Buscar este blog

42. MARÍA DE BETANIA—ESCOGIÓ LA MEJOR PARTE

En el capítulo anterior, comenzamos una serie en dos partes sobre dos hermanas llamadas Marta y María. Vivian en Betania, en las afueras de Jerusalén, con su hermano Lázaro. Los tres amaban al Señor y a Jesús le gustaba visitar su hogar para descansar.

El deseo de aprender de María

Al estudiar la vida de María, notaremos que no era como Marta, quien estaba siempre ocupada con muchas actividades. María tenía una naturaleza contemplativa. Aunque eran diferentes, cada una amaba y servía al Señor Jesús de acuerdo a su forma de ser. Pero María fue exaltada por el Señor, mientras que Marta fue corregida.

Cuando leímos sobre Marta en Lucas 10, también leímos sobre María. En el versículo 39 María se encuentra sentada a los pies de Jesús, escuchando sus palabras. En otros pasajes de la Biblia, vemos frecuentemente a María sentada a los pies de Jesús porque quería escuchar lo que Él decía. María es un gran ejemplo de humildad.

¿Recuerdas las palabras de Jesús en Lucas 10:42? “Pero sólo una cosa es necesaria... y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”. ¿Cuál es esa buena parte? Es el tiempo que pasamos en silencio delante del Señor, orando, meditando y leyendo la Biblia. La “buena parte” es lo que el Señor nos da cuando pasamos un tiempo a solas con Él. Las verdades aprendidas a los pies de Jesús nunca nos podrán ser quitadas.

María quería aprender de Jesús ¿Qué de nosotras hoy? ¿Tenemos hambre de alimento espiritual? ¿Qué hacemos para satisfacer nuestro apetito espiritual? ¿Nos tomamos tiempo para escuchar lo que Jesús nos dice en su palabra? María comprendió la importancia de esta enseñanza para su vida. En el Sermón del Monte Jesús prometió: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6). Jesús es el único que puede saciar nuestra hambre espiritual.

La tristeza de María

¿Cómo actuó María frente al dolor en su vida? Podemos observar la diferencia entre las dos hermanas nuevamente cuando Lázaro murió. Marta salió a encontrarse con Jesús cuando Él se dirigía a la casa de ellas. María se quedó en la casa. Después que Jesús la había consolado, Marta regresó a la casa para decirle a María que Jesús había llegado y estaba preguntando por ella. De inmediato, María salió al encuentro de Jesús. Juan 11:28-36 nos relata lo siguiente:

28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.

29 Ella, cuando lo oyó, se levantó deprisa y vino a él

30 Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le habla encontrado.

31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban cuando vieron que María se había levantado deprisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.

32 María cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.

33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, 

34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.

35 Jesús lloró.

36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.

Estoy segura de que ambas hermanas amaban a su hermano y lamentaban profundamente su muerte. Pero sólo se nos habla de las lágrimas de María. Cuando Jesús la vio llorando y con su corazón destrozado, Él lloró también. Así, María pudo ver cuán humano era Jesús, capaz de compartir con ella sus lágrimas y su pena.

Juan 11:31 nos habla acerca de los judíos que estaban en la casa, consolando a María. Marta y María tenían a su alrededor a gente que las quería lo suficiente como para compartir su dolor y tristeza. Eran mujeres muy conocidas en su comunidad. Por su testimonio previo frente a la gente, María y Marta pudieron compartir con todos sus amigos el milagro cuando Jesús resucitó a Lázaro. Juan 11:45 dice: “Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él”.

Aún en las horas tenebrosas que siguieron a la muerte de su hermano, su hogar seguía abierto.

Ellas podrían haber cerrado las puertas para estar a solas. Dios honró su testimonio y debido a ello, muchos creyeron.

Ella escogió la mejor parte

Días más tarde hubo una fiesta en la casa de María, Marta y Lázaro. Jesús y sus discípulos estaban presentes. Juan 12:2-3 cuenta:

2 Y le hicieron allí una cena: Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.

3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.

Cuando la fragancia del perfume se esparció por toda la casa, algunos criticaron a María. Judas Iscariote, quien posteriormente traicionaría a Jesús, dijo que derramar el perfume era un desperdicio de dinero. ¿Y cómo reaccionó Jesús? Juan 12:7, 8 nos dice:

7 Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto.

