Buscar este blog

miércoles, 9 de mayo de 2012

IGLESIAS EN CASAS


Durante los primeros dos siglos la iglesia se reunió en grupos pequeños en las casas de sus miembros, además de tener reuniones especiales en lugares de enseñanza pública o plazas de mercado, dónde la gente podía reunirse en números más grandes. Significativamente estos dos primeros siglos marcaron el más poderoso y vigoroso avance de la iglesia, el que nunca se ha visto igualado. La falta de edificaciones eclesiales (templos) no fue impedimento para la rápida expansión de la iglesia; todo lo contrario, en comparación a la situación después de 200 DC, se puede afirmar que la expansión del cuerpo de Cristo fue tan vigorosa exactamente porque no perdió el tiempo, la fuerza y el dinero en la edificación de templos.

El Nuevo Testamento nos informa que las primeras iglesias generalmente se reunían en casas (véase Hechos 2:46; Romanos 16:3, 5; 1 Corintios 16:19; Colosenses 4:15; Filemón 22). Hubo una expansión masiva de la iglesia universal cuando se reunían regular y localmente como pequeñas comunidades. El mover del Espíritu Santo fue espectacular en y a través de estas pequeñas comunidades de la iglesia primitiva. Estas pequeñas comunidades fueron como dinamita en sus localidades. Cada miembro parecía estar activo en el cuerpo de Cristo en la medida en que se reunían juntos en las casas privadas, y la palabra de Dios se expandió poderosamente a través de todo el mundo.

¿Debemos reunirnos en casas, simplemente porque la iglesia primitiva se reunía así? ¿Está mal reunirse en un templo? ¡Ciertamente no! La iglesia primitiva no contaba con vehículos para desplazarse rápido, sistemas audiovisuales, teléfonos, computadoras, internet, etc., ¿pero significa eso que no debemos usarlas?

No nos reunimos en casas solamente porque la iglesia primitiva se reunía así. Hay muchas buenas razones para entender por qué reunirse en casas es una buena decisión, ayudándonos a funcionar bíblicamente. Las siguientes son las principales razones por las cuales reunirse en casas es una estrategia efectiva para una iglesia sana.

Ministerio Recíproco

Hace un tiempo atrás alguien escribió un artículo sobre crecimiento eclesial titulado “Convirtiendo a los Visitantes en Asistentes.” Preguntémonos: ¿Dónde en la Biblia se dice algo sobre “asistir” a la iglesia? De acuerdo a las Escrituras, la iglesia es el cuerpo de creyentes. Dicho de otra manera, los creyentes que forman parte del cuerpo de Cristo son la iglesia. Pensando bíblicamente, no hay necesidad de mensajes que tengan que ver con “convertir a los visitantes en asistentes”. La iglesia no tiene que ver con asistir a servicios formales con pasividad; no es un programa, son las personas. No es ir al servicio, sino servirse unos a otros. Tiene que ver con una relación íntima unos con otros. Tiene que ver con animarse activamente unos a otros. Se trata de funcionar de manera interdependiente para la edificación de todos.

Desafortunadamente, en la estructura y el orden de la iglesia actual, frecuentemente se pasa por alto el verdadero propósito de la iglesia reunida: el experimentar compañerismo espiritual y servir para animarse en la fe los unos a los otros (Hebreos 10:24-25).

El propósito de la iglesia es el crecimiento y la edificación de sus miembros hacia Cristo y hacia una vida en común a través del servicio recíproco dado por Dios (1 Corintios 14:12, 19, 26). En nuestros días, en fuerte contraste con las reuniones de la iglesia nuevotestamentaria, el significado de cada miembro funcionando en el cuerpo de Cristo se ha perdido totalmente. La teología del sacerdocio de todos los santos parece solo existir en teoría. La iglesia ha regresado al antiguo montaje judaico y católico romano, que alimenta la prevalente pasividad. Es triste que las edificaciones actuales de las iglesias evangélicas funcionalmente se asemejan a templos, los pastores mandan como sacerdotes y el modelo de la iglesia nuevotestamentaria ha sido descartado a favor del sistema de templo de Antiguo Testamento. Aunque los símbolos del Antiguo Testamento se cumplieron en Cristo y en Su iglesia, la iglesia siempre se ha enfrentado a constantes tentaciones de volver a traer las instituciones que Cristo cumplió y removió; y ella, en gran manera, ha caído en esas tentaciones.

