¿Está engañado todo el mundo?
Si tú fueras el diablo y quisieras engañar a todo el mundo,
¿cómo lo harías? Tal vez lo primero sería convencer a las personas de que no existes y que la única fuente de información que revela tus intenciones y
métodos no es nada más que una colección de fábulas que no tiene nada que ver
con la vida real.
Eso es exactamente lo que hemos visto.
Desde hace siglos, e impulsadas por las teorías de hombres como Charles Darwin
—quienes se las ingeniaron para explicar la creación sin necesidad de un
Creador— muchas personas empezaron a dudar de la autoridad y la inspiración de
la Biblia. Comenzaron a ridiculizarla diciendo que la existencia del mundo
espiritual, algo que por siglos había sido aceptado sin discusión por quienes
creían en la Biblia, era tan sólo mito y superstición.
En las universidades de renombre mundial
los escépticos pusieron en duda la validez y la confiabilidad de la Biblia, y
el razonamiento científico —basado en gran parte en el rechazo de todo aquello
que no pueda ser captado por los sentidos físicos— se convirtió en la doctrina
más popular. A varias generaciones de líderes se les enseñó que debían desechar
todo aquello que no pudiera ser comprobado por métodos científicos. Luego
ocurrieron dos guerras mundiales.
Dos generaciones sucesivas vieron cómo
sus padres, abuelos e hijos perdieron la vida en sangrientas batallas en
lejanas partes del mundo, sin que con ello se lograra alcanzar una paz duradera.
Las víctimas civiles también fueron numerosísimas, con la pérdida de decenas de
millones de vidas. Aturdidos ante la destrucción masiva no sólo de vidas
humanas sino de propiedades materiales, muchos perdieron su fe en Dios pensando
que un ser todopoderoso nunca habría permitido semejante maldad y sufrimiento.
Así, en muy pocas generaciones quedaron destrozadas
la creencia en un Dios todopoderoso y amoroso, y la confianza en la Biblia como
Su revelación a la humanidad.
En el mundo moderno, aunque muchas
personas todavía afirman creer en Dios, muy pocas toman en serio sus creencias
hasta el punto de permitir que sean éstas las que rijan sus vidas. La Biblia, a
pesar de ser un perenne éxito de librería, es uno de los libros menos leídos y,
de hecho, muy pocos lo entienden. Muchas personas creen que la Biblia y el
mundo espiritual no tienen nada que ver con ellos ni con sus vidas.
Aunque la religión debería ser una
fuente del entendimiento de Dios y del mundo espiritual, con frecuencia no es
más que otra fuente de confusión y desacuerdo. Por ejemplo, el cristianismo es
la religión más grande de todas, ya que lo profesa la tercera parte de la
población mundial. Pero está dividida en miles de sectas, muchas de las cuales
afirman representar y seguir las verdaderas enseñanzas de la Biblia y del Señor
Jesús.
Por supuesto, nunca en la historia de la
humanidad los cristianos han sido la mayor parte de la población mundial.
Durante los últimos 2.000 años muchas personas han seguido una asombrosa
variedad de dioses, gurús y maestros religiosos. Algunos han creído en el Dios de
la Biblia, otros en varios espíritus buenos y malignos, y otros no han creído
en ningún dios ni en nada del mundo espiritual. Obviamente, todas estas ideas
contradictorias no pueden ser correctas. El Dios de la Biblia no es Dios de
confusión (1 Corintios 14:33). El efecto de tanta división y confusión
religiosa es exactamente lo que uno esperaría de este ser que en la Biblia se
menciona como aquel que “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9). Mucha
gente no cree para nada en el diablo; y muchos de los que suponen que existe no
están seguros de lo que deben creer, ya que tantas enseñanzas religiosas son
confusas y contradictorias.
La mayoría de las personas son muy
sinceras en cuanto a sus creencias. Pero como las creencias de algunos cristianos son
diferentes y se contradicen con las creencias de otros que también afirman ser
cristianos, no pueden estar en lo cierto todos ellos. Muchos son sinceros, pero
están sinceramente equivocados; al igual que el resto de la humanidad, han sido
engañados. Para los que profesan ser cristianos, ¿cuáles son, entonces, las
implicaciones que tienen el engaño de Satanás y la confusión que resulta de
esto?
