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EL PECADO Y SUS EFECTOS—GÉNESIS 3

(Publicado por primera vez: viernes, 2 de abril de 2021)
Antes de estudiar Génesis 3, lee de nuevo Génesis 2:16-17 y nota cuán claro fue el mandato de Dios: pueden hacer esto; no pueden hacer aquello. Además Dios les advirtió acerca del castigo por la desobediencia: la muerte (Génesis 2:17). El ser humano, como ser moral que es, estaba siendo sometido a una prueba. Podía elegir amar y obedecer a Dios, o escoger agradarse a sí mismo y desobedecer a Dios. (¡Cuántas veces, ante las muchas opciones de la vida, escogemos como Eva y Adán escogieron!) 

No se nos dice cuánto tiempo el hombre y la mujer vivieron en paz y armonía en el bello y fructífero jardín donde Dios los puso. Pero un día la paz desapareció; y la mujer fue la responsable de la tragedia. Se detuvo frente al árbol prohibido en medio del huerto. Acarició la idea de lo que el árbol le podía otorgar. Se hizo a sí misma presa fácil para el tentador que estaba al asecho, en espera de su oportunidad para atacar. Hermana, es necesario que te mantengas lejos de la tentación. No le des cabida en tus pensamiento a lo que te puede conducir al pecado.

La Tentación

Con sus preguntas y mentiras astutas, la serpiente indujo a la mujer a dudar tanto de la Palabra de Dios como de Su amor (Génesis 3:1-5). El acercamiento de la serpiente apeló tanto al apetito como al orgullo de Eva. Le preguntó si Dios le había ocultado algo, y le dijo que era mentira que algo malo le sucedería si comía del fruto prohibido. Dios no quiere que tú seas como Él...La fruta es bella y deliciosa, ¿cómo puede ser mala? Te dará sabiduría...Te hará feliz...

El Pecado

¿Cómo respondió Eva? Dios había dicho: “Ciertamente morirás”. La serpiente le dijo: “No morirás”. Eva prestó atención a la voz y a las palabras de la serpiente. Codició para sí lo que Dios le prohibió. Dejó de lado todo lo que Dios le había dado junto a Adán, tomó el fruto, lo comió y luego indujo a Adán a que lo probara también.

Es interesante observar cuán similar fue la táctica que empleó Satanás cuando tentó al Señor Jesús en el desierto (Mateo 4:1-10). Tres veces tentó al Señor a tomar para sí algo que el Padre no le estaba ofreciendo. El Señor rechazó tres veces la oferta de Satanás. Citando y confiando en la Palabra de Dios, Cristo no sostuvo ningún diálogo con el Tentador.

Hoy en día Satanás usa las mismas tácticas para tentarnos. Pone ante nuestros ojos las cosas relucientes del mundo para que las codiciemos. El apóstol Juan nos advierte sobre esto: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo (1 Juan 2:15-16). Nótese que Juan menciona lo mismo que se menciona en Génesis 3:6 como la causa de la caída de Eva: “...los deseos de la carne [Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer], los deseos de los ojos [y que era agradable a los ojos], y la vanagloria de la vida [y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría]”.

Nuestra fortaleza para resistir la tentación proviene del conocimiento de la Palabra de Dios y de la aceptación de Su voluntad. Conocer la Palabra de Dios no es suficiente, debemos también estar dispuestos a negar nuestra voluntad y elegir obedecer la Suya.

Eva no sólo pecó contra Dios, sino contra Adán. Eligió actuar de manera independiente de su marido. Decidió tomar sus propias decisiones sin consultar a Adán. Tomó la posición de liderazgo que Dios le había dado a Adán, y provocó la caída de toda la raza humana. Cuando nosotras las mujeres trastocamos el orden establecido por Dios y nos apartamos de la función que Él nos ha asignado tomando el lugar del hombre, no podemos esperar cosechar otra cosa que amargura y aflicción.

Los Resultados

El resultado inmediato del pecado fue la vergüenza y el remordimiento que reemplazaron el estado anterior de inocencia que Adán y Eva había tenido. La primera consecuencia del pecado fue la relación entre ambos (Génesis 3:7). El pecado echó a perder la perfecta unidad de Génesis 2:23-25.

La serpiente le prometió a Eva que conocería el bien y el mal, y así sucedió. Ahora ella conocía el bien, pero no tenía poder para hacerlo. Conocía también el mal, pero tampoco tenía poder para resistirlo. Pero la mayor consecuencia de su pecado fue la muerte, como Dios había dicho

La muerte tiene tres fases:

  1. La separación de Dios (muerte espiritual), que Eva experimentó cuando cedió a la tentación de probar el fruto prohibido.
  2. La muerte física, que experimentó años más tarde.
  3. La muerte eterna, que es la separación eterna de Dios: el destino final de todos aquellos que rechazan la salvación de Dios.

La mujer quiso exaltarse a sí misma y ser igual a Dios (Génesis 3:5), pero se condenó a sí misma al dolor y a la muerte.

Obsérvese el contraste en el Señor Jesús que “siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó... por lo cual Dios lo exaltó a lo sumo” (Filipenses 2:5-11). “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte...” (1 Pedro 5:6).

La entrada del pecado arruinó la relación feliz que había entre Dios y Adán y Eva. Ahora ellos tenían temor de su Creador y trataron de esconderse de Él. Dios los llamó a salir de su escondite, y desde aquel día Dios, en su gracia, ha seguido llamando a la humanidad a volver a Él, para que reciban Su perdón y vida eterna en Cristo Jesús.

