Friday, August 15, 2025

EL MOÑO MASCULINO



¿Hombres con moño como los que usaban nuestras abuelitas? Una tendencia que ya se impuso en el mundo. Pero, ¿qué hay de los cristianos? Hoy en día hay hasta “pastores” cristianos que ostentan moño. ¿Está bien, o está mal? ¿Dice la Biblia algo al respecto? 

Para que un hombre pueda hacerse un moño debe dejarse crecer el pelo (como el que aparece en la imagen). Veremos, primero, ¿qué dice la Biblia acerca del largo del cabello en el hombre cristiano? ¿Los hombres cristianos tienen que usar el cabello corto y las mujeres cristianas tienen que usar cabello largo? 

Un pasaje que menciona el largo del cabello en el Nuevo Testamento es 1 Corintios 11:3-15. La iglesia de Corinto estaba en medio de una controversia acerca de la vestimenta y acerca del peinado de los hombres y las mujeres, así como del correcto orden de la autoridad dentro de la iglesia. En la sociedad de Corinto (como en todo el mundo antiguo en general), las mujeres mostraban su sujeción a sus maridos llevando puesto un velo sobre sus cabezas. Parece que algunas de las mujeres en la iglesia de Corinto estaban desechando sus velos, algo que sólo las prostitutas de templos paganos u otras mujeres rebeldes hacían. El que una mujer llegara a la iglesia sin velo era una deshonra para su marido, así como algo que culturalmente traería confusión. Por la misma razón, el que un hombre llevara un velo o que de alguna manera tuviera cubierta su cabeza durante la adoración, no era aceptable en la iglesia de Cristo en general. Esto es lo que el apóstol Pablo deja en claro en su epístola.

Pablo recurre a la naturaleza (biología) para ilustrar la conveniencia de seguir las normas ya establecidas culturalmente: las mujeres por naturaleza tienen un cabello más largo que los hombres, y los hombres son mucho más propensos a la calvicie y, culturalmente hablando, a usar el pelo corto. 

Es decir, Dios creó a las mujeres con un velo natural y a los hombres con una cabeza descubierta. Si una mujer rechaza el sello distintivo de su sujeción (el velo), está haciendo algo tan chocante como raparse su cabeza sin necesidad (1 Co 11:6). Es decir, está cometiendo un acto de rebeldía sin otro motivo que el de llamar la atención y crear controversia: una actitud inaceptable en una mujer que profesa la fe en Cristo. 

La posición inspirada de Pablo es que si la naturaleza dice que una mujer no debe ser calva (que esté sin su cobertura natural), entonces ¿por qué rechazaría el mismo estándar cultural de usar un velo (estar sin su cobertura cultural)?

Para el hombre, es antinatural tener el cabello largo (1 Co 11:14). Su cabello por naturaleza es más corto (y más delgado) que el de la mujer. Esto corresponde a la tradición cristiana de que los hombres no deben llevar un velo durante la adoración al Señor. Pablo exhorta a la iglesia a ajustarse a las ideas que se tienen en la sociedad sobre la apariencia masculina y femenina porque esto está de acuerdo con la voluntad del Señor expresada a través de la naturaleza del hombre y la mujer.

Mientras que el largo del cabello no es el punto principal de este pasaje de las Escrituras, podemos recoger las siguientes aplicaciones: 

1) Debemos apegarnos a los indicadores tradicionalmente aceptados de género. Los hombres deben lucir como hombres, y las mujeres deben lucir como mujeres. Dios no está interesado en, ni acepta, lo que es “unisex”

2) No debemos rebelarnos contra los convencionalismos sociales sólo por el hecho de rebelarnos, con el pretexto de algún tipo de “libertad” cristiana. Las normas sociales del tiempo bíblico eran un reflejo de la naturaleza como Dios la había creado. 

3) Las mujeres voluntariamente deben colocarse bajo la autoridad del liderazgo masculino de la iglesia. 

4) No debemos invertir las funciones del hombre y la mujer ordenadas por Dios.

En nuestra cultura actual las mujeres no usan velos o algo que cubra la cabeza para indicar la sumisión a la autoridad, ni en el mundo ni en la iglesia. Pero las funciones de hombres y mujeres no han cambiado, y tampoco debería cambiar nuestra apariencia de género (vestimenta, adornos, peinados, etc.) aunque la cultura a nuestro alrededor lo haga. 

El verdadero asunto, como siempre, radica en nuestro corazón, nuestra respuesta individual a la autoridad de Dios, Su orden establecido, y nuestra elección para caminar en sujeción a dicha autoridad. Los hombres y las mujeres tienen diferentes roles ordenados por Dios, y parte de esa diferencia se muestra por su cabello. El cabello de un hombre debe verse masculino, y el cabello de una mujer debe tener apariencia femenina.

El moño masculino es un disimulado y tímido acto de travestismo o transexualidad, conocido hoy en día como transgenerismoLa Biblia menciona el transgenerismo al condenar la homosexualidad (Ro 1:18-32; 1 Co 6:9-10) y el travestismo (Dt 22:5). La palabra griega que generalmente se traduce afeminados y los que se echan con varones en 1 Corintios 6:9, significa literalmente hombres afeminados. Por lo tanto, la Biblia menciona directamente el transgenerismo (aunque sin usar dicha palabra) cuando habla de casos de “confusión” de género, y de forma clara y explícita los identifica como pecado

La condena bíblica de la homosexualidad (Ro 1:18-32; 1 Co 6:9-10) y el travestismo (Dt 22:5) es una condena al transgenerismo actual, sin importar cuán tímido, solapado o disimulado este se manifieste. ¡Es inaceptable en quienes profesan la fe en Cristo! 

Pablo termina su epístola a los corintios exhortándolos de esta manera: 

“Portaos varonilmente” (1 Co 16:13).

