Saturday, December 13, 2025

CAMINO A EMAÚS




Los eventos en el camino a Emaús se relatan en Lucas 24:13-35. 

En este capítulo final del Evangelio según Lucas, leemos sobre dos discípulos del Señor Jesús (Cleofás y otro no identificado) que iban caminando de Jerusalén a Emaús el mismo día en que el Señor resucitó. Mientras iban conversando por el camino, se les unió un extraño: Era el Señor Jesús resucitado, aunque ellos no lo reconocieron. El hombre les preguntó: 

“¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?” (Lc 24:17).

“Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.  Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron”  (Lc 24:18-24).

Los dos discípulos estaban sorprendieron de que el hombre no supiera lo que había ocurrido recientemente y que tenía a toda la ciudad de Jerusalén alborotada. Entonces le contaron sobre la crucifixión de Jesús y el informe de la tumba vacía. El Señor respondió: 

¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lc 24:25-27).

Mientras caminaban, el Señor Jesús les enseñó lo que el Antiguo Testamento había predicho acerca de Él. Al llegar a Emaús esa tarde, los dos discípulos se detuvieron junto a su morada, e invitaron a comer al Señor Jesús y a acompañarlos. Él accedió, y al estar sentados con ellos a la mesa, tomó el pan para partirlo y bendecirlo: 

Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón” (Lc 24:31-34).

En el camino a Emaús, el Señor Jesús dio una lección sobre las profecías del Antiguo Testamento que se cumplieron en Su muerte y resurrección. ¡Qué lección habrá sido esa! El Autor del Libro explicando Su obra, conectando las Escrituras con los eventos que los mismos discípulos acababan de vivir.

La reacción de los discípulos ante la enseñanza del Señor fue de profunda convicción respecto a la verdad de lo que Él decía. 

“¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lc 24:32). 

Sus ojos físicos estaban velados para no reconocer al Señor resucitado, pero los ojos espirituales se les iban abriendo a medida que Él les explicaba las Escrituras.

Luego de este relato, el Señor Jesús se aparece a los demás discípulos, disipando toda duda de que Él había resucitado. El Señor había prometido que se manifestaría a los que le aman (Jn 14:21), y eso es exactamente lo que hace en el camino a Emaús.

La historia de los discípulos en el camino a Emaús es importante por muchas razones. Enfatiza el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento sobre el Señor, aporta evidencia de otra aparición del Jesús resucitado y refuerza el testimonio de muchos testigos oculares. Lucas 24:13-35 suele verse como un modelo del recorrido que el Señor hace con muchos de nosotros hoy: Abre nuestros ojos, nos dirige a la Palabra y se revela en nuestro caminar como el Salvador y Señor resucitado.

Los discípulos habían creído que Jesús era el Mesías de Israel, y que sería recibido con honor por parte de los líderes religiosos que tanto habían hablado de Él en sus prédicas y enseñanzas. En cambio, lo rechazaron; conspiraron contra Él para matarlo y, finalmente, lo arrestaron y lo entregaron a los gobernantes romanos con falsas acusaciones de sedición contra la autoridad legítima de Roma sobre Israel. El juicio fue ilegal, clandestino, echo entre gallos y medianoche. El que había sido proclamado como Mesías, fue escupido, golpeado, azotado por los soldados romanos y sentenciado a la peor de las muertes destinada para los delincuentes de los estratos más bajos de la sociedad. Desfigurado y ensangrentado estuvo clavado en la cruz alrededor de seis horas. El sol se oscureció a mediodía. La tierra quedó cubierta de oscuridad. Finalmente, cuando murió, hubo un terremoto que rompió grandes rocas en pedazos y el velo del templo se rasgó de arriba hacia abajo. Los discípulos se dispersaron. Cleofas y su amigo iniciaron el camino de vuelta a su aldea cabizbajos, confundidos, entristecidos. Todos sus sueños se habían hecho añicos en unas horas. ¿Habían sido unos ilusos? ¿Era posible que el hombre se opusiera a Dios, y prevaleciera? ¿O había sido ese Jesús sólo un impostor? Y si había sido un impostor, ¿cuál había sido la fuente de todos sus milagros? ¡Había resucitado a dos muertos y sanado a leprosos, ciegos y paralíticos! ¡Había expulsado demonios! ¡Había alimentado a multitudes en el desierto con sólo unos panes y peces! ¿Había transformado el agua en vino! ¡Había calmado tempestades y caminado sobre las aguas! ¿Había sido todo una ilusión?

