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5. LA OBRA DEL ESPÍRITU EN LOS PECADORES

 Antes de leer esta sección lee Juan 16:7-11;3:5; Tito 3:5-6;2 Tesalonicenses 2:7.

El ministerio del Espíritu se manifiesta principalmente en los creyentes; pero también realiza poderosas funciones en el mundo incrédulo. En este aspecto de Su obra reprende, regenera e impide.

1. REPRENDE. (Juan 16:7-11).

A. De Pecado. La palabra “redargüir” y “convencer” que se usa aquí es un término legal. En Juan 3:20 la palabra original se traduce “reprender” (véase también Ef 5:11). Es evidente por este pasaje que el Espíritu Santo no vino al mundo para alabar, halagar o adular a los hombres. Vino a grabar en sus conciencias la convicción de su terrible pecado. Pero, ¿de cuál pecado? No de pecados en general, tales como violaciones de normas de moralidad, sino de la gran pecaminosidad de cierta actitud que tienen para con el Hijo de Dios. “De pecado, por cuanto no creen en mí”. Este es el gran pecado que condena al hombre.

Cuando el Espíritu vino al mundo fue para preguntar: “¿Dónde está Jesús?” El mundo responde: “No está aquí”. “Pero estuvo aquí”. ¿Dónde está ahora?” El mundo responde: “Murió.” “Pero, ¿cómo murió?” “Lo matamos”, es la terrible confesión. Existe por esa razón una gran separación entre Dios y el mundo.

B. De justicia. El hombre procedió injustamente cuando clavó a Cristo en la Cruz. Dios hizo justicia cuando le exaltó al trono. De manera que la justicia está eternamente vinculada con el Cristo resucitado. Si el hombre culpable va a recibir justicia del Dios cuyo Hijo fue condenado a la cruz, ésta sólo puede venir por gracia divina mediante Aquel que ocupa con justicia un lugar a la diestra de Dios.

Esto requiere un cambio completo en la actitud del pecador y se llama arrepentimiento. Este arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo resulta en reconciliación. La enemistad da lugar al amor y el creyente es hecho justicia de Dios en Cristo (2 Co 5:21).

C. De juicio. Notemos que no dice juicio venidero (Compárese Hch 24:25). Es un juicio presente. El príncipe de este mundo (Satanás) ha sido juzgado en la cruz, de manera que todo su imperio está bajo la condenación divina. Cuando murió Jesús, aparentemente triunfó Satanás, pero cuando resucitó, todo cambió y quedó ratificada la sentencia de Satanás; condenación que comparte su séquito, a saber, el mundo.

2. REGENERA (Juan 3:5).

El hombre arrepentido es nacido de nuevo y recibe una vida nueva, divina y eterna por medio del Espíritu y la Palabra de Dios. Muchos equivocadamente han identificado esta agua con el bautismo, pero aquí indudablemente la referencia es a Ezequiel 36:25,26 donde leemos: “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.” Por desconocer esta verdad Nicodemo fue reprendido por el Señor Jesús (Jn 3:10).

Si estos pasajes se refiriesen al bautismo, todo aquel que practicara este rito tendría un nuevo corazón y se hallaría moralmente limpio de iniquidad. Además, si el Señor en Su referencia al agua en Juan 3 indicara el bautismo, ¿cuál entonces es el significado del agua en Juan 4 cuando dijo: “el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn 4:14). ¿También es esto el bautismo?

¿Qué deseaba enseñar cuando dijo: “Nacido de agua y del Espíritu”? ¿De qué hablaba Ezequiel al decir que agua limpia purificaría a los hombres de su idolatría?

Pedro (1 P 1:22,23), Pablo (Ef 5:26) y Santiago (St 1:18) claramente explican que “agua” es símbolo divino de la Palabra de Dios. (El estudiante debe dirigirse otra vez a la lección 4, sección l).

El Espíritu de Dios es el agente y la Palabra de Dios es el instrumento que usa. Cuando el pecador responde con fe al testimonio de la Palabra de Dios con respecto al Señor Jesús el resultado es la regeneración sobrenatural o el nuevo nacimiento. Una ilustración magnífica de esto es la de Génesis 1:2,3 donde el Espíritu de Dios y la palabra de Dios actúan al unísono para librar al mundo de su caos y traer luz de las tinieblas.

3. ÍMPIDE (2 Tesalonicenses 2:7).

Aquí “impide” parece ser una clara aunque escueta referencia a la presente influencia del Espíritu Santo en el mundo. No puede haber liberación para el torrente de injusticia, que culminará con el advenimiento del anticristo (obra maestra de Satanás), hasta que el Espíritu deje de impedir que aparezca. Los horribles juicios descritos en los capítulos 6-19 del último libro de la Biblia no serán derramados sobre la humanidad hasta que el que impide deje de hacerlo. La iglesia, la cual es Su cuerpo, no es objeto de la ira divina sino de la gracia. Es verdad que la iglesia experimenta tribulación pero esta es educativa y disciplinaria. La gran tribulación es disciplinaria para los creyentes; la ira de Dios es punitiva. Esta última es un período cuando Dios derrama su ira sobre un mundo depravado (Ap 7:14). 

La presencia de Lot en Sodoma fue el gran impedimento para que Dios derramara Su castigo sobre ella. El ángel expresamente dijo: “Date prisa, escápate allá; porque nada podré hacer hasta que hayas llegado allí” (Gn 19:22). Aunque lamentablemente comprometido, Lot era un hombre regenerado (2 P  2:6-8) y por lo tanto hasta que no hubo partido de Sodoma ni una partícula de fuego o azufre cayó sobre ella.

El Espíritu Santo detiene, impide, retarda el pleno desarrollo de la apostasía y del programa satánico en este mundo. Cuando la hora del retorno de Cristo llegue, este impedimento será quitado y se verificará en este mundo un tiempo de tribulación sin paralelo que precederá al derramamiento de la ira de Dios. Para una mayor claridad de estos acontecimientos, leer LOS ÚLTIMOS TIEMPOS EN ORDEN CRONOLÓGICO.

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