El
abogado Philip Johnson en su libro Darwin
ante el Tribunal [Darwin on Trial - Intervarsity Press, 1993], diseca la
teoría de la evolución basándose en la manera en que se presentan los
argumentos. Johnson dice que, en círculos científicos, la teoría de la
evolución se asume como verdadera simplemente porque no existe otra alternativa
aceptable. Por lo tanto, la evidencia — desde restos fósiles a mecanismos
genéticos — es investigada no con el propósito de descubrir si la evolución pudo haber ocurrido, sino con el
propósito de descubrir cómo ha ocurrido. Aquí, dice Johnson, es
donde el error comienza: “Hay una diferencia importante entre ir a la evidencia
empírica para comprobar una teoría dudosa comparándola con una alternativa
plausible, e ir a la evidencia buscando confirmación para la única teoría que
uno está dispuesto a aceptar” (p. 28).
De
hecho, la evidencia científica apoya de forma abrumadora la idea de la
“creación especial”, o la aparición espontánea de nuevas especies ya
completamente desarrolladas. La genética, por ejemplo, muestra que hay límites
biológicos a la cantidad de cambios que una especie puede experimentar, y los
registros fósiles revelan que las características fundamentales de las especies
es “estasis” (o falta de cambio significativo), aun después de miles de años.
Los registros fósiles también fallan en revelar, a diferencia de lo que Darwin
hubiera querido, la abundancia de formas de vida transicionales que se
requieren para confirmar su teoría.
La
lógica usada para fundamentar la evolución
y los argumentos usados para fundamentar el arrebatamiento
pretribulacional son asombrosamente similares. Tomemos las palabras de Johnson
y apliquémoslas al arrebatamiento pretribulacional:
“Hay
una diferencia importante entre ir a la evidencia bíblica para comprobar una teoría dudosa comparándola con una
alternativa plausible, e ir a la evidencia bíblica buscando confirmación para la
única teoría que uno está dispuesto a aceptar”.
No
hay versículos que proporcionen evidencia bíblica directa para fundamentar la
creencia en el arrebatamiento pretribulacional.
Aquellos versículos que proporcionan evidencia indirecta están fuera de su contexto
o requieren
ser redefinidos. Para los cristianos conservadores que creen que la Biblia es
la infalible Palabra de Dios, la exégesis pretribulacionista basta para hacer
dudosa toda su teoría. Como la única teoría que muchos están dispuestos a
aceptar es la pretribulacionista, no les importa que carezca de evidencia
bíblica. Johnson habla de una reunión entre matemáticos eminentes y científicos
darvinistas en el Instituto Wistar en Filadelfia en 1967. Un matemático
argumentó que era altamente improbable que el ojo pudiera haber evolucionado a
causa de la acumulación de pequeñas mutaciones, como el darvinismo sugiere. Los
darvinistas replicaron que “[el matemático] estaba haciendo ciencia al revés.
El hecho era que el ojo había evolucionado y, por lo tanto, las dificultades
matemáticas eran sólo aparentes” (p. 38). De nuevo, llama la atención la
similitud que esta manera de pensar tiene con el pretribulacionismo. “[Los que
nos oponemos al pretribulacionismo] debemos estar interpretando la Biblia al
revés; el hecho es que el pretribulacionismo es correcto y, por lo tanto, las
dificultades bíblicas sólo deben ser aparentes”. En ambos casos — el darvinismo
y el pretribulacionismo —los proponentes prefieren vivir con una teoría edificada
sobre malos fundamentos en vez de aceptar una conclusión que es filosóficamente
incómoda. Muchos eruditos pretribulacionales han invertido una tremenda cantidad de tiempo y de energía
estudiando los fundamentos del arrebatamiento pretribulacional. Sin embargo,
humildemente sugerimos que si no hubieran conocido primero la teoría del
arrebatamiento pretribulacional, jamás habrían llegado a formularla estudiando
sólo lo que la Biblia enseña sobre el arrebatamiento.