Tal vez tú te encuentres hoy en un camino similar al de Emaús. Deberías estar en Jerusalén, enterándote de primera mano acerca de la resurrección del Señor, pero la fuerza de los acontecimientos de abrumó. Tu fe y tus esperanzas se rompieron al chocar contra el muro de la insuperable realidad, y ahora sólo quieres volver atrás, dejar en el pasado lo que habías creído serían los mejores días de tu vida, y olvidarlo todo. Volver a empezar, pero esta vez con un indiferente encogimiento de hombros, sin fe, sin esperanza; sólo la insípida realidad del día a día, hasta la muerte, hasta que todo se acabe, ¡qué más da! Nunca más volverás a creer. Nunca más volverás a ilusionarte con nada, con nadie. La vida de las mascotas es envidiable: comer, dormir, volver a comer; sin sueños, sin futuro, el eterno presente, hasta que deja de serlo. 

¿Esa es la plática que tienes con tu corazón? ¿No crees que pueda volver arder dentro de ti, mientras el Señor te habla en el camino, y te abre las Escrituras? 

El Señor ha prometido manifestarse a los que le aman (Jn 14:21), y eso es exactamente lo que hizo en el camino a Emaús dos mil años atrás, y está dispuesto hacerlo de nuevo hoy, para ti. Toma las Escrituras, y pídele que te las abra. Tu camino de regreso a Jerusalén es claro, si tan solo das el primer paso.

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Friday, December 12, 2025

LA MANO DILIGENTE SEÑOREARÁ



Mete el perezoso su mano en el plato; se cansa de llevarla a su boca” (Pr 26:15).

Audio

Salomón ridiculizó a los perezosos a menudo en el libro de Proverbios. En este proverbio, el Espíritu Santo describe a alguien que es tan perezoso que ni se lleva el tenedor a la boca para comer. Dios le dio a este refrán ameno y sabio un hermano gemelo (Pr 19:24). ¿Valoras la sabiduría de Dios lo suficiente como para despreciar a los perezosos y su holgazanería?

Como no trabajará duro para comer, Salomón ridiculiza al perezoso diciendo que le aflige incluso el esfuerzo de comer. Sus manos están ociosas, pero sus labios están en constante movimiento, justificándose a sí mismo ante cualquier necio que lo escuche (Pr 26:13-16).

El trabajo duro es piadoso, necesario y requerido. Dios puso a Adán en el Edén para trabajar en el Jardín, incluso antes de que el pecado entrara en el mundo (Gn 2:15). Pero, después de pecar, el trabajo se convirtió en parte del castigo de la vida del hombre (Gn 3:17-19,23). 

Sin un trabajo arduo, constante y necesario, el hombre no llegará a nada en la vida (Pr 10:4; 13:4; 19:15). Dios ha ordenado que los perezosos sean excomulgados de las congregaciones y que se mueran de hambre si no quieren trabajar (Pr 20:4; 2 Ts 3:6-14).

Dios te dio manos para algo más que jugar con tu celular. Tus dos juegos de cinco dedos son las herramientas más productivas jamás diseñadas en este planeta. Con ganas, esfuerzo y un poco de entrenamiento, pueden coser un botón por minuto, ensamblar diez piezas simples por minuto, escribir cien palabras por minuto y clasificar muchas frutas por minuto. Tus manos son increíbles. Pueden golpear con martillos de fierro o danzar sobre las teclas de un piano. ¡Ponlas a trabajar!

Como tus manos son tus herramientas más valiosas, Salomón a menudo se refirió a ellas. La mano negligente te empobrecerá, pero una mano diligente te enriquecerá (Pr 10:4). La mano diligente señoreará (Pr 12:24). La mujer virtuosa tiene manos incansables (Pr 31:13,16,19-20,31). Cualquiera que sea el trabajo que tengas, la orden del cielo es hacerlo según tus fuerzas (Ec 9:10).

El deseo mata al perezoso, porque sus manos se niegan a trabajar para conseguir lo que quiere (Pr 21:25-26). Los perezosos cruzan las manos y se quedan en la cama unos minutos más para su propia destrucción (Pr 24:33). El necio junta sus manos y arruina su vida (Ec 4:6). Y una mujer puede destruir el patrimonio familiar con manos perezosas (Pr 14:1; Ec 10:18).

