Wednesday, June 25, 2025

EL QUE GUARDA SU BOCA, SU ALMA GUARDA DE ANGUSTIAS




“El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias” (Pr 21:23).

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¡Aquí hay valiosa sabiduría! Si gobiernas tu habla, te salvarás de problemas. Tu boca y tu lengua son dos de tus mayores enemigos. Si las mantienes bajo control y solo dices las palabras correctas en el momento oportuno, tu vida será bendecida. Es la lengua sin freno la que mete a las personas en todo tipo de problemas. Aquí hay sabiduría para una buena vida.

Puedes meterte en problemas hablando obscenamente, tontamente y bromeando. Puedes dañar tu reputación, herir los sentimientos de los demás y perder el tiempo con este tipo de conversación. Dios desprecia tal manera de hablar, aunque es muy popular entre la generación actual. Él viene pronto para juzgar al mundo por estos mismos pecados (Pr 14:9; 26:18-19; Ec 7:6; Ef 4:29;5:3-7).

Puedes meterte en problemas hablando negativamente de los demás. Las personas sabrán que eres maldiciente, y crearás enemistad y contienda. Aunque es fácil de cometer, el bendito Dios odia el pecado de la maledicencia, que se manifiesta con murmuraciones, calumnias, habladurías y quejas. Cuando éstas refieren a alguien, son como el asesinato, pues destruyen la reputación de dicha persona (Pr 10:18; 11:13; 16:28; 18:8; 20:19; 25:23; 26:20-22).

Puedes meterte en problemas quejándote. ¿A quién le gusta estar cerca de una persona quejumbrosa? El Señor odia las quejas y las juzga con severidad (Nm 11:1; Sal 106:24-27). El Señor Jesucristo viene pronto con Sus ángeles para juzgar a todos los murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas (Jud 15-16). Es la voluntad de Dios que uses tu boca y tu lengua para dar gracias (Fil 2:14; Col 3:17; 1 Ts 5:18). Esta generación es ingrata desde la concepción, por eso Dios la ha juzgado con tinieblas y sodomía (Ro 1:20-27; 2 Ti 3:2).

Puedes meterte en problemas si te comprometes con tus palabras. Salomón advirtió a su hijo acerca de asumir las obligaciones de otros como garante, firmando préstamos y deudas de terceros (Pr 6:1-5; 22:26-27). Para algunos es fácil y emocionante aceptar ser garante del desempeño de otro porque les parece un rol importante. Pero la sabiduría debe guardar tu boca y tu lengua de crear obligaciones innecesarias y tontas (Pr 22:3; 1 Co 7:32). No te comprometas por otros ni salgas fiador de deudas ajenas; porque, si no tienes con qué pagar, te quitarán hasta la cama en que duermes (Pr 22:26-27).

También puedes meterte en problemas por votos hechos a Dios. En la desesperación de una situación dolorosa, es fácil prometerle cosas a Dios para persuadirlo de que te libre. Pero el Señor advierte contra tales promesas (Ec 5:1-3). Más vale no prometer, que prometer y no cumplir (Ec 5:4-7).

Puedes meterte en problemas por insultar a alguien. El Señor Jesús enseña que insultar a una persona es una violación del sexto mandamiento, la ley contra el asesinato (Mt 5:21-22). Las injurias y los insultos, que son lenguaje abusivo, son condenados en la Escritura (Ex 22:28; 1 Co 5:11; 6:10; 1 P 3:9). Un hijo que maldecía a sus padres debía morir apedreado según la ley de Moisés (Pr 20:20; Ex 21:17; Lv 20:9; Dt 27:16). 

Puedes meterte en problemas mintiendo. Todo el mundo odia a un mentiroso. Nadie confía en una mentirosa. Los castigos más severos en la Biblia están reservados para los mentirosos y perjuros. Todos los mentirosos pasarán la eternidad en el lago de fuego (Ap 21:8,27; 22:15). La honestidad en todas las situaciones no es solo la mejor política, es la santa exigencia del Dios de la verdad (Pr 12:22; Ex 20:16; Lv 19:11; Ef 4:25).

Puedes meterte en problemas al faltarle el respeto a la autoridad. No maldigas a una autoridad ni en privado (Ec 10:20). De alguna manera un pajarito llevará las malas palabras que pronunciaste a los oídos de la autoridad, y estarás en problemas. Dios desprecia a los que hablan mal de los que están en autoridad (2 P 2:10-12; Jud 1:8-10). Los hijos deben honrar a sus padres, las mujeres a sus maridos, los empleados a sus empleadores y los miembros de la iglesia a sus pastores (Ef 5:33; 6:1-3; I Tes 5:12-13; Tit 2:9-10; 1 P 3:5-6).

Puedes meterte en problemas discutiendo y debatiendo. Los sabios escuchan en lugar de hablar (Pr 17:27-28; Ec 7:5). Una mujer debe evitar ser contenciosa y cultivar la humildad (Pr 19:13; 21:19; 27:15; 31:26). Los ministros de Dios deben rechazar las preguntas necias e insensatas, porque son las señales distintivas de los necios y los escarnecedores (1 Ti 1:4; 4:7; 6:3-5; 2 Ti 2:14,16,23; Tit 3:9). Los sabios piensan antes de responder (Pr 15:28), especialmente los ministros de Dios (2 Ti 2:15).

Puedes meterte en problemas lastimando a los que te rodean. Es fácil herir a tu cónyuge, hijo y a los amigos si tus palabras son cortantes (Pr 12:18; Ef 6:4; Col 3:19). Las palabras duras despiertan la ira y hacen que las peleas se intensifiquen (Pr 15:1). Las relaciones se destruyen, se crea amargura y tu futuro se empaña debido a las palabras hirientes que pronunciaste. Son las personas de palabras amables las que serán tenidas en alta estima (Pr 11:16; 22:11). La ley del Nuevo Testamento es que debemos usar las palabras con gracia (Col 4:6).

¿Cómo puedes evitar meterte en problemas con tu boca? Primero, reduce tus palabras a la mitad, porque las muchas palabras siempre contienen pecado (Pr 10:19). Segundo, disminuye la velocidad en que hablas, enfatiza escuchar antes que hablar (Pr 29:20; Stg 1:19). Tercero, recuerda que de toda palabra ociosa darás cuenta, y que serás juzgado por tus palabras (Mt 12:34-37). Cuarto, ora como David: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios” (Sal 141:3).

En lugar de tener problemas, el hombre que refrena su boca y su lengua disfrutará de la buena vida, promesa garantizada por la infalible Palabra de Dios: “¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño” (Sal 34:12-13). Pedro también citó esta maravillosa promesa (1 P 3:10).

El Señor Jesús nunca se metió en problemas por Su forma de hablar. Habló como ningún otro hombre en la historia del mundo (Sal 45:2; Is 50:4; Lc 4:22; Jn 7:46). Podía consolar a una viuda en el funeral de su único hijo, y podía exponer la herejía farisea para el deleite de su audiencia (Lc 7:11-18; Mt 7:28-29). Como no tenían nada de qué acusarle en Su juicio, los judíos pergeñaron falsedades para pervertir Sus palabras puras (Mt 26:59-61). Sus palabras justas y severas, como una espada aguda que sale de Su boca (Ap 19:15), pronto juzgarán a todos Sus enemigos (Mt 7:21-23). ¡Asegúrate de no ser hallado entre ellos!

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