En estas
páginas, el capítulo 4 del libro Cristianismo
Pagano, presentamos en una forma más didáctica y fácil de leer lo mismo que
publicamos el año pasado con el título: HECHOS
DE LOS APÓSTATAS – PARTE I. Este
material finaliza, por ahora, la exposición del tema unipastoral presentado en LA
IGLESIA NUEVOTESTAMENTARIA y ¿ES
BÍBLICO EL SISTEMA UNIPASTORAL?.
(Las numerosas
notas a pie de página han sido eliminadas en esta versión del documento, y
hemos puesto entre corchetes los números de estas en el lugar donde aparecen en
el original, para que el lector sepa que ahí se hace referencia a un autor o a
una obra.)
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Hay una tendencia universal en la religión
cristiana, como en muchas otras religiones, de dar una interpretación teológica
a instituciones que se han desarrollado gradualmente a lo largo de un período
de tiempo por cuestiones de utilidad práctica, y después tratar de leer esa
interpretación en los períodos más tempranos y la infancia de estas
instituciones, atribuyéndolas a una etapa en la que en realidad nadie se
imaginaba que tuvieran tal significado.
-Richard Hanson
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Me especialicé en la Biblia en la
universidad. Fui al seminario y me especialicé en lo único que enseñan ahí: el
ministerio profesional. Cuando me gradué, me di cuenta de que podía hablar
latín, griego y hebreo, y la única cosa en la tierra para la cual estaba
calificado era ser Papa. Pero alguien ya tenía el puesto. –Un pastor anónimo.
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El pastor.
[1] Él es la figura fundamental de la fe protestante. Es el hombre orquesta del
cristianismo de hoy. El pastor es tan preponderante en la mente de la mayoría
de los cristianos que se lo conoce mejor, se lo alaba más y dependen más de él
que de Jesucristo mismo.
Quite el
pastor y el cristianismo moderno se viene abajo. Quite el pastor y prácticamente
todas las iglesias protestantes entrarían en pánico. Quite el pastor y el
protestantismo, tal como lo conocemos, se muere. El pastor es el punto focal
dominante, el sostén principal y la pieza central de la iglesia moderna. Es la
personificación del cristianismo protestante.
Pero he
aquí la profunda ironía. No hay un solo versículo en todo el Nuevo Testamento
que apoye la existencia del pastor moderno. Simplemente no existía en la
iglesia primitiva. (Note que estoy utilizando el término “pastor” en todo este
capítulo para describir el cargo y el papel pastoral modernos. No estoy
hablando de los individuos específicos que cumplen este papel. En general,
quienes ocupan el cargo de pastor son personas maravillosas. Son cristianos
honrados, decentes y frecuentemente dotados que aman a Dios y tienen celo por
servir a su pueblo. Pero tanto la Biblia como la historia de la iglesia se
oponen al papel que cumplen, como veremos en este capítulo.) [2]
El pastor se encuentra en la Biblia... ¿no
es cierto?
La
palabra “pastores” ciertamente aparece en el Nuevo Testamento:
“Y él
mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros,
PASTORES y maestros” (Efesios 4:11).
Podemos
hacer las siguientes observaciones acerca de este texto.
- Este es el único versículo en el Nuevo
Testamento donde se emplea la palabra “pastor”. [3] Un versículo solitario
es una pieza de evidencia bastante escasa sobre la cual basar todo la fe
protestante. En este sentido, hay más autoridad bíblica para manipular serpientes
que para el pastor moderno (Tanto Marcos 16:18 como Hechos 28:3-6 mencionan
la manipulación de serpientes. Así que esta práctica gana por dos
versículos contra uno.) [4]
- La palabra es usada en plural. Es “pastores”.
Esto es significativo. Porque, quienesquiera sean estos “pastores”, son
plurales en la iglesia, no singulares. Por consiguiente, no hay ningún
apoyo bíblico para la práctica de Sola
Pastora (un único pastor).
- La palabra griega que se traduce como
“pastores” es poimen. Quiere
decir pastores de ganado. Así que “pastor” es una metáfora para describir
una función específica en la iglesia. No es un cargo ni un título. [5] Un
pastor del primer siglo no tenía nada que ver con el sentido especializado
y profesional que ha llegado a tener en el cristianismo moderno. Por lo
tanto, Efesios 4:11 no visualiza un cargo pastoral, sino meramente una de
las muchas funciones en una iglesia. Los pastores son los que proveen
naturalmente sustento y cuidado a las ovejas de Dios. Por lo tanto, es un
error profundo confundir a los pastores con un cargo o título, como suele
concebirse hoy. [6]
- En el mejor de los casos, este texto
es indirecto. No ofrece absolutamente ninguna definición o descripción de
quiénes son los pastores. Simplemente los menciona. Lamentablemente, hemos
llenado esta palabra con nuestro propio concepto occidental de lo que es
un pastor. Hemos querido leer la idea moderna del pastor moderno en el Nuevo
Testamento. Ningún cristiano del primer siglo soñaría siquiera con el
moderno cargo de pastor. Los católicos han cometido el mismo error con la
palabra “sacerdote”. Uno puede encontrar la palabra “sacerdote” en el
Nuevo Testamento tres veces para referirse a un cristiano. [7] Sin
embargo, un sacerdote de la iglesia del primer siglo distaba mucho del
hombre vestido de negro con un collar puesto al revés.
Richard
Hanson aclara este punto cuando dice: “Para nosotros, las palabras ‘obispos’, ‘presbíteros’
y ‘diáconos’ están almacenados con las asociaciones de casi dos mil años. Para
las personas que utilizaron estas palabras por primera vez, los títulos de
estos cargos no pueden haber significado más que inspectores, hombres mayores y
ayudantes… fue cuando comenzaron a asignarles significados teológicos
inapropiados que empezó la distorsión del concepto de ministerio cristiano”. [8]
En mis
libros Reconsiderando el odre y ¿Quién es su cobertura?, demuestro que
los pastores del primer siglo eran los ancianos (presbíteros) [9] y
supervisores locales de la iglesia. [10]
Y su función estaba completamente reñida con el papel pastoral moderno. [11]
¿De dónde vino?
Si el pastor
moderno no existía en la iglesia primitiva, ¿de dónde vino? ¿Y cómo fue que se
elevó a una posición tan prominente en la fe cristiana? Es una historia
dolorosa, cuyas raíces son intrincadas y complejas. Estas raíces van tan atrás
como la caída del hombre.
Con la
caída del hombre surgió el deseo implícito en el hombre de tener un líder
físico para llevarlo a Dios. Por esta razón, las sociedades humanas a lo largo
de la historia han creado constantemente una casta espiritual especial de
íconos religiosos. El hechicero, el chamán, el rapsoda, el milagrero, el brujo,
el adivino, el sabio y el sacerdote, todos han estado con nosotros desde el
error de Adán. [12]
El
hombre caído siempre ha tenido el deseo de erigir una casta sacerdotal especial
que esté singularmente
dotada para implorar a los dioses en nombre de él.[13] Esta búsqueda está en
nuestra corriente sanguínea. Vive en la médula de nuestros huesos. Como
criaturas caídas, buscamos una persona dotada de poderes espirituales
especiales. Y esa persona siempre está marcada por un entrenamiento especial,
una vestimenta especial, un vocabulario especial y un modo de vida especial. [14]
Podemos
ver cómo este instinto alza su desagradable cabeza en la historia del antiguo Israel.
Hizo su primera aparición durante el tiempo de Moisés. Dos siervos del Señor,
Eldad y Medad, recibieron el Espíritu de Dios y empezaron a profetizar. Un
joven fanático, en una respuesta precipitada, instó a Moisés: “Impídelos”. [15]
Moisés desaprobó al joven supresor diciendo que todo el pueblo de Dios puede
profetizar. Se había opuesto a un espíritu clerical que había querido controlar
al pueblo de Dios.
Lo vemos
otra vez cuando Moisés ascendió al monte Horeb. El pueblo quería que él fuera
un mediador físico entre ellos y Dios, porque tenían miedo de una relación
personal con el Todopoderoso. [16]
Este
instinto caído hizo otra aparición durante el tiempo de Samuel. Dios quería que
su pueblo
viviera bajo su dirección directa. En cambio, Israel pidió a gritos un rey
humano. [17]
Las
semillas del pastor moderno pueden ser detectadas aun en el tiempo del Nuevo Testamento.
