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martes, 3 de junio de 2014

C.S. LEWIS: EL SANTO PATRÓN DE LOS NEOEVANGÉLICOS


[Publicado por primera vez aquí el invierno de 2012.]

El fallecido autor británico C.S. (Clive Staples) Lewis (1898-1963), que era llamado simplemente “Jack” por sus cercanos, es extremadamente popular entre los evangélicos hoy en día. Tanto así, que se podría decir que es el “padrino de los evangélicos contemporáneos”.

De hecho, Lewis es admirado con igual fervor tanto por “evangélicos” negadores del infierno como por católicos, mormones, e incluso algunos ateos. Esto es evidencia irrefutable del alcance de su nefasta influencia, y habla fuerte y claro a los oídos de los que tienen oídos para oír.

La mayoría de las librerías promueven las obras de Lewis como si estas fueran cristianas. Aunque Lewis falleció en 1963, las ventas de sus libros ascendieron a dos millones anuales en 1977, y han aumentado el 125% desde el  2001, sin vislumbres de que disminuyan.

La edición de diciembre de 2005 de Christianity Today (revista fundada en 1956 por Billy Graham) fue dedicada enteramente a él, y titulada C.S. Lewis Superstar. En un artículo conmemorando el centenario de su nacimiento, J.I. Packer lo llamó “nuestro santo patrón” y dijo que Lewis “se ha convertido en el Aquino, el Agustín, y el Esopo de los evangélicos contemporáneos” (Aún Sorprendido por Lewis [Still Surprised by Lewis, Christianity Today, 7 de septiembre , 1998]).

Una encuesta realizada ese mismo año entre los lectores de Christianity Today consideró a Lewis como el escritor evangélico de mayor influencia. A la luz de la decaída condición espiritual, doctrinal y moral de los evangélicos contemporáneos, esta es una estadística muy decidora.

En su edición del 23 de abril del 2011, Christianity Today de nuevo alabó a C.S. Lewis en un artículo titulado Los Mitos Importan [Myth Matters]. Lewis, llamado “el apologista cristiano más grande del siglo XX”, escribió varias obras de carácter mitológico, tales como Las Crónicas de Narnia, las que Christianity Today recomienda en los términos más elogiosos, declarando que “Cristo no vino a terminar con los mitos, sino a tomar lo más esencial de ellos en Sí Mismo, para hacerlo real”. No sabemos qué comentar acerca de esto, salvo que es pura palabrería sin sentido. En sus crónicas, Lewis describe al Señor Jesucristo como un león llamado Aslan, quien es sacrificado sobre una mesa de piedra. Christianity Today dice: “En Aslan, Cristo se hace tangible, reconocible, real”. Como si fuera posible conocer al Señor a través de una fábula vaga e inexactamente basada en temas bíblicos mezclados con paganismo.

Además de ser Lewis alabado por casi todas las denominaciones evangélicas a lo largo y ancho del mundo, se le considera el padre del “hedonismo cristiano” (John Piper), y es elogiado por  Rob Bell en su libro El Amor Gana [Love Wins], en el que niega la existencia del infierno y promueve el universalismo.

En la sección de reconocimientos, Bell escribe: “... a mis padres, a Rob y Helen, por sugerirme cuando estaba en la secundaria que leyera a C.S. Lewis”.

HEREJÍAS DESTRUCTORAS

“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2 Pedro 2:1).

Incluso Christianity Today admite: “Clive Staples Lewis era cualquier cosa excepto un evangélico clásico, social y teológicamente hablando. Lewis fumaba cigarrillos y pipa, visitaba bares regularmente y bebía cerveza con sus amigos. Aunque compartía con los evangélicos algunas creencias cristianas básicas, no se suscribió a la inerrancia bíblica o a la sustitución penal. Creía en el purgatorio y en la regeneración bautismal” (C.S. Lewis Superstar, Christianity Today, December 2005).

La Inerrancia de la Escritura es una doctrina fundamental de la fe, pero Lewis la negó. En una carta al editor de Christianity Today, fechada el 28 de febrero, 1964, el Dr. W. Wesley Shrader, de la Primera Iglesia Bautista de Lewisburg, Pennsylvania, advirtió que “C.S. Lewis... nunca abrazó la posición (literal-infaliblede la Biblia” (News Bulletin, Fundamental Baptist Fellowship, March 4, 1984).

La Historicidad de la Biblia es una doctrina fundamental de la fe, pero Lewis la negó. Él creía que Jonás y Job no eran libros históricos. En su artículo Teología Moderna y Crítica Bíblica, Lewis escribió: “... Jonás, un cuento que algunos creen tan histórico como Job, deja entrever en su grotesco incidente, una vena típica del humor judío; aunque no deja de ser edificante” (Modern Theology and Biblical Criticism, Christian Reflections, edition by Walter Hooper, Eerdmans).