Hay una gran necesidad de una reforma que restaure el significado y el funcionamiento sacerdotal de cada miembro en el cuerpo de Cristo. Se dijo que la iglesia primitiva era de comunión “unos con otros”, no un servicio de “un hombre que ministra a los demás”. Por causa de la falta del ministerio de cada miembro, la iglesia no solamente está en un estado pasivo, sino que también muchos líderes están sufriendo a causa de muchas tentaciones a las que no pueden hacer frente. Se supone que la iglesia sea un equipo, en el cual todos trabajan juntos por su crecimiento, y no una audiencia. Los líderes son llamados, no a crear “ministerios de súper estrellas”, sino a motivar a los creyentes para que cada uno ejerza su ministerio (Efesios 4:11-12). ¿Encontramos en la iglesia primitiva a un hombre teniendo la función dominante? ¿Existe un balance entre enseñar y la participación de cada miembro en la reunión típica de la iglesia de hoy en día?

¿Cómo están motivando los líderes de la iglesia a cada miembro para funcionar activamente en el cuerpo de Cristo y a ser testigos efectivos ante el mundo? ¿Existe la consciencia del privilegio y la motivación para que cada miembro participe durante la reunión de la iglesia? Lo realmente notable sobre una reunión de la iglesia primitiva era que todos venían sintiendo que tenían tanto el privilegio como la obligación de contribuir con algo a ella. Hemos perdido el reconocimiento sagrado de que cada miembro en el cuerpo de Cristo es un instrumento precioso, potencial y poderoso del Espíritu Santo. En la iglesia primitiva el ministerio (la posibilidad de ministrar) le pertenecía a todo el pueblo de Dios.

La iglesia primitiva fue capaz de desafiar los decadentes valores de la civilización romana precisamente porque experimentó la realidad de la comunión cristiana de una manera poderosa. La comunión cristiana significaba una disponibilidad incondicional y una responsabilidad ilimitada hacia los otros hermanos y hermanas - emocional, financiera y espiritualmente. Cuando uno de los miembros sufría, todos ellos sufrían. Cuando uno se regocijaba, todos ellos se regocijaban (1 Corintios 12:26). Cuando una persona o iglesia pasaban por problemas económicos, los demás compartían sin reservas. Y cuando un hermano o hermana caía en pecado, los demás gentilmente procuraban la restauración de la persona extraviada (Mateo 18:15-17; 1 Corintios 5; 2 Corintios 2:5-11; Gálatas 6:1-3). Los hermanos y hermanas estaban disponibles los unos para los otros, siendo responsables unos ante otros y rindiendo cuentas unos a otros.

La iglesia primitiva, lógicamente, no siempre vivió completamente la visión nuevotestamentaria del cuerpo de Cristo. Hubo lapsos trágicos. Pero la red de pequeñas iglesias en casas que se diseminó por todo el Imperio Romano experimentó su unidad en Cristo tan vívidamente que fueron capaces de desafiar y eventualmente conquistar una civilización pagana poderosa. La abrumadora mayoría de las iglesias contemporáneas, sin embargo, no provee el contexto en el que hermanos y hermanas se puedan motivar, amonestar y discipular unos a otros. Desesperadamente necesitamos volver a instaurar el modelo nuevotestamentario para cuidar los unos de los otros en verdadero amor cristiano.

Necesitamos entender que las estructuras y los sistemas existen con un propósito; no son el fin en sí mismos. Existe una gran necesidad de tener una estructura y un sistema que beneficie el funcionamiento efectivo de la iglesia. Reunirse en casas facilita mucho la participación, interacción, discusión y el ministrarse unos a otros. También es en tal contexto que enseñar puede ser hecho más como un diálogo en vez de un monólogo; este último mucho más penetrante y totalmente efectivo.

Para funcionar tan efectivamente como la iglesia primitiva funcionó, la estructura, el tamaño y el sistema importan mucho. La estructura debe ser informal, el tamaño de la comunidad debe ser pequeño y el sistema u orden debe ser flexible. Ya que la participación y el ministerio de cada miembro era valorado altamente en la iglesia primitiva, una casa es un buen contexto en el cual cada persona pueda confortablemente contribuir y funcionar para la edificación de todo el cuerpo de Cristo.

Comunión y Rendimiento de Cuentas

La Palabra de Dios revela que una iglesia es una familia, y que todos los creyentes somos miembros de la familia de Dios (Efesios 2:19; 1 Timoteo 3:15; Gálatas 6:10). Como la iglesia es una familia, todos tenemos la responsabilidad de cuidarnos los unos a los otros. Pablo escribió, “Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él” (paráfrasis de 1 Corintios 12:26). ¿Cómo se supone que esto suceda en una iglesia si no estamos entrelazados, como una familia? ¿Cuántos creyentes están muriéndose espiritualmente de hambre debido a la falta de una sana comunión? Aunque nos reunimos juntos físicamente, ¿no hay un sentido de falta de conexión y rendimiento de cuentas entre unos y otros? ¿Estamos, realmente, estableciendo relaciones significativas con los hermanos con los que nos reunimos? Los primeros creyentes estaban tan cercanamente entrelazos como familia, que fueron falsamente acusados de ser inmorales porque se llamaban unos a otros hermanos y hermanas, tenían fiestas de amor (ágapes) y se saludaban unos a otros con un beso santo.

