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13. LA NUEVA VIDA DEL CREYENTE

La nueva vida del creyente: Quitando al Viejo hombre y revistiéndose del Nuevo—Comentario sobre Colosense 3:1-17.

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (Col 3:1)

Nótese el “Si” condicional de este versículo. No es lo que ha sido designado como el “Si” argumental que también y puede traducirse por cuantoPor cuanto resucitasteis con Cristo…” No existe tal cosa en las Escrituras como un “Si” argumental. Pablo está hablando aquí, y en todas las otras partes donde utiliza el “Si” condicional, de, valga la redundancia, la condición que debe reunir el creyente para demostrar que ha resucitado con Cristo; es decir, que ha nacido de nuevo.

En Colosenses, el creyente es contemplado como habiendo muerto con Cristo, y como habiendo resucitado con él de entre los muertos. El significado espiritual de todo esto es que nos hemos separado definitivamente de la antigua forma de vivir, y que hemos entrado en una forma totalmente nueva de vida, es decir, la vida del resucitado Señor Jesucristo. Por cuanto hemos resucitado con Cristo, debemos buscar las cosas de arriba. Seguimos estando en la tierra, pero debemos cultivar formas celestiales de pensamiento.

El cristiano no debe tener una perspectiva anclada en la tierra (Col 3:2). Debe contemplar las cosas no como aparecen ante los ojos naturales, sino con referencia a su importancia para Dios y para la eternidad. “Buscar en el versículo 1 marca el empuje práctico, y poned la mira en el versículo 2 describe el impulso y la disposición interiores. La expresión poned la mira es la misma que en Filipenses 3:19: que sólo piensan en lo terrenalLa vida bautizada significa que el cristiano busca el cielo y está pensando en el cielo. Sus pies están sobre la tierra, pero su mente está con las estrellas. Está viviendo como un ciudadano del cielo aquí en la tierra.

Durante la Segunda Guerra Mundial, un joven cristiano comunicó entusiasmado a un maduro siervo de Cristo: Me enteré de que nuestros bombarderos volvieron a estar sobre las ciudades enemigas anoche. A esto, el creyente más maduro replicó: No sabía que la iglesia de Dios tenía bombarderos. Evidentemente, estaba contemplando las cosas desde la perspectiva divina, en lugar de complacerse en la destrucción de mujeres y niños.

La contrapartida a nuestra identificación con Cristo y Su muerte es nuestra identificación con Él en Su resurrección. El efecto de lo primero es desconectarnos del mundo del hombre, de la religión del hombre, de la sabiduría del hombre. El efecto de lo segundo es ponernos en contacto con el mundo de Dios y con todo lo que está ahí. Los primeros cuatro versículos del capítulo 3 desarrollan la bienaventuranza a la que somos introducidos.

Cuando Pablo dice que el creyente ha muerto (Col 3:3), se está refiriendo a la posición, no a la práctica. Debido a nuestra identificación con Cristo en Su muerte, Dios quiere que nos consideremos como habiendo muerto con Él. Nuestros propios corazones están siempre dispuestos a discutir esta realidad, porque nos sentimos muy vivos al pecado y a la tentación. Pero lo maravilloso es que al contarnos por la fe como habiendo muerto con Cristo, esto se va volviendo realidad en nuestras vidas. Si vivimos como los que han muerto, entonces nuestras vidas se volverán más y más acordes a la vida del Señor esucristo. Naturalmente, nunca alcanzaremos la perfección en esta vida, pero es un proceso que debería estar en marcha en cada creyente.

No sólo hemos muerto, sino que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. 1 Juan 3:1 nos dice: Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a élLa verdadera separación del mundo está en el hecho de que el mundo no comprende al creyente, sino que lo rechaza.

Culminando su descripción de la parte del creyente en Cristo, el apóstol contempla ahora el regreso de Cristo. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria (Col 3:4). En la actualidad estamos resucitados con Él y gozando de una vida que no es vista ni comprendida por los hombres. Pero viene el día en que el Señor Jesús volverá a por Sus santos. Entonces seremos manifestados con él en gloria. Entonces nos comprenderán los hombres, y se darán cuenta de por qué actuábamos como lo hacíamos.

