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16. ANA—UNA MUJER DE ORACIÓN

A Ana se la recuerda como una mujer de oración. ¿Qué es la oración? Es la comunicación entre una persona y Dios. La oración puede hacerse en voz alta o silenciosamente. La oración es también alabar a Dios por lo que Él es y lo que ha hecho, pedirle perdón por nuestros pecados y presentar pedidos a nuestro favor o a favor de otros. Al orar expresamos nuestros sentimientos, tales como dolor, frustración, desencanto y agradecimiento. La oración consiste simplemente en compartir cualquier cosa y todas las cosas que tenemos en nuestro corazón, con Dios. La oración implica que tenemos fe en Dios cuando hablamos con Él. 

Podemos leer sobre la oración y aprender mucho por medio de las oraciones de otros, pero lo más importante es orar. Cuando acudimos a Dios en oración, podemos esperar su respuesta y así Él se hace real en nuestras vidas. Ana descubrió que esto era cierto en su vida.

Ana, mujer y esposa

Ana fue la madre del profeta Samuel. Es una de las mujeres más conocidas de la Biblia, porque oró a Dios pidiéndole un hijo. 

Ana era una de las esposas de Elcana. La otra, Penina tenía varios niños y Ana ninguno. Penina le amargaba la vida a Ana echándole siempre en cara que no le daba hijos a Elcana. 

Sin embargo, la Biblia cuenta que Elcana amaba a Ana más que a Penina. En 1 Samuel 1, nos enteramos que ambos amaban y temían a Dios. Sabían que era necesario tener una relación personal con Dios para que sus oraciones fueran escuchadas por Él.

Esa misma relación personal la obtenemos hoy a través de la fe en el Señor Jesucristo, quien murió en la cruz por nuestros pecados. 1 Timoteo 2:5 nos dice: “...porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. 

Cada año Elcana y sus esposas viajaban desde el monte donde vivían a la ciudad de Silo para ofrecer sacrificios a Dios, según las reglas del Antiguo Testamento. En estos viajes Penina atormentaba constantemente a Ana. Pero Elcana amaba a Ana. Como ella no tenía hijos, le daba doble porción del banquete que seguía al sacrificio. Esto ocurría todos los años.

Ana se sentía muy presionada. Algunas de nosotras también experimentamos presiones. El modo de superar las presiones es lo importante. Nada indica que Ana estuviera enojada con su marido por tener otra esposa. No hay registro de que culpara a Dios por su esterilidad. Ella continuó con sus responsabilidades de esposa. Pero debido a que ella lloraba mucho y no comía, su esposo sabía que Ana era muy desdichada por lo que le preguntaba: “¿No te soy yo mejor que diez hijos?” (1 Samuel 1:8).

La oración de fe de Ana

En su gran estado de angustia, Ana le abrió su corazón a Dios mediante una oración silenciosa. No podía expresar con palabras sus sentimientos más íntimos, pero ella aún así oró. Entonces, y como si no fuese suficiente el dolor que sentía, el sacerdote Elí malinterpretó su comportamiento y la acusó de estar borracha. Leamos la historia en el primer libro de Samuel 1:12-18:

12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella.

13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria.

14 Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino. 

15 Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío, yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová.

16 No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. 

17 Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho.

18 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.

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Ana es un ejemplo de fe. Después que oró, creyó. Confiaba tanto en Dios que cambió completamente; tanto que ¡no estuvo más triste! ¿Oramos nosotras con este tipo de fe? Aunque oramos a menudo nos seguimos preocupando.

Jesús le dijo a sus discípulos en Mateo 6:30-33: “Y si la hierba del campo que hoy es y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis pues diciendo, ¿Qué comeremos o que beberemos, o que vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero nuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas”.

Dios le contestó a Ana su oración. Ella concibió y dio a luz un hijo que llamó Samuel diciendo: “Por cuanto lo pedí a Jehová” (1 Samuel 1:20). Cada vez que Ana llamaba a su hijo, se recordaba a sí misma lo que Dios habla hecho por ella.

Ana cumple su promesa 

Ana había prometido dedicarle su hijo al Señor. Después que el niño nació, Ana retuvo a su bebé hasta el destete, probablemente unos tres años. Ana regresó a la casa de Dios y dejó a su hijo con el sacerdote Elí, adonde Samuel trabajaría para el Señor. He aquí las palabras de Ana al sacerdote Elí en 1 Samuel 1:26-28:

26 Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová.

27 Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. 

28 Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová.

Una vez más consideremos la fe de Ana. Ella confiaba completamente que Dios cuidaría a su hijo. Una puede imaginarse cuán duro habrá sido dejar al pequeño Samuel. La Biblia dice que Ana lo veía solamente una vez al año, cuando acudía al templo para adorar a Dios. En cada ocasión, le traía a su hijo un nuevo abrigo hecho por ella. Después de cada visita, tenía que abandonarlo otra vez. Pero mantuvo su promesa a Dios. Dios la premió dándole tres hijos y dos hijas más (1 Samuel 2:21).

Lecciones de la vida de Ana

¿Qué podemos aprender de Ana? Una cosa es el valor de dedicar nuestros hijos a Dios. Pensemos cuánto tiempo habrá pasado Ana tiernamente enseñándole a Samuel durante su niñez. Probablemente le enseñaría acerca de Dios, el valor de la oración y como él era el fruto de una oración y que él había nacido para servir a Dios. Debemos pedirle a Dios que nos ayude a ser una influencia santa en las vidas de nuestros niños.

La historia de Ana nos enseña otra lección: No podemos subestimar las heridas y el daño que nuestras palabras pueden ocasionar a los otros. A menudo cuando nos apresuramos a decir cosas poco amables hablamos sin pensar. Las palabras de Penina ocasionaron mucho dolor en la vida de Ana.

Santiago 3:5 dice: “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!”

Ana fue también malinterpretada por el sacerdote Elí. Es fácil juzgar incorrectamente a la gente por sus acciones. Ana nos enseña como defendernos con humildad. No se enojó con el sacerdote, sino que, respetando su posición, le explicó lo que sentía y cuáles eran sus razones.

Pensamientos finales

Ana es un hermoso ejemplo de una mujer que le confió a Dios su problema. También fue una madre piadosa que oró por su hijo, consagrándolo totalmente a Dios. Así, experimentó la confianza del Salmo 34:19: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová”.

Temas de discusión

  • Menciona tres maneras en las que Ana constituye un ejemplo de cómo sobreponerse a las presiones (el stress).
  • Enumera tres palabras que describen a la oración de Ana. 
  • Describe tu propia vida de oración
  • Recuerda una oportunidad en que las palabras de otro te lastimaron. Recuerda una oportunidad en que tus palabras lastimaron a otro. ¿Cómo reacionaste entonces? ¿Cómo reaccionó la otra persona a la cual tú lastimaste con tus palabras?
  • Expliqua de qué modo Ana es un ejemplo de madre virtuosa.


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