“Las manos ociosas son el taller del diablo”, dice el refrán popular, que significa que quienes no están ocupados con tareas productivas son más propensos a meterse en problemas y pecar, porque el aburrimiento abre la puerta a pensamientos negativos y acciones condenables, lo que esencialmente le da al diablo un lugar donde trabajar. Es una advertencia para mantenerse ocupado con actividades significativas y edificantes, como difundir la palabra de Dios y ayudar a los demás de esta manera, porque ¿qué puede ayudar más a alguien que entender bien y poner por obra la palabra de Dios? (Lc 4: 4; Dt 8:3). 

La ociosidad es la madre de todos los vicios, es otro dicho popular que advierte que el tiempo libre mal empleado conduce a un mal proceder. Su gemelo opuesto es: Negocio acaba en ocio, pero ocio no acaba en negocio, que resalta el hecho de que el trabajo lleva al descanso, pero el descanso sin trabajo no produce nada. Otro muy conocido es: Al ocio no hay vicio que no le acompañe, reforzando la idea de que la falta de actividad productiva atrae problemas. 

¿Qué tienes que hacer hoy? ¡Hazlo con todas tus fuerzas! La diligencia en sus responsabilidades es uno de los sellos distintivos de los verdaderos creyentes (Ro 12:11; 1 Ts 4:11-12). Muéstrale a tu Creador y Padre en el cielo una ética de trabajo piadosa, y avergüenza a los cristianos carnales y mundanos que tienen manos ociosas. Es fácil superar a la mayoría de los trabajadores de hoy simplemente recordando la lección de este proverbio.

¿Cuándo fue la última vez que utilizaste tus manos para abrir las páginas de la Biblia, para hacer clic en ese sitio cristiano en la internet que necesita tu apoyo, o para orar fervientemente por tu alma y las almas de tus seres queridos? ¡Ponlas a trabajar hoy!

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THE GLOBAL REBELLION




The global rebellion against the created reality of male and female is foretold in the following prophecy: 

“Why do the heathen rage, and the people imagine a vain thing? The kings of the earth set themselves, and the rulers take counsel together, against the LORD, and against his anointed, saying, Let us break their bands asunder, and cast away their cords from us. He that sitteth in the heavens shall laugh: the Lord shall have them in derision. Then shall he speak unto them in his wrath, and vex them in his sore displeasure” (Psalm 2:1-5). 

The “bands” and “cords” refer to God’s holy laws against which man has rebelled. Consider Genesis 1:27: 

“So God created man in his own image, in the image of God created he him; male and female created he them”. 

The global unisexual, homosexual, and transsexual movements are blatant renunciations of God’s law. If they could, rebellious mankind would charge God Himself with vilification, but God will do the final judging, not man. Christ will sit on the throne of this world, judging in righteousness, and nothing can stop it. 

“Yet have I set my king upon my holy hill of Zion. I will declare the decree: the LORD hath said unto me, Thou art my Son; this day have I begotten thee. Ask of me, and I shall give thee the heathen for thine inheritance, and the uttermost parts of the earth for thy possession. Thou shalt break them with a rod of iron; thou shalt dash them in pieces like a potter's vessel” (Psalm 2:6-9). 

In the mean time, the gracious God is giving all men an opportunity to be saved through faith in Jesus Christ, as the rest of this amazing prophecy says. 

“Be wise now therefore, O ye kings: be instructed, ye judges of the earth. Serve the LORD with fear, and rejoice with trembling. Kiss the Son, lest he be angry, and ye perish from the way, when his wrath is kindled but a little. Blessed are all they that put their trust in him” (Psalm 2:10-12).

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Thursday, December 11, 2025

DE AQUELLOS POLVOS, ESTOS LODOS




“Como la puerta gira sobre sus quicios, Así el perezoso se vuelve en su cama” (Pr 26:14).

Audio

¿Cómo gira una puerta sobre sus quicios? Se mueve cuando la abres y la cierras, pero permanece siempre en el mismo lugar. El quicio es la parte de la estructura (el marco o el suelo) en la que se inserta el espigón de la puerta, permitiendo que gire y se mueva. Sirve como soporte y eje de movimiento para las puertas que no tienen bisagras convencionales, como las de cristal que giran sobre un eje anclado al suelo y el techo. Así los perezosos acostados en la cama giran de un lado a otro, pero sin levantarse para hacer nada productivo (Pr 26:13-16).