Diótrefes, “al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos” en la iglesia, asumió
el control ilegítimamente.[18] Además, algunos eruditos han sugerido que la doctrina
de los nicolaítas, que Jesús condena en Apocalipsis 2:6, es una referencia al
surgimiento de un clero temprano.[19]
Junto a
la búsqueda del hombre caído de un mediador espiritual humano se encuentra su obsesión
por la forma jerárquica de liderazgo. Todas las antiguas culturas fueron jerárquicas
en sus estructuras sociales en un grado u otro. Lamentablemente, los cristianos
post-apostólicos adoptaron y adaptaron estas estructuras para su vida
eclesiástica, como veremos.
El nacimiento del gobierno del obispo único
Hasta el
segundo siglo, la iglesia no tuvo ningún liderazgo oficial. En este sentido,
las congregaciones del primer siglo eran una verdadera rareza. Eran grupos
religiosos sin sacerdote, templo o sacrificio. [20] Los cristianos mismos dirigían
la iglesia bajo la dirección directa de Cristo.
Entre la
grey o rebaño estaban los ancianos (pastores o supervisores). Todos estos hombres
estaban en un pie de igualdad. No había ninguna jerarquía entre ellos. [21]
También había obreros extralocales que plantaban iglesias. Eran denominados
“enviados” o apóstoles. Pero ellos no fijaban residencia en las iglesias que
cuidaban. Tampoco las controlaban. [22] El vocabulario del liderazgo en el
Nuevo Testamento no permite ninguna estructura piramidal. Es, más bien, un
lenguaje de relaciones horizontales que incluye la acción ejemplar. [23]
Todo
esto fue así hasta que Ignacio de Antioquía (35-107 d.C.) apareció en escena. Ignacio
fue la primera figura de la historia de la iglesia en dar el primer paso por el
camino resbaloso hacia un líder único en la iglesia. Podemos encontrar el
origen del pastor moderno y la jerarquía eclesiástica en él.
Ignacio
elevó a uno de los ancianos por encima de todos los demás. El anciano elevado era
conocido ahora como “el obispo”. Todas las responsabilidades que pertenecían al cuerpo
de ancianos eran ejercidas por el obispo. [24]
En el
año 107 d.C., Ignacio escribió una serie de cartas mientras iba camino a Roma para
ser martirizado. Seis de las siete cartas tratan el mismo tema. Están llenas de
una exaltación exagerada de la autoridad y la importancia del cargo de obispo. [25]
Según
Ignacio, el obispo tiene el poder último y debe ser obedecido absolutamente. Considere
los siguientes extractos de sus cartas: “Todos
ustedes siguen al obispo como Jesucristo sigue al Padre… Nadie debe
realizar ningún asunto de la iglesia sin el obispo... Donde aparezca el obispo,
ahí debe estar el pueblo… Ustedes mismos nunca deben actuar independientemente
del obispo y el clero. Deben considerar a su obispo como un tipo del Padre…Todo
lo que él apruebe complace al Padre…” [26]
Para
Ignacio, el obispo ocupaba el lugar de Dios, en tanto que los presbíteros
ocupaban el lugar de los doce apóstoles. [27] Solamente el obispo podía
celebrar la cena del Señor, realizar bautismos, dar consejos, disciplinar a los
miembros de la iglesia, aprobar matrimonios y predicar sermones. [28]
Los
ancianos se sentaban con el obispo durante la cena del Señor. Pero era el
obispo quien la
presidía. Él se encargaba de dirigir las oraciones públicas y el ministerio. [29] Solamente
en los casos más extremos podía un “laico” tomar la Santa Cena sin que el obispo
estuviera presente. [30] Porque el obispo, decía Ignacio, debe “presidir” los
elementos y distribuirlos.
En la
mente de Ignacio, el obispo era el remedio para ahuyentar la falsa doctrina y establecer
la unidad de la iglesia. [31] Ignacio creía que, si la iglesia pretendía
sobrevivir el embate de la herejía, debía desarrollar una estructura de poder
rígida según el modelo de la estructura política centralizada de Roma. [32] El
gobierno del obispo único rescataría a la iglesia de la herejía y las luchas
internas. [33]
Históricamente,
esto se conoce como el “mono-episcopado” o “episcopado monárquico”. Es el tipo
de organización donde el obispo se distingue de los ancianos (el presbiterio) y
está por encima de ellos.
En el
tiempo de Ignacio, el gobierno del obispo único no había prendido en otras regiones.
[34] Pero, para mediados del segundo siglo, este modelo estaba firmemente establecido
en la mayoría de las iglesias. [35] Para fines del tercer siglo predominaba en
todas partes. [36]
Con el
tiempo, el obispo se convirtió en el principal administrador y distribuidor de
la riqueza de la iglesia. [37] Era el hombre responsable de enseñar la fe y de
saber de qué se trataba el cristianismo. [38] La congregación, otrora activa,
había sido transformada en sorda y muda. Los santos meramente observaban la
actuación del obispo.
En
efecto, el obispo llegó a ser el único pastor de la iglesia, [39] el
profesional de la adoración común. [40] Era considerado el portavoz y la cabeza
de la congregación. La persona cuyas manos manejaban todos los hilos de
control. Todos estos papeles hicieron que el obispo fuera el precursor del pastor
moderno.
De presbítero a sacerdote
Ya para
mediados del tercer siglo la autoridad del obispo se había rigidizado en un
cargo fijo. [41] Entonces apareció Cipriano de Cartago (200-258 d. C.), y el
daño se extendió.
Cipriano
era un ex orador y maestro de retórica pagano. [42] Cuando se hizo cristiano, empezó a
escribir prolíficamente. Pero nunca abandonó algunas de sus ideas paganas.
Debido a
la influencia de Cipriano, la puerta quedó abierta para resucitar el sistema de sacerdotes,
templos, altares y sacrificios del Antiguo Testamento. [43] Los obispos comenzaron
a ser llamados “sacerdotes”, [44] una costumbre que llegó a ser común en el tercer
siglo. [45] También fueron llamados “pastores” en ocasiones. [46] En el tercer
siglo, cada iglesia tenía su propio obispo. [47] Y los obispos y presbíteros,
en conjunto, comenzaron a ser llamados “el clero”. [48]
El
origen de la doctrina antibíblica de la “cobertura” también puede atribuirse a Cipriano.
[49] Él enseñaba que el obispo no tiene ningún superior salvo Dios. Solamente
debía rendir cuentas a Dios. Todo el que se separa del obispo se separa de
Dios. [50] Cipriano también enseñaba que una porción del rebaño del Señor era
asignada a cada pastor (obispo) individual. [51]
Después
del Concilio de Nicea (325 d.C.), los obispos empezaron a delegar la responsabilidad
de la cena del Señor a los presbíteros. [52] Los presbíteros eran poco más que delegados
del obispo que ejercían la autoridad de él en sus iglesias.
Debido a
que los presbíteros eran quienes administraban la Santa Cena, empezaron a ser llamados
“sacerdotes”. [53] Aun más sorprendente fue que el obispo llegó a ser
considerado como el “sumo sacerdote” que podía perdonar pecados. [54] Todas
estas tendencias oscurecían la realidad neotestamentaria de que todos los
creyentes son sacerdotes para Dios.
Para
fines del cuarto siglo, esta jerarquía categorizada dominaba la fe cristiana. [55]
La casta clerical se había consolidado. El obispo encabezaba la iglesia. Bajo
él estaba el colegio
de presbíteros. Por debajo de éstos estaban los diáconos. [56] Y debajo de
todos ellos se arrastraban los pobres y miserables “laicos”. El gobierno del
obispo único se convirtió en la forma de gobierno de iglesia aceptada en todo
el Imperio Romano. (Durante este tiempo, ciertas iglesias empezaron a ejercer
autoridad sobre otras iglesias, lo cual amplió la estructura jerárquica.) [57]
Para
fines del cuarto siglo, los obispos se codeaban con la gente importante. Se les
otorgaba tremendos privilegios. Se involucraron en la política, lo que los
separó aun más de los presbíteros. [58] En sus intentos de fortalecer el cargo
de obispo, Cipriano abogó por una sucesión continua de obispos que se
remontaban hasta Pedro. [59] Esto se conoce como “sucesión apostólica”. [60]
A lo
largo de sus escritos, Cipriano emplea el lenguaje oficial del sacerdocio del Antiguo
Testamento para justificar esta práctica. [61] Al igual que Tertuliano
(160-225) e Hipólito (170-236) antes que él, Cipriano utilizaba el término “sacerdotes”
para describir a los presbíteros y obispos. [62] Pero dio un paso más.