Para el mundo, sin embargo, nuestra actitud debe ser diferente. No importa si la distorsión de género es tímida o desvergonzada, si tiene causas genéticas, hormonales, fisiológicas, psicológicas o espirituales; se pueden superar y sanar por la fe en Cristo y la continua dependencia en el poder del Espíritu Santo. Se puede recibir la sanidad interior y física, el pecado se puede vencer y vidas pueden ser cambiadas a través de la salvación que el Señor Jesús ofrece, incluso si hay factores fisiológicos o biológicos en juego. Los mismos creyentes de Corinto son un ejemplo de este cambio: 

Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios (1 Co 6:11). 

Hay esperanza para todos en Cristo Jesús—para los transexuales, para los travestis, para los homosexuales, para aquellos con cualquier tipo de trastorno de identidad de género—por causa del perdón de Dios disponible en Jesucristo. Este es el primer paso: Arrepentimiento y Salvación.

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DIOS AMA AL DADOR ALEGRE




“El ojo misericordioso será bendito, Porque dio de su pan al indigente” (Pr 22:9).

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Aquí hay sabiduría invaluable. La generosidad garantiza bendición. ¿Buscas oportunidades para dar? ¿Das generosamente? ¿Te animas a dar? Dios ama al dador alegre (2 Co 9:7). Si das a los pobres, le prestas a Dios Todopoderoso, y Él paga buenos intereses (Pr 19:17).

Este secreto financiero es desconocido para el mundo. Ninguna escuela de negocios en ningún lugar lo enseña. Saldrás adelante, llegarás más lejos y más rápido, dando dinero para las necesidades aprobadas por Dios que ahorrando e invirtiendo. ¡Garantizado! El rey Salomón lo confirma (Pr 11:24-26; 28:8,27).

Dios bendecirá al hombre que da con buena voluntad a los pobres. Dios cuida de los pobres, porque les priva de las habilidades y oportunidades que les dio a otros. No basta con pensar amablemente en ellos; realmente debes dar (2 Co 8:11; Stg 2:16). Le complace ver a un hombre exitoso que da con alegría y generosidad para ayudar a los que están en problemas.

Dios bendecirá al hombre que da misericordiosamente, que da libremente, generosamente, más allá de lo básico, más allá de las expectativas, de manera creativa y espontánea. Si un hombre que demanda tu túnica debe recibir también tu manto, ¿qué hay de un hombre que necesita la túnica? (Mt 5:40) Cuando invites a los pobres a cenar, como ordena el Señor, llévalos a un lugar agradable (Lc 14:12-14). Es la generosidad lo que agrada a Dios, y negarla lo ofende (Pr 11:24). Él nunca ha sido tacaño contigo, entonces, ¿por qué deberías serlo tú con los demás?

¿A quién podrías dar hoy? ¿Quién tiene una necesidad legítima debido a un acto de Dios en su vida que tú podrías aliviar? Entusiásmate con la oportunidad de hacer feliz a una persona pobre, hacer feliz a Dios y dar un impulso a tus bienes e ingresos. Tal dar es ganancia para ti. Cuando haces las cosas a la manera de Dios, hay más ganadores que los mencionados.

Salomón también escribió sobre el cuidado de los pobres en otros lugares (Pr 14:21,31; 19:17; 21:13; 28:8,27). Pensar y dar con caridad es parte de la sabiduría divina que hace que algunas personas sean más nobles y virtuosas que el resto. La compasión y el amor son rasgos del verdadero cristianismo, por lo que los verdaderos hijos de Dios y seguidores de Jesús dan con misericordia y generosidad.

Salomón también escribió acerca de los beneficios financieros para los hombres generosos: “El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado” (Pr 11:25). Contrariamente a las matemáticas y al pensamiento del hombre, dar dinero al verdadero necesitado es una forma sencilla de salir adelante. Da, y se te devolverá en igual o mayor grado. Da generosamente (Lc 6:38).

El Señor Jehová proveyó para los pobres en la Ley de Moisés, cuando ordenó a Israel que mantuvieran tiernos sus corazones y abiertas sus manos para con cualquier hermano en necesidad (Dt 15:7-11). Y allí también prometió una bendición a aquellos que dieran. Job conocía bien este principio, y apeló a su cuidadosa atención a los pobres (Job 31:16-23).

David describió muchas bendiciones para aquellos que ayudan a los pobres. Considerarlas: “Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová. Jehová lo guardará, y le dará vida; será bienaventurado en la tierra, y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos. Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su enfermedad” (Sal 41:1-3).

David también identificó dar a los pobres como una señal de un hombre justo (Sal 112:1-9), lo que traerá recompensas preciosas para un hombre, su familia y su descendencia. Isaías advirtió que el verdadero culto a Dios requería misericordia con los pobres, y prometió muchas bendiciones maravillosas por el esfuerzo (Is 58:7-12). Dios está muy complacido con tales sacrificios (He 13:16), y Él puede pagar fácilmente más allá de la generosidad de un hombre (2 Co 9:6-11; Mal 3:10).

El capitalismo motiva a la mayoría a producir lo mejor para el más alto nivel de vida, mientras castiga a los necios y perezosos. Sin embargo, Dios advierte en contra de cobrar cualquier precio que permita el mercado si controlas un producto o servicio necesario (Pr 11:26). Dios y los hombres recompensarán la justicia y la generosidad, aunque la economía de libre mercado puede permitir la especulación.

Las matemáticas y las finanzas solo son verdaderas hasta cierto punto. Si retienes dinero que podrías dar a alguien que lo necesita, te diriges a la pobreza. Si das tu dinero a causas benéficas piadosas, te estás encaminando hacia la prosperidad (Pr 11:24; 2 Co 9:6). Aunque no puedas calcularlo ni explicarlo, dar dinero al verdaderamente necesitado funciona (Ec 11:1-6).

¿Qué tal una vida larga y buena? La forma más segura y rápida es honrar a tus padres (Ef 6:2-3), y el respeto verbal y las tarjetas de cumpleaños no son suficientes. El pleno honor incluye el honor financiero, o dar dinero para mantenerlos o hacer que sus vidas sean cómodas y placenteras (1 Ti 5:3-4). No hacer esto es negar la religión de Jesucristo, y ser peor que un incrédulo (1 Ti 5:8). Si tus padres están en necesidad, muéstrales generosidad.