La Necesidad de una Conversión Sobrenatural A Través del Arrepentimiento y la Fe en Cristo es una doctrina fundamental de la fe, pero no hay evidencia de que Lewis la haya alguna vez experimentado. Hemos leído varios de sus libros, docenas de artículos, varias biografías sobre él, y no hemos encontrado ni una sola inequívoca enseñanza acerca del nuevo nacimiento ni un claro testimonio bíblico que nos diga que él lo experimentó alguna vez. Incluso Christianity Today afirma que Lewis creía en la “regeneración bautismal”.

Esto debería ser objeto de profunda preocupación por parte de sus admiradores evangélicos. En su autobiografía, Sorprendido por la Alegría Lewis presenta un confuso testimonio sobre su conversión. Definitivamente experimentó una especie de conversión mística que lo cambió de ser un ateo, a aceptar la creencia en Dios; pero esto no es la regeneración de la cual habla la Biblia. Esto le ha ocurrido a muchos otros: Malcolm Muggeridge, entre ellos, quien al final se entregó al falso evangelio sacramental del catolicismo, el cual Pablo nos dice que Dios ha maldecido (Gálatas 1).

En el libro El Gran Divorcio, que trata acerca de la salvación, el cielo y el infierno, Lewis no dice nada sobre la necesidad de la fe personal en Cristo, la sangre de Cristo, o el nuevo nacimiento. Todo es sólo sobre buenas obras y carácter “cristiano”.

La Sustitución Penal o Expiación es una doctrina fundamental de la fe, pero Lewis la negó. La Biblia claramente declara que Cristo derramó Su sangre y murió para satisfacer la santa demanda de Dios de castigar con la muerte el pecado. Pero Lewis afirmó que no importa como uno “defina” la expiación, y añadió que no era una parte esencial del cristianismo. En Mero Cristianismo Lewis hace la siguiente declaración:

“Puedes decir que Cristo murió por nuestros pecados. Puedes decir que el Padre nos ha perdonado porque Cristo ha hecho por nosotros lo que nosotros deberíamos haber hecho. Puedes decir que hemos sido lavados por la sangre del Cordero. Puedes decir que Cristo ha derrotado a la muerte. Todas son verdadesSi alguna no te atrae, déjala de lado y sigue adelante con la fórmula que sí lo hace. Y lo que sea que hagas, no discutas con otros porque usan una fórmula diferente a la tuya” (Mero Cristianismo [Mere Christianity, Harper San Francisco edition, 2001, p. 182]).

Esto no es más que fétida herejía. Lewis equivocadamente declara que no importa si una persona cree o no que ha sido lavada por la sangre de Cristo, ya que esto es una mera “fórmula” que puede ser aceptada o rechazada según uno lo prefiera. Dice que está bien creer que “el Padre nos ha perdonado porque Cristo ha hecho por nosotros lo que nosotros deberíamos haber hecho”. Esta salvación sin sangre a través de la vida de Cristo en vez de a través de Su muerte, no es salvación en lo absoluto de acuerdo a la Biblia. La “sangre” es mencionada más de 90 veces en el Nuevo Testamento, y eso no es accidental. “Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22). Si Cristo hubiera vivido una vida perfecta en nuestro lugar y murió una muerte incruenta en nuestro lugar, no seríamos salvos.

Lewis dice: “La creencia central es que la muerte de Cristo de alguna manera nos ha puesto en buenas relaciones con Dios y nos ha permitido comenzar de nuevo. Las teorías acerca de cómo ha hecho esto son otro tema... Todas las teorías que construyamos en torno a cómo la muerte de Cristo hizo todo esto son, en mi opinión, totalmente secundarias...” (Mero Cristianismo [Mere Christianity, Harper San Francisco edition, 2001, pp. 54, 55, 56]).

Esta enseñanza es anti-bíblica. Dios nos ha revelado exactamente lo que Cristo hizo y qué significa la expiación. No es cuestión de teologizar o de preferir una “formula” en vez de la otra. La Biblia declara inequívocamente que nuestra salvación es un asunto de una propiciación (un rescate) por medio de la cual nuestros pecados fueron lavados por la sangre de Cristo, cuya muerte fue ofrecida como pago para satisfacer la demanda de la santa ley de Dios.

Lewis nunca menciona la doctrina de la propiciación, pero esta es una parte importante de nuestra salvación, y la propiciación fue realizada por medio de la sangre de Cristo. “…a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados” (Romanos 3:25). Propiciación significa satisfacción; cubrir; el cumplimiento de una demanda. Se refiere a la estimación que hace Dios del sacrificio de Cristo. Dios está completamente satisfecho con lo que Cristo hizo en la cruz (Romanos 3:24-25; 1 Juan. 2:2; Hebreos 2:17; Isaías 5:11). La palabra griega traducida “propiciación” en Romanos 3:25 también se traduce “propiciatorio” en Hebreos 9:5. El propiciatorio estaba encima del arca, que contenía ley de Dios (Éxodo 25:17, 21). Este cuadro es un símbolo de la propiciación: Cristo cubriendo (cumpliendo) la demanda de la ley de Dios. La sangre de Cristo que satisfizo esta demanda y borró nuestros pecados se describe en el Día de la Expiación cuando la sangre del becerro era rociada por el sumo sacerdote sobre el propiciatorio (Levítico 16:11-17).