Podemos
atribuir a Cipriano el concepto contrario al Nuevo Testamento del sacerdotalismo:
la creencia de que existe una persona divinamente designada para mediar entre
Dios y el pueblo. Cipriano sostenía que, debido a que los clérigos cristianos
son sacerdotes que ofrecen el sacrificio santo (la Eucaristía), ellos mismos
son sacrosantos. [63]
También
podemos acreditar a Cipriano el concepto de que, cuando el sacerdote ofrece la
Eucaristía, en realidad está ofreciendo la muerte de Cristo en nombre de la congregación.
[64] En la mente de Cipriano, el cuerpo y la sangre de Cristo se vuelven a sacrificar
a través de la Eucaristía. [65] Por consiguiente, es en Cipriano donde
encontramos las semillas de la misa católica medieval. [66] Esta idea agrandó
la cuña entre el clero y los laicos. También creó una dependencia insalubre del
clero de parte de los laicos.
El papel del sacerdote
Hasta la
Edad Media, los presbíteros (ahora conocidos comúnmente como “sacerdotes”) desempeñaron
un papel secundario con relación al obispo. Pero, durante la Edad Media, hubo
un cambio. Los presbíteros empezaron a representar a los sacerdotes, mientras
los obispos se ocupaban de las tareas políticas. [67] Los sacerdotes
parroquiales (locales) se volvieron más centrales para la vida de la iglesia
que el obispo. [68] Era el sacerdote quien ahora ocupaba el lugar de Dios y
controlaba los sacramentos.
Al
convertirse el latín en el lenguaje popular a mediados del cuarto siglo, el
sacerdote acostumbraba
a invocar la frase hoc est corpus meum.
Estas palabras latinas quieren decir: “Esto es mi cuerpo”.
Con
estas palabras, el sacerdote se convirtió en el supervisor de la pretensiosa
palabrería que empezó a marcar la misa católica. Se le puede acreditar a
Ambrosio de Milán (339-397) la idea de que la mera pronunciación de hoc est corpus meum convertía
mágicamente el pan y el vino en el cuerpo y la sangre físicos del Señor. [69]
(La frase de magia en inglés “hocus pocus” –“abracadabra” en español– viene de hoc est corpus meum.) Según Ambrosio, el
sacerdote estaba dotado de poderes especiales para hacer bajar a Dios del cielo
y entrar dentro del pan.
Debido a
su función sacerdotal, la palabra presbyteros
llegó a significar sacerdos (sacerdote).
Por consiguiente, cuando la palabra latina para presbítero fue adoptada por el inglés,
tuvo el significado de “sacerdote” en vez de “anciano”. [70] Por lo tanto, en
la iglesia católica romana, la palabra “sacerdote” fue el término usado en
general para referirse al presbítero local.
La influencia de la cultura grecorromana
La
cultura grecorromana que rodeaba a los primeros cristianos reforzó la jerarquía
escalonada que se estaba introduciendo lentamente en la iglesia. La cultura
grecorromana era jerárquica por naturaleza. Esta influencia se infiltró en la
iglesia cuando los nuevos conversos trajeron su bagaje cultural a la comunidad
creyente. [71]
La
jerarquía humana y el ministerio “oficial” institucionalizaron la iglesia de
Jesucristo. Para el
cuarto siglo, estos elementos endurecieron las arterias de lo que una vez fue
la ekklesia
viva y vital de Dios, dentro de la cual el ministerio era funcional, dirigido
por el Espíritu, orgánico y compartido por todos los creyentes.
Pero, ¿cómo y por qué sucedió esto?
Podemos
rastrearlo al tiempo de la desaparición de los obreros apostólicos itinerantes (plantadores
de iglesias). A fines del primer siglo y principios del segundo, los
presbíteros locales empezaron a surgir como los “sucesores” residentes del
papel de liderazgo único que cumplían los obreros apostólicos. [72] Esto dio
origen a una única figura principal en cada iglesia. [73] Sin la influencia de
los obreros extralocales que habían sido mentoreados por los apóstoles del
Nuevo Testamento, la Iglesia empezó a desplazarse hacia los patrones organizativos
de la cultura que la rodeaba. [74]
Líderes
destacados de la iglesia que habían adoptado el pensamiento pagano también tuvieron
una gran influencia. Detrás de Ignacio de Antioquia, Cipriano sostuvo que la organización
de la iglesia debía seguir el modelo del Imperio Romano. Como resultado, el imperialismo
y una jerarquía inexpugnable penetraron la fe cristiana. [75]
Como ya
hemos visto, el papel del obispo empezó a cambiar, de ser la cabeza de una iglesia
local hasta convertirse en el representante de todos en una región dada. [76]
Los obispos gobernaban las iglesias de la misma forma que los gobernadores
romanos sus provincias. [77] Con el tiempo, al obispo de Roma se le otorgó la
mayor autoridad y finalmente evolucionó para convertirse en el “Papa”. [78]
Así que
entre los años 100 y 300 d.C., el liderazgo de la Iglesia tomó el modelo del gobierno
romano. [79] Y se usó la jerarquía del Antiguo Testamento para justificarlo. [80]
El gobierno de un solo obispo se había engullido el sacerdocio de todos los
creyentes.
Ignacio
convirtió al obispo, de hecho, en la autoridad local. Cipriano lo convirtió en
el representante
de todas las congregaciones por su doctrina de la sucesión apostólica. [81]
Constantino y la jerarquía romana
Tenga en
mente que el mundo social en el cual el cristianismo se difundió estaba gobernado
por una sola persona, el emperador. Poco después de subir al trono Constantino,
a principio del cuarto siglo, la iglesia se convirtió en una sociedad organizada
jerárquicamente de arriba abajo, con todas las de la ley. [82]
Edwin
Hatch escribe: “En su mayor parte las iglesias cristianas se asociaron entre sí
siguiendo la línea del Imperio Romano. [83] …El desarrollo de la organización
de las iglesias cristianas fue gradual (y) los elementos que componían esa
organización ya existían en la sociedad humana”. [84]
Podemos
rastrear la estructura del liderazgo jerárquico tan atrás como en el antiguo Egipto,
Babilonia y Persia. [85] Luego fue llevada a la cultura griega y romana, donde
fue perfeccionada.
El
historiador D. C. Trueman escribe: “Los persas hicieron dos aportes destacados
al mundo antiguo: la organización de su imperio y su religión. Estos dos
aportes han tenido una influencia considerable sobre nuestro mundo occidental.
El sistema de administración imperial fue heredado por Alejandro Magno,
adoptado por el Imperio Romano y finalmente legado a la Europa moderna”. [86]
Will
Durant plantea un punto similar, al decir que el cristianismo “creció por la absorción
de la fe y los ritos paganos; se convirtió en una iglesia triunfante heredando
los modelos de la organización y el genio de Roma… Así como Judea le había dado
la ética al cristianismo, Grecia le había dado la teología, ahora Roma le daba
la organización; todos estos elementos, junto con una docena de creencias
absorbidas y rivales, ingresaron en la síntesis cristiana”. [87]
Para el
cuarto siglo, la iglesia siguió los mismos pasos que el Imperio Romano. El emperador
Constantino organizó la iglesia en diócesis siguiendo el modelo de los
distritos regionales romanos. [88] (La palabra “diócesis” era un término
secular que se refería a las unidades administrativas más grandes del Imperio
Romano.) [89] Más adelante, el papa Gregorio diseñó el ministerio de toda la
iglesia según la ley romana. [90]
Durant
vuelve a lamentarse: “Cuando el cristianismo conquistó Roma, la estructura eclesiástica
de la iglesia pagana, el título y la vestimenta del pontifex maximus… y la grandiosidad del ceremonial inmemorial
entraron como la sangre materna en la nueva religión,
y la Roma cautiva capturó a su conquistador”. [91]
Todo
esto estaba fuertemente reñido con la forma de Dios para su iglesia. Cuando
Jesús entró en el teatro de la historia humana, erradicó tanto los íconos
profesionales religiosos como la forma de liderazgo jerárquica. [92] Como
extensión de la naturaleza y misión de Cristo, la iglesia primitiva fue el
primer movimiento de la historia “dirigido por laicos”. Pero, con la muerte de
los apóstoles y los hombres que ellos entrenaron, las cosas empezaron a
cambiar. [93]
Desde
entonces, la iglesia de Jesucristo ha buscado su modelo de organización eclesiástica
de las sociedades en las que ha sido colocada, a pesar de la advertencia de nuestro
Señor de que Él iniciaría una sociedad nueva con un carácter único. [94] En un contraste
llamativo con las provisiones del Antiguo Testamento hechas en el monte Sinaí, ni
Jesús ni Pablo impusieron modelos organizacionales fijos para la Nueva Israel.