En el versículo 3 se nos había dicho que hemos muerto. Aquí se nos dice que hagamos morir pues nuestros miembros que están sobre la tierra (Col 3:5). En estos dos versículos tenemos una ilustración muy clara de la diferencia entre la posición del creyente y su estado. Su posición es que ha muerto. Su estado debe ser el de contarse muerto al pecado haciendo morir sus miembros que están sobre la tierra. Nuestra posición es lo que somos en Cristo. Nuestro estado es lo que somos en nosotros mismos. Nuestra posición es el libre don de Dios por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Nuestro estado representa nuestra respuesta a la gracia de Dios.

Aquí debemos también observar la diferencia entre la ley y la gracia. Dios no dice: Si vivís una vida libre de pecado, os daré entonces una posición de muertos con CristoEsto sería ley. Nuestra posición dependería de nuestros esfuerzos, y es innecesario decir que nadie jamás llegaría a esta posición. En lugar de esto, Dios dice: Os doy libremente a todos los que creéis en el Señor Jesús una posición de favor delante de Mí. Ahora id, y vivid una vida consecuente con un llamamiento tan elevado. ¡Esto es gracia!

Cuando el apóstol dice que debemos hacer morir nuestros miembros que están sobre la tierra, ¡no se refiere a que debamos literalmente destruir ninguno de los miembros de nuestro cuerpo físico! Es una expresión figurativa, y se explica en las frases que siguen. La palabra miembros se usa para significar las varias formas de deseo y odio que se enumeran.

Fornicación se emplea generalmente para describir las relaciones sexuales ilegítimas o inmoralidad, especialmente entre solteros (Mt. 15:19; Mr. 7:21). A veces adquiere un sentido más amplio, y se traduce inmoralidad sexual. Impureza se refiere a pensamientos, palabras u obras de este carácter. Se refiere a suciedad moral, no física. Pasiones desordenadas denota un deseo intenso y sin freno. Malos deseos se refiere a un ansia intensa y a menudo violenta. Avaricia en general significa anhelo de poseer o de adquirir más, pero aquí puede referirse de manera especial a un deseo desenfrenado de satisfacer el apetito sexual, lo que es idolatría.

La lista comienza con actos y pasa a motivaciones. Se describen las varias formas de pecado sexual, y luego se remontan a su guarida, es decir, en el codicioso corazón del hombre. La palabra de Dios es clara en su enseñanza de que no hay nada inherentemente malo en el sexo. Dios hizo al hombre con la capacidad de reproducirse. Pero el pecado viene cuando estas cosas que Dios ha otorgado en gracia sobre Sus criaturas se emplean para propósitos viles e ilícitos. El pecado sexual era la ofensa cardinal del mundo pagano en la época de Pablo, e indudablemente sigue manteniendo el primer puesto. Donde los creyentes no estén rendidos al Espíritu Santo, los pecados sexuales vienen a menudo a sus vidas y resultan en su caída.

Los hombres pretenden que pueden cometer estos aborrecibles pecados y pensar que escaparán al castigo (Col 3:6). Los cielos parecen callados, y el hombre se crece en su temeridad. Pero de Dios nadie se burla. A causa de estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. Estos pecados tienen sus consecuencias en esta vida; la gente cosecha en sus cuerpos los resultados de la inmoralidad sexual. Además, segarán una terrible cosecha de juicio en un día aún futuro.

Pablo recuerda a los colosenses que ellos se habían dado a estos pecados antes de convertirse (Col 3:7). Pero la gracia de Dios había irrumpido y los había librado de impureza. Éste era un capítulo en sus vidas que estaba ahora cubierto por la sangre de Cristo. Ahora tenían una nueva vida que los capacitaba para vivir para Dios. Ver Gálatas 5:25: Si vivimos por el Espíritu, avancemos también por el Espíritu.

Por cuanto habían sido redimidos a tan gran precio, deberían ahora desechar todas estas cosas como un trapo sucio (Col 3:8). No sólo se refiere el apóstol a las varias formas de impías concupiscencias relacionadas en el versículo 5, sino también a los tipos de malvado odio que está a punto de enumerar. 