Existe la necesidad de cultivar una atmósfera de familia en la reunión de iglesia, más que un ambiente sobrio, rígido y formal. La iglesia no es un servicio religioso, sino una unidad familiar. ¿Ven los creyentes a la iglesia como una familia, teniendo un sentir de que pertenecen a esa familia? ¿Hay una atmósfera familiar cuando nos reunimos juntos como iglesia? ¿No nos damos cuenta de la necesidad de enfatizar las relación y la comunión entre los unos y los otros? ¿O solo tenemos buenos servicios sin un genuino compañerismo? ¿Cómo podemos de manera práctica generar tal comunión cuando la iglesia se reúne?

El que la iglesia se reúna en las casas de sus miembros nos permite llegar a conocer, amar y servir a personas que, a su vez, llegarán a conocernos, amarnos y servirnos también. En un grupo tal, gradualmente podemos ir quitándonos las máscaras que cargamos en público y empezar a compartir nuestras debilidades, dudas y temores al igual que nuestras fortalezas, seguridades y habilidades. De esa manera empezamos a superar la irónica situación de ser menos abiertos y menos honestos en la iglesia que en otro sitio. En los grupos pequeños en casas aprendemos a dar y recibir, a enseñar y comprender, a llevar las cargas de los otros y recibir ayuda de los nuestros, a amar y ser amados. En tal grupo podemos convertirnos más como Cristo y apoyar a otros para volverse también más como Cristo. Al hacerlo así desarrollamos una actitud, un carácter y una manera de operar común parecida a Cristo. Nos integramos en Cristo más cercana y más firmemente.

En una comunidad pequeña, la intimidad y el rendimiento de cuentas se vuelve relativamente factible y viable. El nivel de la espiritualidad de cada uno se vuelve obvio en las pequeñas comunidades, permitiendo así más espacio para animarse unos a otros de manera que ninguno sea endurecido por el engaño del pecado (Hebreos 3:13). Podemos relacionarnos unos con otros significativamente, conocernos unos a otros, compartir unos con otros, exhortarnos unos a otros y estimularnos unos a otros al amor y las buenas obras (Hebreos 10:24, 25). Es tiempo de que todos los creyentes nos involucremos en grupos pequeños que estén unidos juntos por amor cristiano, que oran, estudian la Biblia, tienen compañerismo y en donde cada miembro rinde cuentas por las 168 horas de cada semana. El privilegio de estimular al compañerismo y al rendimiento de cuentas recíproco puede practicarse muy bien en este tipo de comunidades pequeñas. Un lugar informal como una casa es un lugar efectivo para practicar todos los puntos mencionados anteriormente.

La Cena del Señor

La “comunión” (la cena del Señor) en aquellos primeros días a menudo incluía también el sentarse a disfrutar juntos de una comida completa (almorzar, cenar, etc.), y era una  oportunidad para la adoración y compañerismo informal. El tiempo de la comida era llamado ágape, una fiesta de amor, y en tiempos posteriores dejó de practicarse por causa del abuso. Sin embargo, Pablo no le puso fin a la comida por causa del abuso en la iglesia de Corinto. En cambio, él les enseñó sobre la correcta participación en la cena del Señor. La cena del Señor es una práctica significativa para la iglesia porque dirige nuestro enfoque tanto hacia la relación vertical (recordatorio de la muerte del Señor y Su venida) como hacia la relación horizontal (comunión con los creyentes como familia).

La iglesia primitiva se reunía como una familia, celebrando la cena del Señor en el contexto de una comida comunal de confraternidad, recordando la muerte y la venida del Señor, y regocijándose por unirles como un cuerpo y una familia. Los  primeros cristianos tomaban la comida simbólica de la cena del Señor para conmemorar la última cena, en la cual el señor Jesús y Sus discípulos guardaron la fiesta tradicional de la Pascua Judía. Los temas de los dos eventos eran el mismo. En la Pascua, los judíos se regocijan porque Dios les había liberado de sus enemigos y miraban con expectativa hacia su futuro como hijos de Dios. En la cena del Señor, los cristianos celebran cómo el Señor Jesús les liberó del pecado y expresan su esperanza por el día cuando Cristo regrese (1 Corintios 11:26). Al principio, la cena del Señor era una comida completa que los cristianos compartían en sus casas. Cada huésped traía un plato de comida para la mesa común. La comida comenzaba con oración común y el comer de pequeños bocados de un solo molde de pan que representaba el cuerpo partido de Cristo. La comida terminaba con otra oración y el compartir una copa de vino, que representaba la sangre derramada por Cristo. Es difícil celebrar la cena del Señor como una comida familiar en una reunión grande e impersonal, y en un templo. Una casa es el lugar ideal para celebrar la cena del Señor de manera significativa.