Constantino y la exaltación del clero
Entre
313 y 325 d.C., el cristianismo dejó de ser una religión que luchaba por
sobrevivir ante el gobierno romano. Se regodeaba al calor del imperialismo,
cargado de dinero y prestigio. [95] Ya no era una desventaja ser un cristiano
bajo del reinado de Constantino. Era una ventaja. Formar parte de la religión
del emperador estaba de moda. Y ser parte del clero significaba recibir las
mayores ventajas. [96]
Constantino
enalteció al clero cristiano. En el año 313 le otorgó la exención del pago de impuestos,
algo que los sacerdotes paganos habían disfrutado tradicionalmente. [97]
También los eximió de los cargos públicos obligatorios y demás deberes cívicos.
[98] Quedaron liberados de ser juzgados por tribunales seculares y de servir en
el ejército. [99] (Los obispos podían ser juzgados sólo por un tribunal de
obispos, no por tribunales comunes.) [100]
En todas
estas cosas, se le otorgó al clero la condición de clase especial. Constantino fue el
primero en usar las palabras “clerical” y “clérigos” para describir una clase
social superior.
[101] También consideraba que el clero cristiano merecía el mismo privilegio
que los oficiales del gobierno. Así que los obispos participaban en juicios,
como los jueces seculares. [102]
Los
clérigos recibían los mismos honores que los más altos oficiales del Imperio Romano
y aun el Emperador mismo. [103] En realidad, Constantino dio a los obispos de Roma
más poder que a los gobernadores romanos. [104] También ordenó que el clero recibiera
asignaciones anuales fijas (un pago ministerial).
El
resultado neto de esto fue alarmante: El clero tenía el prestigio de
funcionarios de la iglesia,
los privilegios de una clase favorecida y el poder de una elite acaudalada. [105]
Se había convertido en una clase aislada con un estado civil y una forma de
vida apartes. (Esto incluía el celibato del clero.) [106]
Hasta se
vestían y arreglaban de forma distinta de la gente común. [107] Los obispos y sacerdotes
se rapaban la cabeza. Esta práctica, conocida como tonsura, provenía de la antigua
ceremonia romana de la adopción. Todos los que se rapaban la cabeza eran conocidos
como “clérigos”. [108] También comenzaron a vestir la ropa de los oficiales romanos.
[109]
No
debería sorprendernos que tantas personas en tiempo de Constantino
experimentaran un repentino “llamado al ministerio”. [110] Para ellos, ser
oficial de la iglesia se había convertido en una carrera más que un llamado. [111]
Una falsa dicotomía
Bajo
Constantino, el cristianismo fue a la vez reconocido y respetado por el Estado.
Esto desdibujó la línea que dividía a la iglesia del mundo. La fe cristiana ya
no era una religión minoritaria. En cambio, estaba protegida por los
emperadores. Como consecuencia, la membresía de la iglesia creció rápidamente.
Hubo conversos a montones, pobremente convertidos, que trajeron a la iglesia
una gran variedad de ideas paganas. En palabras de Will Durant: “Mientras el
cristianismo convirtió al mundo, el mundo convirtió al cristianismo y exhibió
el paganismo natural de la humanidad”. [112]
Como ya
hemos visto, las prácticas de las religiones de misterio empezaron a ser utilizadas
en el culto de la iglesia. [113] Y el concepto pagano de la dicotomía entre lo
sagrado y lo profano se introdujo en la mentalidad cristiana. [114] Puede decirse
correctamente que la distinción de clase entre el clero y los laicos surgió de
esta misma dicotomía. La vida cristiana ahora estaba siendo dividida en dos
partes: secular y espiritual, sagrado y profano.
Pero
para el cuarto siglo esta idea falsa fue adoptada universalmente por los
cristianos. Y llevó
a la idea profundamente errónea de que hay profesiones sagradas (un llamado al “ministerio”)
y profesiones comunes (un llamado a una vocación mundana). [115] El historiador
Philip Schaff describe correctamente estos factores como creadores de “la secularización
de la iglesia” donde “la corriente pura del cristianismo” se había contaminado.
[116] Note que esta dicotomía errónea aún perdura en la mente de la mayoría de los
creyentes de hoy. Pero el concepto es pagano, no cristiano. Destruye la
realidad neotestamentaria de que la vida cotidiana es santificada por Dios. [117]
Clemente
de Roma (f. 100 d.C.) fue el primer autor cristiano que hizo una distinción de estatus
entre líderes y no líderes cristianos. Fue el primero en usar la palabra
“laico” en contraste con los ministros. [118] Clemente sostenía que el orden de
sacerdotes del Antiguo Testamento debía encontrar su cumplimiento en la iglesia
cristiana. [119]
Tertuliano
es el primer escritor en usar la palabra “clero” para referirse a una clase separada
de cristianos. [120] Tanto Tertuliano como Clemente de Alejandría (150-215) popularizaron
la palabra “clero” en sus escritos. [121]
Para el
tercer siglo, la brecha entre el clero y los laicos se ensanchó a un punto de
no retorno.
[122] Los clérigos eran los líderes capacitados de la iglesia −los guardianes de la ortodoxia−, los gobernantes y maestros de la gente.
Ellos poseían los dones y las gracias que no estaban al alcance de los mortales
menores.
Los
laicos eran los cristianos no capacitados y de segunda clase. El teólogo Karl Barth
dijo, correctamente: “El término ‘laico’ es uno de los peores del vocabulario religioso
y debería ser desterrado de la conversación cristiana”. [123]
Los
términos “clero” y “laico” no aparecen en el Nuevo Testamento. [124] Tampoco se encuentra
el concepto de que hay quienes realizan el ministerio (clero) y quienes son
objeto del ministerio (laicos). Por lo tanto, lo que tenemos en Tertuliano y en
los dos Clementes es una clara ruptura con la mentalidad de los cristianos del
primer siglo, donde todos los creyentes compartían el mismo estatus.
La
distinción entre el clero y los laicos −púlpito y banco− pertenece al otro lado de la cruz.
Con el Nuevo Pacto en Cristo, se eliminaron el clero y los laicos. Hay un único
pueblo de Dios.
Junto
con estos cambios de mentalidad llegó un nuevo vocabulario. Los cristianos empezaron
a adoptar el vocabulario de las sectas paganas. El título pontifex (pontífice, un título pagano) se convirtió en un término
común para los clérigos cristianos en el cuarto siglo. Al igual que “Maestro de
Ceremonias” y “Gran Maestro de la Logia”. [125] Todo esto reforzó la mística
del clero como custodios de los misterios de Dios. [126]
Para el
quinto siglo, la idea del sacerdocio de cada creyente había desaparecido por completo
del horizonte cristiano. El acceso a Dios estaba controlado ahora por la casta clerical.
Comenzó a implementarse el celibato clerical. La comunión infrecuente se volvió
habitual para los denominados “laicos”. El edificio de iglesia ahora estaba
velado con incienso y humo. Las oraciones del clero se hacían en secreto. Y se
introdujo la pequeña pero profundamente significativa pantalla que separó al
clero de los laicos.
En
resumen, para fines del cuarto siglo y principios del quinto, el clero se había
convertido en una casta sacerdotal, un grupo de elite espiritual de “hombres
santos”. [127] Esto nos lleva al tema espinoso de la ordenación.