A través de la sangre de Cristo tenemos redención eterna:

“…y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:12).

A través de la sangre de Cristo podemos venir a la presencia de Dios. “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo” (Hebreos 10:19).

El que gocemos de redención eterna y tengamos libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Cristo no es una “teoría” ni una “fórmula”; es el mismo corazón del Evangelio, es la Palabra de Dios, y si alguien no la recibe como tal no puede ser salvo.

D. Martin Lloyd-Jones advirtió que Lewis tenía una opinión errada acerca de la salvación y que era un enemigo de la sustitución penal y la expiación (Christianity Today, December 20, 1963).

La Salvación por Gracia, no por Obras ni Sacramentos es una doctrina fundamental de la fe, pero Lewis enseña que la “vida de Cristo” se propaga a los hombres a través del bautismo y la Misa. Él escribió:

“Hay tres cosas que propagan la vida de Cristo en nosotros: el bautismo, la fe, y esa misteriosa acción que distintos cristianos llaman con diferentes nombres: la Santa Comunión, la Eucaristía, la Cena del Señor... Y no estoy diciendo nada acerca de cuál de estas tres cosas es la más esencial. Mi amigo metodista querría que yo dijera más de la fe y menos (en proporción) de las otras dos. Pero no entraré en eso” (Mero Cristianismo [Mere Christianity, p. 61]).  

Nótese que Lewis incluye la Misa Católica (la Eucaristía) en su lista de los nombres por los que la santa comunión es conocida, sin advertir a sus lectores que la Misa es algo totalmente diferente de la sencilla Cena del Señor mencionada en el Nuevo Testamento.

No es al metodista al que deberíamos escuchar, sino a la Biblia misma, y la Biblia dice que la salvación es solo por la gracia de Dios y solo por poner nuestra fe en Cristo, sin obras; las obras solo importan si son el resultado de la salvación, no son un medio para la obtención de esta. La diferencia entre decir que la salvación es por fe sin obras y que estas son un resultado de aquella, y decir que la salvación es por fe con obras, es la diferencia que existe entre el verdadero y el falso evangelio:

“Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:4,5).

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:8-10).

La Doctrina de que Cristo es el Único Mediador es una doctrina fundamental de la fe, pero Lewis la negó. Él creía en orar a y por los difuntos. En Cartas a Malcolm, Lewis escribió: “Por supuesto que oro a y por los difuntos. La acción es tan espontánea, tan inevitable, que solo el argumento teológico más poderoso disuadiría a alguien de practicarla. Y no sé cómo mis otras oraciones sobrevivirían si las dichas a y por los difuntos son prohibidas” (pág. 109). Lewis regularmente confesaba sus pecados a un sacerdote, y recibió la extremaunción el 16 de Julio de 1963 (C.S. Lewis: Una Biografía [C.S. Lewis: A Biography, Roger Lancelyn Green and Walter Hooper, 1974, pp. 198, 301]).
  
La Existencia del Cielo y el Infierno y la No Existencia de un Purgatorio es una doctrina fundamental de la fe, pero Lewis la negó. Él creía en el purgatorio. En Cartas a Malcolm, Lewis escribió: “Creo en el Purgatorio… La postura correcta retorna gloriosamente en el Sueño de Newman. Ahí, si recuerdo bien, el alma salva, a los pies del trono, ruega ser llevada lejos y limpiada. No puede soportar un momento más ‘que sus tinieblas afrenten a la luz’… Nuestras almas demandan el Purgatorio, ¿no es cierto?” (págs. 110-111).

La Creación en Seis Días Literales es una doctrina fundamental de la fe, enseñada en la Biblia desde su principio hasta su fin, y puesta en el corazón del evangelio (en la enseñanza de, por ejemplo, la caída del hombre), pero Lewis la negó. Él creía en la evolución teísta, y llamaba al relato bíblico de la creación un “cuento hebreo”. En El Problema del Dolor, escribió: “el hombre desciende físicamente de los animales”. Declara que este “puede haber existido por siglos en este estado antes de convertirse en hombre”. Luego Dios “hizo que descendiera sobre este organismo un nuevo tipo de consciencia”.

La Doctrina de un Infierno de Fuego Eterno es una doctrina fundamental de la fe, pero Lewis la negó. Enseñó que el infierno es un estado mental:

“El infierno es un estado mental – nunca habéis dicho una palabra más verdadera. Y todo estado mental, entregado a sí mismo; todo encierro de la criatura dentro del calabozo de su propia mente, es, al final, el Infierno” (Lewis, El Gran Divorcio [The Great Divorce, p. 65]).

