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37. SALOMÉ (2)—UNA DISCÍPULA DEL SEÑOR QUE INTERCEDIÓ POR SUS HIJOS

La mujer que estudiaremos en este capítulo es Salomé. Era la esposa de Zebedeo, madre de Santiago y Juan, dos de los doce apóstoles de Jesús.

Su familia

Zebedeo era un exitoso pescador que tenía jornaleros contratados. Cuando Jesús lo vio por primera vez, Zebedeo estaba ocupado remendando sus redes de pescar con sus dos hijos. Jesús llamó a sus hijos y les dijo que le siguieran. Al parecer, Zebedeo no vaciló en dejar que sus hijos se fueran. El Evangelio de Marcos nos dice lo siguiente: Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron” (Marcos 1:20). Santiago y Juan abandonaron todo lo que les era familiar para seguir a Jesús.

Aunque la Biblia no dice mucho acerca de la vida familiar de Zebedeo y Salomé, sí sabemos que Salomé fue una de las mujeres que seguía a Jesús y que ayudaba a servirle. Santiago y Juan podían seguir el ejemplo de la vida de sus padres. Pareciera ser que Zebedeo y Salomé les enseñaron las Escrituras a sus hijos y creían en el Mesías que había de venir. Estaban unidos en su amor por el Señor y en su disposición a permitir que sus hijos dejaran el negocio familiar para seguir al Señor Jesús. No sabían cuándosi alguna vezregresarían a su hogar.

Una discípula de Jesucristo

Observando otro pasaje de la Biblia, encontramos a Salomé con otro grupo de mujeres en la crucifixión del Señor. En el momento más oscuro de la vida del Señor Jesús, y cuando aún sus propios discípulos, incluyendo los hijos de Salomé, lo habían abandonado, las mujeres lo observaban desde un punto distante clavado en la cruz . Salomé estaba entre esas mujeres, como lo relata Marcos 15:40-41:

40 También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, 

41 quienes cuando él estaba en Galilea, le seguían y le servían; y otras muchas que hablan subido con él a Jerusalén.

En Marcos 16, se incluye a Salomé en el grupo de mujeres que ungieron el cuerpo de Jesús. Estuvo presente durante la hora más negra de la crucifixión, y también durante la gloriosa mañana de su resurrección. Marcos 16:1-2, 5-7 registra que fueron estas mujeres las primeras en escuchar las buenas noticias de que el Señor se había levantado de entre los muertos.

1 Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. 

2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. 

5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. 

6 Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron.

7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.

Su ambición

Salomé era una devota discípula del Señor y lo reconocía como el Mesías. Creía que un día Jesús iba a asumir el poder en un reino terrenal. Al igual que otras madres, tenía ambiciones para sus hijos. Sabiendo que sus hijos mantenían una íntima relación con el Señor, Salomé se dirigió a Él con gran audacia y le pidió que se les diera a sus dos hijos un lugar de honor en su reino. Solicitó que uno se sentara a la izquierda de Jesús y el otro a su derecha cuando se sentara en su trono, lugares reservados para el segundo y tercer gobernante en un reino. He aquí lo que pidió Salomé como lo leemos en Mateo 20:21-23:

21 Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.

22 Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos. 

23 Él les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre.

Esta osada petición, tan rara de Salomé, nació de su orgullo maternal y su deseo de obtener lo mejor para sus hijos. Ella aún no se daba cuenta de que el sufrimiento iba a ser la parte principal del reino. El Señor reprendió a Salomé por su pretenciosa ambición, y le corrigió el error de concepto que evidenciaba su pedido. Le contestó de un modo que ni Salomé, ni sus hijos esperaban. Jesús simplemente les dijo que cuanto más cerca estuvieran de su trono, más tendrían que compartir sus sufrimientos.

La historia nos dice que ambos, Santiago y Juan compartieron el sufrimiento de su Maestro. Santiago fue el primer apóstol mártir, y Juan, quien sobrevivió al resto, estuvo exiliado en la isla de Patmos. Tanto Salomé como sus hijos aprendieron mucho de los sufrimientos que conducen al reino eterno. A través de este incidente, vemos cómo el Señor les enseñó el concepto de quién es grande en el reino de Dios. Mateo 20:25-27 dice:

25 Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad.

26 Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,

27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo.

Pensamientos finales

Debemos cuidarnos de criticar la petición de Salomé a favor de sus hijos. Tengamos presente las lecciones positivas que les enseñó. Debemos aprender a apreciar hasta qué punto puede una vida dedicada a Dios ser de influencia en nuestros hijos. A menudo se debe a las oraciones de una madre y su testimonio consistente que los hijos entregan sus vidas a Dios en su juventud.

Cuando esos niños llegan a la adolescencia, la fe en Dios que observen en el ejemplo de padres piadosos, constituye un poderoso antídoto contra el pecado. No hay felicidad que se pueda comparar a la de los padres cristianos que vivir para ver a sus hijos buscar la gloria de Dios y dedicarse completamente al servicio del Señor. Porque Salomé amaba al Señor, su gozo debe haber sido rebosante porque sus dos hijos se convirtieron en discípulos de Jesús y le siguieron fielmente hasta el fin de sus vidas.

Podemos aprender algo de Salomé. Le hizo un pedido al Señor que no debiera haber hecho. De manera similar, muchas veces le pedimos a Dios cosas que no deberíamos. No es siempre fácil saber qué pedir. Juan nos orienta en 1 Juan 3:21-22: Amados, si nuestro corazón nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.

Si guardamos los mandamientos del Señor y hacemos lo que le agrada, entonces podemos orar con confianza. Si estamos viviendo para Dios, Él mismo nos guiará en nuestra vida de oración. Nos encontraremos pidiendo de acuerdo con su voluntad porque estamos viviendo de acuerdo con su voluntad. Entonces, si alguna vez pedimos algo que no debemos pedir, el Espíritu Santo nos lo hará saber, así como Jesús le hizo saber a Salomé que su petición era incorrecta. Pidámosle a Dios que nos ayude a ser mujeres que oran de acuerdo con su voluntad.

Temas de discusión

  • ¿Qué clase de ejemplo de vida piadosa le dio Salomé a sus hijos? 
  • Menciona dos sucesos principales que ocurrieron en la vida de Jesús y en los cuales estuvo presente Salomé. 
  • ¿Por qué crees tú que ella pidió posiciones de honor para sus hijos?
  • ¿Qué es lo que ella no comprendió? 
  • Nombra tres lecciones que se pueden aprender de la vida de Salomé.