La falacia de la ordenación
En el
cuarto siglo, la teología y el ministerio eran el dominio de los sacerdotes. El
trabajo y la guerra eran el dominio de los laicos. [128] ¿Cuál era el rito
iniciático al dominio sagrado del sacerdote? La ordenación. [129]
Antes de
analizar las raíces históricas de la ordenación, veamos cómo se reconocía al liderazgo
de la iglesia primitiva. Los obreros apostólicos (los plantadores de iglesias)
del primer siglo volvían a visitar a una iglesia después de un tiempo. En
algunas de esas iglesias, los obreros reconocían públicamente a los ancianos.
En todos los casos, los ancianos ya estaban “en el lugar” antes de ser
respaldados públicamente. [130]
Los
ancianos surgían naturalmente en una iglesia con el paso del tiempo. No eran nombrados
a un cargo externo. [131] En cambio, eran reconocidos en virtud de su
antigüedad y contribución a la iglesia. Según el Nuevo Testamento, el
reconocimiento de ciertos miembros dotados es algo instintivo y orgánico. [132]
Hay un principio interno dentro de cada creyente de reconocer los diversos
ministerios de la iglesia.
Llamativamente,
hay sólo tres pasajes en el Nuevo Testamento que nos dicen que los ancianos
fueron reconocidos públicamente. Hubo ancianos reconocidos en las iglesias de Galacia.
Pablo dijo a Timoteo que reconociera ancianos en Éfeso. También dijo a Tito que
los reconociera en las iglesias de Creta.
La
palabra “ordenar” en estos pasajes no quiere decir instalar en un cargo. [133]
Más bien, transmiten la idea de respaldar, afirmar y presentar lo que ya ha
estado sucediendo. [134] También transmite la idea de bendición. [135] El
reconocimiento público de ancianos y otros ministerios generalmente era
acompañado por la imposición de manos por obreros apostólicos. (En el caso de
obreros enviados a otros lugares, lo hacía la iglesia o los ancianos.) [136]
En el
primer siglo, la imposición de manos significaba meramente el apoyo o afirmación
de una función, no la instalación en un cargo o el otorgamiento de un estatus especial.
Lamentablemente, pasó a significar esto último a fines del segundo siglo y principios
del tercero. [137]
Durante
el tercer siglo, la “ordenación” adoptó un significado completamente diferente. Era un
rito cristiano formalizado. [138] Para el cuarto siglo, la ceremonia de
ordenación era engalanada con vestimentas simbólicas y un ritual solemne. [139]
La ordenación produjo una casta eclesiástica que usurpó el sacerdocio de los
creyentes.
¿De
dónde supone usted que los cristianos tomaron su modelo de ordenación? Modelaron
su ceremonia de ordenación según la costumbre romana de designar a hombres para
cargos civiles. [140] Todo el proceso, hasta las palabras mismas, vinieron
directamente del mundo cívico romano. [141]
Para el
cuarto siglo, los términos usados para el nombramiento para un cargo romano y para
la ordenación cristiana se volvieron sinónimos. [142] Cuando Constantino
convirtió al cristianismo en la religión preferida, las estructuras de
liderazgo de la iglesia se vieron reforzadas por la aprobación política. Las
formas del sacerdocio del Antiguo Testamento se combinaron con la jerarquía
griega. [143] Tristemente, la iglesia se sentía cómoda con esta nueva forma,
igual que hoy.
Agustín
(293-373 d.C.) dio un paso más: enseñó que la ordenación confería una “impronta
definitiva e inamovible” al sacerdote que lo habilita para cumplir sus
funciones sacerdotales. [144] Para Agustín, la ordenación era una posesión
permanente que no podía ser revocada. [145]
Entonces
se llegó a entender la ordenación cristiana como algo que constituye la diferencia
esencial entre el clero y los laicos. Mediante la ordenación el clero era
habilitado para administrar los sacramentos. Se creía que el sacerdote, que
realiza el servicio divino, debía ser el más perfecto y santo entre todos los
cristianos. [146]
Gregorio
de Nacianzo (329-389) y Crisóstomo (347-407) incrementaron tanto el nivel de
exigencia para los sacerdotes que corrían peligro si no vivían de acuerdo con
la santidad de su servicio. [147] Según Crisóstomo, el sacerdote es como un
ángel. No está hecho del mismo material frágil que el resto de los hombres. [148]
¿Cómo
podría el sacerdote vivir en tal estado de santidad pura? ¿Cómo podría ser digno
de servir en el “coro de ángeles”? La respuesta era la ordenación. Mediante la
ordenación, la corriente de las gracias divinas fluía dentro del sacerdote,
haciéndolo apto para ser usado por Dios. Esta idea, también conocida como
“dotación sacerdotal”, aparece primeramente en Gregorio de Nisa (330-395).
Gregorio
sostenía que la ordenación hacía del sacerdote, “invisiblemente pero realmente un
hombre diferente y mejor”, elevándolo muy por encima del laicado. [149] “El mismo poder de la palabra”, dice
Gregorio, “hace que el sacerdote sea
venerable y honorable, separado… Mientras apenas ayer era uno entre la masa,
uno del pueblo, de pronto es convertido en un guía, un presidente, un maestro
de justicia, un instructor de misterios ocultos...” [150]
Preste
atención a las palabras de un documento del cuarto siglo: “El obispo es el ministro de la Palabra, el guardián del conocimiento,
el mediador entre Dios y usted en varias partes de su culto divino… él es
quien lo rige y lo gobierna… él está en segundo lugar después de Dios, su dios terrenal,
con derecho de ser honrado por usted”. [151]
A través
de la ordenación, al sacerdote (u obispo) se le otorgaban poderes divinos especiales
para ofrecer el sacrificio de la misa. La ordenación también lo convertía en
una clase de hombre completamente separado y santo. [152] Los sacerdotes
llegaron a ser identificados como los “vicarios de Dios en la tierra”. Se
convirtieron en parte de una clase especial de hombres. Una orden que estaba
separada de los denominados “miembros laicos” de la iglesia.
Para
mostrar esta diferencia, tanto el estilo de vida como la vestimenta del
sacerdote eran
distintos de los laicos. [153] Lamentablemente, este concepto de la ordenación
nunca dejó la fe cristiana. Está vivo y coleando en el cristianismo moderno. De
hecho, si usted está preguntándose por qué y cómo el pastor moderno llegó a ser
tan exaltado como “el hombre santo de Dios”, estas son sus raíces.
Edward
Schweitzer, en su obra clásica “El Orden de la Iglesia en el Nuevo Testamento”,
sostiene que Pablo era completamente ajeno a una ordenación que confiere
poderes ministeriales o clericales a un cristiano. [154] Los pastores
(ancianos, supervisores) del primer siglo no recibieron nada que se pareciera a
la ordenación moderna. No eran puestos por encima del resto del rebaño. Eran
quienes servían entre ellos. [155]
Los
ancianos del primer siglo simplemente eran respaldados públicamente por obreros externos
como personas que se preocupaban por la iglesia. Esta aceptación era
simplemente el reconocimiento de una función. No confería poderes especiales. Tampoco
era una posesión permanente, como creía Agustín.
La
práctica moderna de la ordenación crea una casta especial de cristianos. No
importa si es el
sacerdote del catolicismo o el pastor del protestantismo, el resultado es el
mismo: el ministerio más importante está restringido a unos pocos creyentes
“especiales”.
Esta
idea es tan dañina como antibíblica. En ningún lugar el Nuevo Testamento limita
la predicación, el bautismo o la distribución de la Cena del Señor a los
“ordenados”. [156] El eminente erudito James D. G. Dunn fue quien mejor lo
expresó al decir que la tradición de clero y laicado ha hecho más para socavar
la autoridad del Nuevo Testamento que la mayoría de las herejías. [157]
Dado que
los cargos eclesiásticos sólo podían ocuparse a través del rito de la ordenación,
el poder de ordenar se convirtió en el tema crítico para tener autoridad religiosa.
Se había perdido el contexto bíblico. Y se usaron métodos de textos de prueba para
justificar la jerarquía entre el clero y los laicos. [158] El creyente común,
generalmente inculto e ignorante, estaba a la merced de un clero profesional. [159]
La Reforma
Los
reformadores del siglo XVI cuestionaron fuertemente el sacerdocio católico. Atacaron
la idea de que el sacerdote poseía poderes especiales para convertir el vino en
sangre. Rechazaron la sucesión apostólica. Alentaron al clero a casarse.
Revisaron la liturgia para dar a la congregación más participación. También
abolieron el cargo de obispo y redujeron el sacerdote nuevamente a presbítero.
