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43. LA MUJER SAMARITANA—UNA MUJER DE TESTIMONIO PODEROSO

Anteriormente en esta serie hemos estudiado a Rahab y a la esclava de Naamán. Ambas mujeres superaron circunstancias difíciles y demostraron tener gran coraje. En este estudio de la Biblia veremos otro ejemplo de una mujer que triunfó sobre su pasado. 

El escenario 

El relato del encuentro entre la samaritana y Jesucristo lo encontramos en Juan 4:1-42. Lo versículos 4-7 nos proveen el marco para ese encuentro: 

4 Y le era necesario pasar por Samaria. 

5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. 

6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. 

7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 

“Y le era necesario pasar por Samaria”. Que palabras tan extrañas para comenzar una lectura bíblica. Necesitamos conocer los antecedentes. La historia dice que ir a través de Samaria era el camino más corto entre Galilea y Jerusalén. Sin embargo los fariseos y demás judíos, generalmente utilizaban el camino más largo a través de Perea para evitar cualquier tipo de contacto con los samaritanos.

Los samaritanos eran una raza mestiza surgida como fruto de los matrimonios mixtos de los israelitas con los gentiles traídos por los conquistadores asirios cuando el Reino del Norte fue llevado al exilio (2 Re- yes 17:24). En Esdras 4 y en Nehemías 4, leemos acerca de una amarga división entre israelitas y samaritanos que derivó en la construcción de dos templos en el monte Gerizim. Estos pueblos desarrollaron un gran odio mutuo y una rivalidad religiosa que aún era fuerte cuando Jesús se encontró con la mujer samaritana al lado del pozo.

Jesús estaba cansado y sediento. Sin embargo, se tomó un momento para conversar con la mujer que venía a extraer agua. Él nunca la había visto y ella, evidentemente, no le conocía. Pero Jesús sabía que ella tenía una necesidad espiritual. ¡Qué ejemplo para nosotros! ¿Nos percatamos de las necesidades de los demás cuando en nuestra vida todo marcha bien? Y si estuviéramos cansadas, acaloradas y sedientas, ¿estaríamos dispuestas a ocupar una parte de nuestro tiempo en escuchar y hablar con la gente y tratar de ayudarles con su vida espiritual?

Cara a cara con su pasado 

La samaritana se sorprendió mucho al ver que un judío le hablaba y le pedía un trago de agua. Los judíos odiaban tanto a los samaritanos que era extraño que un judío siquiera viajara a través de Samaria. Pero Jesús le habló de un modo que captó su atención. Le habló con gentileza, pero con autoridad, contestando a todas sus preguntas. Aun así, ella no entendió lo que Él trataba de decirle. Se puso a discutir con respecto al pozo. Jesús doblegó su orgullo, pidiéndole que llamara a su marido. Inmediatamente, ella reconoció el pecado en su vida. Humildemente respondió: “No tengo marido” (Jn. 4:16). Y con esta sincera confesión, su vida comenzó a cambiar. 

Entonces Jesús habló con ella acerca de su pasado pecaminoso. La mujer se dio cuenta de que Jesús debía ser un profeta y cambió el tema de la conversación. Empezó a discutir con Jesús acerca del lugar apropiado para adorar a Dios. Una vez más, Jesús la corrigió explicándole que el lugar no importa sino que lo que cuenta es el espíritu de la adoración. 

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Lo importante es la relación

Luego Jesús se dedicó por un rato a explicarle que la adoración que Dios aprueba consiste en aceptar personalmente al Mesías. Finalmente la samaritana dejó de hablar y escuchó la enseñanza de Jesús. La historia continua en Juan 4:25-26: 

25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 

26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. 

Esta mujer tenía mala reputación debido a su vida inmoral; sin embargo,  porque confesó sin reservas su pecado, tuvo el privilegio de escuchar directamente de labios de Jesús la afirmación de que Él era sin duda  el Mesías. Jesús se tomó su tiempo para satisfacer su necesidad. Su pasado fue perdonado y su vida cambió completamente. Es más, cuando ella regresó al pueblo, la gente que la escuchó vino al pozo para escuchar  las enseñanzas de Jesús. La Biblia nos dice que Jesús se quedó allí durante varios días y que muchos creyeron en ÉI. 

Pensamientos finales

 ¿Has aceptado personalmente a Jesús como tu Salvador? ¿Les has dedicado tu vida? ¿Has compartido con otros lo que Él ha hecho en tu vida? La historia de esta mujer en el pozo es un ejemplo de que Jesús se preocupa por cada una de nosotras de manera individual. A Jesús le importamos hoy. Él se preocupa por ti. Él puede sanar las heridas más profundas, el peor de los miedos y comprender nuestros íntimos pensamientos. Él desea cambiar nuestras vidas a través de un perdón total y una completa purificación. 

Juan 4:39 dice: “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho”. 

La historia no sólo muestra el amor de Jesús por la gente, sino que este versículo provee a los cristianos de un ejemplo a seguir. 

La mujer samaritana se arrepintió de su pecado y creyó en Jesús, luego les dijo a otros lo que había visto y oído. Esto es lo que Jesús quiere que hagamos hoy. De eso se trata la misión: decirle a otra persona quién es Jesús y lo que Él ha hecho por ti. 

Piensa por un momento. ¿Hay un grupo racial o clase social que sea odiado en tu comunidad? ¿Hay gente a quienes tú y tu familia consideran enemigos? ¿Alguna vez se te ocurrió acercarte a ellos para ayudarles y hablarles acerca del amor de Dios? Si no lo haces tú, ¿quién lo hará? 

Temas de discusión 

  • ¿A quién le has contado personalmente lo que Jesús ha hecho en tu vida? 
  • Si tuvieras que conversar con Jesús hoy, ¿qué parte de tu vida pasada o presente crees que Él discutiría contigo a fin de perdonarte? 
  • ¿Qué ejemplo nos dio Jesús sobre cómo testificar a los demás? 
  • Menciona dos modos a través de los cuales Jesús corrigió las creencias de la mujer samaritana.
  • Explica por qué y cuándo la buena noticia de Jesucristo cruza todas las barreras.

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