8 Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, más a mí no siempre me tendréis.

Marcos 14:8-9 explica un poco más las palabras de Jesús:

8 Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.

9 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.

[Lee también TU MARIDO ES TU HACEDOR]

Jesús les había enseñado a sus discípulos acerca de su cercana muerte y sepultura. María seguramente había escuchado su enseñanza y había reservado el perfume para ungir el cuerpo de Jesús. Ahora lo trajo y lo derramó sobre los pies de Jesús mientras aún vivía. Jesús pudo disfrutar la fragancia. ¡Cuán dulce debe haberle parecido al Señor ese aroma, que sabía que el gesto de María, de ungir sus pies y secárselos con sus cabellos, simbolizaba el gran amor que ella sentía por Él!

Ella demostró amor

Aun cuando las acciones de María aparecen en las Escrituras, no conocemos casi nada de lo que dijo. María permaneció, casi siempre, silenciosa. Solamente una vez, leemos sus palabras y sólo repite lo que dijo Marta después de la muerte de Lázaro. María se postró a los pies de Jesús y dijo: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano” (Juan 11:32).

María brindaba su amor en silencio. Frecuentemente tratamos de demostrar o expresar nuestro amor por alguien, usando palabras. A veces decimos “Sé como te sientes”, cuando jamás hemos pasado por una experiencia semejante. Necesitamos aprender de María respecto al gran poder que tiene el amor silencioso. Ese poder lo vemos manifestado cuando Jesús dijo que: “Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella” (Marcos 14:9).

Su acto de adoración, motivado por amor, nunca será olvidado; María dio todo lo que tenía e hizo lo que agradó al Señor. ¿Cómo le mostramos al Señor que le amamos? ¿Fijamos límites prometiendo amarle o servirle sólo hasta cierto punto?

Pensamientos finales

María nos enseña lecciones importantes. Primeramente, necesitamos comprender que para obtener un mayor y más profundo conocimiento de Dios, debemos pasar mucho tiempo en la humilde posición de estar sentadas a los pies de Jesús. No debemos distraernos con las actividades que nos rodean, ni permitir que nuestro trabajo nos ocupe tanto que no aprendamos de Él.

En segundo lugar, debemos darle lo que tenemos al Señor. Todo lo que poseemos nos viene de Dios: nuestro tiempo, talentos, dinero; todo regalo bueno procede de Dios. Debemos consagrarnos totalmente a Él, sin retener nada.

Tercero, necesitamos desarrollar hábitos espirituales que sean del agrado del Señor. En nuestro frenesí por hacer cosas, como Marta, muchas veces pasamos por alto el tiempo de oración y estudio de la Biblia que debemos dedicarle al Señor. Así como  Ana, que servía a Dios con ayunos y oraciones, María descubrió que lo que más le agrada al Señor es lo que menos le agrada a la naturaleza pecaminosa que nos aprisiona. Ana y María son dos ejemplos de mujeres que eligieron hacer lo que a Dios le agrada, no a la naturaleza carnal que reina en nuestros miembros. María es también la versión femenina del Discípulo Amado (Juan 13:21-26). Como el silencioso, visionario y contemplativo Juan, María cultivó cualidades que el mundo y las personas del mundo menosprecian. ¡Cuán diferentes son los caminos del Señor  de los nuestros! Él honra a las Anas, a las Marías y a los Juanes, mientras que nosotras honramos a la mujer virtuosa de Proverbios 31. Nosotras privilegiamos la acción y las obras; el Señor privilegia a los que se sientan a sus pies para escucharlo, contemplarlo y adorarlo. Esforcémonos, con su ayuda, a elegir hoy la buena parte, la cual no nos será quitada.

Temas de discusión

  • Describe las características que diferencian a María de Marta. 
  • ¿A qué se refería Jesús cuando dijo que lo que María había elegido no le seria quitado?
  • ¿Qué provocó las lágrimas de Jesús?
  • ¿De qué modo único demostró María su amor por Jesús? 
  • ¿Qué lección aprendida de la vida de María puedes tú poner en práctica en tu propia vida?

[Lee también TU MARIDO ES TU HACEDOR]