El plan para ganar almas que utilizan muchos cuando
quieren evangelizar a alguien a menudo comienza con la pregunta: “Si fueras a morir
hoy, ¿estás 100 por ciento seguro de que irás al cielo?”
Cuando la respuesta es “No”, el ganador de almas da una simple presentación del evangelio que incluye puntos tales como: (1) puedes saber que tienes vida eterna, (2)
debes aceptar que eres un pecador y estás bajo la condenación de Dios, (3) pero Jesús
murió por nuestros pecados, (4) la salvación es un regalo que puede recibir ahora.
Después de la breve presentación, el ganador de almas dice
algo como esto:
“Ahora, Juanito, si quieres confiar en Jesús para ir al
cielo cuando mueras, simplemente agacha la cabeza y cierra los ojos en este
momento. Si crees en el Señor Jesús con
todo tu corazón, repite esta oración después de mí: “Querido Jesús, perdona mis
pecados. Confío en ti hoy, Jesús, y sólo en ti para que me lleves al cielo cuando
muera. Gracias por salvarme. Amén.”
Todo es cuestión de “ir al cielo cuando muera”.
Pero…
No hay absolutamente nada como esto en las Escrituras. Jamás vemos ni al Señor Jesús, ni a los apóstoles, ni a los
otros predicadores de las iglesias primitivas acercarse a alguien y preguntarle
si quiere ir al cielo cuando muera. El evangelio no es un boleto simple al cielo. Se trata de la salvación, la cual es un don Divino
que cambia para siempre la vida de quien la recibe y la relación con el Dios
vivo a través del Señor Jesucristo, aquí y ahora.
El método “¿Quieres ir al cielo cuando mueras?” es
utilizado por muchos que quieren ser evangelistas, tanto de persona a persona
como de multitudes. Su pasaje lema es Juan 14:1-6, el que leído en contexto es dirigido
por el Señor sólo a creyentes. Pero los evangelistas
contemporáneos lo utilizan para decirle al inconverso frente a ellos: “Si deseas ir al cielo
cuando mueras, ahora puedes ir si confías en Jesús como su Salvador”.
El cielo es un tema maravilloso, pero el evangelio no es
acerca del cielo. El evangelio es la muerte,
sepultura y resurrección del Señor Jesucristo por nuestros pecados.
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:1-4).
El cielo es sin duda un
producto de la salvación, pero ¿por qué es que ni uno de los apóstoles predicó acerca
del cielo cuando presentó el evangelio? ¿Por qué las predicaciones evangelísticas registradas en
el libro de Hechos son tan diferentes de las que ahora se predican?
Considérese el sermón que Pablo predicó en las colinas de
Marte, a los paganos idólatras en Hechos 17. Pablo no predicó acerca del cielo: predicó acerca de Dios
y Su justo juicio, para que los idólatras griegos reconocieran su pecado y se volvieran
a Cristo para salvación. La persona promedio en Latinoamérica
hoy en día es muy similar a los paganos idólatras de la Grecia de los tiempos
de Pablo, y necesita el mismo tipo de predicación. Un pueblo idólatra y apóstata necesita sermones sobre el
infierno más que los sermones sobre el cielo. Ne necesitan más sermones sobre la ley que los sermones
sobre la gracia, porque la gracia de la Biblia sólo se entiende en el contexto
de la ley. Nadie puede entender y
apreciar la gracia de Dios a menos que primero entienda Su santidad y Su justicia. La ley fue dada para preparar el camino para la gracia.
“De
manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que
fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24).
El libro de Romanos contiene tres capítulos enteros sobre
la ley de Dios y la justicia de Dios y la pecaminosidad del hombre y su
absoluta condena ante un Dios santo, antes de mencionar la gracia del Señor Jesucristo. Esa es la manera bíblica de predicar el evangelio. Ese es el verdadero camino al cielo. Así es como Pedro predicó en el día de Pentecostés.
Debemos seguir la Biblia en lugar de a los hombres
con sus métodos contemporáneos para “ganar almas”. El énfasis de la Biblia está en decirle a la gente que
Dios es santo y justo, un juez del pecado, que están perdidos, y que Dios exige
que se someten a Su autoridad (se arrepientan), y reciban a Cristo, y se hagan discípulos
de Cristo EN este mundo, aquí y ahora, en
lugar de pensar que pueden obtener algún tipo de billete barato para el cielo a
través de un ritual religioso (por ejemplo, decir una oración). Ni una sola persona en el libro de los Hechos recibió el
evangelio como un boleto al cielo. Cada una de las conversiones registradas en Hechos fue un
dramático cambio de vida en la que el individuo no sólo confió en Cristo para
salvación, sino que también se entregó a Cristo para servirle.
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