, salgamos al campo, moremos en las aldeas… allí te daré mis amores” (Cnt 7:10-12). Con eso queda Salomón vencido, y la deja ir.
Feliz, ella regresa a su querido novio. Salomón contempla la escena de reunión: “¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado?... Porque fuerte es como la muerte el amor; duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. Las muchas aguas no podían apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciarían” (Cnt 8:5-6). Salomón aprendió que hay cosas en esta vida que no se pueden comprar con riquezas materiales.
La novia ahora le contesta a Salomón que su hermana menor también será fuerte como ella. Luego dice: “Yo soy muro, y mis pechos como torres, desde que fui a sus ojos como la que halla paz” (Cnt 8:10). Nunca se dejó seducir.
El novio ahora le responde a Salomón: “Salomón tuvo una viña en Baal-hamón, La cual entregó a guardas, cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto [Aquí vemos el costo de traer doncellas a Salomón]. Mi viña, que es mía, está delante de mí; las mil serán tuyas, oh Salomón, [el número de mujeres que Salomón logró tener], y doscientas para los que guardan su fruto” (Cnt 8:11-12). En otras palabras, el novio prefiere a su querida novia por encima de todas las que tiene Salomón. Lograron el amor genuino que Salomón no encontró entre mil. El canto termina con la sulamita llamando a su novio para que esté con ella, y así se olviden de lo que fue su triste encuentro con Salomón.
La lección de este libro es que debemos buscar ese verdadero amor en la vida, y si lo hallamos, serle fieles por encima de todo. Recuerda que no necesariamente se limita este amor al matrimonio, pues si uno no se casa, se lo debe a la verdadera iglesia y a su familia espiritual. Luego, debemos aplicar este amor y fidelidad a nuestra relación con Dios y Cristo. Queremos ser esa novia fiel que guarda los mandamientos de Dios y tiene la fe de Cristo hasta el fin. De ser así, las bodas que nosotros tendremos con Cristo serán incomparablemente más felices que el amor de esta sulamita por su amado, o cualquier amor físico que hayamos tenido en esta vida (1 Co 2:9).
¿Dónde está la sulamita? ¿Dónde está esa casta, fiel, devota, ferviente sierva de Dios que no se deja seducir por las ofertas de este mundo y de esta vida?
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