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jueves, 1 de septiembre de 2011

DARWIN Y EL PRE-TRIBULACIONISMO



El abogado Philip Johnson en su libro Darwin ante el Tribunal [Darwin on Trial - Intervarsity Press, 1993], diseca la teoría de la evolución basándose en la manera en que se presentan los argumentos. Johnson dice que, en círculos científicos, la teoría de la evolución se asume como verdadera simplemente porque no existe otra alternativa aceptable. Por lo tanto, la evidencia — desde restos fósiles a mecanismos genéticos — es investigada no con el propósito de descubrir si la evolución pudo haber ocurrido, sino con el propósito de descubrir cómo ha ocurrido. Aquí, dice Johnson, es donde el error comienza: “Hay una diferencia importante entre ir a la evidencia empírica para comprobar una teoría dudosa comparándola con una alternativa plausible, e ir a la evidencia buscando confirmación para la única teoría que uno está dispuesto a aceptar” (p. 28).

De hecho, la evidencia científica apoya de forma abrumadora la idea de la “creación especial”, o la aparición espontánea de nuevas especies ya completamente desarrolladas. La genética, por ejemplo, muestra que hay límites biológicos a la cantidad de cambios que una especie puede experimentar, y los registros fósiles revelan que las características fundamentales de las especies es “estasis” (o falta de cambio significativo), aun después de miles de años. Los registros fósiles también fallan en revelar, a diferencia de lo que Darwin hubiera querido, la abundancia de formas de vida transicionales que se requieren para confirmar su teoría.

La lógica usada para fundamentar la evolución  y los argumentos usados para fundamentar el arrebatamiento pretribulacional son asombrosamente similares. Tomemos las palabras de Johnson y apliquémoslas al arrebatamiento pretribulacional:

“Hay una diferencia importante entre ir a la evidencia bíblica para comprobar una teoría dudosa comparándola con una alternativa plausible, e ir a la evidencia bíblica buscando confirmación para la única teoría que uno está dispuesto a aceptar”.

No hay versículos que proporcionen evidencia bíblica directa para fundamentar la creencia en el arrebatamiento pretribulacional. Aquellos versículos que proporcionan evidencia indirecta están fuera de su contexto o requieren ser redefinidos. Para los cristianos conservadores que creen que la Biblia es la infalible Palabra de Dios, la exégesis pretribulacionista basta para hacer dudosa toda su teoría. Como la única teoría que muchos están dispuestos a aceptar es la pretribulacionista, no les importa que carezca de evidencia bíblica. Johnson habla de una reunión entre matemáticos eminentes y científicos darvinistas en el Instituto Wistar en Filadelfia en 1967. Un matemático argumentó que era altamente improbable que el ojo pudiera haber evolucionado a causa de la acumulación de pequeñas mutaciones, como el darvinismo sugiere. Los darvinistas replicaron que “[el matemático] estaba haciendo ciencia al revés. El hecho era que el ojo había evolucionado y, por lo tanto, las dificultades matemáticas eran sólo aparentes” (p. 38). De nuevo, llama la atención la similitud que esta manera de pensar tiene con el pretribulacionismo. “[Los que nos oponemos al pretribulacionismo] debemos estar interpretando la Biblia al revés; el hecho es que el pretribulacionismo es correcto y, por lo tanto, las dificultades bíblicas sólo deben ser aparentes”. En ambos casos — el darvinismo y el pretribulacionismo —los proponentes prefieren vivir con una teoría edificada sobre malos fundamentos en vez de aceptar una conclusión que es filosóficamente incómoda. Muchos eruditos pretribulacionales han invertido una  tremenda cantidad de tiempo y de energía estudiando los fundamentos del arrebatamiento pretribulacional. Sin embargo, humildemente sugerimos que si no hubieran conocido primero la teoría del arrebatamiento pretribulacional, jamás habrían llegado a formularla estudiando sólo lo que la Biblia enseña sobre el arrebatamiento.