La ira es, naturalmente, un intenso espíritu de disgusto o animosidad, un espíritu vengativo, un sentimiento de aborrecimiento que ha quedado asentado. El enojo describe una forma intensa de ira, probablemente incluyendo estallidos violentos. Malicia es una conducta malvada contra otros con la idea de dañar a sus personas o reputaciones. Es un desagrado irrazonable que se complace en ver sufrir a los demás. Blasfemia aquí significa injuria, esto es, un fuerte lenguaje sin freno empleado contra otra persona. Significa increpar de una manera dura e insolente. Palabras deshonestas significa un habla vergonzosa, y describe aquello que es obsceno, indecente o corrompido. Es un lenguaje deshonroso e impuro. En este catálogo de pecados, el apóstol va de las motivaciones a las acciones. La amargura inicia su obra en el corazón humano, y luego se manifiesta en las diversas maneras que se han descrito.

En el versículo 9 el apóstol dice: Que vuestro estado sea consecuente con vuestra posición” (Col 3:9). Os habéis despojado del viejo hombre; despojaos de él ahora en la práctica dejando de mentir. La mentira es algo que pertenece al viejo hombre, y no tiene lugar en la vida del hijo de Dios. Cada día de nuestras vidas nos sentimos tentados a distorsionar la verdad. Puede ser reteniendo información en un formulario del impuesto sobre la renta, o copiando en un examen, o incluso exagerando los detalles de una historia. La mentira se vuelve doblemente grave cuando dañamos a alguien con una falsa declaración, o creando falsas impresiones.

No sólo hemos quitado el viejo hombre, sino que nos hemos revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento completo (Col 3:10). Así como el viejo hombre se refiere a todo lo que éramos como hijos de Adán, con una naturaleza irregenerada, así el nuevo hombre se refiere a nuestra nueva posición como hijos de Dios. Ha habido una nueva creación, y somos nuevas criaturas. El propósito de Dios es que este nuevo hombre crezca siempre más y más a semejanza del Señor Jesucristo. Nunca deberíamos quedar satisfechos con nuestros logros presentes, sino que deberíamos siempre apresurarnos hacia la meta de una conformidad cada vez en aumento con el Salvador. Él es nuestro ejemplo y la regla de nuestras vidas. En el día venidero, cuando estemos ante el Tribunal de Cristo, seremos juzgados no por lo mejor que fueron nuestras vidas que las de otros, sino según nuestra vida se ajustó a la vida del mismo Señor Jesús.

La imagen de Dios no se ve en la forma de nuestros cuerpos, sino en la hermosura de la mente y del corazón renovados. La santidad, el amor, la humildad, la mansedumbre, la bondad y el perdón —esto es lo que constituye el carácter divino. 

En la nueva creación a la que ha estado refiriéndose el apóstol no hay ya distinción entre griego y judío, circuncisión e incircuncisión, bárbaro y escita, siervo y libre, sino que Cristo es todo, y en todos (Col 3:11). Las diferencias de nacionalidad, religión, cultura y nivel social no son las cosas que cuentan. Por lo que toca a la posición delante de Dios, todos los creyentes están a un mismo nivel, y en la comunión local debería adoptarse esta misma actitud.

Esto no significa que no haya diferencias en la iglesia. Algunos tienen el don de evangelista, algunos de pastor y algunos de maestro. Algunos hombres son ancianos en la iglesia, algunos son diáconos. Así, este versículo no deja de lado las distinciones apropiadas.

Tampoco debería tomarse este versículo como enseñando que las distinciones que se dan han quedado abolidas en el mundo. No es éste el caso. Sigue habiendo el griego y el judío. Griego aquí denota a los pueblos gentiles en general. Hay circuncisiónincircuncisión. Estas dos expresiones se usan generalmente en el NT para describir a los judíos y a los gentiles. Sin embargo, aquí podría referirse de manera más particular al rito mismo como lo practicaban los judíos y como lo descuidaban los gentiles.

Sigue habiendo el bárbaro (el hombre sin cultura) y el escita. Estas dos expresiones no deben ser vistas aquí como en contraste. Los escitas eran bárbaros, pero eran generalmente considerados la forma más salvaje; eran los más brutales y salvajes de los bárbaros. El contraste final se da entre esclavo y libre. Libre se refiere a los que nunca habían sido esclavos, sino que habían nacido libres. Para el cristiano, estas distinciones mundanas arecen de importancia. Es Cristo quien realmente cuenta. Él es todo para el creyente, y en todo. Él es el centro y la circunferencia de la vida del cristiano.