El Señor Jesús desafió a las personas
que en su época, a pesar de ser sinceras, estaban engañadas: “¿Por qué me
llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). Les advirtió a
Sus seguidores que se mantuvieran alerta ante el engaño religioso. “Mirad que
nadie os engañe” fue su exhortación en Mateo 24:4. El Señor Jesús profetizó que
vendrían dirigentes religiosos que afirmarían representarlo a Él, pero que en
realidad serían impostores que engañarían “a muchos” (v. 5).
En lugar de ser una fuente de
información y de entendimiento acerca de este ser malévolo y perverso —el
espíritu que es enemigo de la humanidad— la religión de hecho ha sido uno de
los recursos más grandes que el diablo ha utilizado para engañar al mundo.
¿Por qué permite Dios que Satanás influya en la humanidad?
Dios es omnipotente, pero le permite a Satanás llevar a cabo
su labor de engaño y de destrucción —dentro de ciertos límites— con un
propósito. Para entender este propósito, veamos un ejemplo del libro de Job.
“Un día vinieron a presentarse delante
de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. Y dijo Jehová
a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la
tierra y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo
Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de
Dios y apartado del mal? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a
Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que
tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han
aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que
tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Dijo Jehová a
Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu
mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová” (Job 1:6-12).
Dios conocía el corazón de Job mejor de
lo que Satanás se imaginaba. Aunque Dios le permitió a Satanás afligir a Job,
el diablo no logró que este varón justo se pusiera en contra de Dios. Sin
embargo, la historia del sufrimiento de Job, por la aflicción que Satanás le
infligió, nos revela mucho acerca de por qué en ocasiones Dios permite que
suframos.
Tal como ocurrió con Job, Dios prueba el
carácter de cada ser humano. Pablo dijo que él se conducía “no como para
agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones” (1
Tesalonicenses 2:4). Moisés les explicó a los antiguos israelitas: “Y te
acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos
cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que
había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos. Y te afligió,
y te hizo tener hambre [una forma de sufrimiento], y te sustentó con maná,
comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber
que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová
vivirá el hombre” (Deuteronomio 8:2-3).
Dios le hace saber a la humanidad —es
decir, le permite aprender—, algunas veces por experiencia propia, que la única forma
de vida que funciona es la que Él revela en las Sagradas Escrituras. Esta
lección no estará completa hasta que la humanidad entera haya aprendido que
“toda palabra” que Dios revela en Sus instrucciones es vital para nuestro
bienestar físico, mental, emocional y espiritual (Mateo 4:4; Deuteronomio 5:29).
Ninguna alternativa al camino de vida de Dios alcanza este propósito ni nos lleva
finalmente a la felicidad.
¿Cómo puede Dios lograr esto con
personas que nacen sin conocimiento ni entendimiento? Pudo habernos creado de
tal manera que sólo obedeciéramos instintos positivos y edificantes. Pero
entonces seríamos autómatas; no tendríamos libre albedrío, ni individualidad,
ni carácter. Esta clase de vida no es la que Dios quiere para nosotros. Él nos
ha creado para que lleguemos a ser miembros de Su familia —para que seamos
hijos e hijas Suyos (2 Corintios 6:18)— capaces de desempeñar grandes
responsabilidades dentro de ésta.
Cuando Dios creó a los primeros seres
humanos declaró el propósito que tenía para el género humano: “Entonces dijo
Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y
señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en
toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios
al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”
(Génesis 1:26-27).
Dios creó al hombre para que fuera como Él,
para que gobernara —ejerciera dominio— sobre la creación. Para poder ejercer
adecuadamente semejante responsabilidad, el hombre debe primero aprender a
discernir el bien del mal, lo bueno de lo malo, lo sabio de lo necio. Para
adquirir la verdadera sabiduría es necesario aprender a tomar decisiones
sabias. Desde el principio Dios nos ha señalado el sendero correcto, pero ha
permitido que los seres humanos tomen decisiones insensatas y se vean expuestos
a los resultados de ellas.
Dios permitió que Satanás, el
archiengañador, entrara en el huerto del Edén y expusiera su perspectiva de la
vida a Adán y Eva. Entonces ellos tenían que tomar una decisión, y decidieron seguir
a Satanás en lugar de a Dios. El trágico engaño de Satanás a la humanidad ha
sido el resultado de ello.
