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4. LOS SÍMBOLOS DEL ESPÍRITU SANTO

Antes de estudiar esta lección lee Génesis 8: 8-12; Salmo 110:3;45:7; Éxodo 13:21,22; Juan 4:13,14; 3:8;7:37-39.

En esta lección consideraremos algunos de los grandes símiles, símbolos o figuras del Espíritu Santo que aparecen en ambos Testamentos. El Antiguo Testamento no sólo contiene tipos y figuras de Cristo sino que también del Espíritu.

1. LA PALOMAEL TESTIMONIO DEL ESPIRITU

La tercera Persona de la Trinidad es claramente representada por la limpia e inofensiva paloma (Mt 10:16). El lector recordará que en esta forma descendió sobre el Señor en Su bautismo (Mt 3:16). Como la paloma enviada por Noé, así el Espíritu Santo voló sobre la desolación y corrupción de la humanidad por más de 4000 años, desde Adán hasta Cristo. Al fin llegó Cristo, el hombre perfecto, después de 30 años de silencio en Nazaret, listo para asumir Su ministerio público que culminaría en la cruz. La voluntad del Padre era Su deleite, Su comida y bebida. Esto lo distinguía de todos los demás. Inmediatamente el Padre demostró Su complacencia y el Espíritu descendió y permaneció sobre Él (Jn 1:33). Así dio testimonio de la absoluta perfección de Cristo.

2. El ROCIOEL REFRIGERIO DEL ESPIRITU

“Tienes tú el rocío de tu juventud” (Sal 110:3). “Destilará como el rocío mi razonamiento” (Dt 32:2). “Su favor como el rocío sobre la hierba” (Pr 19:12). “Como el rocío del Hermón, que desciende sobre los montes de Sión; porque allí envía Jehová bendición y vida eterna” (Sal 133:3).

Estos textos llevan implícitos el concepto de vigor, frescura y bendición. Viniendo de arriba, silenciosa e invisiblemente, el Espíritu desciende sobre el creyente en un ministerio de bendición y refrigerio espiritual. Esto es esencial para la salud y vigor del alma.

Vale la pena notar que el maná, figura de Cristo como el pan de Dios, no caía sobre la arena del desierto sino sobre el rocío (Nm 11:9). De manera que el israelita no comía un alimento revuelto con polvo y arena. Aunque caía sobre la tierra no era contaminado por ella. Por eso el maná era fresco, puro y agradable. Esto sugiere alimentarnos de Cristo en el poder y la frescura del Espíritu (Jn 6:53,54,63).

3. EL ACEITE—EL GOZO DEL ESPÍRITU

Aunque el aceite (de oliva) era comunmente utilizado para dar luz (Ex 27:20), como medicina (Is 1:6;Lc.10:34), y como alimento (Ex 29:2; Lv 2), el uso que mas se menciona en la Biblia es el asociado con ritos y ceremonias.

Era costumbre que los profetas (1 R 19:16), los sacerdotes (Ex  40:15), y los reyes (1 S 16:12-13) fueran ungidos públicamente y así consagrados a sus oficios. Del Señor Jesús leemos que fue ungido con Espíritu Santo después de Su bautismo cuando a la edad de 30 años entraba en su ministerio público (Lc 4:18;Hch 10:38).

Es muy evidente por los textos arriba citados que el aceite es simbólico del Espíritu Santo. ¿Pero cuál es el aspecto principal que representa? En Isaías 61:3 leemos acerca de “óleo de gozo”. En Salmo 45:7 (compárese He 1:9) leemos acerca de “óleos de alegría”. En Gálatas 5:22 leemos que “el fruto del Espíritu es. . . gozo”.

Juntando los dos pensamientos vemos que la unción del Espíritu consagra al individuo con gozo para el ministerio que Dios le da.

Esto es a la vez una experiencia única y algo que se repite. En la conversión representa la venida del Espíritu por quien somos santificados y capacitados. Así podemos discernir las cosas espirituales y reconocer lo que es mentira o falsedad (1 Jn 2:20,26-27).

Pero estamos en necesidad de ser ungidos con aceite cada día (Sal  23:5;92:10) para mantener el gozo constante del Señor que es nuestra fortaleza. Como Aser en la antigüedad, Dios quiere que seamos “benditos con hijos, amados de nuestros hermanos y que mojemos nuestro pie en aceite” (Dt 33:24).

4. LA NUBE—LA DIRECCION DEL ESPÍRITU

Si hubiéramos vivido como nómadas en el desierto unos 14 o 15 siglos antes de Cristo habríamos presenciado un espectáculo maravilloso: una gran compañía de personas marchando ordenadamente por el árido paraje desértico. Si les hubiésemos preguntado a dónde iban nos habrían dicho que se dirigían a Canaán, tierra de la que fluye leche y miel, que Jehová su Dios les había prometido. Al preguntarles qué ruta seguían o cuánto duraría el viaje se tendrían que confesar ignorantes, pero afirmarían que no estaban perdidos y señalarían hacia una nube luminosa que iba delante de ellos. “Eso”, nos dirían, “es la presencia de Dios. Es nuestro deber tener la vista puesta en la nube y andar por donde ella nos dirija. No sabemos el camino pero conocemos al que nos conduce”.

