Friday, June 27, 2025

MÁS BIENAVENTURADO ES DAR QUE RECIBIR— ¿DIJO JESÚS ESO?




“Hay quien todo el día codicia; pero el justo da, y no detiene su mano” (Pr 21:26).

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Todos los hombres no son iguales. Los hombres diligentes son mucho mejores que los perezosos. Dar es mucho mejor que codiciar. Los perezosos codician con avidez todo el tiempo; los hombres piadosos dan generosamente.

La diferencia entre los justos y los impíos es muy grande, e incluye tu ética de trabajo y caridad. Dios ve todas las partes de la vida, y los hombres piadosos son conscientes de los negocios y la caridad (Pr 15:3). ¿En qué categoría estás tú? ¿Entre el perezoso y el diligente?

Este proverbio está conectado con el anterior: “El deseo del perezoso le mata, porque sus manos no quieren trabajar” (Pr 21:25). El perezoso, aunque duerma o vague todo el tiempo, destruye su paz queriendo cosas que no puede tener, porque odia el trabajo. La codicia lo acosa día y noche; el envidiar a los demás le crea una angustia constante; pero, aún así, no trabajará.

El perezoso es de carácter corrupto y rebelde a la bondad de Dios. Es perverso por ser perezoso y codicioso, dos opuestos. Mientras la pereza lo mata de hambre, su codicia lo corroe. Desafía la bondad tomando caridad y queriendo aún más en lugar de dar a los necesitados. Quiere de los demás, aunque se niega a ayudarse a sí mismo o a los demás.

El perezoso codicia: quiere lo que no tiene y por lo que no trabajará. Codicia con avidez anhelando mucho más de lo que merece o sabe cómo usar. Lo hace todo el día, porque no está ocupado lucrativamente con negocios y proyectos como otros hombres. Sus deseos nunca se van, porque las ventajas y posesiones de los demás lo irritan constantemente.

El hombre justo es muy diferente. Dios lo ama, y él ama a Dios, y también ama a su prójimo. Trabaja fielmente todos los días para satisfacer todas sus necesidades y tener lo suficiente para dar a los verdaderamente necesitados (pero nunca a los perezosos). Cuando da, da generosamente; nunca escatima en caridad; esparce sus ganancias (Pr 11:24-26; Ec 11:1-6).

Una buena razón para trabajar duro, como lo hacen los hombres piadosos, es para sostener la obra de Dios. Esto es piedad (Ef 4:28; Lc 3:11; Sal 112:9; 1 Ti 6:17-19). A los hombres buenos les importa más dar que recibir (Hch 20:35), servir que ser servidos, amar que ser amados. Es más bienaventurado dar que recibir, aunque siete hombres no pueden convencer a un perezoso de la validez de esta regla (Pr 26:16; Hch 20:35).

Hay leyes naturales y sobrenaturales, ambas trabajan contra el perezoso; ambas trabajan a favor de los diligentes. Primero lo natural: la pereza trae pobreza y esclavitud; la diligencia trae riquezas y poder (Pr 10:4; 12:24; 13:4; 22:29). Luego lo sobrenatural: Dios obstaculiza los esfuerzos de los perezosos, pero bendice a los diligentes (Pr 15:19; 22:5; 28:20). Así, los hombres diligentes avanzan geométricamente sobre los perezosos, tal como Dios lo dispuso (Lc 19:24-27; Ec 2:26).

No hay labor que requiera más diligencia que la vida espiritual, porque todo—la carne, el mundo y el diablo—atenta contra ella a cada instante. Decide hoy pelear la buena batalla de la fe y ganar la corona de justicia, la cual te dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a ti, sino también a todos los que aman Su venida (2 Ti 4:7-8).

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¿DIJO JESÚS ESO?

Casi al final de sus palabras de exhortación a los ancianos de Éfeso (registradas por Lucas en Hechos 20), el apóstol Pablo les recordó que Jesús una vez dijo: 

“Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch 20:35). 

El problema que muchos tienen con la cita de Pablo es que en ningún lugar de los evangelios, o en algún otro lugar de las Escrituras, aparece el Señor Jesús diciéndola. Un crítico de la Biblia comenta al respecto:

Una de las citas incorrectas más grandes de Pablo se encuentra en Hechos 20:35, donde él dice: 'Se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir'. En ningún lugar en el Nuevo Testamento Jesús hace tal enunciado. La oratoria de Pablo aparentemente le abandonó (McKinsey, C. Dennis (1983), “Paul, the Deceptive Disciple,” Biblical Errancy).

¿Realmente se equivocó Pablo? ¿Distorsionó las palabras del Señor Jesús? ¿Qué explicación lógica puede ser dada del por qué estas palabras no son registradas en los relatos evangélicos?

En primer lugar, no existe indicación que el apóstol Pablo poseyera los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan durante su ministerio, o que los necesitara para conocer lo que el Señor enseñó o dijo. De hecho, estos probablemente fueron escritos algunos años después que Pablo comenzara sus viajes misioneros, y probablemente después que él les recordara a los ancianos en Éfeso de las palabras del Señor Jesús concerniente a dar. Pablo no dependió de los Evangelios para saber lo que el Señor Jesús dijo o enseñó. Él recibió revelación sobrenatural directamente de Dios. El Señor le habló directamente a Pablo en el camino a Damasco (Heh 9; 22:8), “el Espíritu” no le permitió predicar en Bitinia (Hch 16:7), y “el Señor [habló] a Pablo en visión” en Corinto (Hch 18:9). Pablo fue un apóstol inspirado por el Espíritu de Dios (1 Co 14:37; 2 P 3:16). El mensaje que él predicó lo recibió directamente del Señor. A las iglesias de Galacia, Pablo les dijo: 

“Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gl 1:11-12). 

Aunque los relatos del evangelio son muy importantes para nosotros, los cristianos del siglo 21, el apóstol Pablo no necesitó consultarlos para saber que el Señor Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir”.

En segundo lugar, los estudiantes de la Biblia debemos recordar que no todo lo que el Señor Jesús dijo o hizo fue registrado por los escritores de los evangelios. En efecto, casi al final del evangelio de Juan, él comenta sobre esta verdad dos veces, diciendo: 

“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro… Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” (Jn 20:30; Jn 21:25).

Adicionalmente, ninguno de los Evangelios es igual. Lo que un escritor registró, el otro lo omite. Por ejemplo, Lucas registra que el Señor Jesús le dijo al malhechor arrepentido en la cruz: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23:43). Mateo, Marcos y Juan omiten estas palabras.

¿Desacredita esto de alguna manera el relato de Lucas y la cita de Pablo en dicho relato? ¡De ninguna manera! 

Lo cierto es que los cuatro Evangelios son testimonios independientes de la vida de Cristo, y a menudo uno contiene más (o menos) información sobre un tema en particular que los otros.

¿Es posible que Pablo citara un dicho del Señor Jesús (que puede haber sido muy conocido en el primer siglo), pero que no fuera registrado por los escritores del evangelio? 

¡Absolutamente!

 ¿Desacredita esto en alguna manera a Pablo como un apóstol inspirado, o significa que él “citó incorrectamente” las palabras del Señor? De ninguna manera.

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