Iglesia Simple

Reunirse como iglesia en una casa es simple. No se requiere de mucho dinero para desarrollar este tipo de iglesias. Como con la iglesia primitiva, una simple casa es suficiente para que la iglesia se reúna. El dinero se ha convertido en el factor principal en muchos ministerios hoy en día. Se ha convertido en un asunto mayor, en tema de discusión y fuente de conflictos. Sin dinero la obra del Señor parece haberse vuelto prácticamente imposible de hacer. Sin embargo, cuando examinamos la iglesia primitiva, el dinero no era para nada un asunto primario. Los primeros  discípulos plantaban iglesias en casas, tenían reuniones simples en hogares y se multiplicaban en otras casas en la medida en que su comunidad crecía.

En naciones como la India, comprar un pedazo de tierra y construir un lugar de adoración no es algo fácil. La mayoría de los templos son construidos con la ayuda de fondos del extranjero. Una acusación a la cual se enfrentan frecuentemente los ministros, por parte de los no creyentes, es que el ministerio y la conversión cristiana se hacen a través y por el dinero que viene del exterior. Esos ministerios realmente están en riesgo de depender de fondos extranjeros. Las primeras iglesias generalmente eran comunidades autóctonas, pero cuando había una necesidad ellas se unían en oración y se ayudaban entre sí. Bendecida es la nación en la cual la mayoría de sus iglesias y ministerios han crecido sobre el concepto del auto-sostenimiento, la auto-propagación y el auto-gobierno.

Si seguimos el actual modelo costoso de las denominaciones evangélicas, en el cual se requiere mucho dinero para la edificación (que se usa solo de vez en cuando), su mantenimiento y los salarios del cuerpo administrativo- es altamente difícil plantar iglesias. Muchos suponen que no hay iglesia sin una edificación especial: un templo. Es triste ver cómo el punto de vista del Nuevo Testamento de la iglesia y el templo están tan distorsionados por la idolatría a un edificio como el lugar de adoración a Dios. Es como si se quisiera volver a coser la cortina del templo del Antiguo Testamento que fue rasgada por la obra completa de Cristo en la cruz (Mateo 27:51). En el Antiguo Testamento, Dios tenía un santuario para Su pueblo; en el Nuevo, Dios tiene a Su pueblo como un santuario. A través de Cristo Jesús, nosotros mismos somos el templo de Dios y la iglesia de Dios (1 Corintios 3:16, Hechos 20:28).

La iglesia nunca ha sido ni será un lugar, siempre ha sido y será los hijos e hijas de Dios; nunca un aprisco sino siempre un rebaño; nunca un templo o capilla sino siempre una reunión de creyentes. La iglesia es nosotros adorando a Dios, no en dónde adoramos. Así como un vestido de satín no es una persona, una estructura de ladrillos o mármol no es una iglesia. En este mundo no hay nada sagrado sino el hombre y la mujer redimidos por la sangre de Cristo; ningún santuario de los hombres es aceptable ante Dios, sino el alma arrepentida de su pecado ante el Cordero que fue inmolado.

Por ende, aunque no hay nada de malo en tener una edificación especial, no es un requerimiento para la reunión de la iglesia ya que podemos reunirnos simplemente en casas como lo hacía la iglesia primitiva. Los ministros de la denominaciones evangélicas corren de un lado para otro pidiendo dinero para la construcción de un templo. Algunos incluso le piden a no creyentes para tal tarea. Se ha traído mucha desgracia al nombre del Señor por causa del énfasis de los predicadores en el dinero para mantener funcionando sus siempre costosos ministerios. El Señor, que no tuvo dónde recostar Su cabeza durante Su ministerio terrenal, no puede pasar por alto por mucho tiempo más tal descaro.

Conseguir un lugar para reunirse no debería significar una carga financiera a la pequeña congregación. La iglesia en casa cumple efectivamente con todos los requerimientos. Las iglesias en casas siempre deben ser consideradas como lo mejor, tanto para la plantación inicial como para la extensión posterior. Para plantar iglesias por saturación (en dónde las iglesias llenan las ciudades) necesitamos una estrategia simple. Reunirse como iglesias en casas es un método simple, efectivo y bíblico.

Líderes Autofinanciados

Del patrón de la iglesia primitiva aprendemos que los pastores u obispos de la iglesia surgían de la misma iglesia (Hechos 14:23, 2 Timoteo 2:2, Tito 1:5). Eran cosecha propia, y cada iglesia tenía y operaba bajo una pluralidad de líderes (véase Hechos 11:30; 15:2, 4, 6, 22, 23; 14:23; 20:17-28; Filipenses 1:1; 1 Tesalonicenses 5:12-13; 1 Timoteo 4:14; 5:17; Tito 1:5; Santiago 5:14; 1 Pedro 5:1-3; Hebreos 13:7, 17, 24).