“Si todas las miserias juntas del Infierno entraran en la consciencia de aquel pequeño pajarito en la rama de ahí, desaparecerían sin dejar rastro, tal como una gota de tinta que fuera arrojada dentro del Gran Océano ante el cual tu Pacífico terrestre es sólo una molécula”.

La Doctrina de la Consumación del Destino Eterno al Momento de la Muerte es una doctrina fundamental de la fe, pero Lewis enseñaba que había una segunda oportunidad: la posibilidad del arrepentimiento después de esta vida. Este es el tema de El Gran Divorcio.

“¿No es el juicio el fin? ¿Hay realmente una forma de salir del Infierno e ir al Cielo? ‘Depende de la manera en que usáis las palabras. Si ellos dejan ese pueblo gris atrás, no habrá un Infierno. Para cualquiera que lo deje, es el Purgatorio. Y tal vez harías bien en llamar Cielo a este país’” (El Gran Divorcio [The Great Divorce]).

En este libro Lewis enseña que los temas de la consumación del destino eterno y el purgatorio no se pueden comprender ni resolver en el estado actual, y que por lo tanto no deberíamos preocuparnos por ellos.

“No podéis saber nada acerca del fin de todas las cosas, o de nada que se exprese en esos términos. Puede ser, como el Señor le dijo a Lady Julian, que todo salga bien; y todo saldrá bien, y todo tipo de cosas saldrán bien. Pero no está bien hablar de eso. ‘¿Porque son muy terribles, señor?’ ‘No. porque todas las respuestas son engañosas’” (El Gran Divorcio [The Great Divorce, Kindle location 140-150]).

La Doctrina de la Pureza Moral y el Celibato para el Soltero es una doctrina fundamental de la fe (1 Timoteo 6:3-5; Tito 2:11-12), pero Lewis la ignoró.

Él vivió 30 años con Janie Moore, una mujer 25 años mayor con la que no estaba casado. La relación con esta mujer comenzó cuando Lewis era aun un estudiante en Oxford. Moore estaba separada de su esposo. Lewis le confesó a su hermano Arthur que estaba enamorado de la Señora Moore, quien era la madre de un amigo suyo que murió en la Primera Guerra Mundial. La relación con esta mujer fue de naturaleza sexual. (Véase Alan Jacobs, El Narniano: La Vida y la Imaginación de C. S. Lewis [The Narnian: The Life and Imagination of C.S. Lewis, pp. 82, 94])

A los 58 años, Lewis se casó con Joy Gresham, una mujer norteamericana que procuró tener una relación con Lewis mientras aún estaba casada con otro hombre. Según dos de los amigos de Lewis, el esposo de Joy se divorció de ella por haberlo ella abandonado para vivir con Lewis (Roger Lancelyn Green y Walter Hooper, Luz Sobre C. S. Lewis [Light on C.S. Lewis]), y él, a su vez, se casó con una prima de Joy. El abandonar al marido para casarse con otro hombre, y el casarse con una mujer que abandona a su legítimo marido es algo que no tiene nada que ver con la verdadera fe; sin embargo, Lewis lo practicó. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo (Judas 1:4).

En el libro Una Misericordia Severa [A Severe Mercy] por Sheldon VanAuken, en la página 191, se reproduce una carta personal en la que Lewis le sugiere a VanAuken que cuando este visite de Nuevo Inglaterra los dos puedan “tener buenas y largas conversaciones, y tal vez, hasta volarse juntos”. No podemos saber exactamente lo que la expresión volarse significaba para Lewis, pero es bien sabido que el escritor era un fumador empedernido (no sabemos si sólo de tabaco), bebía cerveza, vino y  whiskey diariamente.

La doctrina de la Salvación Exclusivamente en el nombre de Cristo es una doctrina fundamental de la fe, pero Lewis la negó. Lewis nunca renunció a su impía fascinación por el paganismo, y como la Biblia advierte (1 Corintios 15:33) ésta ejerció una influencia corruptora sobre él. En una visita a Grecia con su esposa Joy en 1960, Lewis hizo la siguiente declaración herética:

“Tuve alguna dificultad evitando que Joy (y yo mismo) cayera en el paganismo en Ática. En Dafni fue difícil no orar a Apolo, el sanador. Pero de alguna manera no siento que hubiera sido malo – solo habríamos estado dirigiéndonos a la sub-especie de Cristo, Apolonio” (C.S. Lewis a Chad Walsh, Mayo 23, 1960, citado del libro de George Sayer, Jack: A Life of C.S. Lewis, 1994, p. 378).

¡Qué blasfema declaración! Cristo no es adorado a través de la imagen de un dios pagano. Y debemos tener presente que esto fue escrito por Lewis al final de su vida, mucho después de su “conversión” al cristianismo.