He aquí un maravilloso proverbio con un gran símil para condenar a los holgazanes que les gusta dormir demasiado. Un símil es una comparación explícita entre dos cosas, establecida claramente mediante el uso de nexos o palabras comparativas. “Como”, “tal como”, “semejante a”, “igual que”, son los enlaces verbales que unen el término real con el figurado para hacer la imagen verbal más vívida y comprensible. Como una puerta gira de un lado a otro sin ir a ninguna parte, así son los perezosos que se quedan en la cama sin ir a ningún lado.

¿Quién es un perezoso? Es un hombre que es lento, flojo, que resiente la acción o el esfuerzo, que es ocioso e indolente. Su nombre es correcto, pues existe un mamífero en los bosques de Centro y Sudamérica que se llama perezoso, el cual se mueve muy lentamente y muchas veces permanece en la misma posición por largos períodos de tiempo, tal como el perezoso humano de este proverbio.

Salomón escribió principalmente a los jóvenes, incluido su hijo (Pr 1:4,8). Sabía por inspiración de Dios y observación de la vida que los jóvenes tienden a dormir más tiempo del necesario, así que escribió varios proverbios en contra de este mal hábito (Pr 6:6-11; 19:15; 20:13; 23:21; 24:30-34). Demasiado sueño llevará a un hombre a la pobreza, por lo que ridiculizó el exceso de sueño comparándolo con una puerta que gira sobre sus quicios.

¿Cuál es la cura para el amor por el sueño? ¡El hambre! (Pr 20:4; 2 Ts 3:10) Privar a un joven de comida lo pondrá a trabajar. En la juventud, su apetito y metabolismo son los más altos que alguna vez tendrá. Un padre puede enseñarle fácilmente a su hijo a levantarse temprano por la mañana. Hoy en día la mayoría de los padres miman la pereza de sus hijos, enseñándoles así que la pereza es aceptable y sin costos dolorosos. Tarde en la vida aprenderán en carne propia el significado del dicho: De aquellos polvos, estos lodos

Los perezosos se encaminan a la pobreza, a menos que cambien drásticamente sus hábitos (Pr 6:11; 19:15; 20:13; 23:21; 24:34). Cuanto más duerme una persona, más necesita dormir pues su metabolismo se ralentiza y rápidamente experimenta el catabolismo de la fuerza muscular, lo que puede llevar a la pérdida de masa muscular si el cuerpo comienza a degradar tejidos propios para obtener combustible. Los militares todavía saben cómo convertir a los niños mimados en hombres duros, ¡y no es dejándolos dormir hasta tarde! Si bien los primeros días de levantarse temprano pueden ser incómodos, este buen hábito se puede consolidar rápidamente en la vida de un joven.

Hay más en este proverbio que solo una condena del exceso de sueño. Salomón también condena la actitud, las acciones y el carácter de las personas perezosas al mencionar sus hábitos de sueño. Un perezoso hará cualquier cosa con poca diligencia. Conversará mucho, tomará descansos, marcará el paso, se demorará para comer, se distraerá fácilmente, se preocupará innecesariamente por los detalles y hará las cosas más fáciles muy lentamente, para no verse obligado a enfrentar una tarea que requiera esfuerzo de verdad.

Los jóvenes de hoy con el beneficio de la internet y los teléfonos móviles, tienen un problema adicional al exceso de sueño, pueden volverse adictos a todas las entretenciones nefastas que tienen al alcance de su mano y que les roban el tiempo y la energía aún más agresivamente que las sábanas. Al usar estos dispositivos electrónicos hasta altas horas de la noche y durante todo el día, están considerablemente más agotados por la mañana que los jóvenes del pasado que tenían poco o nada que hacer después del atardecer. Joven, sé sabio y odia todo lo que te impida levantarte temprano todos los días, con tu mente y fuerza renovadas, para dedicar las primeras horas del día a la oración y la palabra del Señor, porque más tarde no tendrás ni tiempo ni concentración.