El liderazgo de la iglesia primitiva era de dos tipos: local e itinerante. Hoy en día el ministerio está confinado a ministros de tiempo completo sin trabajo secular. Sin embargo, cuando exploramos la iglesia del Nuevo Testamento, los líderes locales eran generalmente ministros autofinanciados, y sólo los líderes itinerantes eran sostenidos financieramente por la iglesia.

Siendo líderes locales, los pastores eran generalmente ministros con un trabajo secular. Pablo, a pesar de ser un ministro itinerante, se puso a sí mismo como ejemplo para otros al trabajar con sus propias manos (Hechos 20:17, 33-35; 1 Tesalonicenses 4:11-12, 2 Tesalonicenses 3:6-12). Claro que hay excepciones en las cuales algunos son dignos de recibir hospitalidad y ofrendas voluntarias por causa de su ardua labor en predicar y enseñar (1 Timoteo 5:17). Pero mirando la situación actual, ¿es dar un sermón por una hora (o más) una vez a la semana y en otras ocasiones especiales lo que llamamos laborar arduamente en predicar y enseñar? Los ministros del Nuevo Testamento usualmente trabajaban para ganarse la vida y no eran apoyados financieramente por la iglesia, sino ocasionalmente. No se había hecho todavía una distinción artificial entre clero y laico. El ministerio de la iglesia primitiva no recibía sueldo fijo. A los ministros se les debía obediencia eclesial en virtud de su llamado y elección, y por haber sido puestos aparte por oración  y por imposición de manos para el oficio sagrado; pero al mismo tiempo eran comerciantes, artesanos o estaban involucrados en otra clase de trabajo “secular”:  se sostenían a sí mismos. Si quienes ocupaban el cargo recibían apoyo financiero, era solamente por causa de su pobreza y porque estaban tan pendientes de ministrar la Palabra como de preocuparse por la situación de las viudas, los huérfanos y los más pobres. La introducción del sueldo ministerial y la implicación de que de un ministro pagado diera todo su tiempo al servicio de la iglesia creó la distinción no nuevotestamentaria entre clero y laico.

Cuando investigamos el asunto, es evidente que el hecho de que el ministro sea pagado lo complica todo; ya que estando a la cabeza del orden piramidal figura como el primero en la lista que puede beneficiarse con los fondos de la iglesia, mientras que las viudas y los huérfanos son postergados.

Por ende, no es un requerimiento que los líderes locales renuncien a sus trabajos seculares y se entreguen a sí mismos exclusivamente a los asuntos de la iglesia. Sin embargo, están libres de dedicarse a sí mismos exclusivamente al ministerio de la iglesia si han recibido de parte del Señor un ministerio extenso, que los lleve más allá de la iglesia local. Es muy triste ver a muchos ministros cristianos sufriendo innecesariamente por finanzas debido a la perspectiva no bíblica del ministerio pagado. Un “llamado al ministerio” es entendido automáticamente como el abandonar un trabajo secular. ¿Tenemos alguna base bíblica para esta arraigada creencia? Pablo definitivamente aconsejó a los ancianos de Éfeso a que se sostuvieran a sí mismos (Hechos 20:32-35), y eso, eventualmente, fue la práctica general. Ciertamente algunos ancianos eran apoyados totalmente por la iglesia, pero esto era la excepción, no la regla.

Además, la multiplicación de iglesias se vuelve difícil si todos los pastores locales esperan depender completamente de sus congregaciones para su subsistencia. Más bien, deberían tener sus propios trabajos y liderar una pequeña comunidad de creyentes. Las finanzas no son un problema mayor en una comunidad simple y pequeña que se reúne en una casa, ya que los pastores pueden financiarse a sí mismos fácilmente y simultáneamente ministrar a la iglesia. Sería una oportunidad maravillosa para ambos, pastores y creyentes, el apoyar a los misioneros y evangelistas itinerantes en el campo, incluyendo a los pobres y necesitados. Por ello, creemos que la iglesia en casa es un acercamiento sabio en el cual los pastores pueden ser obreros independientes, liderando pequeñas comunidades de manera efectiva.

Facilidad de Acceso para los No-Creyentes

Algunos dicen: “Las personas ven la mezquita como un lugar santo para los Musulmanes y al templo como un lugar sagrado para los Hindúes. ¿No cree usted que es importante tener un lugar de adoración especial que sea considerado sagrado para los cristianos?”  