Lewis siempre aseguró que los seguidores de las religiones paganas pueden ser salvos sin tener fe en el Señor Jesucristo: “Pero la verdad es que Dios no nos ha dicho cuáles son sus disposiciones en relación a otras personas. … Hay algunos que no aceptan toda la doctrina cristiana acerca de Cristo, pero a quienes Él los atrae tan fuertemente que son Suyos en un sentido mucho más profundo de lo que ellos entienden. Hay gente de otras religiones que está siendo conducida por la secreta influencia de Dios a concentrarse en aquellas partes de su religión que concuerdan con el cristianismo, y que de esa manera pertenecen a Cristo sin saberlo. Por ejemplo, un budista de buena voluntad puede ser conducido a concentrarse más y más en las enseñanzas budistas acerca de la compasión y a dejar atrás (aunque podría decir que todavía cree en ello) la enseñanza budista referente a otros puntos. Muchos de los buenos paganos mucho antes del nacimiento de Cristo pueden haber estado en esta situación”. (C.S. Lewis, Mero Cristianismo [Mere Christianity, Harper San Francisco edition, 2001, pp. 64, 208, 209]).

Como ya hemos dicho, en El Gran Divorcio [The Great Divorce], que es acerca de la salvación, el cielo y el infierno, Lewis no hace ninguna mención de la fe en Cristo, de la sangre de Cristo, ni del nuevo nacimiento. Todo es acerca de obras y buen carácter.

En las populares Crónicas de Narnia, que han influenciado a incontables niños a través de todo el mundo, Lewis enseña que aquellos que sinceramente sirven al Diablo (Tash) están en realidad sirviendo a Cristo (Aslan) y serán eventualmente aceptados por Dios.

Considérese el siguiente pasaje de La Última Batalla:

“Entonces caí a sus pies y pensé: seguramente ésta es la hora de la muerte, pues el León (que merece todo honor) sabrá que he servido a Tash todos mis días y no a él. No obstante, es mejor ver al León y morir que ser el Tisroc del mundo y vivir y no haberlo visto a él. Mas el Glorioso Ser inclinó su cabeza dorada y tocó mi frente con su lengua y dijo: ‘Hijo, eres bienvenido’. Y yo dije: ‘Ay de mí, Señor, yo no soy hijo Tuyo, sino servidor de Tash’. El respondió: ‘Hijo, el servicio que has prestado a Tash lo cuento como servicio prestado a mí’. Entonces debido a mi gran anhelo de sabiduría y entendimiento, superé mi miedo e interrogué al Glorioso Ser y dije: ‘Señor, ¿es verdad entonces, como dice el Mono, que tú y Tash sois uno?’ El León rugió haciendo temblar la tierra (pero su ira no era contra mí) y dijo: ‘Es falso. No es porque él y yo seamos uno, sino porque somos lo opuesto, que tomo como mío el servicio que has dado a él, porque él y yo somos de tan diferente especie que ningún servicio vil puede prestárseme a mí, y nada que no sea vil puede ser hecho por él. Por lo tanto, si algún hombre jura por Tash y cumple su juramento por respeto al juramento, es por mí que ha jurado en realidad, aunque no lo sepa, y soy yo quien lo recompensa. Y si un hombre comete un acto de crueldad en mi nombre, entonces aunque pronuncie el nombre de Aslan es a Tash a quien está sirviendo y es Tash quien acepta su acción. ¿Comprendéis, Hijo?’ Yo dije: ‘Señor, tú sabes cuánto entiendo’. Pero también dije (porque la sinceridad me lo imponía): ‘Si, he buscado a Tash todos mis días’. ‘Amado’, dijo el Glorioso Ser, ‘si tu anhelo no hubiera sido por mí no habrías buscado tanto tiempo ni con tanta fidelidad. Pues todos encuentran lo que buscan de verdad’” (The Last Battle, chapter 15: Further Up and Further In).

Esta es la herejía del universalismo, y un creciente número de “evangélicos” creen esta falsa doctrina: que Dios de alguna manera recibirá a los incrédulos y a los seguidores de otras religiones aunque no se sometan ni al señorío ni a la salvación provista solo por el Señor Jesucristo de una manera voluntaria y consciente, y sólo en esta vida.

Efesios capítulo dos nos dice cuál es la condición de todo individuo que no ha experimentado el nuevo nacimiento por fe en el Señor Jesucristo: Está muerto en sus delitos y pecados (v. 1), está controlado por y viviendo según el Diablo (v. 2), es un hijo de desobediencia (v. 2), está dominado por la carne (v. 3), es por naturaleza un hijo de ira (v. 3), está sin Cristo (v. 12), está alejado y es ajeno al pacto de Dios (v. 12), no tiene esperanza (v. 12), no tiene [a] Dios en el mundo (v. 12), está lejos de Dios (v. 13).

La Biblia no da absolutamente ninguna esperanza para aquellos que mueren sin una fe personal en Cristo. El Señor Jesucristo mismo zanjó este asunto mucho antes que se escribiera Efesios. En Su conversación con Nicodemo, el Señor dice categóricamente: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).