[160]
Pero,
lamentablemente, los reformadores llevaron la distinción católica entre clero y
laicos directamente al movimiento protestante. También mantuvieron la idea
católica de la ordenación. [161] Si bien abolieron el cargo de obispo,
resucitaron, con otro disfraz, el gobierno del obispo único.
El grito
de batalla de la Reforma fue la restauración del sacerdocio de todos los creyentes.
Sin embargo, esta restauración fue sólo parcial. Lutero (1483-1546), Calvino (1509-1564)
y Zwinglio (1484-1531) afirmaron el sacerdocio de los creyentes con respecto a
su relación individual con Dios. Enseñaron, correctamente, que todo cristiano
tiene acceso directo a Dios, sin necesidad de un mediador humano. Esta fue una
restauración maravillosa. Pero fue parcial.
Lo que
los reformadores no hicieron fue recuperar la dimensión corporativa del sacerdocio
de los creyentes. Restauraron la doctrina del sacerdocio de los creyentes soteriológicamente,
es decir con relación a la salvación. Pero no la restauraron eclesiásticamente,
con relación a la iglesia. [162]
En otras
palabras, los reformadores solamente recuperaron el sacerdocio del creyente (singular).
Nos recordaron que todo cristiano tiene acceso individual e inmediato a Dios. Por
maravilloso que sea esto, no recuperaron el sacerdocio de todos los creyentes
(plural colectivo). Esta es la bendita verdad de que cada cristiano forma parte
de un grupo que comparte la Palabra de Dios unos con otros. (Fueron los
anabautistas quienes recuperaron esta práctica. Lamentablemente, esta
recuperación fue una de las razones por las cuales las espadas protestantes y
católicas quedaron rojas con la sangre de este grupo.) [163]
Si bien los
reformadores se opusieron al Papa y a su jerarquía religiosa, siguieron sosteniendo
la visión estrecha del ministerio que habían heredado. Creían que “el ministerio”
era una institución restringida a unos pocos que eran “llamados” y “ordenados”.164
Así que los reformadores siguieron afirmando la división entre el clero y los
laicos. Sólo en su retórica los reformadores afirmaban que todos los creyentes
eran sacerdotes y ministros. En la práctica, lo negaban. Así que, una vez que
se disipó el humo de la Reforma, terminamos con lo mismo que nos dieron los
católicos: un sacerdocio selectivo.
Lutero
sostenía la idea de que los que predicaban requerían una capacitación especial.
[165] Como los católicos, los reformadores creían que solamente el “ministro
ordenado” podía predicar, bautizar y administrar la Cena del Señor. [166] Como
resultado, la ordenación le daba al ministro un aura de favor divino que no
podía ser cuestionado.
Trágicamente,
Lutero y los demás reformadores denunciaron violentamente a los anabautistas
por practicar el funcionamiento de cada miembro en la iglesia. [167] Los anabautistas
creían que cada cristiano tiene el derecho de pararse y hablar en una reunión. No
era el dominio del clero. Lutero estaba tan en contra de esta práctica que dijo
que provenía “del pozo del infierno”, y que quienes la realizaban debían ser
muertos. [168] (He aquí su herencia, querido cristiano protestante.)
Resumiendo,
los reformadores retuvieron la idea de que la ordenación era la clave para tener
poder en la iglesia. Era responsabilidad del ministro ordenado transmitir la
revelación de Dios a su pueblo. [169] Y se le pagaba para este papel.
Como el
sacerdote católico, el ministro reformado era considerado por la iglesia como el
“hombre de Dios”, el mediador pagado entre Dios y su pueblo. [170] No un
mediador para perdonar pecados, sino un mediador para comunicar la voluntad
divina. [171] Así que, en el protestantismo, un viejo problema asumió una forma
nueva. La jerga cambió, pero el veneno permaneció.
De sacerdote a pastor
A Juan
Calvino no le gustaba la palabra “sacerdote” para referirse a los ministros. [172]
Prefería el término “pastor”. [173] Para él, “pastor” era la palabra más
elevada que uno podía usar para el ministerio. Le gustaba porque la Biblia se
refería a Jesucristo como “el gran pastor de las ovejas” (Hebreos 13:20). [174]
Irónicamente, Calvino creía que estaba restaurando el obispo (episkopos) del Nuevo Testamento en la
persona del pastor. [175]
A Lutero
tampoco le gustaba la palabra “sacerdote” para definir a los nuevos ministros protestantes.
Escribió: “No podemos ni debemos dar el nombre de sacerdote a los que están
encargados de la Palabra y los sacramentos entre el pueblo. La razón por la que
han sido llamados sacerdotes es por la costumbre de los pueblos paganos o como
un vestigio de la nación judía. El resultado es perjudicial para la iglesia”. [176]
Así que él también adoptó los términos “predicador”, “ministro” y “pastor” para
referirse a este nuevo cargo.
Zwinglio
y Martín Bucero (1491-1551) también preferían la palabra “pastor”. Escribieron
tratados populares sobre esto. [177] Como resultado, el término empezó a
penetrar en las iglesias de la Reforma. [178] Sin embargo, debido a su obsesión
con la predicación, el término favorito de los reformadores para el ministro
fue “predicador”. [179] Y así fue como la gente común los solía llamar. [180]
Recién
en el siglo XVIII el término “pastor” se volvió de uso corriente, eclipsando a “predicador”
y “ministro”. [181] Esta influencia vino de los pietistas luteranos. [182]
Desde entonces, el término se ha generalizado en el cristianismo dominante. [183]
Aun así,
los reformadores elevaron al pastor a cabeza funcional de la iglesia. Según Calvino,
“El cargo pastoral es necesario para preservar la iglesia en la tierra de una forma
mayor que el sol, los alimentos y las bebidas son necesarios para nutrir y
sostener la vida presente”. [184]
Los
reformadores creían que el pastor poseía poder y autoridad divinos. No hablaba
por su propia cuenta, sino en nombre de Dios. Calvino reforzó aún más la
primacía del pastor al considerar las acciones de desprecio o burla hacia el
ministro como serias ofensas públicas. [185]
Esto no
debería ser una sorpresa cuando vemos de dónde tomó Calvino su modelo para el
ministerio. No lo tomó de la iglesia de la era apostólica. Tomó como modelo el gobierno
del obispo único del segundo siglo. [186] Lo mismo ocurrió con los demás reformadores.
[187]
La
ironía aquí es que Juan Calvino se quejaba de la iglesia católica romana porque
edificaba sus prácticas sobre “invenciones humanas” en vez de la Biblia. [188]
Pero él hizo lo mismo. En este sentido, los protestantes son tan culpables como
los católicos. Ambas denominaciones basan sus prácticas en la tradición humana.
Calvino
enseñaba que la predicación de la Palabra de Dios y la administración correcta de los
sacramentos son las marcas de una verdadera iglesia. [189] Para él, la
predicación, el bautismo y la Eucaristía debían ser realizados por el pastor y
no por la congregación. [190] Para todos los reformadores, la función primaria
de un ministro es la predicación. [191]
Como
Calvino, Lutero también hizo del pastor un cargo aparte y exaltado. Mientras sostenía
que las llaves del reino pertenecían a todos los creyentes, Lutero confinó su
uso a quienes ocupaban cargos en la iglesia. [192] “Todos somos sacerdotes”,
decía Lutero, “en tanto y en cuanto somos cristianos, pero los que llamamos
sacerdotes son ministros escogidos de entre nosotros para actuar en nuestro
nombre, y el sacerdocio de ellos es nuestro ministerio”. [193]
Tristemente,
Lutero creía que todos están en el sacerdocio, pero no todos pueden ejercer el
sacerdocio. [194] Esto es, lisa y llanamente, sacerdotalismo. Lutero se separó
del campo católico al rechazar un sacerdocio sacrificial. Pero, en su lugar,
creía que el ministerio de la Palabra de Dios pertenecía a un orden especial. [195]
Las
siguientes son declaraciones características de Lutero en su exaltación del pastor: “Dios
habla a través del predicador… Un predicador cristiano es un ministro de Dios
que es apartado, sí, es un ángel de Dios, un obispo mismo enviado por Dios, un
salvador de muchas personas, un rey y príncipe en el Reino de Cristo… No hay
nada más precioso o noble en la tierra y en esta vida que un párroco o
predicador verdadero y fiel”. [196]
Dijo
Lutero: “No deberíamos permitir a nuestro
pastor hablar las palabras de Cristo por sí mismo como si él estuviera
hablándolas para su propia persona; más bien, él es la boca de todos nosotros y todos hablamos las
palabras con él en nuestros corazones… Es una cosa maravillosa que la boca de
cada pastor es la boca de Cristo, así que debemos escuchar al pastor no como un
hombre, sino como Dios”. [197] Uno puede
escuchar los ecos de Ignacio resonando a través de las palabras de Lutero.