Esta columna de nube (Ex 13:21,22; Nm 9:15-23) es figura del Espíritu pues:

a) guiaba - “para guiarles por el camino”

b) iluminaba - “para alumbrarles”

c) permanecía - “nunca se alejó”.

Todo esto es muy significativo. Los anti-tipos están claramente demostrados en el Nuevo Testamento. Estudia las siguientes citas:

a) La dirección del Espíritu (Jn 16:13; Ro 8:14; Gl5:18).

b) La iluminación del Espíritu (Jn 16:14,15; 1Co 2:10-12.

c) La permanencia del Espíritu (Jn 14:16; Ef 4:30).

SÍMBOLOS DEL ESPIRITU

Pasemos ahora a estudiar algunos símbolos del Espíritu que encontramos en el Nuevo Testamento. A saber, una fuente, ríos y el viento.

1. LA FUENTE—LA ADORACION EN EL ESPÍRITU

El agua es una figura que ocurre con frecuencia en la Biblia. A veces representa la Palabra de Dios, a veces al Espíritu de Dios. ¿Cómo podemos distinguir esto? Cuando el agua está en reposo se refiere a la Palabra (por ejemplo: el lavacro). Cuando corre o está en movimiento se refiere al Espíritu. En algunos pasajes esta agua que corre se describe como “agua viva”. En Juan 3:5 el agua representa la Palabra (1 P 1:23), en Juan 4:14 representa al Espíritu.

A nuestro Señor nunca se le llama el agua de vida. Él es quien la da. Agua describe simbólicamente al Espíritu divino. “Al que tuviere sed, yo le dará gratuitamente de la fuente del agua de la vida” (Ap 21:6). Todo verdadero creyente puede decir: “Y a todos se nos dio de beber de un mismo Espíritu” (1Co 12:13).

En Números 21 leemos acerca de cómo sanaban los moribundos al mirar hacia una serpiente puesta en alto (Nm 21:9), de cómo marchaba el pueblo sanado hacia el nacimiento del sol (Nm 21:11), de cómo recibió refrigerio junto a un pozo de aguas (Nm 21:16) y del resultante cántico (Nm 21:17). El pozo de aguas viene después de la salvación. Así es con nosotros. El Salvador en la cruz pagó el rescate por nosotros y el Espíritu en nosotros produce gozo, adoración y servicio.

El Espíritu Santo es el poder para una nueva vida de comunión con Dios. Esta nueva vida la recibimos al nacer otra vez. Es así que el creyente tiene capacidad para entender y disfrutar las cosas celestiales. El Espíritu Santo es la fuerza de esta nueva naturaleza y brota en constante gozo viviente. No es un pozo estancado sino una fuente de agua viva que brota en el creyente llenándolo con el auténtico gozo de Dios: Ninguna satisfacción mundana puede compararse con esto. “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro 5:5).

2. LOS RÍOS—EL TESTIMONIO DEL ESPÍRITU

Un río fluía en el paraíso de Adán y habrá otro en el futuro paraíso de Dios. El primero era literalmente un río; el último, además de ser literal también es símbolo del Espíritu Santo (Ap 22:1).

Al Edén entraba un río, para regarlo, pero allí se dividía en cuatro brazos que fluían en cuatro direcciones. Entraba un río al jardín y salían cuatro (Gn 2:10). Recibimos el Espíritu cuando acudimos a Cristo con sed y bebemos. Esto de “beber” significa creer en Él. Pero al seguir recibiendo de Su plenitud el Espíritu fluye por nosotros en vital testimonio para la bendición de otros.

Sobre esto el estudiante debe meditar con detenimiento y con oración fijando su atención en Juan 7:37-39. Este pasaje indica claramente que Cristo es el manantial donde bebemos y que el Espíritu Santo es un río que fluye de nosotros al mundo que nos rodea.

En Juan 3 el agua (la Palabra) desciende; en el capítulo 4 el agua salta; pero en el capítulo 7 el agua corre. En el capítulo 4:17 la referencia es a la adoración, mientras que en el capítulo 7 se trata de testimonio.

Así como las aguas salieron de la roca que fue herida como consecuencia directa de aquel golpe (Ex 17:5,6), así el Espíritu Santo que viene a nosotros y fluye por nosotros es el resultado de la muerte y resurrección de Cristo. “Y vivirá todo lo que entrare en este río” (Ez 47:9; Is 58:1l).

3. EL VIENTO—LA SOBERANÍA DEL ESPÍRITU

Hay a lo menos tres importantes pasajes que comparan al Espíritu con el viento y el estudiante debe escudriñarlos. Son Juan 3:8; Hechos 2:1-4; y Ezequiel 37: 1-14. Es muy significativo que tanto en hebreo como en griego las palabras originales que se traducen “espíritu” también se pueden traducir “viento”. La idea fundamental de ambas es actividad o energía invisibles.

Notemos tres cosas acerca del viento:

A. Es del cielo. Las Escrituras frecuentemente hablan de “los vientos del cielo”. El Espíritu de Dios es de lo alto.

B. Es invisible. El Espíritu Santo es invisible y el mundo “no le puede ver”.

C. Es poderoso. Aunque el viento no es visible sus efectos son muy evidentes. ¡Qué fuerza tan tremenda tiene, ya sea para bien o para destrucción; así también los poderosos efectos del ministerio del Espíritu Santo se pueden ver dondequiera que es llevado el evangelio de Dios. Su actividad es invisible pero soberanamente poderosa.

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