La expresión la noche oscura del alma procede de un poema de San Juan de la Cruz (1542-1591), monje carmelita y místico español.
La noche oscura del alma, es un poema de ocho estrofas que esboza el viaje del alma desde las distracciones y redes de este mundo hasta la paz y armonía perfectas de la unión con Dios. Según el poeta, la noche oscura del alma es sinónimo de andar por el “camino angosto” del que habla el Señor Jesús en Mateo 7:13-14.
El monje enseña que quien busca a Dios debe desprenderse de todo apego a este mundo y llevar una vida de austeridad. Sin embargo, antes de alcanzar la unión con Dios, el alma debe pasar por una experiencia personal de la pasión de Cristo (el Getsemaní). Este tiempo de prueba y agonía va acompañado de confusión, miedo e incertidumbre—incluidas las dudas sobre Dios—pero al otro lado están la gloria de Cristo, la serenidad, la unión mística con Dios y la plenitud.
La noche oscura del alma no es agradable, pero en la medida en que permite acercarse a Dios y a Su amor, el poeta la llama “noche feliz ” y “noche más hermosa que el alba”. Al final del viaje, concluye, Dios se lleva todo sentimiento, dejando al viajero sin sentido para nada, excepto para la presencia de Dios mismo.
Detractores evangélicos y protestantes argumentan que, de un punto de vista teológico, el concepto de una noche oscura del alma encaja con la enseñanza católica de la necesidad del purgatorio y de ganarse el favor de Dios mediante la penitencia y otras obras. Sin embargo, la idea de un proceso gradual de abnegación y aflicción que culmina en la gloria no se enseña en las Escrituras. El Señor Jesús predijo que Sus seguidores se enfrentarían a la persecución (Jn 15:20), pero también da Su paz a esos mismos seguidores (Jn 14:27). Un creyente tiene la paz de Dios ahora; no tiene que experimentar primero una “noche oscura” (Ro 5:1). Los hijos de Dios ya están sentados “en los lugares celestiales en Cristo Jesús” (Ef 2:6, NBLA). Ni el Señor Jesús ni los apóstoles enseñan sobre la noche oscura del alma.
Pero hay que hacer una diferencia entre la práctica y la teología, que es sólo una interpretación falible de lo que una tradición protestante o evangélica entiende que la Escritura enseña.
Por ejemplo, si bien es cierto que ni el Señor ni los apóstoles enseñan sobre la noche oscura del alma, con estas exactas palabras, ¿no es eso lo que experimentó el Señor en el Getsemaní la noche que fue entregado a Sus enemigos? ¿No es lo que Jacob experimentó la noche que fue quebrantado por el ángel del Señor? ¿No es lo que José sufrió en la cárcel en Egipto? ¿No es la noche que vivió Daniel cuando fue arrojado al foso de los leones? ¿No es lo que Pablo experimentó la noche que precedió a su decapitación a manos de Roma?
Las ideas contenidas en La noche oscura del alma se pueden aplicar en contextos ajenos al misticismo católico. Se sabe que los creyentes de cualquier tradición utilizan la frase para describir un periodo de cuestionamiento de la propia salvación. Y la frase se utiliza a veces genéricamente para describir cualquier tipo de angustia mental, emocional o espiritual.
La noche oscura del alma es una experiencia profundamente real y genuina en la vida de los creyentes. Lo ha sido desde la antigüedad, lo es en la actualidad, y lo será en el el futuro. La Escritura y la experiencia cristiana profunda atestiguan acerca de su realidad. Mientras el cristiano peregrine sobre esta tierra, pasará por valles de sombra de muerte (Sal 23:4) hasta que llegue el día en que el sol de justicia disuelva toda tiniebla del mundo y del alma.
“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada” (Mal 4:2).
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