Nicodemo era un judío muy sincero y religioso, y si algún tipo de persona pudiera llegar al Cielo sin nacer de Nuevo, tendría que ser como él.  Sin embargo el Señor Jesucristo le dijo que eso no pasaría. En esa misma conversación, refiriéndose a Sí mismo en tercera persona, el Señor dice: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18). Más adelante Juan el Bautista añade: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).

C.S. Lewis era definitivamente un universalista, y ha ejercido una amplia y poderosa influencia. El teólogo protestante Clark Pinnock, que negó la existencia del infierno, reconoció estar influenciado por Lewis.

“En los cincuenta, cuando era un joven creyente, C.S. Lewis me ayudó a entender la relación entre el cristianismo y otras religiones de una manera inclusiva. Como confiaba en su pensamiento ortodoxo, me mantuve abierto a escucharlo cuando hablaba acerca de que él detectaba la presencia de Dios en otras religiones y que creía que las personas podían ser salvas a través de esas religiones porque Dios estaba trabajando entre ellas. Para mí, su posición estaba maravillosamente resumida en ese incidente de La Última Batalla, el último volumen de la saga de Narnia, donde el soldado pagano Emeth se entera, para su sorpresa, que Aslan [el león que representa a Jesucristo] considera como dirigida a él, la adoración hecha por Emeth a Tash. Cualquiera que aprecia ese incidente está bien encaminado hacia el pensamiento inclusivista” (Pinnock, ¿Más De Un Camino? [More Than One Way? Zondervan, 1996, p. 107]).

En otra parte, Pinnock dice: “La Escritura nos alienta a ver la iglesia no como el  arca, fuera de la cual no hay esperanza de salvación, sino como la vanguardia de aquellos que han experimentado la plenitud de la gracia de Dios a disposición de todas las personas en Jesucristo. …Le doy la bienvenida a Saiva Siddhanta, contenida en la literatura hinduista, la cual adora a un Dios personal de amor, y enfatiza la gracia que veo en la secta japonesa Shin-Shu Amida. También respeto a Buda como a un hombre justo (Mateo 10:41) y a Mahoma como a un profeta al estilo del Antiguo Testamento” (¿Más De Un Camino? [More Than One Way? pp. 110-111]).

El líder de la iglesia emergente  Rob Bell, que niega la existencia del infierno de fuego y cree que los ateos pueden ser salvos sin tener fe en Cristo, reconoce a C.S. Lewis como una influencia mayor en su libro El Amor Gana [Love Wins]. En la sección de reconocimiento, Bell escribe: “... a mis padres, Rob y Helen, por sugerirme cuando estaba en la secundaria que leyera a C.S. Lewis”.

Este es un fruto muy, muy impío y herético.

¿Por qué es Lewis tan Popular?

A la luz de la ausencia de un inequívoco testimonio bíblico acerca de su salvación; a la luz de sus herejías, su mundanalidad, y la gran cantidad de influencias paganas en su obra, cabe preguntarse ¿por qué es que los evangélicos de hoy en día están tan enamorados de C.S. Lewis? Creemos que las siguientes razones son unas de las principales:

Presunción Intelectual

Los evangélicos contemporáneos (neoevangélicos) aman a C.S. Lewis porque sufren de delirio intelectual, y Lewis era definitivamente un Intelectual. Poseía una memoria casi fotográfica y ostentaba el primer lugar en Oxford en las disciplinas de Filosofía, Clásicos, e Inglés. Era uno de los más grandes expertos de su día en Literatura Inglesa y ocupaba la primera cátedra en Literatura Medieval y Renacentista en la Universidad de Cambridge. Como los neo-evangélicos adoran el intelectualismo (un espíritu que algunos llaman “eruditolatría”), no es de sorprenderse que consideren al famoso intelectual de Oxford y Cambridge como su santo patrón. Creen, puerilmente, que por leerlo y citarlo comparten su “genio”.

Ecumenismo

Los neo-evangélicos aman a C.S. Lewis debido a su pensamiento ecuménico y a su negación a practicar la separación del mundo y de los falsos cristianos. Este punto ha sido admitido por Christianity Today. “La concentración (de Lewis) en las principales doctrinas de la iglesia coincidió con la intención de los evangélicos de evitar la separación eclesiástica” (CT, Octubre 25, 1993). Christianity Today por lo tanto, admite que C.S. Lewis es popular entre los neo-evangélicos porque, como ellos, desdeñó la separación bíblica.