El cristianismo es único porque la iglesia misma, toda la gente de Cristo, es el templo de Dios y cada miembro un sacerdote de Dios (1 Corintios 3:16, 1 Pedro 2:5, 9). En nuestro intento de identificarnos con otras religiones paganas tenemos que ser cuidadosos de no perder lo que nos hace únicos. Al contextualizar el mensaje no debemos hacer concesiones hacia perspectivas no bíblicas. Los cristianos de los primeros siglos no tuvieron la publicidad de los cultos paganos. Ellos no tenían santuarios, templos, estatuas o sacrificios. No organizaron festivales públicos, danzas, actividades musicales o peregrinajes… De hecho, los cristianos de los primeros tres siglos usualmente se reunían en residencias privadas que habían sido convertidas en espacios apropiados de reunión por la comunidad cristiana… Esto indica que la simplicidad del ritual de adoración de los primeros cristianos no debe tomarse como una señal de que sea primitivo, sino más bien como una forma de enfatizar el carácter puramente espiritual de la adoración cristiana.

Cada estructura religiosa es vista como un lugar sagrado por el grupo religioso respectivo, y los no creyentes que pertenecen a un grupo religioso diferente se sienten muy incómodos en un lugar así. Muchos no creyentes se sienten cómodos al venir a la casa de un cristiano. Pero si se les invita para que asistan a un templo evangélico se sienten incómodos. La casa es un buen lugar para que a los inconversos se les presente el evangelio de manera casual.

La congregación debería reunirse en el ambiente más natural posible, adonde los no cristianos puedan llegar con la mayor facilidad y donde los convertidos llevan el servicio por sí mismos. No podemos esperar que los no creyentes vengan a una edificación religiosa, aunque ocasionalmente puedan venir. La iglesia primitiva se reunía en casas y había ocasiones en las cuales también asistían los no creyentes (1 Corintios 14:23-24). Las casas se usaban para ofrecer hospitalidad y también para las reuniones de iglesia. Uno de los más importantes métodos de compartir el evangelio era el usar las casas como lugares de reunión. La iglesia en casa provee una atmósfera informal y amistosa para que los no creyentes permanezcan fácilmente en la reunión de la iglesia, y experimenten el amor y la fraternidad de Cristo Jesús a través de Sus miembros.

Persecución

Cualquier día cualquier creyente en cualquier parte del mundo puede leer en el periódico que una iglesia evangélica ha sido quemada. Pero esto no significa que es el pueblo de Dios el que ha sido lastimado. Significa solamente que el templo en el cual la iglesia usualmente se reunía fue quemado. Muchos cristianos y no creyentes por igual piensan que un templo es la iglesia, cuando en realidad es el pueblo redimido de Cristo quienes son la iglesia y el santuario de Dios. Durante los tiempos de persecución, son las edificaciones eclesiales, que son consideradas como un lugar sagrado para los cristianos, las que frecuentemente se convierten en los blancos principales de asalto. No es seguro para el pueblo de Dios reunirse en un lugar así cuando las situaciones son hostiles.

La reunión de iglesia en una casa es mucho mejor en tiempos de persecución. Esto no garantiza que no habrá persecución, porque sabemos que la habrá (véase LAHORA DE LA PRUEBA). La iglesia primitiva se enfrentó a la persecución a pesar de reunirse en casas, y sin embargo reunirse en casas es mucho más seguro durante los tiempos de persecución que reunirse en un templo. En muchos lugares del mundo, especialmente en países del Lejano y Medio Oriente, los creyentes se reúnen para compartir en casas particulares que forman parte de una red que se extiende por todo el país.

Es interesante destacar que durante la persecución, tanto en la iglesia primitiva como hoy en día, las iglesias en casas se expanden rápidamente. Dios frecuentemente usa la persecución para doblar nuestras rodillas y poner en acción nuestros pies. La iglesia frecuentemente se vuelve activa, tanto en oración como en evangelismo, cuando los tiempos son difíciles. Las iglesias en casas usualmente juegan un rol vital cuando las condiciones son hostiles. Las iglesias en China, así como en algunas partes de la India, están creciendo aceleradamente por medio de la red de iglesias en casas. Un periodista escribió sobre el movimiento de iglesias en casas en China, diciendo que es difícil estimar exactamente cuántos cristianos adoran y sirven en iglesias en casas. En el 2000, se informó que había aproximadamente 80 millones de creyentes en el movimiento de iglesias en casas. Claramente el movimiento de iglesias en casas ha sido la forma natural del Cristianismo evangélico en China.

La persecución se está expandiendo rápidamente en muchos países. Los enemigos de Cristo están buscando parar Su obra donde sea que ésta esté funcionando activamente. Hay una gran necesidad de hacer la obra del Señor sabiamente en tales situaciones. Se requiere de mucha oración, mucho ánimo y mucha diligencia. El mantenerse en comunión con la hermandad es muy necesario para animarse unos a otros a permanecer fuertes en el Señor. Reunirse como iglesias en casas ha demostrado ser un modelo efectivo durante tiempos de persecución.