Estas tres palabras: Cristo es todo, son la esencia y la sustancia del cristianismo. Si nuestros corazones pueden en verdad ir con ellas, bien van nuestras almas. … Muchos dan a Cristo un cierto lugar en su religión, pero no el lugar que Dios dispuso que llenase. Cristo solo no es «todo, y en todos» para sus almas. ¡No!, sino que donde descansan en la práctica sus almas es o bien en Cristo y la iglesia, o en Cristo y los sacramentos, o en Cristo y Sus ministros ordenados, o en Cristo y el propio arrepentimiento de ellos, o en Cristo y la bondad propia de ellos, o en Cristo y las oraciones de ellos, o en Cristo y la propia sinceridad y caridad de ellos.

En el versículo 10, Pablo dijo que nos hemos revestido del nuevo hombre. Ahora nos muestra algunas maneras prácticas en las que podemos hacer esto realidad en nuestras vidas diarias (Co l3:12). Primero de todo, se dirige a los colosenses como escogidos que Dios. Esto se refiere al hecho de que habían sido escogidos por Dios en Cristo antes de la fundación del mundo. La gracia electiva de Dios es uno de los misterios de la revelación divina. Creemos que la Escritura enseña con claridad que Dios, en Su soberanía, ha escogido personas para que pertenezcan a Cristo. No creemos que Dios haya jamás escogido a ninguna para ser condenada. Esta enseñanza es directamente contraria a la Escritura. Así como creemos en la gracia electiva de Dios, creemos también en la responsabilidad del hombre. Dios no salva a los hombres en contra de su voluntad. La misma Biblia que dice elegidos según la presciencia de Dios dice también que todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.

Luego, Pablo se dirige a los colosenses como santos y amados. Santos significa santificados, o puestos aparte (la misma palabra que santos) para Dios de en medio del mundo. Somos posicionalmente santos, y deberíamos ser prácticamente santos también en nuestras vidas. Debido a que somos objetos del amor de Dios, esto nos da un deseo de agradarle en todas las maneras.

Ahora Pablo describe las gracias cristianas de las que debemos vestirnos. Entrañable misericordia habla de un corazón de compasión. Benignidad habla de un espíritu desprendido de hacer cosas para otros. Es una actitud de afecto o de buena voluntad. Humildad significa la buena disposición a ser rebajado y a considerar a otros como mejores que uno mismo. Mansedumbre no habla de debilidad, sino más bien de la fuerza de negarse uno a sí mismo y de andar con gracia para con todos los hombres. La común suposición es que cuando alguien es manso, es porque no puede defenderse; pero el Señor era manso porque tenía los infinitos recursos de Dios a Su disposición. Descrita en términos negativos, la mansedumbre es lo opuesto a la afirmación propia y al propio interés; es una ecuanimidad de espíritu que ni se entusiasma ni se deprime, simplemente porque no se ocupa en absoluto del propio yo.

Si humildad es la ausencia de orgullo, entonces la mansedumbre es la ausencia de pasión. La longanimidad habla de paciencia bajo provocación, y de soportar largamente las ofensas. Combina el gozo con una actitud amable con los otros, junto con la perseverancia en padecer.

Soportándoos unos a otros (Col 3:13) describe la paciencia que deberíamos mostrar para con los fracasos y rarezas de nuestros hermanos. Al vivir con otros, es inevitable que descubramos sus fallos. A menudo precisamos de la gracia de Dios para soportar las idiosincrasias de otros, como la necesitan ellos para soportar las nuestras. Pero hemos de soportarnos mutuamente. Perdonándoos unos a otros si alguno tiene queja contra otroHay pocas disputas entre el pueblo de Dios que no se puedan resolver rápidamente si se presta atención a estas instrucciones. Cuando alguien nos ofende, deberíamos ejercer el perdón. A menudo oímos la queja: Pero él fue quien me ofendió”. Éste es precisamente el tipo de situación en el que somos llamados a perdonar. Si la otra persona no nos hubiese ofendido, no habría necesidad de perdón. Si nosotros hubiésemos sido los que cometimos la ofensa, deberíamos entonces ser nosotros los que fuésemos a pedir perdón. Soportar sugiere no tomarnos por ofendidos; perdonar, no mantener rencor. Difícilmente encontraremos un mayor incentivo al perdón que el que se encuentra en este versículo: De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. ¿Cómo nos perdonó Cristo? Nos perdonó sin necesidad. Igual deberíamos hacer nosotros. Nos perdonó libremente. Igual deberíamos hacer nosotros. Nos perdonó y olvidó. Igual deberíamos hacer nosotros. Tanto en la forma como en la magnitud, deberíamos seguir a nuestro bendito Señor en esta maravillosa actitud.