Dios ama la actitud misericordiosa. Escucha al profeta Isaías: “Pero el generoso pensará generosidades, y por generosidades será exaltado” (Is 32:8). Dios ama los pensamientos creativos en cuanto a actuar con generosidad con los necesitados. Dar misericordiosamente es dar más, más allá de lo básico, por encima de lo que se espera, lo suficiente como para ser una sorpresa para el necesitado. Las personas generosas piensan y dan de esta manera, y Dios se compromete a bendecirlos en esta vida y en la próxima.

Tal dar prueba la vida eterna. Pablo les dijo a los ricos “que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos”. Al hacerlo, acumularían “buen fundamento para lo por venir, a fin de que echen mano de la vida eterna” (1 Ti 6:17-19). El Señor Jesús recordará cualquier acto de caridad hecho a los más pequeños de Sus hermanos (Mt 25:31-46).

Las reglas de Dios para dar empiezan con tu familia (Pr 13:22; 1 Ti 5:8), sigue con los pobres en tu iglesia y tu pastor fiel, si lo tienes (Hch 2:42-47; 4:32-37; Gal 6: 6), luego los pobres en otras iglesias verdaderas (Ro 15: 26), y luego los pobres que Dios pone en el curso ordinario de tu vida (Lc 10:25-37). No es necesario buscar pobres fuera de estos lugares, y es una maldición dar a los tele-evangelistas que tranzan la gracia de Dios por dinero (Pr 22:16; Lc 14:12-14).

¿A quién le puedes dar generosamente? Piensa. Deberías ser una prioridad en tu vida ayudar a los necesitados. ¡Debería ser emocionante! Dios no te ha encargado que ayudes a todos los pobres del mundo; Él pondrá oportunidades en tu camino (Lc 10:25-37). Y Él ama al dador alegre, así que asegúrate de no escatimar en dar (2 Cor 9:7; Hch 20:35; Ro 12:8).

El ojo (Pr 22:9) más generoso del universo pertenece al bendito Dios de los cielos. Él envía sol, lluvia y estaciones fructíferas a todos los hombres, incluso a Sus enemigos (Mt 5:45; Hch 14:17). “Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras” (Sal 145:9). Pero mucho más allá de las bendiciones naturales diarias, Él dio a Su Hijo unigénito para que muriera por aquellos que no tenían fuerzas para ayudarse a sí mismos (Ro 5:6; 2 Co 8:9; 9:15).

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ECHA FUERA AL ESCARNECEDOR




“Echa fuera al escarnecedor, y saldrá la contienda, y cesará el pleito y la afrenta” (Pr 22:10).

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La paz es fácil. Puedes poner fin fácilmente a las disputas y los conflictos en tu relación, hogar o sociedad. ¡Echa al escarnecedor! Algunas personas no merecen amigos, familia, iglesia o trabajo. Son escarnecedores, y deben ser rechazados por los problemas que causan con su rebeldía y altivez.

Si eliminas al escarnecedor, terminará en tu ambiente el desacuerdo, la desavenencia, las riñas, la discordia, las discrepancias, la disensión, los reproches, la discusión, los altercados, y los alegatos. El escarnecedor es la maldición de cualquier unanimidad en la relación o la sociedad; debes echarlo fuera de tu vida. 

¿Quién es un escarnecedor

El escarnecedor es sinónimo de burlón, bromista, o socarrón, pero con un toque más negativo y cruel: como el guasón en los cómics de Batman

El escarnecedor se caracteriza por su actitud altiva y despectiva, utilizando el sarcasmo como herramienta para humillar y mostrar su superioridad. Las personas escarnecedoras suelen ser egoístas, soberbias, y carecer de empatía o remordimiento. La presencia de un escarnecedor en un grupo o relación puede generar tensión, conflictos, y un ambiente negativo. 

Una persona arrogante y obstinada que se resiente de la corrección, desprecia la autoridad o muestra desprecio burlón por aquellos que intentan enseñarle o advertirle, es un escarnecedor o una escarnecedora. 

El escarnecedor es peor que el necio, ya que la rebeldía altiva es peor que la ignorancia obstinada (Pr 26:12). Una persona que no respeta a los que están por encima de él, que se burla de la instrucción o la menosprecia, es un escarnecedor o una escarnecedora. Son bastante comunes, y dondequiera que se les permita tener alguna influencia, causan muchos problemas.

Los escarnecedores presumen con orgullo de que tienen la razón, por lo que rechazan la corrección y las advertencias. Quieren enseñar más que aprender. Buscan cualquier excusa para rechazar la instrucción o calumniar a los mentores. Son notorios por destacar las cosas más pequeñas para criticarlas o condenar a los que tienen autoridad (Is 29:20-21). No tienen sentido de la justicia y no tienen conciencia del dolor que causan a los demás.

Dios odia a los escarnecedores, y los destruirá. Lee Su dura advertencia contra los escarnecedores en los días de Isaías (Is 28:14-22). Los fariseos y otros líderes religiosos judíos eran escarnecedores: hablaban mal del Señor Jesús, y buscaban cualquier excusa que pudieran usar en su contra. Pero el bienaventurado y solo Soberano los redujo a polvo bajo las legiones romanas en el año 70 d.C. (Mt 3:7-12; 21:41-46; 22:1-7).

Los escarnecedores no merecen bondad, paciencia o verdad. Salomón advirtió que no desperdiciáramos el tiempo lidiando con los escarnecedores, porque eso solo genera conflicto y vergüenza (Pr 9:7-8; 14:7; 23:9; 26:4-5). El Señor Jesús los llamó “perros” y “cerdos”, y prohibió estrictamente darles las cosas preciosas de la Palabra de Dios (Mt 7:6). Cuando enfrentó a los fariseos porque estaban ofendidos por Sus enseñanzas, justamente los condenó a ellos y a sus seguidores a perpetua ignorancia (Mt 15:12-14).

¿Eres un escarnecedor? Es fácil caer en este horrible pecado. ¿Amas a los que te corrigen o reprenden? (Pr 9:8; Sal 141:5) ¿Amas a tus maestros? (Pr 12:1) ¿Admites fácil y completamente cuando estás equivocado y elogias a la persona que tiene razón? ¿Eres rápido en admitir la culpa y decir que lo sientes? ¿Crees que eres un indocto y neófito, y que necesitas que te enseñen? ¿Puedes perdonar fácil y rápidamente las faltas de aquellos que tienen autoridad sobre ti?