Si eres perezoso espiritualmente, también sufrirás pobreza espiritual con la misma seguridad con que el holgazán para el trabajo experimentará pobreza financiera. Es el hombre que busca la sabiduría como un tesoro escondido, con intensos y persistentes esfuerzos, el que la encuentra (Pr 2:4; 18:1). Ella no viene a él. Él debe buscarla (Pr 2:4-6). Debes escuchar las predicaciones con gran cuidado y discernimiento (Lc 8:18), y debes hacer esfuerzos diligentes para confirmar y entender que lo que escuchas sea noble y correcto (Hch 17:11; 1 Ts 5:21). ¿Eres capaz de levantarte y buscar al Señor temprano para encontrarlo? (Pr 8:17) Acércate a Dios, y Él se acercará a ti (Stg 4:8)

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Wednesday, December 10, 2025

EL LEÓN ESTÁ EN EL CAMINO




“Dice el perezoso: El león está en el camino; el león está en las calles” (Pr 26:13).

Audio

¿Hay un león en tu camino? ¿En tus calles? ¿Cuál es tu excusa para no trabajar diligentemente y con éxito en la obra que el Señor te ha asignado? 

Salomón escribió este proverbio para burlarse y ridiculizar las excusas que dan los perezosos para evitar trabajar duro y completar tareas (Pr 22:13).

Los perezosos siempre tienen una excusa por la que no comienzan ni terminan un trabajo a tiempo. Sus excusas son tan tontas como afirmar que un león les impide salir a la calle. El perezoso es tan obstinado que tratará de justificar su comportamiento incluso ante siete que sepan aconsejar (Pr 26:16).

No hay duda de que el león es un animal temible. Se le llama el rey de las bestias con muy buenas razones. Dios inspiró a Agur para que escribiera que un león no se vuelve atrás por nada (Pr 30:30). Su belleza es la gran fuerza que exhibe y la valentía con la que se comporta, las que se ven principalmente en el león macho por su tamaño mucho mayor y su apariencia majestuosa. Su cabeza y melena son gloriosas. Es un espectáculo hermoso y aterrador de contemplar.

Un león macho es terrible. Puede crecer hasta metro y medio de largo y de altura, y puede llegar a pesar trescientos kilos. Un león promedio tiene un salto vertical de cuatro metros y puede correr a más de 64 km/h en distancias cortas. La parte delantera de su cuerpo es tan fuerte que puede derribar a una cebra y romperle el grueso cuello con sus poderosas mandíbulas. Su rugido puede escucharse a una distancia de hasta 8 kilómetros en terrenos abiertos y a unos 3 kilómetros en zonas boscosas, especialmente durante la noche. No querrías toparte con un león en el camino.

Pero el proverbio no tiene un león real a la vista. Es solo la excusa de un perezoso para justificar su pereza y la falta de trabajo comenzado o terminado. Si no usara un león como excusa, usaría el frío (Pr 20:4; 22:13). Usará cualquier cosa que pueda inventar para excusar su pereza. Prefiere su cama caliente, donde puede dormir rotando como pollo al espiedo hasta la hora del almuerzo (Pr 20:13; 24:30-34; 26:14).

Profecía autocumplida. El perezoso se topa con muchas dificultades en su débil intento por trabajar. Su actitud convierte los meros desafíos en catástrofes insuperables (Pr 15:19; 19:15). Y, por si fuera poco, Dios sopla contra Él, porque no puede tolerar la pereza (Pr 6:6-11). La vida es difícil para el perezoso. Se engaña a sí mismo pensando que los hombres exitosos la tienen fácil.

Los justos no le temen al león ni a los obstáculos en el camino, y ciertamente no los inventan. Confían en el Dios vivo, quien los ayudará a lograr cualquier cosa que se propongan hacer. Caleb, quien escuchó a Israel desear volver a Egipto debido a los “gigantes” de Canaán, esperó 45 largos años hasta que él mismo pudo enfrentarse a esos “gigantes” (Jos 14:6-15).

La cura para los perezosos es el hambre (Pr 20:4; 2 Ts 3:10). Cualquier hombre trabajará duro cuando su vientre está vacío, incluso el perezoso (Pr 16:26). El león desaparece cuando se tiene suficiente hambre. Aprende una parte importante de la caridad cristiana: Al perezoso no se le debe ayudar económicamente. Si lo alimentas, eres cómplice de su pecado (Pr 18:9). Este proverbio popular ilustra la enseñanza de Salomón al respecto: Dale un pez a un hombre y comerá hoy; enséñale a pescar y comerá el resto de su vida. No le des dinero al perezoso, dale trabajo para que aprenda a ganarse el pan.

