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27. LA SIERVA DE NAAMÁN—UNA JOVEN QUE SABÍA PERDONAR

Dios sabe qué difícil nos es olvidar lo que nos ha ocurrido en el pasado. En su Palabra, Dios nos da diversos ejemplos de mujeres con antecedentes difíciles, y sin embargo, las usó a cada una de ellas de un modo muy especial. Sólo una relación viva y personal con el Señor Jesucristo puede ayudarnos a enfrentar el pasado. Él nos quita la culpa, nos alivia el dolor y nos hace íntegras.

Una cautiva

Aunque esta historia es muy breve, es un ejemplo claro de cómo Dios nos puede ayudar a sobreponernos al pasado. La historia de esta joven muchacha judía y de Naamán, comandante del ejército de Siria, se encuentra en 2 Reyes 5:1-19.

Tampoco aquí se menciona el nombre de esta muchacha, una esclava. Tal vez el registro de su nombre se perdió en las numerosas copias del pasaje, o, simplemente, el redactor del relato no consideró que fuera importante registrarlo debido a su condición de esclava. A Dios no le importa qué lugar ocupamos en la sociedad: Él ve nuestros corazones y conoce nuestra fe. 

Se da muy poca información acerca de esta joven, que servía a la esposa de Naamán, pero parte de su historia está en 2 Reyes 5:2-3:

2 Y de Siria habían salido bandas armadas y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán.

3 Esta dijo a su señora: si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.

Una extranjera

Durante un ataque de soldados enemigos sirios, esta muchacha judía había sido capturada, separada de su familia y de su patria, y llevada a Siria como esclava. La Biblia no nos da ningún indicio acerca de adónde fue a parar su familia después del ataque enemigo. La arrancaron de todo lo que le era familiar, y tuvo que aprender un nuevo modo de vida y el idioma de sus captores. Seguramente que no le fue fácil, y sólo podemos imaginar cuánto echaría de menos su hogar y su país, Israel.

Poniéndonos en su lugar y pensando en todo aquello por lo que la joven esclava había tenido que pasar, ¿cómo hubiésemos reaccionado nosotras frente a la enfermedad de nuestro captor? ¿Hubiésemos tratado tan siquiera de ayudarle? Ella demostró un interés muy genuino, un interés que sólo una vida completamente dependiente de Dios podría demostrar. Habló con una confianza total en Dios. Se necesitaba tener mucho coraje para hablarle a su señora acerca del profeta que podía ayudar a Naamán con la lepra que padecía; enfermedad que en aquel entonces era incurable y mortal. ¿Qué habrá visto u oído de niña que le dio tanta confianza en Dios y su profeta?

Una persona respetada

¿Cómo se habrá ganado el respeto del hogar de Naamán hasta el punto de que le hicieran caso? Ella era judía y adoraba a Jehová, y sus captores eran sirios y adoraban a muchos otros dioses. ¿Por qué estaba tan segura de que Naamán podía ser sanado por el Dios de Israel? Y, ¿adónde alcanzó ella tanta madurez espiritual a tan temprana edad?

A lo mejor hay preguntas más importantes como éstas: ¿Cómo reaccionarían los niños de familias cristianas de hoy, si se encontraran en condiciones tan hostiles? ¿Formamos a nuestros niños como Dios nos ordena? Como familia, ¿dedicamos tiempo para recordar lo que Dios hizo por nosotros? Si fuesen sometidos a presión como esta joven esclava, ¿podrían nuestros hijos ofrecer ejemplos de lo que Dios ha hecho para mostrar su poder? 

La Biblia no detalla lo que la muchacha dijo, ni qué preguntas le hizo Naamán. Sí nos dice que Naamán siguió el consejo de su esclava. El resto de 2 Reyes 5 cuenta la cura de la lepra de Naamán: Visitó al profeta Eliseo en Israel, hizo todo lo que este le ordenó y se sanó completamente.

Para confirmar que todo esto sucedió realmente, el Señor Jesús se refirió a la historia en Lucas 4:27: “Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el Sirio”. Un ejemplo de humildad la de Naamán, comandante del ejército de Siria, que estuvo dispuesto a escuchar a su joven esclava judía.

Pensamientos finales

Si esta joven esclava hubiese elegido amargarse, guardar rencor y resentimiento en contra de sus captores, esta historia nunca habría ocurrido. ¿Estás tú resentida por alguna mala experiencia de tu niñez, tu adolescencia o aún en tu vida de adulta? Si alguien tenía derecho de culpar a Dios por lo que le había ocurrido, era esta joven. Pero no lo hizo.

Como ella, debemos pedirle a Dios que nos ayude a olvidar las cosas del pasado que nos afectan hoy. Necesitamos seguir aceptando la ayuda de Dios para hoy. Así podremos ser mujeres a través de las cuales Dios pueda trabajar y mostrar su amor, su poder y su gracia. Debemos aceptar la voluntad de Dios y el modo en que está obrando en nuestra vida actual.

El apóstol Pablo escribió en Filipenses 3:13-14: “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

A veces ayuda escribir una lista de dolores, desilusiones y amarguras de tu vida. Léele esta lista a tu amado Padre Celestial. Pídele que limpie tu memoria de esas cosas negativas y te ayude a seguir adelante. 2 Corintios 5:17 nos dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas”.

Temas de discusión

  • ¿De qué modo práctico vivió su fe la joven esclava de Naamán? 
  • Menciona dos cosas que la podrían haber amargado. 
  • ¿Cómo influyó la muchacha en la vida de quien la había capturado?
  • ¿Cómo debemos reaccionar como mujeres cristianas cuando otros nos hacen mal?
  • ¿Qué dos cualidades ves tú en la esclava de Naamán que desearías tener en tu propia vida?
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