El amor es aquí presentado como el vestido externo, o el cinto, que liga todas las otras virtudes a fin de hacer la perfección (Col 3:14). Liga simétricamente todas las partes del carácter cristiano. Es posible que una persona manifieste algunas de las virtudes mencionadas antes sin realmente tener amor en su corazón. Y por eso Pablo destaca aquí que lo que hagamos debemos hacerlo con un genuino espíritu de amor para con nuestros hermanos. Nuestras acciones no deberían ser hechas a regañadientes, sino surgir de un afecto de todo corazón. Los gnósticos enseñaban que el conocimiento era el vínculo de la perfección, pero Pablo corrige este error insistiendo en que el amor es el vínculo de la perfección.

La paz de Dios debería actuar como árbitro en nuestros corazones (Col 3:15). Si en alguna cosa tenemos duda, deberíamos preguntarnos: «¿Lleva a la paz?», o «¿Tendré paz en mi corazón si actúo y lo hago?».

Este versículo es de especial ayuda cuando buscamos conducción del Señor. Si el Señor realmente quiere que emprendamos un determinado curso de acción, con toda certeza nos dará paz acerca de ello. Si no se tiene esta paz, no se debería proseguir. Como se ha dicho: «La oscuridad acerca de ir es luz acerca de quedarse».

Cristo nos ha llamado a gozar de Su paz, tanto personalmente como en la iglesia. No pasemos por alto la importancia de la última parte de este versículo: A la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo. Una manera en la que podríamos gozar de la paz sería vivir aislados de todos los demás cristianos. Pero no es este el propósito de Dios. Él ha puesto a los solitarios en familias. La intención de Dios es que nos congreguemos en iglesias locales. Aunque vivir con otros cristianos pueda a veces poner a prueba nuestra paciencia, sin embargo Dios puede de esta manera desarrollar virtudes en la vida del cristiano que no podría producir de ninguna otra forma. De modo que no deberíamos esquivar nuestras responsabilidades en la iglesia local, ni abandonarlas cuando seamos enojados o nos sintamos provocados. Más bien, deberíamos tratar de vivir de una manera compatible con nuestros hermanos cristianos y ayudarlos en todo lo que hagamos y digamos.

Y sed agradecidos. Este estribillo se repite una y otra vez en los escritos de Pablo. Ha de haber una buena razón. El Espíritu de Dios debe considerar muy importante el espíritu de agradecimiento. ¡Y así lo creemos! Es importante no sólo para la vida espiritual de la persona, sino también para su bienestar físico. Los médicos han descubierto lo que las Escrituras han estado enseñando durante los años: que una actitud mental alegre y agradecida es beneficiosa para el cuerpo, y que la ansiedad, la depresión y un espíritu quejumbroso son decididamente dañinos para la salud. Generalmente, pensamos en el agradecimiento como algo determinado por nuestras circunstancias inmediatas, pero Pablo muestra aquí que es una gracia a cultivar. Somos responsables de ser agradecidos. De entre todas las personas del mundo, somos las que más razones tenemos para ser agradecidas (Dt. 33:29). El problema no reside en que haya carencia de razones, sino en nuestros egoístas corazones.

Hay desacuerdo acerca de cómo se debería puntuar el versículo 16. En el lenguaje original del Nuevo Testamento no había puntuación, y el sentido de un versículo como este queda mayormente determinado por la puntuación que se emplee. Nosotros aceptamos la que da la RVR77: La palabra de Cristo habite ricamente en vosotros, enseñándoos y monestándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos, himnos y cánticos espirituales (Col 3:16).

Así, hay tres secciones en este versículo. Primero, debemos hacer que la palabra de Cristo habite ricamente en nosotros. La palabra de Cristo se refiere a las enseñanzas de Cristo tal como se hallan en la Biblia. Al saturar nuestros corazones y mentes con Su santa alabra y buscar andar en obediencia a la misma, la palabra de Cristo está realmente en su casa en nuestros corazones.