Sin embargo, cuando el Señor Jesucristo
regrese a la tierra, Dios quitará el engaño y comenzará, a gran escala, el
proceso de revertir el daño que Satanás ha causado. Finalmente, no perdurará nada
de la influencia del diablo.
Entonces la humanidad podrá estudiar
durante mil años la trágica historia y compararla con las bendiciones del
gobierno justo del Señor Jesucristo. Dios es quien todo lo gobierna y todo lo
controla, pero ha permitido que Satanás influya en la humanidad por dos motivos
básicos. Primero, Adán y Eva, nuestros primeros padres, escogieron el gobierno
de Satanás en lugar del de Dios. Segundo, Dios quiere que toda la humanidad aprenda
“que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar
sus pasos” (Jeremías 10:23).
Siguiendo las huellas de un dios diferente
La Biblia muestra claramente que las civilizaciones y
sociedades se encuentran bajo la influencia de Satanás. El apóstol Juan escribió
que “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). La totalidad de la
civilización humana ha sido seducida por este astuto ser, quien utiliza engaños
persuasivos y mentiras sutiles.
El resultado ha sido miles de años de angustia,
miseria y sufrimiento humanos. Engañados por sus mentiras, los seres humanos han
adoptado el camino de vida de Satanás, en lugar del camino de vida de Dios. El
resultado de seguir el camino de Satanás, que debido a sus engaños aparece
atractivo y natural para casi todas las personas, es previsible: “Hay camino
que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte” (Proverbios
14:12; 16:25).
El engaño de Satanás es tan completo,
tan insidioso, que la Biblia lo llama “el dios de este siglo” (2 Corintios
4:4). El apóstol Pablo, en el griego en que escribió originalmente sus epístolas,
lo identifica como theos —el dios, aquel
que es adorado— de este eon, esta era,
este período de la historia.
Es tal la magnitud de la influencia de
Satanás sobre la humanidad, que ha logrado que la mayor parte de ella lo siga
sin darse cuenta y lo adore como su dios. Esta es la sorprendente verdad que se
revela en la Biblia. Entender esta realidad nos ayuda a explicar muchas de las
increíbles paradojas que vemos a nuestro alrededor.
Pablo explicó que, debido a la
influencia de Satanás sobre la humanidad, la mayoría de las personas no creen
la verdad de la Biblia. No entienden el evangelio —las buenas noticias— del
plan que Dios tiene para la humanidad. “Pero si nuestro evangelio está aún
encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de
este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les
resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen
de Dios” (2 Corintios 4:3-4).
Dios: El gobernante del universo
Aunque la Biblia identifica a Satanás como “el príncipe de la
potestad del aire” y el gobernante de este mundo (Efesios 2:2; Juan 12:31;
14:30; 16:11), Dios mantiene el control sobre todo como el “Señor del cielo y
de la tierra” (Mateo 11:25). Él le da al diablo bastante campo de acción, pero
tiene y mantiene absolutamente el poder y el derecho de intervenir.
El relato bíblico muestra que en
ocasiones Dios utiliza Su poder para intervenir, pero con frecuencia permite
que las cosas sigan su curso natural. Recordemos que el Señor Jesús le dijo a
Poncio Pilato: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de
arriba…” (Juan 19:11) “El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” es el tema
principal de Efesios 1 (vv. 3 y 17). Su trono es “sobre todo principado y
autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este
siglo, sino también en el venidero; y [hablando de Jesucristo] sometió todas
las cosas bajo sus pies…” (vv. 21-22).
David, antiguo rey de Israel, reconocía
la soberanía de Dios: “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino
domina sobre todos” (Salmos 103:19). “Porque miró desde lo alto de su
santuario; Jehová miró desde los cielos a la tierra” (Salmos 102:19).
El rey gentil Nabucodonosor también
llegó a reconocer las mismas verdades después de que Dios lo humilló durante
siete años: “… bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para
siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los
habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad
en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien
detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:34-35, comparar con 5:21).
Los dos primeros capítulos del libro de
Job muestran la autoridad que el diablo tiene sobre la tierra, y como esto
encaja con la supremacía de Dios sobre todo el universo. Aunque el patriarca
Job sufrió inmensas tragedias debido a las acciones de Satanás, el relato nos muestra
que Satanás no pudo hacer sino únicamente lo que Dios le permitió. Dios siempre
está en control de todo.