¿Cómo puedes asegurarte de no despreciar nunca a nadie? No murmures en secreto ni acaricies en tu corazón ideas rebeldes contra los que están sobre ti (Ec 10:20). Recuerda la regla de Salomón de que el amor a la corrección, a la instrucción y a la reprensión es sabiduría (Pr 9:8-9; 12:1; 13:18; 25:12; 27:5).

Elige inclinar tu oído y escuchar las palabras de los sabios, aquellos en posiciones de autoridad o instrucción sobre ti (Pr 5:1; 22:17). Aprende de la humilde elección de sabiduría que hizo Salomón cuando Dios le ofreció cualquier cosa (1 R 3:5-13). No desprecies las profecías– descuidar o rechazar la sana exposición de la Palabra de Dios por parte de Sus ministros (1 Ts 5:20; 2:13; 2 Ti 4:3-4).

¿Puedes reconocer a un escarnecedor? Hay más de ellos de lo que piensas. Están los pasivo-agresivos, que no expresan verbal ni abiertamente lo que piensan y sienten, pero los puedes detectar por su actitud y lenguaje corporal, el movimiento de los ojos y las manos, y las muecas inconscientes de sus labios. ¿Notas la resistencia a tu autoridad y la actitud altiva contra la instrucción y las advertencias? Cualquier respuesta defensiva u ofensiva a la enseñanza o la corrección identifica a un escarnecedor, porque el sabio se humilla ante la admonición y solo piensa en hacer cambios.

Muchos hombres se casan con mujeres escarnecedoras que desprecian su autoridad, ridiculizan sus ideas, y muestran desprecio hacia él ante los hijos actuando con altivez, como si tuvieran una mejor solución para todo. Desprecian en secreto las palabras inspiradas de la Escritura que dicen: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 P 3:3-4). Estas mujeres odiosas arruinan la paz de los matrimonios y los hogares, y deben ser echadas fuera (Pr 12:4; 19:13; 21:9,19; 25:24; 27:15-16; 30:21-23).

¡Padre! Debes aplastar este rasgo malvado en tu hijo. Si incluso hueles desprecio por tus instrucciones, reglas, advertencias o posición, debes castigarlo severamente. Tampoco puedes permitirlo hacia maestros bíblicos y mentores espirituales de valía. A juicio de Dios, el hijo que habla a la ligera de su padre o se burla de él siquiera con la mirada, es digno de muerte (Pr 20:20; 30:17; Dt 27:16). Si tienes un problema con un adolescente incorregible o un niño mayor en casa que causa conflictos, lee este proverbio para que sepas exactamente qué hacer. ¡Échalo fuera!

Dios ordenó el gobierno civil, y puso en sus cargos a los gobernantes específicos que están allí, desde los policías locales hasta el presidente. Deben ser obedecidos. Dios considera que aquellos que se rebelan en contra de las autoridades civiles son bestias que necesitan ser reprimidas. Los desprecia por su presunción arrogante al pensar que tienen alguna idea de lo que se necesita para liderar una nación (Pr 24:21-22; 2 P 2:10-12; Jud 1:8-10).

Si una iglesia tiene un escarnecedor, la iglesia debe echarlo. La paz entrará tan pronto como salga el escarnecedor. No hay lugar para el debate, la contradicción, la controversia, la disputa, la sedición, la contienda, la altivez, ni la discordia en las iglesias de Cristo (Ro 1:29-31; 1 Co 5:11; 6:9- 10; 2 Co 12: 20-21; Gl 5:19-21; Jud 1:11). Son ofensas de excomunión que no pueden ser toleradas en la membresía o en la mesa del Señor.

Salomón sabía por inspiración divina, observación y experiencia humana lo que funcionaba en la sociedad. Aquí da una regla preciosa para mantener la paz en el hogar y en otros lugares. Los escarnecedores deben ser expulsados. Puedes aplicar este proverbio primero odiando los rasgos escarnecedores en ti mismo; y, segundo, no permitiéndolos en los demás. Si un escarnecedor persiste, debe ser expulsado.

El padre de todos los escarnecedores es el diablo, que despreció su oficio de querubín ungido de Dios y aspiró a ser como Dios mismo (Is 14:12-14; Ez 28: 13-15; 1 Ti 3:6). Por esto, Dios lo destinó al infierno eterno, y nos ha librado a los creyentes de su autoridad y pretensiones (Lc 11:20-22; Col 2:15). El Señor Jesucristo ha destruido las obras del diablo, incluyendo tu propio desprecio y rebelión (He 1:3; 2:14-15; 1 Jn 3:8). ¡Alabado sea Su glorioso nombre!

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TODO LO QUE EL HOMBRE SEMBRARE



“El que sembrare iniquidad, iniquidad segará, Y la vara de su insolencia se quebrará” (Pr 22:8).

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La iniquidad no funcionará. La insolencia no funcionará. Si pecas con ellas con una meta en mente, la perderás al final. El pecado trae juicio y pérdida; es inútil y sin valor, excepto para sufrir. Si usas la iniquidad y la insolencia para seguir tu camino pecaminoso, te destruirán. Fracasarás miserablemente. No te mientas a ti mismo(a), porque solo la piedad y la justicia triunfarán y te darán una buena siega (Pr 11:18).

Cosechas lo que siembras. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gl 6:7). 

¿Por qué la advertencia sobre el autoengaño? Porque los hombres creen que pueden salirse con la suya con el pecado. Pero Dios no puede ser burlado. No puedes tomar a la ligera Su palabra pecando en contra de ella. Él te hará polvo por tu rebelión. ¡Arrepiéntete ahora!

Ni la iniquidad ni la insolencia te traerán éxito. Puedes obligar temporalmente a otros a someterse, pero tu mala semilla no producirá buen fruto. Hay Uno que vive mucho más alto que tú, y Él aplastará tus débiles intentos de promoverte y defender tu vida pecaminosa (Ec 5:8). Piensa en el insensato Senaquerib (Is 10:5-19). Considera a  Faraón.