El segundo pensamiento es que en toda sabiduría debiéramos enseñarnos y amonestarnos unos a otros. Cada cristiano tiene una responsabilidad para con sus hermanos y hermanas en Cristo en esta cuestión. La enseñanza tiene que ver con la doctrina, mientras que la amonestación tiene que ver con el deber. Debemos a nuestros hermanos compartir con ellos nuestro conocimiento de las Escrituras y buscar ayudar mediante un consejo práctico y piadoso. Cuando se da enseñanza y amonestación en toda sabiduría, podrán ser más fácilmente aceptadas que si hablamos con energía, pero sin sabiduría o sin amor.

Lo tercero es que deberíamos cantar con gracia en nuestros corazones al Señor, con salmos, himnos y cánticos espirituales. Salmos designa aquellas expresiones inspiradas que se encuentran en el libro de este nombre, y que eran cantados como parte del culto de Israel. Por himnos, en cambio, se comprenden los cánticos de adoración y alabanza dirigidos a Dios Padre o al Señor Jesucristo. Por ejemplo:

¡Jesús! Sólo el pensar de Ti

Con dulzura mi pecho llena;

Pero muchísimo más dulce será tu rostro ver,

Y en tu presencia reposar.

Atribuido a Bernardo de Claraval

Estos himnos no son inspirados en el mismo sentido que los salmos. Los cánticos espirituales se refieren a la poesía religiosa que describe la experiencia cristiana. Una ilustración de esto podría encontrarse en estas palabras:

¿Tristes, agobiados vamos

Y cargados de aflicción?

Esto es porque no llevamos

Todo a Dios en oración.

Joseph Scriven

Empleando estos varios tipos de cántico, deberíamos cantar con gracia o acción de gracias, en nuestros corazones al Señor. Y tocando este punto, será bueno decir que el cristiano debería emplear discernimiento acerca de la clase de música que emplea. Mucha de la llamada música cristiana de la actualidad es ligera y sin sustancia. Mucha de esta música es totalmente contraria a la Escritura, y aún más, es tan similar al pop y rock del mundo que es un descrédito al nombre de Cristo.

El versículo 16 es muy similar a Efesios 5:18, 19, donde leemos: Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay libertinaje; antes bien, sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones. En Colosenses 3:16, la principal diferencia es que en lugar de decir sed llenos del Espíritu, Pablo dice: La palabra de Cristo habite ricamente en vosotros. En otras palabras, ser llenos del Espíritu y ser llenos de la palabra de Dios son ambos requisitos para vivir vidas gozosas, útiles y llenas de fruto. No seremos llenos del Espíritu a no ser que estemos saturados de la palabra de Dios; y el estudio de la palabra de Dios no será eficaz a no ser que rindamos lo más íntimo de nuestro ser al control del Espíritu Santo. ¿No podemos por tanto llegar a la conclusión de que ser lleno del Espíritu significa estar lleno de la palabra de Dios? No se trata de alguna misteriosa crisis emocional que nos sobrevenga en la vida, sino de alimentarse cada día de las Escrituras, meditando en ellas, obedeciéndolas y viviendo por ellas.

El versículo 17 es una regla inclusiva por la cual juzgar nuestra conducta como cristianos (Col 3:17). Los jóvenes en la actualidad hallan especialmente difícil decidir si algunas cosas son buenas o malas. Este versículo, aprendido de memoria, puede resultar ser la clave para desentrañar muchos de estos problemas. La gran prueba debería ser ésta: ¿Puedo hacer esto en el nombre del Señor Jesús? ¿Será para gloria de Él? ¿Puedo esperar que Su bendición repose sobre ello? ¿Querría yo estar haciendo esto cuando Él vuelva? Observemos que esta prueba debería ser aplicada a las palabras que hablamos y a las cosas que hacemos. La obediencia a este mandamiento ennoblece toda la vida. Es un precioso secreto cuando el cristiano aprende a hacerlo todo como para el Señor y para Su gloria. Una vez más el apóstol añade la palabra dando gracias a Dios Padre por medio de Él. ¡Gracias! ¡Gracias¡ ¡Gracias! Es en deber perpetuo de los que han sido salvados por la gracia y destinados a los atrios celestiales.

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