Aplica la lección a ti mismo. ¿Qué deberías estar haciendo que no estás haciendo? ¿Dónde está el león en tu vida? ¿Qué proyecto u obra importante te intimida? No hagas de un grano de arena una montaña. Pon el pie fuera de tu zona de comodidad y haz lo que tengas que hacer. El Señor bendice a los diligentes.

Aplica la lección espiritualmente. Pedro nos advierte que debemos ser sobrios y estar alerta porque nuestro enemigo, el diablo, “anda como león rugiente, buscando a quien devorar” (1 P 5:8). Como creyentes, enfrentamos una guerra espiritual constante, y Satanás usa tentaciones, engaños y desánimo para desviarnos, por lo que debemos tener una mente clara (sobria) y ser vigilantes (estar alerta) para resistir sus ataques y mantenernos firmes en la fe. Es un llamado a la madurez espiritual para enfrentar los desafíos de la vida cristiana con sobriedad y atención, sabiendo que hay un enemigo espiritual que busca destruirnos, pero sabiendo también que Dios nos da la fuerza para resistir si se lo pedimos oportunamente (He 4:16).  

El león acechó al Señor en el camino que Él tuvo que transitar (1 P 5:8). Pero Él no se quejó, no se intimidó ni puso excusas para no hacer el horrible trabajo que el Padre le había asignado. Fue a la cruz y murió como el Sustituto del pueblo que Dios le había dado para redimir. El Señor Jesús triunfó gloriosamente sobre el león que lo acosó durante toda Su vida terrenal, y triunfó definitivamente sobre él en Su muerte y resurrección (Mt 4:1-11; Jn 14:30; Ro 8:37; Col 2:15; He 2:14; 1 Jn 3:8). Dale la gloria debida a Su nombre, e imita Su ejemplo.

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Tuesday, December 9, 2025

SANGRE, SUDOR Y LÁGRIMAS




“¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él” (Pr 26:12).

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¿Hay alguien peor que un necio? ¡Sí, una persona orgullosa que piensa que tiene la razón! Un necio es estúpido, pero puede aprender algunas cosas si se propone cambiar. Hay pocas esperanzas de que un hombre orgulloso pueda ser corregido. ¿Cómo lo ayudarás? Está convencido de que está en lo correcto.

La autoconfianza y la justicia propia no son sólo condenables sino condenatorias. Encierran a una persona en la presunción de su propio corazón engañado, porque no puede imaginar que sus ideas y pensamientos puedan estar equivocados. Arrogantemente ignora y rechaza los consejos, sin importar cuán dignos de consideración sean. La protección contra la falsa seguridad de tal locura es desconfiar humildemente de uno mismo.

Un necio a secas solo tiene un obstáculo para la sabiduría: la ignorancia. El necio engreído tiene dos: ignorancia y autoengaño. Primero debe aprender que no sabe nada, que es la lección más dura en la escuela de la sabiduría, y por lo general sólo se aprende con sangre, sudor y lágrimas. Cuanto más confíe un hombre en su error, más peligrosa es su condición.

El Señor quiere que consideres a tales personas. Puedes aprender observando a estos miserables orgullosos y altivos. Asumen que son sabios y, por lo tanto, nunca lo serán. Ni siquiera saben qué es la verdadera sabiduría, y mucho menos tienen el espíritu y los medios que se necesitan para obtenerla.

La presunción es una opinión alta y altiva de ti mismo y de tus habilidades. Es orgullo y arrogancia. Es ser infatuado (2 Ti 3:4). Es lo que condenó al diablo (1 Ti 3:6), quien se tuvo en tan alta estima que quiso ser igual a Dios (Ez 28:2,6,9).

Este proverbio es sobre el envanecimiento. Una vez que crees que eres un gran pensador y que por lo general tienes la razón acerca de todo, ¿quién te convencerá de lo contrario? Te acuestas y te levantas con el mismo pensamiento: tus opiniones son mejores que las de los demás. Estás irremediablemente engañado.

La cura es admitir humildemente que ahora sabes poco más de lo que sabías cuando eras un bebé y que dependes totalmente de Dios y Su palabra para aprender cualquier cosa de valor. La lección de sabiduría de este proverbio es identificar a los sabios en su propia opinión, y evitarlos. No tienen remedio, así que no pierdas tu tiempo tratando de enseñarles algo. Aléjate de ellos (Pr 22:10).