Satanás: ¿Un ángel de luz?
Si pudiéramos ver y tener un encuentro con el diablo, cara a
cara, ¿cuál creemos que sería su aspecto? Comúnmente se le muestra en caricaturas
con un traje rojo y un tridente en la mano, o como un espíritu macabro.
Pero nada podría estar más alejado de la
verdad. De hecho, si pudiéramos encontrarnos cara a cara con el diablo, lo
encontraríamos atractivo, encantador y seductor. Aunque realmente es el
príncipe de las tinieblas, se presenta como “ángel de luz” (2 Corintios 11:14).
Satanás es el maestro de la
tergiversación. Es el mejor propagandista del mundo, que ofrece su producto de
una manera tan atractiva y maravillosa que nadie se percata de que es un veneno
mortal. Quiere que sus clientes lo vean como bueno, magnánimo y totalmente digno
de confianza. Y quiere que su producto —el pecado, el rechazo de Dios— parezca tentador
y acogedor, y generalmente tiene bastante éxito.
Satanás nunca presenta el pecado tal
como es en realidad. Nunca presenta las consecuencias; sólo nos presenta lo que
quiere que veamos, algo divertido y placentero. Quiere que nos concentremos en
el placer, en lo que se siente bien o parece bueno en el momento. No quiere que
tengamos en cuenta las funestas consecuencias de nuestras acciones.
La mayoría de las personas han perdido
de vista la conexión real que existe entre la causa y el efecto. Muy poco se
menciona este concepto, y menos se discute. En lugar de ello, lo que vemos es
que las personas quieren algo que pronto alivie sus problemas, dificultades o
tropiezos, una píldora para cada molestia. Casi nunca nos detenemos a pensar en
las consecuencias que nuestras acciones nos traerán a largo plazo. Nuestro
enfoque es muy estrecho e insensato. “No os engañéis; Dios no puede ser
burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas
6:7).
Vivimos en un mundo que presta poca
atención a los resultados que el pecado tiene a largo plazo. No pensamos en las
consecuencias de nuestras palabras y acciones, y constantemente nos sentimos
presionados por una sociedad cuyo fundamento son los parámetros y valores de
Satanás, en lugar de los de Dios.
Debido a la influencia de la cultura que
nos rodea, no es fácil, ni muy popularmente aceptado, seguir principios y
parámetros diferentes, aquellos que Dios ha revelado. Como dijo el Señor Jesús:
“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo,
antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:18-19). El
camino de vida de Dios nunca será popular en esta época.
Sin embargo, la mayoría de las personas están
convencidas de que sus caminos efectivamente le agradan a Dios. Defienden sus prácticas
y creencias religiosas como si fueran algo del total agrado de Dios. Suponen
que la mayoría de las iglesias y de los maestros religiosos que llevan el
nombre de cristianos enseñan la verdad. Pocos se detienen a considerar que el
más grande engaño de Satanás no sólo es mundial, sino que también se ha
infiltrado profundamente en el cristianismo.
Veamos el contexto de las palabras de
Pablo cuando afirma que Satanás parece ser un “ángel de luz”. En 2 Corintios 11:13-15
nos advierte: “Éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se
disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás
se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros
se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras”.
¿Es esto posible? ¿Cómo pueden los que afirman
representar a Cristo ser “ministros” de Satanás, sus siervos, a quienes utiliza
para llevar a cabo el engaño?
El Señor Jesús mismo repetidamente
advirtió acerca de esto. Predijo que muchos se apropiarían de su nombre, pero
lo negarían con sus acciones. Dijo que lo llamarían “Señor, Señor”, pero no serían
fieles a sus enseñanzas (Lucas 6:46). El Señor y Sus verdaderos apóstoles
hablaron de falsos apóstoles, falsos profetas y falsos hermanos. Él advirtió:
“Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre… y a muchos
engañarán” (Mateo 24:4-5, 11-12). Sabía que habría falsos maestros que enseñarían
una versión desvirtuada y corrompida del cristianismo. Este engaño comenzó en
el primer siglo, pues Pablo escribió que algunos ya estaban enseñando “un
evangelio diferente” y que querían “pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas
1:6-7).