La iniquidad y la insolencia a veces se manifiestan como enojo. No todo enojo es malo. Finees se enojó por una causa justa, y le trajo una gran bendición (Nm 25:1-15). Jesús se enojó, pero su vara no falló en absoluto (Mrc 3:5). Pero el enojo que nace de la iniquidad y la insolencia es pecado que dará muy mal fruto.

No puedes burlarte de las leyes de Dios y tener éxito. Él no lo permitirá. Si Él lo permitiera, entonces Su justicia y rectitud no significarían nada. Si transiges en cualquier área de tu vida, lo pagarás. No importa cuáles sean tus intenciones, no las realizarás. Tú pierdes.

David trató de disfrutar de Betsabé sin consecuencias, pero ella concibió. Emborrachó a su marido para cubrir el pecado, pero él fue demasiado justo. Hizo que lo mataran cruelmente y se casó con su mujer creyendo que se había salido con la suya, pero le costó la vida de cuatro de sus hijos por el juicio del Señor. David perdió trágicamente. (2 S 12:5-6; los hijos son el que engendró con Betsabé, Amnón, Absalón, y Adonías)

Un padre hipócrita que usa la iniquidad y la insolencia para dominar a sus hijos al final perderá miserablemente, garantizado. Una mujer que defrauda a su marido para proteger su orgullo insolente también perderá. Un empleador inicuo no sobrevivirá al final, sin importar cuán bien juegue sus cartas gerenciales.

Los codiciosos que no dan no protegerán su patrimonio con diligencia o frugalidad (Pr 11:24; 21:13; Hag 1:1-11). Un hijo inicuo e insolente no prosperará en la vida por muy enérgico que sea para probarse a sí mismo (Pr 20:20; 30:17). El gozo del hipócrita religioso que finge fe los domingos es muy corto (Job 20:4-29). Ten presente que tu pecado te alcanzará (Nm 32:23).

Pero hay perdón de Dios para aquellos que se arrepienten de su iniquidad e insolencia, confiesan sus pecados, y se vuelven a la justicia del Señor (Pr 28:13; 1 Jn 1:9). Si siembras piedad, cosecharás la gran recompensa de Dios de bendición y favor sobre tu vida (Pr 11:18; Sal 19:11; Stg 1:25).

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Thursday, August 14, 2025

5 OBSTÁCULOS PARA LA FELICIDAD



La búsqueda de la felicidad es un deseo humano natural; sin embargo, pocas personas parecen encontrarla. He aquí cinco obstáculos comunes que impiden la felicidad, según la Biblia; y a continuación algunas instrucciones sobre cómo alcanzarla.

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Pregúntale a la gente qué espera de la vida, y probablemente te responderán algo como “Ser feliz”. 

Procuramos satisfacer nuestros caprichos, deseos, sueños y pasiones en busca de esa dicha tan esquiva. Sin embargo, parece que muy pocos la encuentran. Incluso teniendo una carrera exitosa, un estilo de vida acomodado y una vida social activa, a menudo persiste un sentimiento de desencanto.

Una encuesta Gallup realizada en 2024 reveló hasta qué punto se ha extendido la infelicidad: su conclusión fue que menos de la mitad (47 %) de los americanos dicen estar satisfechos con sus vidas. Por supuesto, aun sin encuestas es obvio que muchos no son felices, especialmente cuando vemos las noticias o navegamos por las redes sociales.

Una de las razones detrás de ello es que la gente suele tener una visión muy distorsionada de lo que significa la felicidad. Muchos simplemente la consideran un estado emocional, producto de  lograr cosas externas como metas o posesiones, o como el resultado de hacer algo “divertido” o “placentero”. La felicidad se ve entonces como algo que va y viene, dependiendo de si se están cumpliendo o no los deseos personales. No obstante, esa forma de pensar agranda el problema, ya que es probable que no estemos haciendo lo que deberíamos para alcanzar una felicidad real y duradera, e incluso puede que estemos haciendo cosas que la alejen.

Entonces, ¿cómo definir con mayor precisión la felicidad? ¿Cuál es la mejor manera de alcanzarla? ¿Cuáles son algunos de los obstáculos más comunes que la impiden? La Biblia, a la que a veces nos referimos como nuestro manual de instrucciones para la vida, tiene mucho que decir acerca de estas preguntas.

Cientos de pasajes de la Biblia abordan el tema. Ahora bien, no siempre encontramos las palabras felicidad o feliz, pero sí otras como alegría, gozo, regocijo, deleite y contentamiento. Sin embargo, todos estos conceptos están relacionados entre sí. Si estamos alegres o llenos de regocijo, también estamos contentos y felices.

Para resumir estos pasajes bíblicos, ser feliz tiene que ver con estar satisfechos y en paz con las circunstancias de nuestra vida tanto en los buenos como en los malos momentos. No es un sentimiento temporal, ni depende de que nuestra vida “vaya sobre ruedas”, sino que es más bien una forma de pensar, creer y vivir

Se trata de enfocarse en lo que tiene valor eterno, en vez de dejarse absorber totalmente por los deseos cotidianos de esta vida. Implica estar contentos incluso durante las pruebas, porque sabemos que Dios hace que nos ayuden para bien (Ro 8:28) y que Él tiene un propósito para cualquier cosa que experimentemos (Is 64:8; Fil 1:6). Podemos alegrarnos porque sabemos que los caminos de Dios funcionan y que sus promesas son seguras, sin importar lo que pase.

En la Biblia encontramos varios impedimentos que pueden desviarnos en nuestra búsqueda de la felicidad. A continuación presentamos cinco de esos obstáculos. No se trata de una lista exhaustiva, pero expone algunos de los que más comúnmente nos roban la alegría. Cuando comprendamos mejor lo que nos hace infelices, más fácil nos será ver los caminos hacia la verdadera felicidad.