La única verdad absoluta en el mundo es la Biblia, pero las personas engreídas no pueden ceder terreno ni siquiera ante ella. Se han convencido a sí mismos de que la Biblia es tonta, irremediablemente anticuada o escrita por fanáticos religiosos. Si dicen que creen en ella, argumentarán que todos los demás la malinterpretan: solo ellos entienden verdaderamente la mente de Dios. Aman tanto sus propios pensamientos que no aceptarán la corrección de Dios o de Sus enviados.

Considera cómo los educadores, los medios de comunicación y las celebridades cumplen este proverbio. Su presunción envanecida por la academia, el poder de influir sobre la opinión pública y su estatus social hace que desprecien y rechacen la verdad. Dios los ha cegado incluso a la sabiduría más básica y elemental, como sus vidas disfuncionales lo prueban a los observadores entendidos (1 Co 1:19-20; 3:18-20).

Alucinan en sus mentes orgullosas creyendo que los hombres descienden de los monos que se crearon por obra y gracia de las amebas que a su vez fueron creadas por una explosión accidental de gases cósmicos. ¡Qué sabiduría! ¡Qué gloria! El Dios del cielo ridiculiza su pensamiento como “palabras profanas y vanas” y “falsamente llamada ciencia” (1 Ti 6:20). Hacen de la ciencia su presunción y de la presunción su ciencia. Son necios sin ninguna esperanza.

Pero al Dios Altísimo no le hace gracia su arrogante estupidez. Él se ríe de su ignorancia y del juicio venidero, pero no le divierte su rechazo de la verdad que Él ofrece (Sal 2:4-5; 37:13; Pr 1:24-27). Por eso oscurece sus corazones y les quita hasta el sentido común para que cometan actos abominables unos con otros como el pago que considera justo por su rebelión contra Él.

Los pone por debajo de las bestias brutas para que se contaminen sexualmente unos con otros (Ro 1:18-27). Los justos estarán de acuerdo con Pablo en que su perversión sexual es una recompensa adecuada por cambiar la verdad por la mentira. ¿Están avergonzados? ¡De ninguna manera! Se envanecen en su razonamiento y su necio corazón. Profesando ser sabios, se hacen necios. Y esto lo glorifican, lo promueven y lo protegen (Pr 5:23; 26,11; Sal 49:13). No pueden comprender que ya han sido juzgados y maldecidos por su Creador.

La primera lección de este proverbio es identificar a tales personas. Cuando te encuentras con necios, reprendes su insensatez para que no se envanezcan (Pr 26:5). Pero cuando te topas con necios ya envanecidos e infatuados, debes dejarlos para que se diluyan en sus fantasías perversas (Pr 26:4; 9:7-8). Prestarles atención, darles honor o debatir con ellos, es totalmente improductivo y hasta peligroso (Mt 7:6). Deja que el ciego guíe al ciego al hoyo al cual pertenecen (Mt 15:14).

A los niños se les debe enseñar desde la infancia que no saben nada de valor real y espiritual, y que los adolescentes saben menos. No te preocupes por su autoestima, porque al nacer a todos se les dio una doble porción de parte del demonio (2 Ti 3:2). Vinieron a este mundo chupándose los dedos del pie, y no habrán avanzado mucho más allá de eso antes de llegar a los treinta. Enséñales que la actitud humilde de reconocer su propia ignorancia es necesaria para comenzar a dar pasos hacia la verdadera sabiduría, la cual está a la vuelta de la esquina para el que admite que no sabe nada. Sólo a este hombre se le puede enseñar algo, porque tiene el corazón bien dispuesto.

A los niños se les debe enseñar que solo la Biblia tiene la verdad y la sabiduría absolutas, y solo los padres y las personas piadosas tienen sabiduría que vale la pena escuchar. Se les debe enseñar que las estrellas de rock y del cine, los atletas y los seudo-intelectuales de hoy son peores que los babuinos, porque los babuinos no tienen una agenda de odio y rebelión hacia Dios, ni hacia la autoridad y la justicia que Él ha instituido en la tierra.

La segunda lección que enseña el proverbio es: evitar ser uno mismo un necio sin remedio. Pablo advierte: 

“No seáis sabios en vuestra propia opinión” (Ro 12:16). 

Debes imitar a Salomón, quien le dijo al Señor: 

“Soy joven, y no sé cómo entrar ni salir” (1 R 3:7). 