Para llevar a cabo este propósito,
Satanás ha utilizado algunas personas para que engañen a otras. Esto es
especialmente cierto cuando están motivadas por sus ambiciones personales de
ser maestros en cuestiones espirituales, pero les falta un entendimiento
adecuado de las Escrituras. Satanás simplemente se aprovecha de este deseo y
seduce a personas susceptibles para que presenten conceptos erróneos acerca de
Cristo; aunque con frecuencia son sinceras, lo único que hacen es ayudarle a
Satanás para que lleve a cabo lo que se ha propuesto.
Para evitar ser influenciados por
Satanás en esta gran labor de engaño, necesitamos estar seguros de que lo que
creemos está firmemente basado en la Biblia.
¿Cómo podemos resistir a Satanás?
Además de identificar los métodos que Satanás utiliza para
engañar a la gente, Dios nos da una guía específica para que podamos resistir
al diablo y su influencia. La Palabra de Dios nos asegura: “Resistid al diablo,
y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Esta promesa, sin embargo, está dirigida
directamente a aquellos que están dispuestos a “someterse a Dios” (mismo
versículo), y le sigue inmediatamente esta exhortación: “Acercaos a Dios, y él
se acercará a vosotros” (v. 8).
¿Cómo, entonces, podemos acercarnos a Dios?
Continuemos con la instrucción: “Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los
de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (mismo versículo). Una vez que
nacemos de nuevo al recibir al Señor Jesús como nuestro Salvador, debemos
esforzarnos por eliminar la forma de pensar de Satanás en nuestras vidas y comportarnos
de un modo diferente.
No olvidemos que Satanás es tan astuto y
poderoso que ningún ser humano puede resistir exitosamente su influencia sin la
ayuda de Dios. Por lo tanto, la clave para resistir al diablo es sincera y
constantemente acercarnos a Dios y permanecer cerca de Él.
El primer paso es permitir que Dios
borre la influencia de Satanás en nuestra mente. Esto se lleva a cabo cuando
reconocemos nuestros pecados y nos arrepentimos de ellos. Esta transformación
es tan impresionante que en las Escrituras se le compara a un volver a la vida después
de estar muertos.
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais
muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro
tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la
potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de
nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos
por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Efesios 2:1-3).
Cuando nos arrepentimos verdaderamente y
nos sometemos a Dios de todo corazón, empezamos a tomar en serio lo que Él dice
y a obedecer Sus instrucciones y mandamientos. Entonces su Palabra, la Biblia,
comienza a limpiar nuestras mentes, lavando nuestros malos pensamientos e
intenciones. Todos los que se arrepienten genuinamente —se rinden de todo corazón
a la voluntad de Dios y reciben el Espíritu Santo— son puestos por el Señor Jesucristo
en Su iglesia.
Ahora veamos el interés que Cristo tiene
por aquellos que hacen esto y cómo es que Él trabaja para quitar toda mala
influencia de sus corazones y mentes: Cristo “… amó a la iglesia, y se entregó
a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento
del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia
gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese
santa y sin mancha” (Efesios 5:25-27). La Palabra de Dios es el instrumento que
Cristo utiliza, por medio del poder del Espíritu Santo, para limpiar la influencia
de Satanás en nuestro pensamiento.
Pero ¿qué podemos hacer para
preservarnos de los intentos que Satanás hará para influenciarnos en el futuro?
Aquí también Dios nos da una defensa: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos
en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios,
para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no
tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la
armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo,
estar firmes” (Efesios 6:10-13).
Enseguida el apóstol nos da una lista de
los elementos específicos de la armadura espiritual que Dios nos ofrece.
Compara la defensa de los siervos de Dios contra la influencia de Satanás con
un cinturón que los rodea: “Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la
verdad, protegidos por la coraza de justicia” (v. 14). Describe su calzado de
combate como siendo “calzados con la disposición de proclamar el evangelio de
la paz” (v. 15). Su escudo es “el escudo de la fe” en Dios y en su Hijo
Jesucristo, “con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del
maligno” (v. 16). Su firmeza y resolución se ven protegidas por “el casco de la
salvación” (v. 17), esa seguridad y confianza absolutas de que los que
perseveren en servir y agradar a Dios confirmarán que tienen vida eterna. El
único elemento ofensivo en toda esta armadura, que pueden utilizar para cortar
de tajo las actitudes y filosofías de Satanás, es “la espada del espíritu, que
es la palabra de Dios” (v. 17). Finalmente, dice Pablo: “Oren en el Espíritu en
todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en
oración por todos los santos” (v. 18; las citas bíblicas en este párrafo son de
la Nueva Versión Internacional).