El Castigo

Dios trató con cada uno de los tres participantes en la tragedia. Maldijo a la serpiente y a la tierra (Génesis 3:14, 17), más no maldijo ni a Eva ni a Adán. Redujo la forma de vida de la serpiente a algo inferior de que había sido hasta ese momento, símbolo de la degradación de Satanás a quien se le llama la serpiente antigua (Apocalipsis 12:9), y dictó sentencia final contra Satanás: la simiente suya...te herirá en la cabeza” (Génesis 3:15). La sentencia sobre el hombre fue que la actividad principal de su vida, el trabajo, ahora sería con sudor, dolor y cansancio, y que finalmente su cuerpo volvería al polvo del cual había sido formado.

La sentencia contra la mujer afectó principalmente su condición de progenitora y esposa (Génesis 3:16). Su función más distintiva y bienaventurada, la maternidad, quedaría ligada al dolor: recordatorio de que junto con el pecado viene el sufrimiento. En cuanto a su relación con su marido, ahora ella estaría sujeta a él, a su autoridad, y él se enseñorearía de ella: recordatorio de que junto con la auto-exaltación viene la humillación. En su pecado, Eva había usurpado el liderazgo de Adán y este la había seguido. Ahora ella debería seguirlo a él.

El deseo de casarse ha sido la condición natural de la mayoría de las mujeres desde la caída. Hasta ese instante, no había habido ninguna mención explícita su subordinación ante el hombre, aun cuando el orden de la creación sugería implícitamente el liderazgo de Adán. Pero ahora Dios lo determina con claridad incuestionable: “Él se enseñoreará de ti” (Génesis 3:16).

La palabra “dolor” en los versículos 16 y 17 significa obra penosa, así que en varios sentidos la sentencia sobre el hombre y la mujer fue similar: trabajar hasta el cansancio, el dolor y la aflicción serían el destino de ambos todos los días de su vida, hasta la tumba.

Pero aún en la hora de mayor oscuridad brilla la gracia de Dios. A pesar de que la mujer fue la líder en la transgresión, ella habría de tener el honor de jugar un papel en la redención de la humanidad. Su simiente destruiría a Satanás. El Hijo de la mujer, quien había sido la primera víctima de la serpiente, destruiría a esta (Génesis 3:15). Vemos el cumplimiento de esta promesa mencionada en Hebreos 2:14: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”.

El Lugar de la Mujer Hoy

En un mundo caído, lleno de gente gobernada por una naturaleza pecaminosa, se hace necesario establecer y mantener la autoridad ordenada por Dios. Esto es cierto igualmente para la familia, la comunidad y la nación. El principio divino de que el hombre sería cabeza de la familia, con la autoridad y la responsabilidad de su bienestar, es para beneficio del matrimonio y la sociedad. Cualquier mujer que desee hacer de su matrimonio un éxito hará bien en prestar atención a esto. Para la mujer casada cristiana hay una enseñanza adicional en el Nuevo Testamento: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (Efesios 5:22-23). En una lección futura se estudiará esto con más detalles. Ahora sólo mencionaremos que este es un principio continuo: la sujeción de la mujer casada a su marido es la voluntad de Dios; así lo ha determinado Él, y es para la bendición y beneficio de la propia mujer. Dios “conoce nuestra condición” (Salmo 103:14). Él capacitó a las mujeres para, y determinó que ellas, tuvieran un ministerio complementario sometidas a sus maridos. No las capacitó para que fueran líderes en la familia ni en la iglesia, determinó que se mandaran solas. 

Respecto a la mujer soltera, nada se dice en los primeros capítulos de Génesis. El matrimonio es la norma general para la mujer cristiana. Por el orden y el propósito de la creación, la función de la mujer casada es apoyar y complementar a su marido; ser “ayuda idónea para el hombre” (Génesis 2:18). Una destacada cristiana escribió: “No considero que los hombres sean ni tan fuertes, ni tan inteligentes, ni tan competentes, ni tan virtuosos ni santos como para que merezcan una posición superior a la de la mujer. Simplemente veo [en la Biblia] que esa es la posición que Dios les ha asignado, no por mérito, sino porque la mujer cayó primero” (1 Timoteo 2:14—léanse los versículos 9 al 15 para el contexto).

Hermana, ¿encuentras injusta la enseñanza de la sujeción de la mujer a su marido? ¿Dudas del amor de Dios por haber ordenado esto para las mujeres? Entonces ora para que Dios te ayude a aceptarlo. El camino hacia una vida de paz y tranquilidad está en cumplir la voluntad de Dios en todos los aspectos de nuestras vidas. El mismo Señor Jesús oró: “No sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 36:39). Él mismo nos dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29).

Para Reflexionar

  1. ¿Alguna vez eliges complacerte a ti misma aunque eso signifique que desobedeces a Dios? ¿Cuál es el resultado de tu decisión: placer o remordimiento?
  2. ¿Cómo manejas las tentaciones que te conducen a desobedecer la Palabra de Dios? ¿Las distingues? ¿Piensas en ellas y argumentas que en realidad tú estás en tu derecho?
  3. Ves como Eva introdujo tragedia y aflicción cuando se apartó de la Palabra de Dios y tomó el lugar de líder. ¿Realmente crees que la tragedia y la aflicción vendrán a tu vida si te apartas de la función que Dios te asignó como mujer?

Pídele a Dios que te ayude a percatarte de las graves consecuencias que traen el pecado y la desobediencia a Dios. No hay pecados pequeños para Dios. Pídele que cree en ti un corazón sujeto a Su voluntad. “¿Quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?” (Romanos 9:20).