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martes, 18 de marzo de 2025

CÓMO PASAR POR SABIO



El que ahorra sus palabras tiene sabiduría; de espíritu prudente es el hombre entendido” (Pr 17:27).

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¿Cómo reconoces a un necio? ¡Escucha! Si escuchas a uno hablar en voz alta, rápida, críticamente y mucho, has encontrado un necio. El sabio usa pocas palabras y solo habla cuando es necesario. El sabio es tranquilo, cuidadoso, amable y servicial. Si eres necio, deja de hablar: ¡podrías engañar a los demás y pasar por sabio! (Pr 17:28)

¿Podría un ciego encontrarte en una multitud? ¿Sueles hablar sin parar? ¿Te interesa más hablar de ti mismo que preguntar acerca de los demás? ¿Estás más interesado en ganar una discusión que en escuchar los puntos de vista de los demás? ¿Tu volumen es alto, tu tono es arrogante y cortante, y tus comentarios son críticos y negativos? ¡Eres un necio!

Has conocido a hombres y mujeres con un espíritu excelente. Son muy escasos, pero has conocido a algunos. Estabas totalmente a gusto con ellos, honrado por su presencia, seguro en tu persona y encantado por su dulzura y amabilidad. Te encanta estar cerca de ellos y deseas ser como ellos. ¿Cuál es su rasgo distintivo?

¡Un discurso lleno de gracia! ¡Piénsalo! ¡Así de sencillo! Incluso los reyes aman a los que hablan con gracia (Pr 22:11). Los sabios usan palabras llenas de gracia (Ec 10:12). Las mujeres agraciadas siempre son honradas (Pr 11:16). El Señor Perfecto asombró a los hombres con Sus palabras llenas de gracia (Sal 45:2; Lc 4:22). Y Pablo lo enseñó como base del habla aceptable para todos (Col 4:6).

La diferencia entre tu éxito o fracaso ante Dios y los hombres depende de cuán bien apliques esta lección a tu discurso, correos electrónicos, mensajes de texto y semejantes. Si a menudo envías palabras cuando nadie las solicita, pregúntate: ¿Por qué? Eres una molestia y un majadero. Vuelve a leer el proverbio. Espera hasta que alguien te pida tu opinión. Crece.

¡Los necios son odiosos! Es correcto despreciarlos. Siempre están hablando (Ec 5:3). Siempre tienen una opinión, una réplica, una idea o una sugerencia; un fuego que arde en sus bocas. Lo alivian cantinfleando. Su conversación es vana insensatez (Pr 13:16; Ec 10:12-14). Hablan sin pensar (Pr 15:28). ¡Son tan irritantes que quieres cerrarles la puerta en las narices! (Pr 18:6-7)

¿Quieres un espíritu excelente, que gane la aprobación y el favor de Dios y de los hombres? ¡Deja de hablar! (Pr 17:28; 10:19) Escucha con genuina atención a los demás (Pr 18:13; 29:11; Stg 1:19). Estudia antes de responder (Pr 15:28). Aprende algo de valor para compartir (Pr 15:2; 16:23). Se lento para hablar (Pr 29:20; Stg 1:19). Odia tus opiniones y pensamientos (Pr 26:12). Confiesa tu ignorancia (Pr 30:2-3). Mídete estrictamente por el número de hombres nobles que anhelan tu presencia (Pr 10:21; 18:24; 22:1). Las reglas pueden parecer duras, pero son verdaderas y sabias.

¿Aprenderás más sobre el habla? Las palabras de tu lengua revelan tu corazón (Mt 12:35). Las palabras críticas, duras o negativas revelan un corazón cruel. Las palabras llenas de gracia comienzan en un corazón puro (Pr 22:11). Si no puedes decir algo bueno y sabio, no hables, nunca (Pr 31:26). Las muchas palabras siempre incluyen pecado (Pr 10:19). Ora por tu discurso (Sal 19:14). Gobernar tu manera de hablar para la alabanza de Dios y de los hombres significa que te encaminas hacia la perfección (Stg 3:2).

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“Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio; el que cierra sus labios es entendido” (Pr 17:28).

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Mejora tu imagen y reputación hoy. Cualquiera puede hacerlo, incluso un necio. Reduce tus palabras a la mitad, y los demás te considerarán sabio. ¡Qué proverbio! Aquí hay un consejo profundo y sencillo para mejorar rápidamente lo que otros piensan de ti.

El ser locuaz (ser rápido para hablar, responder, replicar o comentar), sabiendo poco o nada sobre el tema del que se habla es una de las señas distintivas de un necio. Cerrar la boca y reducir las palabras hará que los demás asuman que eres un tipo sabio y entendido, incluso si eres un necio. Dios y el rey Salomón, ambos verdaderamente sabios, lo garantizan.

