“Antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, Y venzas cuando fueres juzgado” (Ro 3:4)
En los dos primeros capítulos de su carta a los santos romanos, Pablo ha hablado de la difícil situación espiritual de los gentiles (capítulo 1) y de los judíos (capítulo 2). Ambos segmentos de la humanidad, afirma, tienen graves problemas espirituales y son responsables ante Dios por su conducta. Sin embargo, los hebreos corrían mayor peligro debido a una ventaja que poseían sobre los gentiles.
¿En qué consiste esta ventaja? El tema se aborda al comienzo del capítulo 3. Una tremenda ventaja que tenían los judíos sobre los gentiles era el hecho de que Jehová había confiado a la nación hebrea “la palabra de Dios” [literalmente, el oráculo de Dios, o el oráculo divino, Ro 3:2).
El término “oráculo” deriva de la palabra griega logion. En las Sagradas Escrituras, la expresión siempre tiene que ver con una “declaración divina”. Se emplea de esta manera en el Antiguo Testamento griego (Nm 24:4; Dt 33:9), y lo mismo ocurre en el Nuevo Testamento. La palabra se encuentra cuatro veces en el Nuevo Testamento. Dos veces se refiere a la revelación mosaica dada a los judíos (Hch 7:38; Ro 3:2), y dos veces alude a la enseñanza cristiana inspirada (He 5:12; 1 P 4:11).
En el texto que estamos considerando, “oráculo” denota el conjunto de la literatura del Antiguo Testamento, con quizás un énfasis especial en las promesas a Israel contenidas en ella (Ro 15:8).
En Romanos 3:3, el apóstol anticipa una objeción que podrían plantear algunos. ¿Qué sucedería si, después de todo lo que Jehová hizo a favor de los judíos, estos se resistieran a sus amorosas propuestas y se negaran a creer? ¿Qué sucedería entonces? ¿Su falta de fe anularía la fidelidad del Señor?
La traducción, “De ninguna manera”, no es un reflejo exacto del texto original. El griego es me genoito —literalmente, “Que no sea así”—, una de las expresiones más fuertes de negación posibles (cf. el uso de Pablo en Ro3:6, 3:31; Ro 6:2, 15, etc.).
Como observa un erudito, esto expresa la “repulsión” del apóstol de que alguien pudiera llegar a esa conclusión a partir de su argumento anterior, es decir, que el plan del Señor de alguna manera resultó ser falso debido al rechazo judío (Daniel Wallace, Greek Grammar Beyond the Basics, Grand Rapids: Zondervan, 1996, p. 482). En nuestro lenguaje, podría traducirse: “¡Absolutamente no! ¡De ninguna manera!”.
Es en este contexto que Pablo dice: “Antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Ro 3:4). Otra versión más reciente dice: “Sea Dios veraz, aunque todo hombre sea mentiroso”.
Ninguna de estas versiones parece captar el sentido completo del punto de énfasis del apóstol, que es el siguiente: Dios debe ser reconocido como “veraz” (veraz) sin importar cuántos hombres falibles y rebeldes estén en desacuerdo con Él, lo cuestionen o se le opongan ferozmente. Su integridad es eternamente estable, sin importar cuán cínica sea la opinión que los hombres puedan tener sobre Él. La declaración es una afirmación idiomática de que Jehová sigue teniendo razón aún si cualquier hombre, de hecho, aún si todos los hombres lo cuestionan.
Es interesante que, en apoyo de su proposición de que la integridad de Dios permanece intacta a pesar de la conducta de los hombres, Pablo cita un segmento de la confesión de David en el Salmo 51:4 (después de su pecado con Betsabé). Después de reconocer que había transgredido la ley de Dios, el rey pastor sugiere que su castigo (2 S 12:9-14) fue administrado “Para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio”.
Aunque David inicialmente se resistió al arrepentimiento tratando de ocultar su pecado, finalmente inclinó la cabeza sobre un corazón quebrantado y reconoció que el Creador tenía razón y que él había estado equivocado. De este antiguo ejemplo uno debería aprender a no cuestionar a su Hacedor.
Aplicaciones Teológicas
Algunas aplicaciones prácticas de este principio podrían enunciarse de la siguiente manera:
- Aunque mil científicos afirman que el universo se hizo a sí mismo (o que es eterno), el relato inspirado de la actividad creadora de Jehová (Génesis 1) sigue siendo exacto.
- Una legión de escépticos puede alegar que el sufrimiento de este planeta niega la existencia de un Dios poderoso y benévolo, pero su sabiduría e integridad moral siguen siendo inflexibles y la revelación de sus justos juicios será reconocida en última instancia (Ro 2:5; 14:11).
- Los teólogos superficiales argumentan que la salvación será universal, o que la “gracia” se otorgará incondicionalmente, pero esas teorías sin fundamento nunca negarán la verdad de Dios de que Cristo es el autor de la salvación eterna solo para quienes lo obedecen (He 5:8-9).
- Aunque todo religioso del mundo defienda la mentira de que no hay resurrección, ni juicio, ni cielo ni infierno eternos, tales tergiversaciones nunca negarán la verdad respecto a estos asuntos tal como se establece en la firme palabra del Señor.
Un pensamiento final
Antes de terminar nuestra discusión, debemos llamar la atención sobre un abuso común de este contexto. Algunos, bajo la influencia de Juan Calvino, han intentado usar Romanos 3:3 para apoyar la teoría de que un hijo de Dios nunca puede caer de la gracia. Razonan de esta manera: incluso si el creyente renuncia a su fe, Dios permanecerá fiel, otorgando la salvación que una vez prometió, independientemente de la apostasía del cristiano.
Tal punto de vista refleja una flagrante perversión de este texto. Si la objeción tuviera algún mérito, enseñaría también que todos los judíos que han rechazado a Cristo no deben rendir cuentas por ello, ya que la “fidelidad” de Dios hacia la nación debe ser preservada.
Además, esta perspectiva calvinista entra en conflicto con una serie de textos bíblicos que afirman claramente que un hijo de Dios puede perder su salvación si así lo decide (Gl 5:4; 2 P 2:1). Incluso cuando esto sucede, la naturaleza del Señor no se ve comprometida.
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