La Multiplicación de Iglesias

Al ser consultado al respecto, un hombre que es miembro de una antigua denominación respondió que la iglesia a la cual él pertenecía había plantado unas dos iglesias nuevas en toda su existencia como congregación. Esto es porque las denominaciones requieren un presupuesto financiero considerable para plantar una nueva iglesia, la cual necesita la construcción de un templo. Así el Reino de Dios no se puede extender rápidamente. La iglesia debe penetrar en la sociedad. La iglesia debería estar “centrada en ir”, no “centrada en venir.” Para que la iglesia se extienda a todo lugar de la tierra, la alimentación y multiplicación espiritual es esencial.

Se les dijo al primer hombre y la primera mujer, “Fructificad y multiplicaos” (Génesis 1:28), de la misma manera le es ordenado a la iglesia que se multiplique al ir y al hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19-20). ¿Cuál es la mejor y más eficiente manera, la que tiene un mayor alcance para la multiplicación de la iglesia? ¿Cuántos miembros de la iglesia están viviendo vidas infructíferas debido a una alimentación y motivación no apropiada? Reunirse en casas tiene un gran potencial para el cuidado espiritual y la multiplicación. En la medida en que la comunión crece fuertemente, más del tamaño requerido en una casa, la iglesia inevitablemente se multiplicará y dispersará a diferentes lugares. De esta manera, las iglesias pueden fácil y rápidamente multiplicarse por toda una ciudad o pueblo.

La prueba de que una iglesia es saludable no es el crecimiento numérico de la misma, sino la multiplicación de ella. El idealnuevotestamentario no es ni producir una hueste de nuevos cristianos que lleven vidas infructuosas, ni expandir una iglesia local hasta que su membresía llegue a los miles. El patrón nuevotestamentario es formar a los nuevos convertidos en congregaciones locales para que luego salgan, vayan y multipliquen el número de congregaciones en la medida en que se adhieran nuevos convertidos. El ministerio de Pablo y otros evangelistas del Nuevo Testamento era un ministerio de multiplicación de iglesias. Los convertidos en muchas ciudades rápidamente llegaban a los miles; y sin embargo por casi doscientos años no se erigieron templos ni ningún otro tipo de edificación especial. Tal crecimiento bajo tales condiciones puede solo ser explicado por la multiplicación de pequeñas congregaciones en casas.

La iglesia que crece sola en un lugar puede ser buena para presumir sobre los ingresos y las estadísticas, pero usualmente le falta una comunión de calidad, cuidado espiritual y la motivación para expandirse. Muchos miembros que pertenecen a las grandes iglesias denominacionales no tienen ninguna relación significativa ni con los ministros ni con los otros miembros. ¿El asistir los domingos a un servicio de dos horas convierte a alguien en parte del cuerpo de Cristo? ¿Somos miembros de la iglesia solo de nombre? ¿Es ese el tipo de iglesia por el cual murió el Señor Jesús? ¿Qué significa ser parte del cuerpo de Cristo? ¿Tenemos ansia de expandir el evangelio del Reino o de ver Su Nombre enaltecido en un lugar?

Las iglesias que son bien alimentadas y se dispersan son aquellas que prosperan fácilmente, tanto numérica como espiritualmente. Una de las principales razones por las que la iglesia primitiva prosperó grandemente fue porque los creyentes, bien alimentados espiritualmente, se dispersaron (Hechos 8:1, 4; 11:19). La multiplicación de iglesias es más efectiva que el plantar iglesias. Hay una gran necesidad de enfatizar más en la multiplicación de iglesias en vez de en la plantación de iglesias. La multiplicación de iglesias es contagiosa. Es como un fuego en el bosque.

En las iglesias en casas, las personas son los recursos, el Señor Jesús es el programa, la comunión y es la razón, la multiplicación es el resultado, y discipular al prójimo la meta.

La iglesia debe cambiar, debe dejar de ser una estructura de ‘venir’ y volver a ser un organismo centrado en ‘ir’. La iglesia debe dejar de tratar de atraer gente ‘a la iglesia,’ y comenzar a llevar la iglesia a las personas. La misión de la iglesia nunca se cumplirá con solo sumar personas a la estructura existente. Sólo la estructura de las iglesias en casas proporciona oportunidad para el crecimiento espiritual de los miembros, crecimiento que a su vez genera la multiplicación espontánea de iglesias en otras áreas de la población, donde Cristo todavía no es conocido. Es por eso que creemos que reunirse en una casa como una pequeña comunidad crea más espacio para que la iglesia tenga un cuidado espiritual de calidad y la iglesia sea movida a multiplicarse.

