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LA LEY DE BRANDOLINI


Cuando estoy tentado de rebatir comentarios absurdos en redes sociales u otros medios, recuerdo este adagio:

- Maestro, ¿cuál es el secreto de la felicidad?

- No discutir con gente tonta.

- No estoy de acuerdo, ese no puede ser el secreto.

- Tienes razón.

La llamada Ley de Brandolini nos dice que la cantidad de energía necesaria para refutar una estupidez es muy superior a la necesaria para producirla.

Se refiere a que es muy fácil dar opiniones instintivas y/o emocionales sobre lo primero que se te viene a la cabeza, pero argumentar de manera razonada y con datos requiere mucho esfuerzo. Por eso no tiene sentido discutir con quienes se aferran simplemente a ideas basadas en emociones o creencias sin fundamento.

En esta misma línea de pensamiento, George Horne, en sus Cartas Sobre La Infidelidad en 1786,  escribió:

“La impertinencia y la ignorancia pueden plantear una pregunta en tres líneas, cuya respuesta costará un estudio de treinta páginas. Una vez hecho esto, la misma pregunta se volverá a hacer triunfalmente como si nunca se hubiera escrito nada sobre el tema. Y como la gente en general, por una razón u otra, prefiere las objeciones cortas a las respuestas largas, en este modo de debate (si se le puede llamar así) las probabilidades siempre van a estar en nuestra contra”.