Estas
ideas corrompieron la visión de la iglesia de Lutero. Él consideraba que no era
más que un centro de predicación. “La
congregación cristiana”, dijo Lutero, “nunca
debería reunirse a menos que la Palabra de Dios sea predicada y se haga
oración, no importa cuán breve sea este tiempo”. [198] Lutero creía que la iglesia es simplemente una reunión
de personas que escuchan la predicación. Por esta razón, llamaba al edificio de
iglesia Mundhaus, que significa una
boca o una casa del habla. [199] También dijo: “Los oídos son los únicos órganos de un cristiano”. [200]
Querido
cristiano protestante, he aquí sus raíces.
La cura de almas
Tanto
Calvino como Lutero compartían la visión de que las dos funciones clave del pastor
eran la proclamación de la Palabra (predicación) y la celebración de la
Eucaristía (comunión).
Pero Calvino agregó un tercer elemento. Hizo énfasis en que el pastor tenía el deber
de proveer cuidado y sanidad a la congregación. [201] Esto se conoce como la
“cura de almas”.
La “cura
de almas” se retrotrae al cuarto y quinto siglo. [202] La encontramos en la enseñanza
de Gregorio de Nacianzo. Gregorio llamaba al obispo “pastor”, un médico de almas
que diagnostica las enfermedades de su paciente y receta un remedio o el
cuchillo. [203]
Los
primeros seguidores de Lutero también practicaron el cuidado de almas. [204]
Pero fue elevado a una forma de arte en la Ginebra de Calvino. Se exigía que
cada pastor y un anciano
visitaran los hogares de sus feligreses. También se hacían visitas periódicas a
los enfermos y a los presos. [205]
Para
Calvino y Bucero, el pastor no era solamente un predicador y un dispensador de los
sacramentos. Era la “cura de almas” o el “cura”. Su tarea era llevar sanidad,
curación y compasión al pueblo sufriente de Dios. [206]
Esta
idea está viva en el mundo protestante hoy. Se la ve fácilmente en los modernos conceptos
de “cuidado pastoral”, “aconsejamiento pastoral” y el “psicoparloteo
cristiano”. En la iglesia moderna, la carga de este cuidado recae sobre los
hombros de un hombre, el pastor. (En el primer siglo, recaía sobre los hombros
de toda la congregación y un grupo de hombres maduros llamados “ancianos”.) [207]
La supremacía del pastor
En
breve, la Reforma protestante asestó un golpe al sacerdotalismo católico
romano. Pero no
fue un golpe mortal. Los reformadores siguieron manteniendo el gobierno de un solo
obispo. Simplemente sufrió un cambio semántico. Ahora el pastor cumplía el
papel de obispo. Llegó a ser considerado como la cabeza local de una iglesia,
el anciano principal. [208] Como escribió un escritor: “En el protestantismo, los predicadores tienden a ser los voceros y
representantes de la iglesia, y la iglesia suele ser la iglesia del predicador.
Esto es un gran peligro y amenaza para la religión cristiana, muy relacionado
con el clericalismo”. [209]
Las
reformas hechas por los reformadores no fueron lo suficientemente radicales
como para
cambiar el curso que habían comenzado Ignacio y Cipriano. La Reforma abrazó la estructura
jerárquica católica con una aceptación irreflexiva. También mantuvo la distinción
antibíblica entre ordenados y no ordenados.
En su
retórica, los reformadores denunciaron la división entre el clero y los laicos.
Pero en su
práctica la retuvieron completamente. Como dijo Kevin Giles: “Las diferencias entre el clero católico y el
clero protestante se desdibujaron en la práctica y en la teología. En ambos
tipos de iglesias, el clero era una clase aparte; en ambas, su estatus especial
se basaba en iniciativas divinas (mediadas de diferentes maneras); y, en ambas,
ciertas tareas eran reservadas para ellos”. [210]
La larga
tradición posbíblica del gobierno del obispo único (ahora personificado en el pastor)
prevalece en la iglesia protestante hoy. Debido a que la línea de falla entre
el clero y los laicos está grabada en piedra, existen tremendas presiones
psicológicas que hacen que los denominados “laicos” sientan que el ministerio
es la responsabilidad del pastor. “Es su trabajo. Él es el experto”, es la
forma de pensar.
La
palabra del Nuevo Testamento para ministro es diakonos. Significa ‘siervo’.
Pero, esta palabra ha sido prostituida porque los hombres han profesionalizado
el ministerio. Hemos
tomado la palabra “ministro” y la hemos equiparado con el pastor sin ninguna justificación
bíblica. De la misma manera, hemos equiparado erróneamente la predicación y el
ministerio con el sermón del púlpito. Otra vez, sin justificación bíblica.
Siguiendo
la tendencia de Calvino y Lutero, los escritores puritanos John Owen (1616-1683) y
Thomas Goodwin (1600-1680) elevaron el pastorado a un aditamento fijo en la casa
de Dios. [211] Owen y Goodwin llevaron a los puritanos a centrar toda la
autoridad en el papel pastoral. [212] Para ellos, al pastor se le da “el poder
de las llaves”. Sólo él está ordenado para predicar, [213] administrar a los
sacramentos, [214] leer las Escrituras públicamente [215] y ser capacitado en
los idiomas originales de la Biblia, así como en lógica y filosofía.
Tanto
los reformadores como los puritanos sostenían que los ministros de Dios debían ser
profesionales competentes. Por lo tanto, los pastores debían tener una amplia capacitación
académica para cumplir su función. [216]
Todas
estas características explican cómo y por qué hoy se trata al pastor como una clase
de elite… un cristiano especial… alguien que merece ser reverenciado (de ahí el
título de “Reverendo”). El pastor y su púlpito son centrales para el culto
protestante. [217]
Cómo destruye el pastor la vida de Cuerpo
Ahora
que hemos desenterrado las raíces del pastor moderno, consideremos los efectos prácticos
que un pastor tiene sobre el pueblo de Dios.
La
distinción antibíblica entre el clero y los laicos ha causado un daño
incalculable al cuerpo
de Cristo. Ha dividido a la comunidad de creyentes entre cristianos de primera
y de segunda clase. Esta dicotomía perpetúa una terrible falsedad. A saber, que
algunos cristianos son más privilegiados que otros en cuanto a servir al Señor.
Nuestro
desconocimiento de la historia de la iglesia ha permitido que seamos embaucados.
El ministerio de un solo hombre es completamente ajeno al Nuevo Testamento,
pero lo aceptamos mientras ahoga nuestro funcionamiento. Somos piedras vivas,
no muertas. Sin embargo, el cargo pastoral nos ha transformado en piedras que
no respiran.
Permítame
hablar en tono personal. La función pastoral le ha quitado su derecho de funcionar
como miembro del Cuerpo de Cristo. Ha cerrado su boca y lo ha amarrado a un banco.
Ha distorsionado la realidad del Cuerpo, convirtiendo al pastor en una gran
boca y a usted en una diminuta oreja. [218] Lo ha transformado en un espectador
mudo experto en tomar apuntes de sermón y pasar el plato de la ofrenda.
Pero eso
no es todo. La moderna función pastoral ha dado por tierra con el punto central
de la carta a los Hebreos: la finalización del antiguo sacerdocio. Ha hecho
ineficaz la enseñanza de 1 Corintios 12 a 14, que cada miembro tiene el derecho
y el privilegio de ministrar en una reunión de iglesia. Ha anulado el mensaje
de 1 Pedro 2, que cada hermano y hermana es un sacerdote funcional.