El habla revela el carácter (Pr 15:2; 29:11; Ec 5:3; 10:12-14). El discurso cuidadoso, deliberado, provechoso y apropiado caracteriza a un hombre sabio. Las palabras apresuradas, impulsivas, vanas y perversas caracterizan a un necio e impío. Un necio rara vez dice algo provechoso o adecuado (Ec 10:3), así que reducir el número de tus palabras a la mitad hará que otros piensen que eres sensato y reflexivo.

Es sabio ver y oír bien, y decir poco. Se aprende escuchando, no hablando. No debes hablar hasta que sea imprescindible. Otros asumirán que tu silencio indica una consideración profunda y cuidadosa del tema en cuestión, y una elección meticulosa de las palabras correctas antes de hablar. ¿Alguna vez una reputación de sabio ha sido más fácil de obtener? 

La lengua es peligrosa y hiere fácilmente a otros (Pr 10:19; 18:21; Stg 3:2-12), por lo que los sabios limitan sus palabras para evitar el pecado (Pr 17:27; Job 13:5), y estudian antes hablar (Pr 15:28). Mejor es ser pronto para oír que para hablar (Stg 1:19-20). Dios te dio dos orejas pero solo una boca. Disminuir el número de tus palabras a la mitad coincidirá con tu anatomía.

Ah, pero el fuego por hablar quema dentro de algunas personas (Sal 39:1-3). No pueden apagar este fuego; no pueden reducir el calor; no pueden gobernar el impulso; deben hablar, ahora. Qué maldición tener una boca ingobernable y decirles a todos a la distancia que eres un necio. Cierra la boca, y aunque realmente seas un necio, nadie más que tú lo sabrá.

Este proverbio no se aplica a todos, ya que algunos no hablan lo suficiente. Los sabios aprenden el equilibrio: no hablar demasiado para quedar como un necio, pero hablar lo suficiente para ser árbol de vida (Pr 10:21; 12:18; 15:4,23). Es esta aplicación cuidadosa de declaraciones bíblicas absolutas lo que resulta en verdad y sabiduría. Si aplicas esta regla a hombres reservados que rara vez hablan, nunca dirían nada.

Si esta regla es cierta para los hombres, lo es más para las mujeres, cuyo rasgo principal debiera ser un espíritu afable y apacible (1 P 3:3-4). Una mujer habladora debe reducir la cantidad de sus palabras a la mitad para asegurarse de que no sea despreciada como la mujer odiosa y rencillosa (Pr 9:13; 11:16; 27:15; 30:23). Con estas dos razones inspiradas para hablar menos, las mujeres sabias reducirán sus palabras a una cuarta parte.

El presidente Abraham Lincoln, casi 3.000 años después de que el rey Salomón escribiera sus proverbios, estuvo de acuerdo con esta inspirada regla de sabiduría y decoro público con sus bien conocidas palabras desde un ángulo diferente: “Es mejor permanecer en silencio y ser tomado por tonto, que hablar y despejar toda duda.” Es más seguro y beneficioso ser reservado, inténtalo.

Si no tienes nada necesario, importante o bueno que decir, ¿para qué hablar? Otros no necesitan ruido adicional para estar felices o contentos. El silencio es oro. Hacer conversación para llenar un vacío es turbar la paz y hablar neciamente, por lo cual serás juzgado (Ef 5:3-5). Los que hablan de más son el cumplimiento de los espinos crepitantes que tanto despreció Salomón (Ec 7:4-6).

¡Qué proverbio! ¡Qué consejo más práctico de Dios y Salomón! La mayoría de las personas no aprecian el increíble valor de la Biblia, porque no la han leído, o no han tenido maestros que la lean. Gracias a Dios por inspirar un libro que cubre todo, desde la creación hasta el efecto del discurso en la reputación, el juicio final y todo lo demás.

El Señor Jesucristo nos advierte que de toda palabra ociosa daremos cuenta en el Día del Juicio (Mt 12:36). Así que prevé sabiamente tu futuro en Su tribunal y protege tu reputación presente cerrando tu boca. Aquí hay una doble bendición, por lo menos. Agrada a Dios y a los hombres disminuyendo el número de tus palabras.

Aunque los hombres pueden pensar que eres sabio por tus pocas palabras, la Palabra viva de Dios no se engaña en absoluto. Todas las cosas están desnudas y abiertas ante Sus ojos; Él discierne los mismos pensamientos y las intenciones de tu corazón (He 4:12-14). Así que es mejor abandonar tu necedad por completo y atesorar la verdadera sabiduría en tu corazón. No puedes engañar a Dios.

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