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Esta
es una pregunta que a muchos aflige, porque no tienen seguridad. Algunos dicen:
“No, ésta es la única vida que existe. Hay que vivirla rodeado de placeres y
lujos”. Los que creen esto están totalmente equivocados. Sí, hay vida después
de la muerte. Y lamentablemente todos estamos condenados eternamente al lago de
fuego y azufre, un lugar de terrible tormento día y noche. Estoy seguro de que
no te gustaría ir a parar allí. Te quiero decir que nada que tú hagas puede
salvarte. Ni las buenas obras, ni ir a una iglesia, ni diezmar. Tampoco te va a
servir orarle a todos y cada uno de los santos. Estás irremediablemente
perdido. Pero, hay alguien que tuvo compasión de ti. Pagó tu deuda con el Padre.
Cargó sobre Él tus pecados. Murió por ti. Su nombre es Jesús, Dios hecho
hombre. Él en su infinito amor se hizo hombre y cargó con todos tus pecados
hasta una cruz donde fue injustamente crucificado entre ladrones, pero resucitó
al tercer día. El profeta Isaías nos dice:
“Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas
Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no
abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su
generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los
vivientes, y por
la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con
los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo
maldad, ni hubo engaño en su boca.
Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando
haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos
días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la
aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi
siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le
daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto
derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él
llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” (Isaías 53:6-12).
Él te ama. Murió por ti. Pero no basta con saberlo. Hay
que tener fe en Él. ¿Cómo? Aceptándolo como Señor y Salvador. Dios nos dice: “Cree
en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos 17:11).
Tomemos un ejemplo. Una persona que no sabe
nadar se está ahogando. El salvavidas la va a buscar y cuando la toma para llevarla
a tierra firme la persona le dice: “Fuera de aquí. No te necesito. Me puedo
salvar por mis propios medios.” Bueno, tú eres esa persona. Estás ahogado en
delitos y pecados. Jesús te dice: “Cofia en mi”. Tú decides.
“En tiempo aceptable te he oído, y en día
de salvación te he socorrido. He aquí el tiempo aceptable; he aquí el día de salvación”
(2 Corintios 6:2; Isaías 49:8).
“Si oyereis su voz no endurezcáis vuestros
corazones” (Hebreos 3:7).
No corras el riesgo de que cuando quieras
salvarte no puedas. No es cuando uno quiere sino que cuando Dios nos da la
oportunidad. No creas que puedes postergarlo hasta tu lecho de muerte, porque: Dios puede
decirte lo que al hombre de la parábola: “Necio, esta noche vienen por tu alma”
(Lucas 12:20).
“¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana
iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando
no sabéis lo que será mañana.
Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco
de tiempo, y luego se desvanece.” (Santiago 4:13, 14).
¿Qué vas a decir? ¿Vas a confiar en Jesús,
o vas a pasar una eternidad de tormentos? Si confías en Jesús te recomiendo que comiences tu vida cristiana con una oración como ésta:
“Señor, sé que soy un pecador y acepto tu salvación
gratuita. Gracias por morir por mí. Te
acepto como Señor y Salvador. Creo que tú eres el único que me puede salvar. En
tu nombre. Amén”.