Ser un
sacerdote funcional no quiere decir que sólo puede realizar algunas formas reducidas
de ministerio como cantar canciones desde su banco, alzar las manos durante la adoración,
pasar transparencias o enseñar en una clase de escuela dominical. Esta no es la
idea de ministerio del Nuevo Testamento. Estas son sólo ayudas para el
ministerio del pastor. Como dijo un erudito: “Gran parte del culto protestante hasta hoy ha sido infectada también
por una abrumadora tendencia de considerar al culto como el trabajo del pastor
(y tal vez el coro), donde la mayoría de los laicos tienen muy poco para hacer excepto
cantar unos himnos y escuchar atentamente en actitud de oración”. [219]
Tratamos
al pastor como si fuera el experto profesional. Esperamos que los médicos y abogados
nos sirvan, no que nos capaciten para servir a otros. ¿Por qué? Porque son los expertos.
Son profesionales capacitados. Lamentablemente, vemos al pastor de la misma manera.
Todo esto vulnera el hecho de que cada creyente es un sacerdote. No solamente ante
Dios, sino unos para con otros.
Pero hay
algo más. El pastorado moderno compite con el liderazgo funcional de Cristo en su
iglesia. Ocupa ilegítimamente el lugar único de centralidad y liderazgo entre
el pueblo de Dios. Un lugar que está reservado sólo para una Persona: el Señor
Jesús. Jesucristo es la única cabeza de la iglesia y la palabra final para
ella.220 Por su cargo, el pastor desplaza y suplanta el liderazgo de Cristo al
colocarse como la cabeza humana de la iglesia.
Por esta
razón, no hay nada que obstaculiza tanto el cumplimiento del propósito eterno de Dios
como la moderna función pastoral. ¿Por qué? Porque ese propósito está centrado
en hacer que el liderazgo de Cristo se manifieste visiblemente en la iglesia a
través del funcionamiento libre y abierto de todos los miembros del Cuerpo.
Mientras el cargo pastoral esté presente, usted nunca verá algo así.
Cómo se autodestruye el pastor
El pastor
moderno no solamente perjudica al pueblo de Dios, sino que se perjudica a sí mismo.
La función pastoral tiene la virtud de destruir todo lo que se le acerca. Las depresiones,
los agotamientos, el estrés y las crisis emocionales son sumamente frecuentes
entre los pastores. Al momento de escribir esto, hay más de 500.000 pastores
trabajando en iglesias de Estados Unidos.221 Entre este gran número, considere
las siguientes estadísticas que dejan al descubierto el peligro mortal del
cargo pastoral:
- El 94% se siente presionado para tener
una familia ideal.
- El 90% trabaja más de 46 horas
semanales.
- El
81% dice que pasa tiempo insuficiente con su cónyuge.
- El 80% cree que el ministerio pastoral
afecta a su familia negativamente.
- El 70% no tiene alguien que consideren
un amigo íntimo.
- El 70% tiene una autoestima más baja
ahora que cuando ingresó al ministerio.
- El 50% se siente incapaz de cumplir
los requisitos del cargo. [222]
- El 80% está desanimado o tratando con
la depresión.
- Más del 40% dice que sufre de
agotamiento, horarios frenéticos y expectativas irreales. [223]
- El 33% considera que el ministerio
pastoral es un claro peligro para la familia. [224]
- El 33% ha pensado seriamente en
renunciar a su cargo durante el último año. [225]
- El 40% de las renuncias pastorales se
deben al agotamiento. [226]
Se
espera de la mayoría de los pastores que hagan 16 tareas importantes a la vez.
[227] Y la mayoría se derrumba bajo la presión. Por esta razón, 1.600 ministros
de todas las denominaciones de Estados Unidos son despedidos u obligados a
renunciar cada mes. [228]
Durante
los últimos 20 años, la duración promedio de un pastorado ha bajado, de siete
años a poco más de dos. [229]
Lamentablemente,
pocos pastores han unido los puntos para descubrir que es su cargo de
pastor el que causa esta turbulencia subyacente. [230] Sencillamente, nunca fue
la intención
de Jesucristo que ninguna persona usara todos los sombreros que se espera que use
el pastor. Jamás fue su intención que ningún hombre llevara una carga tal.
Las
demandas del pastorado son abrumadoras. A tal punto que pueden agotar a cualquier
mortal. Imagínese por un momento que usted estuviera trabajando para una compañía
que le pagara de acuerdo con lo bien que hace que se sientan las personas que están
con usted. ¿Y si su pago dependiera de cuán entretenido, cuán amistoso es
usted, cuán populares son su esposa y sus hijos, lo bien que se viste y lo
perfecto de su comportamiento?
¿Puede
imaginarse el profundo estrés que le causaría? ¿Puede ver cómo esta presión lo obligaría
a cumplir el papel de una persona altanera para mantener su poder, su prestigio
y la seguridad de su trabajo? (Por esta razón, la mayoría de los pastores se
resisten a recibir cualquier tipo de ayuda.)
La
profesión pastoral fija normas de conducta, como cualquier otra profesión, sea maestro,
médico o abogado. La profesión dicta cómo el pastor debe vestirse, hablar y actuar.
Esta es una de las principales razones por las que tantos pastores viven vidas
muy artificiales.
En este
sentido, la función pastoral fomenta la deshonestidad. Los feligreses esperan que su pastor
siempre esté alegre, disponible al instante ante cualquier llamado, nunca ofendido,
nunca amargado, con una familia perfectamente disciplinada, y completamente espiritual
en todo momento. [231] Los pastores cumplen este papel como actores en un drama
griego. Esto explica el extraño cambio de voz cuando ora la mayoría de los pastores.
Explica su manera piadosa de unir las manos. La manera particular de pronunciar
la frase “el Señor”. Y la forma
especial de vestirse. [232]
Todas
estas cosas son mayormente cartón pintado, completamente vacías de realidad espiritual.
La mayoría de los pastores no pueden mantenerse en su cargo sin corromperse en
alguna medida. La política del poder endémica del cargo es un enorme problema
que aísla a muchos de ellos y contamina su relación con los demás.
En un
agudo artículo para pastores titulado Preventing Clergy Burnout (Cómo impedir el
agotamiento del clero), el autor sugiere algo asombroso. Su consejo a los pastores
nos da una clara mirada a la política del poder que acompaña el pastorado.233
Implora a los pastores que “fraternicen con el clero de otras denominaciones.
Estas personas no lo pueden dañar eclesiásticamente, ya que no pertenecen a su
círculo oficial. No hay hilos políticos que puedan tirar para deshacerlo a
usted”. [234]
La
soledad profesional es otro virus muy frecuente entre pastores. La plaga del
llanero solitario
impulsa a algunos pastores a otras carreras. A otros, los lleva a destinos más crueles.
[235]
Todas
estas patologías encuentran su raíz en la historia del pastorado. Se está “muy
solo en la cima” porque Dios nunca quiso que alguien estuviera en la cima,
salvo su Hijo. En efecto, el pastor moderno trata de cargar sobre sus hombros
las cincuenta y ocho exhortaciones de “unos a otros” del Nuevo Testamento por
su cuenta. [236] No es de extrañar que la mayoría termine aplastada por el
peso. [237]
Conclusión
El
pastor moderno es el elemento menos cuestionado del cristianismo moderno. Sin embargo,
no tiene una pizca de apoyo escritural para su existencia, ni una hoja de
higuera para cubrirla.
Más
bien, el pastor moderno nació del gobierno del obispo único que pergeñaron Ignacio
y Cipriano. El obispo evolucionó hacia el presbítero local. En la Edad Media,
el presbítero
evolucionó hacia el sacerdote católico. Durante la Reforma, se transformó en
“el Predicador”, “el Ministro” y, finalmente, en “el pastor”, el hombre del
cual pende todo el protestantismo. Para resumirlo en una frase: El pastor
protestante no es más que un sacerdote católico ligeramente reformado.
Los
sacerdotes católicos tenían siete tareas en el tiempo de la Reforma: predicar,
los sacramentos,
oraciones por la grey, una vida piadosa, disciplina, ritos de la iglesia, y
apoyar a los pobres y visitar a los enfermos. [238] El pastor protestante asume
todas estas responsabilidades; además, a veces bendice eventos cívicos.
El
famoso poeta John Milton fue quien mejor lo expresó cuando dijo: “Presbítero nuevo
no es más que sacerdote viejo escrito en grande”. [239] Esto significa: El pastor
moderno no es nada más que un viejo sacerdote escrito con letras más grandes.
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