1. Quejarse continuamente

Filipenses 2:14 nos insta a “[hacer] todo sin murmuraciones y contiendas”. Hay muchas razones por las cuales Dios no quiere que seamos quejumbrosos, pero más que nada porque nos hace daño. Quejarnos nunca nos hace sentir mejor, sino al contrario: si estamos deprimidos, nuestra depresión solo empeora. Si estamos disgustados, nos disgustamos más. Si nos sentimos desanimados, más sombrío es nuestro estado de ánimo. Y quienes soportan nuestros lamentos también se sienten peor.

El hecho es que no hay forma de quejarse y al mismo tiempo sentirse satisfecho o en paz. Cuando enfocamos nuestra atención en aquello que no nos satisface, perdemos la oportunidad de experimentar y apreciar las bendiciones que el Señor nos ha dado. Puede que ni siquiera podamos darnos cuenta de todo “lo bueno” que tenemos ante nosotros.

Un ejemplo: recuerdo una vez que acampamos con varias familias y llovió todo el fin de semana. Los mosquitos afuera estaban en todo su furor, y habíamos olvidado llevar insecticida. Las almohadas bajo nuestros sacos de dormir no eran suficientemente gruesas para el suelo duro y disparejo. Sin embargo, nuestro grupo había hecho una especie de pacto de que no íbamos a pasar el fin de semana quejándonos de nuestros muy evidentes “problemas para acampar”. En cambio, decidimos enfocarnos en el hecho de que todos estábamos agradecidos por compartir ese tiempo juntos. Si hubiéramos estado renegando todo el tiempo, no habríamos podido concentrarnos en las personas con las que estábamos para fortalecernos mutuamente. Aquella experiencia de campamento fue hace muchos años, y aún hoy es un feliz recuerdo.

2. El deseo de “querer siempre más”

Es fácil caer en el engaño de que para ser felices necesitamos más “cosas”. Muchas veces esta mentalidad se manifiesta como codicia financiera, contra la cual la Biblia nos advierte. Hebreos 13:5 dice: “Manténganse libres del amor al dinero y conténtense con lo que tienen” (NVI). Eclesiastés 5:10 añade: “El que ama el dinero nunca se satisface con lo que tiene, siempre quiere más y más” (PDT). 

La preocupación por acumular cosas materiales puede hacer que nos ofusquemos y acongojemos. Una vez que hemos obtenido algo nuevo, más grande o mejor, a menudo aparece otra cosa más que deseamos.

Así como ocurre con ser quejumbrosos, podemos obsesionarnos tanto con desear tener más cosas que, de hecho, no disfrutamos las que ya tenemos. He conocido a personas que pasaron gran parte de su vida trabajando muchas horas extras para poder comprar “más cosas”, y al final se arrepintieron de haberlo hecho, ya que sus relaciones con familiares y amigos no eran tan buenas como podrían haber sido (pues no habían tomado el tiempo para cultivarlas). De modo que son nuestras relaciones con los demás (empezando por nuestra relación con el Señor Jesús) las que proporcionan un verdadero propósito y plenitud a nuestras vidas.

Un conocido versículo bíblico dice: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Ti 6:6). Estar contentos nos libera de las presiones y el estrés a los que se somete la gente para tratar de acumular más cosas materiales. Aunque no es intrínsecamente malo trabajar duro para conseguir ciertas cosas no indispensables, si nuestra búsqueda de cosas materiales nos lleva a descuidar las relaciones importantes, nuestras vidas serán menos placenteras.

3. Compararnos con los demás

Probablemente todos hemos caído alguna vez en la trampa de la comparación. Puede que nuestros compañeros de trabajo o vecinos nos cuenten sus planes de construir pronto una piscina, sobre su nueva afiliación a un club campestre o los éxitos académicos de sus hijos, y quizá nos sintamos defraudados por no tener tales cosas. O puede que al navegar por las redes sociales veamos publicaciones sobre las vidas aparentemente idílicas y los impresionantes éxitos de otras personas. Olvidamos que la información que vemos ahí no muestra toda la realidad, y de hecho, a menudo todo es mentira. Solo sabemos que nos sentimos tristes o fastidiados porque nuestras propias vidas parecen inferiores en comparación.

La Biblia nos advierte que no debemos compararnos con otras personas: “Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos” (2 Co 10:12).

Cuando comparamos nuestras carreras, finanzas, familias o logros con los de los demás, casi siempre encontraremos que otros nos superan, lo que puede hacer que nos sintamos insatisfechos con nuestras propias vidas. Es una forma de competencia que nunca conduce a la felicidad. En vez de compararnos con los demás, es mucho mejor competir con uno mismo. Procura ser cada día una mejor versión de ti mismo. Ver cómo creces personalmente como creyente en Cristo Jesús puede hacer (y hará) que te sientas más pleno.

4. Enfocarnos solo en nosotros

La tendencia natural del ser humano es el egocentrismo. Solemos enfocarnos en nuestros propios sentimientos y perspectivas, y en lo que pensamos y queremos. No obstante, si bien esta es una manera natural de pensar, preocuparse solo de uno mismo solo nos hace sentir descontentos. Ninguno de nosotros consigue siempre exactamente lo que quiere, y los demás no siempre hacen lo que queremos que hagan. Y cuando eso ocurre, si tenemos una mentalidad de “yo primero” nos sentiremos descontentos porque nuestros deseos no se cumplen. Una clave para sentirnos en paz es no esperar ni insistir en que las cosas salgan siempre “a nuestra manera”.

Otra razón por la cual este hábito es inconveniente es que no muestra amor a otras personas. Filipenses 2:3-4 nos instruye: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás” (NVI). Cuando dejamos de centrarnos en nosotros mismos, las personas con las que interactuamos serán más felices, y nosotros también.

Recuerdo una ocasión en la que me sentí agraviado por un compañero de trabajo que me había pedido un consejo, pero yo no había considerado ningún otro punto de vista que no fuera el mío. Me obsesioné sobremanera con lo sucedido y permití que el dolor emocional dominara mis pensamientos al ver que él ignoró totalmente lo que yo le había dicho. El resultado de esto fue que me disgustara, y no fue hasta que intenté comprender mejor la perspectiva de la otra persona, que se enfrentaba a sus propios problemas, que mi molestia empezó a disiparse. En lugar de enfocarme en mi molestia me esforcé por infundirle aliento, lo que mejoró su ánimo y me hizo sentir mucho mejor.