Estas son las claves esenciales para
superar los esfuerzos de Satanás, quien querrá volver a tener el control sobre
aquellos “que verdaderamente habían huido de los que viven en error” (2 Pedro
2:18).
A medida que nuestro carácter se parezca
más al de Dios, Satanás se sentirá menos cómodo en nuestra presencia, y estará
más dispuesto a huir de nosotros.
Dios y Satanás: Verdad y vida versus mentiras y muerte
El Señor Jesús dijo acerca de Satanás: “… el príncipe de este mundo…
nada tiene en mí” (Juan 14:30). Las Escrituras establecen un marcado contraste
entre Dios y Satanás que nos ayuda a entender mejor las profundas diferencias
que existen entre el carácter, motivaciones, metas y acciones de ambos.
Mucho de lo que sabemos acerca de
Satanás está resumido en su nombre, que significa adversario. Pedro lo llama
“vuestro adversario el diablo” (1 Pedro 5:8). Las acciones y motivaciones de
Satanás son las de un enemigo. El carácter de Dios, en contraste, está resumido
por la palabra amor: “Dios es amor” (1 Juan 4:8, 16).
En Juan 8:43-44 el Señor dice que
Satanás es homicida y mentiroso. De sí mismo dice: “Yo soy el camino, y la
verdad, y la vida” (Juan 14:6). Como engañador y homicida, Satanás es
exactamente lo opuesto de “la verdad y la vida”. El Señor Jesucristo es la
verdad; Satanás es mentiroso. Cristo es la vida; Satanás es homicida, alguien
que quita la vida.
Como podemos ver, las Escrituras nos
muestran que Satanás es totalmente lo opuesto de Dios y del Señor Jesucristo en
sus intenciones, motivaciones y carácter.
Haciendo énfasis en los contrastes,
Pablo hace una serie de preguntas en 2 Corintios 6:14- 15: “… ¿qué compañerismo
tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?
¿Y qué concordia Cristo con Belial?” Hace énfasis en que los caminos de Cristo
y Satanás son completamente opuestos, como el día y la noche, la luz y las
tinieblas (comparar Juan 3:19-21; 8:12; Efesios 6:12).
La esencia del carácter de Cristo está
revelada en Su oración en el huerto de Getsemaní: “Padre, si quieres, pasa de
mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). La
actitud de Satanás es diametralmente opuesta. En lugar de someterse a la
voluntad perfecta de Dios, se convirtió en alguien que sólo quería hacer su propia
voluntad y estaba decidido a hacer lo que quería a toda costa.
Esa actitud hizo que se rebelara en
contra de su Creador, tal como está descrito en Isaías 14 y Ezequiel 28.
Desgraciadamente, Satanás ha tenido un éxito increíble al infundir en la humanidad
esta misma actitud rebelde, egoísta y voluntariosa, con la única excepción de Cristo
Jesús, quien lo resistió perfectamente.
En Apocalipsis 9:11 encontramos otro
marcado contraste. Leemos acerca de un poderoso ejército que, como langostas,
va a atormentar a la humanidad. “Y tienen por rey sobre ellos al ángel del
abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión”, nombres que
significan “destrucción” y “destructor”, respectivamente.
Podríamos decir que “destructor” es lo
que es, y “destrucción” es lo que hace. Estos nombres resumen el carácter de
Satanás, sus metas y propósito; resumen el resultado de todo aquello que él
busca y por lo cual lucha: destrucción absoluta. Si el diablo no puede tenerlo
todo, entonces tratará de destruirlo todo.
Nuevamente vemos un contraste
fundamental. Comparemos a Satanás, el destructor, con Dios, cuyo mayor atributo
es que es el gran Creador. Dios es aquel que crea, construye, hace y da tantas
cosas maravillosas. En cambio, Satanás es aquel que destruye. ¿Qué destruye?
Destruye básicamente todo lo que puede. Leamos Apocalipsis 9 y Apocalipsis 12:7-12;
dondequiera que es mencionado, Satanás está destruyendo, tratando de matar al
pueblo de Dios, luchando contra el Señor Jesucristo, lleno de ira porque sabe
que su tiempo casi se ha acabado.