De hecho, C.S. Lewis era muy ecuménico. Lo que sigue es un bosquejo de su pensamiento al respecto y de la influencia que este ha ejercido en el movimiento ecuménico contemporáneo (tomado del libro de Tony Baxter, El Enigma de C. S. Lewis [The Enigma of C.S. Lewis]. Baxter trabaja para la Sociedad de la Verdad Protestante como un predicador de la Escuela de Predicadores Wycliffe):

“Lewis era firmemente ecuménico, aunque se distanció del liberalismo. En su prefacio a Mere Christianity, Lewis declara que su objetivo es presentar ‘un consensual, o común, o central, o ‘mero’ cristianismo’. Se concentra en las doctrinas que él cree son comunes a todas las formas del cristianismo –incluido el catolicismo. Así que no es de sorprenderse que someta partes del libro a cuatro ministros para que opinen sobre su contenido: un anglicano, un metodista, un presbiteriano y un católico.  Lewis espera que su libro deje claro por qué es que todos los cristianos deberían considerar ‘la reunificación’, pero advierte que esto no debiera ser visto como una alternativa a los  credos de las denominaciones existentes. Semeja el ‘mero cristianismo’ que describe en su libro ‘a un vestíbulo desde el cual se abren puertas hacia diversas habitaciones’. Estas habitaciones son las varias denominaciones de la cristiandad. Pero así como cuando uno entra en una casa no se queda permanentemente en el vestíbulo sino que termina dirigiéndose a alguna de las habitaciones del interior, así el que se convierte en cristiano debería terminar uniéndose a una denominación. Lewis cree que no es tan importante cuál habitación se escoja. Para algunos, estará bien entrar por la puerta que dice ‘catolicismo’. De igual manera otros harán bien en escoger otras puertas. Lo importante, dice Lewis, no es la puerta si no lo convencido que esté quien la escoja de que es la correcta para él. Y concluye diciendo: “Cuando hayas llegado a tu propia habitación, se bondadoso con los que han escogido puertas diferentes’.

“También deberíamos mencionar que Lewis creía que los sacramentos (el bautismo, la fe y la eucaristía) ‘propagan la vida de Cristo en nosotros’ (Mero Cristianismo, libro 2, capítulo 5). En sus Cartas a Malcolm Lewis escribe que él no quiere ‘inquietar en la mente de ningún cristiano, cualquiera que sea su denominación, los conceptos –para él tradicionales- por los que encuentra provechoso representarse lo que ocurre cuando recibe el pan y el vino’ de la cena del Señor. Lo que ocurre en la cena del Señor es un misterio, de tal manera que la concepción católico romana del pan y el vino, de que se convierten realmente en el cuerpo y la sangre de Cristo, es tan válida como la que tiene el protestante de la cena del Señor, que cree que es una conmemoración  (Cartas a Malcolm [Letters to Malcolm, Chapter 19]).  

Este enigma de C.S. Lewis no era más que un ligero desconcierto para mí hasta que hace poco tres cosas cambiaron mi desconcierto por estupefacción. En marzo de 1994 el movimiento Evangélicos y Católicos Juntos produjo su primer documento. Era un documento programático titulado Evangélicos y Católicos Juntos: La Misión Cristiana en el Tercer Milenio. Se dijo, acertadamente, en ese tiempo que el documento representaba ‘una traición a la Reforma’. No vi ninguna conexión entre esto y C.S. Lewis hasta que un par de años después fue publicado el simposio Evangélicos y Católicos Juntos: Trabajando Hacia una Misión Común. En su contribución al libro, Charles Colson -el principal promotor evangélico de ECJ- nos comunica que C.S. Lewis era una de las influencias que lo había llevado a formar el movimiento (Billy Graham era la otra). De hecho, Colson dice que Evangélicos y Católicos Juntos busca continuar el legado de C.S. Lewis de concentrarse en las creencias compartidas por todos los creyentes (Misión Común, pág. 36). El enigma tomó un aspecto más ominoso...

“El enigma se hizo más oscuro cuando recién el año pasado (después de haberme conectado a la Internet a fines de 1996) descubrí, por accidente, que C.S. Lewis es tan popular entre los católicos como lo es entre los evangélicos. Quizá debería ya haber sabido eso, pero no se me había ocurrido que tal cosa pudiera suceder.

“La tercera conmoción la sufrí el otoño pasado, cuando leí que Christianity Today –considerada la principal revista evangélica en Estados Unidos- había realizado una encuesta entre sus lectores para averiguar a quiénes consideraban ellos como los escritores teológicos más influyentes del siglo. C.S. Lewis ostentaba el primer lugar.

“Para concluir, ofrezco la siguiente reflexión. Si es correcto decir: ‘eres lo que comes’, entonces también es correcto decir que ‘un cristiano es lo que escucha y lee’, ya que así es como obtiene su alimento espiritual. Así que si los cristianos se nutren con la dieta de C.S. Lewis, no es de sorprender que quieran continuar con su legado. Pablo dice: ‘Un poco de levadura leuda toda la masa’ (Gálatas 5:9 – todo el pasaje es relevante para el tema que nos ocupa). Si los evangélicos leen y elogian libros como Mero Cristianismo no es extraño encontrarlos Trabajando Hacia una Misión Común con los enemigos del evangelio. Los cristianos jóvenes deberían tener mucho cuidado con lo que leen; y aquellos en posición de autoridad (pastores, mentores, padres) deberían tener mucho cuidado con lo que recomiendan a otros que lean” (Tony Baxter, The Enigma of C.S. Lewis).