Si bien es cierto que debemos cuidar de nosotros mismos, ese no debe ser nuestro principal objetivo. Un versículo muy conocido a este respecto es Hechos 20:35: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Se trate ya sea de un regalo, nuestro tiempo, nuestro cuidado o nuestra comprensión, es increíblemente satisfactorio compartir con los demás incluso si eso significa hacer sacrificios personales o dejar de lado nuestros propios intereses y puntos de vista.

5. Pensamiento a corto plazo

Otra tendencia humana es preocuparnos tanto por los problemas y las dificultades que afrontamos en el momento, que no podemos ver más allá. Puede que no seamos capaces de ver el “lado bueno” o cómo las cosas podrían mejorar posteriormente cuando estamos en el fragor de una prueba difícil o enfrentándonos a un gran obstáculo o aprieto. Solo sabemos que estamos luchando o asustados, o que nos sentimos agotados. Es cierto que no tenemos que fingir que el dolor y las decepciones no son reales; pero tampoco debemos estancarnos en este tipo de pensamiento de corto plazo.

Si las “realidades negativas” habituales son todo lo que ocupa nuestra mente, nunca experimentaremos alegría ni paz mental y solo conseguiremos estar muy deprimidos o amargados. Colosenses 3:2 dice: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Necesitamos recordar siempre los planes a largo plazo que el Señor tiene para la humanidad y lo que Él está haciendo en nosotros, especialmente cuando sufrimos.

Experimentar pruebas y tribulaciones es una forma de fortalecer los atributos de nuestro carácter, como la perseverancia, la paciencia y la esperanza (Stg 1:3-4; Ro 5:4). También aprendemos lecciones, vemos puntos de vista útiles y, ojalá, nos acercamos más al Señor. En 2 Corintios 4:17, se nos dice: 

“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”

Reconocer lo bueno que puede salir de nuestras circunstancias, incluso cuando lo que estamos soportando es realmente duro, puede ayudarnos a cultivar un espíritu gozoso.

Cómo alcanzar la verdadera felicidad

Alcanzar la verdadera felicidad es cuestión de evitar obstáculos como los mencionados aquí y esforzarse por comprender y obedecer las instrucciones del Señor sobre cómo vivir, tal y como se detallan en la Biblia. La Biblia nos asegura que seremos felices si guardamos la Palabra de Dios (Pr 29:18), nos deleitamos en Sus instrucciones y meditamos en ellas día y noche (Sal 1:1-2), y lo buscamos de todo corazón (Sal 119:2).

Los mandamientos de Dios nos muestran cómo amarlo a Él y a nuestros semejantes, y enfatizan el hecho de que no debemos hacer de nuestra propia complacencia la mayor prioridad. Seguir estos mandatos es el camino hacia una existencia verdaderamente plena y significativa. A medida que nos esforcemos por practicar las enseñanzas del Señor Jesús, llegaremos a ver que Su forma de vida conduce a resultados positivos, lo que aumenta nuestra confianza en Él. Confiar en el Señor trae paz. Proverbios 16:20 nos dice que “el que confía en el Señor es bienaventurado”. A medida que aprendemos a confiar más en Dios, buscaremos en Él cada vez más guía y seguridad, lo que incrementa y fortalece nuestra sensación de paz.

Además, al ver la mano del Señor en nuestras vidas, nos daremos cuenta de que tenemos mucho que agradecer. Seremos capaces de ver todo lo que está “bien” en nuestras vidas y de poner nuestros problemas en perspectiva, captando el bien final que se derivará de nuestras circunstancias actuales. Esto fomenta una mentalidad positiva.

En mi vida he pasado por momentos difíciles en los que las cosas definitivamente “no me salían como yo quería”, pero aun así sentía contentamiento muy en mi interior. Sabía que el Señor cuidaba de mí y podía comprobar cómo los principios bíblicos me ayudaban a superar mis luchas. Esta convicción me ha hecho sentirme agradecido y me ha ayudado a controlar mis pensamientos. Este es el tipo de felicidad que no desaparece incluso cuando nuestras “circunstancias actuales” son inquietantes o sombrías.

Desde luego, no hay nada malo en disfrutar de “placeres temporales”. Todos podemos beneficiarnos a veces de ese tipo de estímulo emocional. Pero siempre tenemos que recordar que la felicidad real y duradera proviene de aprender a vivir a la manera del Señor Jesús, acercándonos a Él y haciendo que Sus objetivos supremos para nosotros sean también nuestra esperanza. 

Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia (2 Co 9:10).

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Sunday, August 10, 2025

INSTRUYE AL NIÑO EN SU CAMINO



“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr 22:6).

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La instrucción bíblica funciona. Puedes hacer grande a tu hijo a los ojos de Dios y de los hombres. Si no lo instruyes en la Palabra del Señor, no deberías haberlo tenido. El niño que no es instruido en el temor del Señor caerá por defecto en la necedad y el pecado en el que nació, lo que producirá en ti una gran culpa; y en ambos, solo dolor y problemas.

La instrucción bíblica funciona. Pero debes tener una visión para ella temprano en la vida del niño. Requiere sabiduría y esfuerzo. Toma la instrucción de Dios y Salomón que se encuentra en este libro de Proverbios. Debes comenzar cuanto antes. No postergues la instrucción bíblica que tu hijo necesita.

Un niño bien instruido en el Señor temerá a Dios y vivirá una vida sabia y justa como adulto. Un niño sin instrucción bíblica no temerá a Dios ni vivirá una vida sabia y justa como adulto. Solo un milagro de gracia puede deshacer la falta de instrucción bíblica en tu hijo, y Dios no te ha prometido un milagro. No cuestiones esta promesa. Las excepciones que ves no alteran la regla. Créelo. Hazlo.

