Wednesday, June 25, 2025

EL SIGNIFICADO DE LA SANGRE DE CRISTO




Todo el Antiguo Testamento, todos los libros, apuntan hacia el Gran Sacrificio que iba a venir: la entrega sacrificial que Jesús hizo de Su propia vida a favor nuestro. 

Levítico 17:11 es la declaración central del Antiguo Testamento sobre el significado de la sangre en el sistema de sacrificios. Dios, hablando a Moisés, declara: 

Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.

La definición de “ sacrificio” es la ofrenda de algo valioso por una causa o un motivo. Hacer expiación es satisfacer a alguien o algo por una ofensa cometida. El versículo de Levítico se puede leer más claramente ahora de esta manera. Dios dijo: 

Yo les la he dado a ustedes la criatura (cordero, chivo, toro, etc.), para que la maten y derramen su sangre sobre el altar (hacer expiación). Ella (la sangre) cubrirá las ofensas que ustedes han cometido contra mí.  

En otras palabras, aquellos que son cubiertos por el sacrificio de sangre son liberados de la paga del pecado. La paga por el pecado es la muerte. El animal sacrificado sustituye al pecador.  

Por supuesto, los israelitas no conocían al Señor Jesús como su sustituto: cómo Él moriría por ellos y luego resucitaría, aunque sí creían que Dios les enviaría un Salvador (un Sustituto). 

Los muchos sacrificios de sangre que se ven en el Antiguo Testamento son un presagio del verdadero sacrificio de una vez y para siempre, para que los israelitas nunca olviden que, sin la sangre, no hay perdón. Este derramamiento de sangre es un acto de sustitución. Por lo tanto, la última cláusula de Levítico 17:11 podría leerse así: 

La sangre del animal se dará (hará expiación) a cambio de la vida del pecador; siendo el Señor Jesús quien da la vida a través de Su sangre derramada.

Hebreos 9:11-18 confirma el simbolismo de la sangre como vida y aplica Levítico 17:11 al sacrificio del Señor Jesucristo. El versículo 12 afirma claramente que los sacrificios de sangre del Antiguo Testamento eran temporales y sólo expiaban el pecado parcialmente y por poco tiempo, por lo que era necesario repetir los sacrificios anualmente. 

No obstante, cuando Cristo entró en el Lugar Santísimo, lo hizo para ofrecer Su propia sangre una vez y para siempre, haciendo innecesarios los sacrificios futuros. Esto es lo que el Señor Jesús quiso decir con Sus últimas palabras en la cruz:

Consumado es (Jn 19:30). 

Nunca más la sangre de toros y machos cabríos limpiaría a las personas de sus pecados. Sólo aceptando la sangre de Jesús, derramada en la cruz para la remisión de los pecados, podemos presentarnos ante Dios cubiertos de la justicia de Cristo (2 Co 5:21).

UNA VEZ Y PARA SIEMPRE

La frase “la sangre de Cristo” es usada muchas veces en el Nuevo Testamento, y es la expresión de la muerte sacrificial y la obra completa de expiación de Jesús en nuestro favor. Las referencias a la sangre del Salvador incluyen la realidad de que Él literalmente se desangró en la cruz, pero más significativamente que derramó Su sangre y murió por los pecadores. La sangre de Cristo tiene el poder de expiar un número infinito de pecados cometidos por un infinito número de gente a través de los siglos, y todos aquellos que ponen su fe en esa sangre serán salvos.

La realidad de la sangre de Cristo como medio de expiación por el pecado, tiene su origen en la Ley Mosaica. Una vez al año, el sacerdote debía hacer una ofrenda de la sangre de animales sobre el altar del templo por los pecados del pueblo. 

“Y según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón” (He 9:22)

Pero esta era una ofrenda de sangre que estaba limitada en su efectividad, por lo que tenía que ser ofrecida una y otra vez. Esta era una semblanza del sacrificio de Jesús ofrecido en la cruz “una vez y para siempre” (He 7:27). Una vez que fue hecho ese sacrificio, ya no hubo necesidad de la sangre de toros y machos cabríos.

La sangre de Cristo es la base del Nuevo Pacto. La noche anterior a Su crucifixión, Jesús ofreció la copa de vino a Sus discípulos diciendo: 

“Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros” (Lc 22:20). 

El verter el vino en la copa, simbolizaba la sangre de Cristo que sería derramada por todos los que creeríamos en Él. Cuando Él derramó Su sangre en la cruz, el  Señor Jesús eliminó la exigencia del Antiguo Pacto del continuo sacrificio de animales. Esa sangre no era suficiente para cubrir los pecados del pueblo, excepto de una manera temporal, porque el pecado contra un Dios santo e infinito, requiere un sacrificio santo e infinito. 

“Pero en esos sacrificios hay un recordatorio de pecados año tras año. Porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados” (He 10:3). 

Mientras que la sangre de toros y machos cabríos era un “recordatorio” del pecado, “la sangre preciosa de Cristo, un cordero sin mancha o defecto” (1 P 1:19), pagó totalmente la deuda del pecado que le debíamos a Dios, y ya no necesitamos más sacrificio por el pecado. 

La sangre de Cristo no solo redime a los creyentes del pecado y el castigo eterno, sino que “Su sangre purificará nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo” (He 9:14). 

Esto significa que no solo somos ahora libres de ofrecer sacrificios, los cuales son “inútiles” para obtener la salvación, sino que somos libres de depender de las obras inútiles e improductivas de la carne para complacer a Dios. Porque la sangre de Cristo nos ha redimido, ahora somos nuevas criaturas en Cristo (2 Co 5:17), y por Su sangre somos liberados del pecado para servir al Dios vivo, para glorificarle, y para gozar de Él por una eternidad.

Ahora, el versículo que dice: “Una vez y para siempre” (He 7:27), ha sido interpretado por muchos como que es necesario creer o aplicar la sangre de Cristo a nuestras conciencias sólo una vez. Esto es un error, es el error de una vez salvo siempre salvo

Es el sacrificio de Cristo el que se efectuó de “una vez y para siempre” (He 7:27). Pero nosotros debemos aplicar ese sacrificio continuamente a nuestras conciencias. Cada vez que somos conscientes de pecado, cada vez que venimos al Señor en oración, cada vez que lo necesitemos (y lo necesitamos todos los días, y varias veces al día), debemos aplicar esa sangre, ese único sacrificio, a nuestros pecados para que estos sean lavados.

Pruébalo tú mismo(a). Cada vez que vengas delante del Señor en oración pídele que lave tus pecados con Su preciosa sangre. Al confesarle tus pecados a Él en sincero arrepentimiento estarás aplicando Su sangre a tu consciencia y experimentarás liberación para orar más fervientemente de lo que lo hayas hecho nunca antes. ¡La sangre de Cristo revolucionará tu vida de oración!

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