“Tomó el sabio la ciudad de los fuertes, y derribó la fuerza en que ella confiaba” (Pr 21:22).
Poder hacer algo no significa que sea correcto hacerlo, y tampoco garantiza el éxito. De hecho, poder hacer algo no es importante en absoluto en comparación con la sabiduría. Un hombre sabio es superior a un hombre necio, sin importar cuán fuerte sea ni cuánto confíe en su poder ese necio. La lección aquí es que la sabiduría es mejor que el poder o la fuerza (Ec 7:19; 9:13-18).
La sabiduría es muy útil. Le puede dar ventaja a tus habilidades. Puede dirigir tu energía y esfuerzos de manera práctica, de manera más eficiente de lo que otros pueden pensar que es posible. La falta de educación secular, inteligencia mundana, experiencia o popularidad, entre otras aparentes desventajas, no tiene por qué desanimarte o derrotarte. Considera cuidadosamente el excelente ejemplo de Salomón de un hombre débil que afila su hacha para superar a un hombre más fuerte con un hacha sin filo (Ec 10:10).
La sabiduría de Dios puede ser muy práctica, como enseña gran parte de este libro de Proverbios. Por ejemplo, aconseja sobre la inversión del capital al recomendarle al agricultor adquirir bueyes en vez de agobiarse con una labor agraria meramente manual (Pr 14:4). Proverbios también enseña cómo poner fin a las disputas (Pr 15:1; 25:15), comprar honestamente (Pr 20:14), vencer la discriminación (Pr 17:2), el valor de los buenos consejeros (Pr 15:22), evitar los pasivos contingentes (Pr 22:26), y muchas otras cosas más.
No importa cuán fuerte o seguro pueda parecer un adversario o una situación, la sabiduría puede ayudarte a superar sus esfuerzos por oprimirte o subyugarte. Aunque los hombres pueden fanfarronear una y otra vez con una confianza arrogante, lo que los hace lucir aún peor que necios (Pr 26:12), con sabiduría puedes descubrir sus errores y debilidades para derrotarlos (Pr 18:17; 28:11).
La ciudad de Babilonia en el 457 a.C. era la maravilla de su tiempo. El rey Nabucodonosor había gobernado con poder absoluto durante su vida, y ahora su ciudad capital estaba sitiada por los medos y los persas. Su nieto Belsasar estaba tan confiado en la fortaleza de la ciudad que festejaba con sus cortesanos hasta bien entrada la madrugada (Dn 5:1-4).
¿Qué tan fuerte era Babilonia? De dieciséis kilómetros por lado, cubría 160 kilómetros cuadrados. El Éufrates fluía a través de la ciudad proporcionándole agua e irrigando los famosos Jardines Colgantes que proporcionaban toda clase de frutos deliciosos. Las enormes puertas de latón con barrotes de hierro protegían a la ciudad del asalto del río. Había muros dobles que rodeaban la ciudad, que tenían 22 metros de alto y 9 metros de ancho, con suficiente espacio dentro ellos para 4 carros tirados por caballos. Fuera del muro exterior había un foso ancho y profundo alimentado por el Éufrates.
Los babilonios dentro de la ciudad no tenían ningún temor de los medos y los persas que estaban afuera. La consideraban inexpugnable al tradicional asedio militar. Gracias al río Éufrates y los jardines colgantes en las murallas que le proporcionaban a la ciudad su propio alimento fresco, los babilonios creían que podrían resistir un asedio enemigo durante veinte años. Belsasar y sus cortesanos festejaban indiferentes debido a la gran confianza que tenían en la fortaleza de Babilonia.
Pero los persas tenían un rey llamado Ciro, a quien Dios había elegido y bendecido con sabiduría (Is 45:1-4). Sus ingenieros desviaron secretamente el Éufrates hacia un área utilizada para la escorrentía durante las épocas de inundaciones. Ciro luego hizo que su ejército penetrara a la ciudad por el lecho seco del río Éufrates, aprovechando que, debido a la confianza arrogante en su ciudad, los babilonios habían dejado abiertas las compuertas a la ciudad. Belsasar fue asesinado esa noche y Babilonia fue tomada fácilmente.
¿Cuál es la lección? Mejor es la sabiduría que la fuerza, y los que sólo confían en la fuerza son necios. La sabiduría toma decisiones prudentes y creativas. Dios le dio a Ciro sabiduría especial para idear una estrategia para tomar fácilmente la poderosa ciudad de Babilonia.
Dios llamó a Ciro por su nombre y predijo la toma de Babilonia 150 años antes de que naciera Ciro (Is 13:1-22; 44:21-28; 45:1-4; 47:7-9; Jer 51:30). Tus problemas pueden parecer grandes, y tus enemigos pueden ser arrogantes, pero la sabiduría de Dios puede vencerlos a ambos (Pr 22:17-21; Sal 19:7-11; 2 Ti 3:16-17).
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