Después de perder la guerra y de estar encadenado
por mil años, ¿acaso aprende la lección? En absoluto. En Apocalipsis 20:7-10 leemos
que tan pronto es soltado de su prisión se va a engañar a las naciones
nuevamente y a reunirlos para luchar contra Jerusalén. Pero él y todos aquellos
que lo sigan serán aplastados. Finalmente, será aprisionado para siempre sin
poder ejercer ninguna influencia sobre la humanidad. Todos sus esfuerzos habrán
sido inútiles.
Al final, toda obra destructiva que
Satanás haya tratado de lograr en la historia, será revertida. Dios llevará a
cabo su propósito. Esto es muy claro en las Escrituras. Dios tiene el control
absoluto de Su creación y Satanás no puede hacer sino lo que Dios le permite.
Satanás: El gran falsificador
No existe un engañador más grande que Satanás; no tiene rival.
Además de ser un estafador consumado, es también un hábil falsificador.
Veamos las advertencias del apóstol
Pablo a los cristianos en Corinto: “Pero temo que como la serpiente con su
astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la
sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que
el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis
recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis” (2
Corintios 11:3-4).
Aquí Pablo describe tres formas en que
Satanás emplea ingeniosas falsificaciones de la verdad para engañar aun a los
cristianos.
• Primero presenta al Señor Jesús de una
manera bastante diferente de la que está revelada en la Biblia. El efecto es la
creación de otro Jesús, un falso Mesías. Este es el Jesús del que oye hablar la
mayoría de la gente en la actualidad, un Cristo falsificado, diferente del
Jesucristo de la Biblia. Desgraciadamente, la mayor parte del cristianismo tradicional
está basada en este falso Cristo.
• La segunda forma del engaño de Satanás
es que hace ver la demostración natural de las emociones humanas —o, en algunos
casos, la influencia directa de los demonios— como si fueran manifestaciones
del Espíritu de Dios. Cada año se engañan con esto centenares de miles de
personas. Se dejan impresionar por lo que ven o sienten, en lugar de analizarlo
a la luz de los frutos del Espíritu de Dios, tal como aparecen en Gálatas
5:22-23, y de ver si concuerda con la enseñanza de la Palabra de Dios (Isaías
8:20). El verdadero Espíritu Santo es el poder de Dios (Hechos 1:8; 2 Timoteo
1:7), por medio del cual “los que son de Cristo han crucificado la carne con
sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). Ese Espíritu no es la expresión de emociones
humanas o la comunicación con el mundo de los espíritus (demonios); es la Tercera
Persona de la Deidad. Es por medio del poder del Espíritu Santo que “Dios es el
que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses
2:13).
• La tercera forma que Satanás emplea es
la perversión del evangelio del Señor Jesús, que parece ser su recurso más
efectivo para mantener cautiva a mucha gente en su engaño mortal. El señor explicó
que tan pronto como las personas empiezan a responder a la Palabra de Dios, Satanás
trata de quitársela (Mateo 13:18-22). Los métodos de Satanás son poderosos y
efectivos con muchas personas. Por ejemplo, veamos cómo Pablo se lamentaba por
lo que estaba pasando con aquellos gálatas cristianos que habían sido
convertidos como resultado de su ministerio: “Estoy maravillado de que tan
pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir
un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban
y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del
cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea
anatema” (Gálatas 1:6-8).
Sí, la Biblia enseña que hay tal cosa
como otro Jesús, otro espíritu y otro evangelio. Leamos nuevamente este pasaje:
“Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos
sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si
viene alguno predicando a otro Jesús
que el que os hemos predicado, o si recibís otro
espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis”
(2 Corintios 11:3-4).
Tómese
en cuenta que Pablo les escribe estas palabras a creyentes que habían recibido al verdadero y único Cristo como Señor y
Salvador de sus vidas, y que por lo tanto habían recibido el verdadero evangelio y el
verdadero y único Espíritu Santo. Pero esto no era suficiente en el momento
actual: porque estaban en peligro de extraviarse “de la sincera fidelidad a Cristo” por “tolerar” que
se les presentara a otro Jesús,
otro espíritu y otro evangelio.
¿No
es la palabra “tolerancia” la que caracteriza a la época y al cristianismo
actual?
-----------