La frase Mene, Mene, Tekel , Uparsin aparece en Daniel 5:1-31, junto con su traducción. Algunas traducciones escriben uparsin como parsin.
La frase apareció en una pared del palacio de Belsasar, el rey interino de Babilonia. Se lo menciona como el “hijo de Nabucodonosor” (Dn 5:18, 22), aunque no era el sucesor inmediato de Nabucodonosor (Jer 52:31) sino, más bien, su nieto.
El relato bíblico de la misteriosa y aterradora aparición de la frase mene, mene, tekel, uparsin ha dado lugar a la expresión moderna “la escritura en la pared”, que significa “un presagio o advertencia de una desgracia inevitable”.
Daniel 5:1-31 cuenta la historia del gobernante babilónico Belsasar, un rey rico y libertino, que dio un banquete a su corte. Durante la fiesta, los vasos sagrados del templo judío, robados por Nabucodonosor en el año 586 a. C., fueron utilizados de manera blasfema. En el apogeo de las festividades, se vio la mano de un hombre escribiendo en la pared las misteriosas palabras “mene mene tekel upharsin” (Dn 5:25). El rey estaba aterrorizado, pero nadie podía entender lo que significaban las palabras. Todos los intentos de interpretación por parte de los sabios de Belsasar fracasaron hasta que llamaron al profeta Daniel.
Daniel era uno de los cautivos de Judá que Nabucodonosor llevó a Babilonia. Dios le dio a Daniel sabiduría para leer y traducir las palabras, que significaban “contado, contado, pesado, dividido”.
Daniel le dijo al rey:
“Esto significan estas palabras: Mene: Dios ha contado los días de tu reinado y le ha puesto fin. Tekel: Has sido pesado en la balanza y hallado falto. Peres: Tu reino está dividido y dado a los medos y a los persas” (Daniel 5:26-28).
Peres es la forma singular de uparsin. La Biblia nunca identifica en qué idioma estaban escritas las palabras.
La escritura en la pared resultó ser cierta. De hecho, resultó fatal para el disoluto Belsasar. Tal como había dicho Daniel, el reino de Babilonia fue dividido entre los medos y los persas, y sucedió esa misma noche. Belsasar fue asesinado, y su reino pasó a Darío el medo (Dn 5:30-31).
La aparición de mene mene tekel uparsin en el muro del rey es un recordatorio de que todo lo que sembramos, eso también cosecharemos (Gl 6:7-8). El Señor es el Juez; Él pesa con justicia todos los asuntos y reparte la retribución en Su tiempo (Sal 94:2). A veces Él habla muy claramente a nuestras vidas, convenciéndonos de pecado y advirtiéndonos del juicio inminente (Jn 16:8), otras veces el juicio divino cae imprevistamente. No vale la pena ignorar la “escritura en la pared” una vez que la has visto. Ha estado escrita en Daniel 5:1-31 por cerca de 2.500 años ya. Así como Belsasar fue pesado en la balanza divina, tú y yo también lo seremos un día. La Escritura es clara:
“Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo... y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre” (Jn 5:22,27).
“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hch 17:30,31).
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Ap 20:11-15).
“Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones” (He 7:7).
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