Aquí no hay secreto ni misterio. Los padres perezosos buscan métodos especiales para educar a sus hijos. Siempre están preocupados, leyendo, comprando libros y asistiendo a seminarios, pero casi nunca instruyendo. La acción es mucho más importante que la técnica. La consistencia es mucho más importante que la intensidad. No desperdicies el tiempo en buscar una forma más fácil o más inteligente. Ponte a trabajar.

Este proverbio es un mandamiento, no una sugerencia. Es una promesa, no una posibilidad. Los creyentes en la Biblia confían en ella tanto como en cualquier otra promesa. No se sienten intimidados por la tarea que tienen por delante. Ponen su confianza en las preciosas Escrituras de Dios y se ponen a trabajar hoy. Ellos saben que el Dios Creador y el rey Salomón sabían más sobre la educación de los niños que todos los “expertos” juntos. No podría importarles menos lo que piensen los “expertos” del mundo.

Salomón dice: “Instruye”. No dice cría. Crías pollos y gallinas, pero instruyes al niño. Alimentar a un niño con comidas nutritivas, proporcionarle ropa abrigada, dejarlo tener su propio dormitorio y darle un beso de buenas noches no es instruirlo. La mayoría de las especies de animales hacen estas cosas por sus crías. Instruir a un niño es enseñarle la Palabra de Dios y disciplinarlo oportunamente para formar un carácter a largo plazo en él, y otorgarle sabiduría en el temor del Señor y el conocimiento de las Escrituras.

Lo instruyes en su camino. Esto describe el período desde el nacimiento hasta la adultez. La instrucción debe comenzar temprano, ya que a los bebés se les puede enseñar un horario de alimentación y que no todo llanto recibe atención inmediata. Progresa de una etapa de control a una etapa de análisis y diálogo, y luego a una etapa de asesoramiento y aplicación. Continúa a través de la pubertad, adolescencia y juventud donde se enfrentan un conjunto completamente nuevo de problemas. Continúa hasta cuando un hijo adulto crea un nuevo hogar, y comienza él mismo el proceso ya completamente asimilado.

Lo instruyes “en el camino”. El padre no puede instruir a cada paso, pero puede indicar la dirección (Gn 18:19). Dios te dio un hijo con una pizarra en blanco por mente. Llenas esa mente con conocimiento y sabiduría piadosos. Así como las Escrituras no dictan cada paso de tu vida, permitiendo mucha libertad individual, tú lo instruyes en el camino de la piedad, no en cada paso de ella.

“Instruye al niño en el camino”. Debes instruido en el camino que debe seguir. No puede ser el camino que quiere seguir. Cada niño se inclina por defecto a la necedad y el pecado de Adán. Sin instrucción contra este instinto predeterminado, se convertirá en un pecador endurecido y reprobado. El camino que debe seguir es el camino de la justicia y juicio expuesto claramente en las Escrituras (Gn 18:19; Dt 6:4-9; 29:29; Ef 6:4). No debe ser el camino por cual el mundo quiere que vaya, porque ese es el camino de Satanás y la perdición (Ef 2:1-3).

“Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Aquí hay una promesa para creer, pero también lo bastante amplia para permitirte esperar posibles dificultades durante los años de la pubertad, la adolescencia y la juventud, antes de que sea viejo. Sin embargo, adecuadamente instruido desde niño, los años de la adolescencia no tienen por qué ser tan difíciles. Si lo instruyes constantemente, volverá a su instrucción cuando adulto. Créelo. Cuenta con eso.

¿Qué es instruir? Es un ejemplo constante de una vida recta que el niño debe recibir primero y luego observar él mismo a medida que crece. Es enseñar la existencia de Dios y la autoridad absoluta de la Biblia. Es hacer cumplir las reglas de Dios y la autoridad de los padres estricta y severamente. Es enseñar con la reprensión y la vara. Es enseñar por la repetición a lo largo del día. Es utilizar refuerzo positivo y negativo para el comportamiento. Es una relación muy abierta con el niño, permitiéndole conocerte y apreciarte bien.

¿Qué no es la instrucción? Gritar no es instruir a un niño. Enviarlo a una escuela cristiana es solo una parte débil de su formación. Intimidarlo o regañarlo no es instruirlo. Cantidades de reglas y castigos no son instrucción. Jugar a la pelota en el patio no es instrucción. Ver dibujos animados en la televisión no es instrucción. Poner a la madre a cargo no es instruirlo. Leerle un capítulo de la Biblia sin explicarle su significado no es instrucción. Darle una mesada sin que realice ningún trabajo no es instrucción.

Las generaciones anteriores crecieron en granjas observando la doma y el adiestramiento de los animales. Si no domaban y adiestraban correctamente a ciertos animales, la familia sufriría pérdida: pasaría hambre durante el invierno o quedaría gravemente imposibilitada de prosperar. Instruir a los niños era fácil después de domar potros y adiestrar mulas para el arado. Esto no es ciencia espacial, y la búsqueda de técnicas nuevas o creativas no da en el blanco. Cualquier padre puede instruir a su hijo, si elimina su egoísmo y pereza y se pone a trabajar. Es una vergüenza que hoy en día los perros-guías puedan ser adiestrados, pero los niños no puedan ser instruidos.

Los jóvenes de esta generación son un desastre. La mayoría son arrogantes, necios, ignorantes, perezosos, inmaduros, profanos, rebeldes, egoístas y derrochadores. Hay una causa para esta disfunción personal y social. Cuando eran niños, sus padres estaban demasiado ocupados, y fueron demasiado egoístas y perezosos para instruirlos en la Palabra de Dios. Las consecuencias son una generación de necios, que engendrará más y peores necios. El futuro del mundo es sombrío, no por los políticos, sino por padres negligentes.

Todo padre piadoso debería tomar este proverbio como propio y ponerse a trabajar. La descendencia piadosa y sabia está a una oración de distancia. Haz una inversión diaria razonable y consistente, y confía en el Señor para el resto (Sal 127:1-2). Él, que pudo multiplicar unos panes y peces para alimentar a una gran multitud y dejar mucho sobrante, puede multiplicar tu esfuerzo por producir el fruto de un hijo recto, que regocijará tu corazón. No hay razón para permanecer derrotado; hay muchas razones para estar agradecido. ¡Que el Señor esté contigo!

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