En abril 1998, el professor mormón Robert Millet habló en Wheaton College sobre C.S. Lewis. En un artículo reciente de Christianity Today, Millet, deán de la Universidad Brigham Young, es citado diciendo que C.S. Lewis “es muy bien recibido por los Santos de los Últimos Días [los mormones] debido a su visión amplia e inclusiva de la cristiandad” (Christianity Today, June 15, 1998, p. 30).

Simpatía con Roma

Los neoevangélicos aman a C.S. Lewis porque sienten simpatía por Roma. Son los evangélicos de hoy quienes le han dado a los incautos una monstruosa quimera gestada en el infierno como Evangélicos y Católicos Juntos, e incluso aquellos evangélicos que no se atreven a ir tan lejos hablan de las herejías de Roma en términos suaves, neutrales, en vez de llamarlas blasfemias, como los cristianos de antaño solían hacerlo. Como hemos visto, C.S. Lewis consideraba a la iglesia católica como una de las “habitaciones” aceptables en la casa de la cristiandad, y aspiraba a la unidad entre el protestantismo y el romanismo. Lewis oraba a y por los difuntos y creía en el purgatorio.

Algunos de los amigos más cercanos de Lewis eran católicos. J.R. Tolkien, autor de El Señor de los Anillos es el ejemplo más famoso. Tolkien y Lewis eran muy cercanos y pasaron incontables horas juntos. Lewis incluso le adjudica a Tolkien el haber jugado un papel muy importante en su “conversión”. Lewis también fue influenciado por el católico G.K. Chesterton. Cuando se le preguntó qué escritores lo habían ayudado, Lewis declaró en 1963, seis meses antes de morir, que: “El libro contemporáneo que más me ha ayudado es El Hombre Eterno, de Chesterton” (Dios en el Banquillo, [God in the Dock, edition by Walter Hooper, 1970, p. 260]).

Lewis sostuvo una cálida correspondencia en latín con el sacerdote católico Don Giovanni Calabria, de Italia, sobre su común “preocupación por la reunificación de las iglesias cristianas” (El Narniano [The Narnian, Alan Jacobs, pp. 249, 250]).

Calabria fue beatificado por el Papa Juan Pablo II,  en 1988. En 1943, Lewis ofreció una charla sobre “Apología Cristiana” a un grupo de sacerdotes en Gales (El Narniano, pág. 229). Desde los años cuarenta, hasta el fin de su vida, el consejero spiritual de  Lewis fue un sacerdote católico llamado Walter Adams (El Narniano, pág. 224). Fue a este sacerdote a quien Lewis confesaba sus pecados.

Los católicos aman a C.S. Lewis tanto como lo hacen los evangélicos. Sus libros se encuentran fácilmente en las librerías católicas.

Michael Coren, un católico, escribió una biografía de Lewis intitulada: C.S. Lewis: El Hombre que Creó Narnia [C.S. Lewis: The Man Who Created Narnia].”

La agencia católica Zenit le preguntó a Coren: “¿Qué necesitan saber los católicos acerca de C.S. Lewis?” Él respondió: “Deberían saber que él no era católico, pero eso no significa que no se pudiera haber convertido en uno eventualmente”.

“Chesterton se convirtió oficialmente en católico en 1922, pero lo había sido no oficialmente por 20 años. ... Lewis nació en Belfast, en la sectaria Irlanda del Norte, así que fue criado como un anti-católico, como la mayoría de los niños protestantes. Era un hombre de acuerdo con sus orígenes, pero aún así sus opiniones eran muy católicas: creía en el purgatorio, en los sacramentos, en la confesión (a un sacerdote)…” (La Sutil Magia de la Narnia de C. S. Lewis [The Subtle Magic of C.S. Lewis’ Narnia: Michael Coren’s Perspective as the New Movie Looms, Zenit, December 7, 2005]).

Peter Kreeft, un católico converso de la iglesia reformada de Holanda, dice que C.S. Lewis era una de las “muchas hebras de la cuerda que me ayudó a subirme al arca: Incluso C. S. Lewis, el favorito de los protestantes evangélicos, ‘olía’ a católico la mayor parte del tiempo… Lewis es el único autor que he leído confiando que podía entenderlo completamente. Él creía en el purgatorio, en la Presencia Real en la eucaristía, y en la no total depravación del hombre. No era calvinista. De hecho, era medieval” (Hauled Aboard the Ark, http://www.peterkreeft.com/topics/hauled-aboard.htm).

Kreeft está en lo correcto. La aventura romántica que los neoevangélicos mantienen con C.S. Lewis es evidencia de su profundo desvarío espiritual, de su inmoral transigencia y de su falta de sano discernimiento doctrinal.

“No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (1 Corintios 5:6).

“No erréis; las malas conversaciones (relaciones, amistades) corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33).

“Tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita” (2 Timoteo 3:5).

“Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos 16:17).

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