Debes ser como David, que dijo: 

“Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí” (Sal 131:1).

Cultiva la humildad y una baja opinión de ti mismo y tus propios pensamientos. Esta actitud te salvará de muchos problemas en la vida. Tiembla ante la palabra de Dios y cultiva un espíritu quebrantado y humilde (Is 57:15; 66:2; Stg 4:10). No confíes en ti mismo ni en tu propia opinión. Sospecha de todos los motivos de tu corazón. Cuestiona todas tus opiniones. Somete cada una de tus ideas a las Sagradas Escrituras. Odia todos los pensamientos vanos, especialmente los tuyos (Sal 119:13; Jer 17:9).

Si te imaginas que sabes algo, aún no sabes nada como debes saberlo (1 Co 8:2). No te engañes a ti mismo; si te crees sabio, hazte ignorante, para que llegues a ser sabio (1 Co 3:18). Cuida que el conocimiento no te envanezca, sino que con caridad edifiques a otros (1 Co 8:1). Con esta mentalidad, la verdadera sabiduría te será fácilmente otorgada.

La tentación de violar este proverbio es grande:

“Todo camino del hombre es recto en su propia opinión” (Pr 21:2; 16:2, 25). 

La seguridad genuina radica en permitir que la Palabra infalible de Dios derribe argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando pronto para castigar toda desobediencia, cuando tu obediencia sea perfecta (2 Co 10:5-6; Sal 119:128; Is 8:20). 

¿Cómo sabes, hombre vano, que no es pura mentira lo que tienes en tu mano derecha? (Is 44:20) Ilumina permanentemente tu corazón con la luz de las Escrituras inspiradas de Dios y aprende a rechazar categóricamente cualquier insensatez propia y ajena.

Estima la seguridad que proporciona una multitud de buenos consejeros (Pr 11:14; 15:22; 24:6). Pero el escarnecedor no será conmovido ni aun por el sabio razonamiento de siete justos (Pr 26:16). No importa lo certero de las razones, él inventará todo tipo de excusas para justificarse. Esta obstinación es un mal terrible que debes evitar en ti mismo, evitando a su vez a todos los infectados por él.

Un hombre ligero en sus palabras es peor que un necio (Pr 29:20), porque su único deseo es vomitar su ignorancia en los oídos de los demás (Pr 15:28). Ama más escucharse a sí mismo que aprender algo de los demás. Los hombres ricos también tienden a ser sabios en su propia opinión (Pr 28:11), porque han logrado cierto éxito y pueden salvarse de la mayoría de los problemas que afligen a los pobres. Observa a estas dos clases de hombres, y aprende.

También debes cuidarte de adormecerte en una  falsa seguridad espiritual. El Señor reprende severamente a la iglesia de Laodicea por su altiva opinión de sí misma, y le advierte en cuánto a lo que necesita hacer y acerca del peligro del juicio inminente en que está si no lo hace (Ap 3:17-22). Debes prestar mucha atención a lo que el Espíritu le dice a esta iglesia y desechar cualquier idea de autocomplacencia espiritual.

La justicia propia es humo en el furor del Señor, fuego que arde todo el día (Is 65:5). Es el hermano mayor resentido por la celebración en honor del hijo que estaba muerto (Lc 15:25-32). Es cualquier pensamiento de que no eres el primero y más grande de los pecadores (1 Ti 1:15).

El Señor Jesús ridiculizó al fariseo arrogante que oraba consigo mismo alabándose por su superioridad sobre el publicano (Lc 18:9-14). Reprendió a los arrogantes fariseos al revelarles que justamente los publicanos y las rameras iban delante de ellos al reino de Dios (Mt 21:31). No hay nada más peligroso para la salvación de tu alma que la vanidosa justicia propia. Ódiala con un odio ferviente y perfecto. 

El pecador arrepentido que viene al Señor Jesús desamparado, desnudo y humillado, será recibido en la gloria eterna. Los engreídos, los presumidos, los vanidosos, los arrogantes, los soberbios, los altivos, los jactanciosos, los que buscan atención y alabanza, los pregoneros de sus buenas obras, los que mienten desde el pulpito... serán expulsados. 

Haz tuyas, de corazón, las palabras del malhechor que fue crucificado junto al Señor en el Gólgota: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lc 23:42). ¿Qué le respondió el que había dicho: “Al que a mí viene, no le echo fuera”? (Jn 6:37). 

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