Discipulado y Multiplicación de Líderes

Hay una gran necesidad de la multiplicación de líderes bíblicos en las iglesias hoy en día. La multiplicación de líderes lleva a un crecimiento explosivo de Reino de Dios a través de la iglesia. Esto sucede cuando la iglesia es discipulada apropiadamente.  El Señor Jesús no dijo: “Vayan y tengan buenos servicios y reuniones.” Él dijo, “Vayan y hagan discípulos” (paráfrasis Mateos 28:19-20). El discipulado es una manera íntima de equipar. La reunión de la iglesia es una oportunidad para el discipulado. Una de las maneras más efectivas de potenciar la multiplicación de líderes es al hacer discípulos.

El crecimiento de los creyentes y la multiplicación de líderes, a través del proceso del discipulado, son signos de una iglesianuevotestamentaria saludable. Acertadamente se ha afirmado que “un cristianismo sin discipulado es siempre un cristianismo sin Cristo”. En la medida en que los líderes discipulan a la iglesia, los miembros de ella se discipularán unos a otros y penetrarán el mundo con una visión para el discipulado. Tristemente, en nuestro sistema eclesiástico contemporáneo, el discipulado no es una tarea significativa y necesaria. Se supone que sea el trabajo de centros de entrenamiento especializados como seminarios, institutos o escuelas bíblicas. Sin embargo, no existe otra entidad divinamente acreditada para discipular que la iglesia.

Dónde no hay discipulado, el potencial de la iglesia es sepultado y los posibles líderes permanecen sin ser identificados, desmotivados y por ende ignorados. ¿No sería una noticia chocante si se hiciera una encuesta sobre cómo las iglesias están discipulando, y la manera en que están levantando y enviando líderes? ¿Lo están haciendo anualmente, o cada cinco años o más? ¿No nos dijo nuestro Señor Jesús: “La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo” (paráfrasis de Mateo 9:37-38)? ¿Estamos orando, equipando, movilizando y enviando líderes al campo? ¿Cómo están las iglesias estableciendo metas y estrategias para la multiplicación de líderes?

El crecimiento de las pequeñas comunidades a través del discipulado frecuentemente resulta en el surgimiento de más líderes. Los líderes nacen y se desarrollan no por las predicaciones públicas sino debido al discipulado personal. Mentores y una supervisión de calidad se manifiestan más en tales reuniones pequeñas, identificando y motivando así a más potenciales líderes. Las iglesias en casas son una parte vital en levantar, entrenar y multiplicar a verdaderos líderes orientados al servicio. En este tipo de contexto informal, hay una gran posibilidad para la multiplicación de discípulos, llevando como consecuencia a la multiplicación de líderes e iglesias. Por eso creemos que reunirse en casas es una manera efectiva para que la iglesia sea discipulada; y para levantar, equipar y enviar al campo a muchos líderes.

Los Pobres, Los Necesitados y Las Misiones

Una lectura cuidadosa de las Escrituras revela que el dinero en la iglesia primitiva era usado en gran parte para ayudar a los pobres y necesitados (Hechos 2:45; 4:32-37; 6:1-4; 9:36; 20:34-35; Romanos 12:13; 1 Corintios 16:1-3, 15; 2 Corintios 8:1-5; 9:1-2, 7; Gálatas 2:6-10; 6:9-10; Filipenses 7; Tito 3:8; Hebreos 6:10-11, 13:2-3, 15-16; Santiago 1:27; 2:15-17; 1 Pedro 4:9; 1 Juan 3:16-18.).

Cada iglesia era autónoma y una organización social independiente. Incluso durante la mitad del segundo siglo, las colectas se tomaban principalmente para ayudar a las personas pobres y necesitadas. De acuerdo a la información encontrada en Primera Apología de Justino Martyr, y en la Didache, un historiador de la iglesia menciona que al término de la reunión de la iglesia era costumbre juntar una ofrenda para ayudar a las viudas, a los huérfanos, a los enfermos, a los prisioneros y a los extranjeros. (Earle E. Cairns, El Cristianismo a Través de los Siglos [Christianity Through The Centuries], Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1996), pág. 84).

La iglesia primitiva también dio para las misiones. Sin embargo, muchas de las exhortaciones dadas a las iglesias sobre el dar, están enfocadas a ayudar a las personas en necesidad. Esto se ha descuidado totalmente hoy en día. ¿Por qué hay en el Nuevo Testamento un gran énfasis en ayudar a los pobres y a los necesitados, así como a las misiones? Pensemos: ¿Qué tanto valor tiene el predicar el evangelio a las personas mientras descuidamos demostrarles el amor y la compasión de Cristo con las obras? Juan escribió: “Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad” (paráfrasis de 1 Juan 3:17-18).

Alguien dijo una vez, “Hay gente tan hambrienta en el mundo que Dios no puede revelarse a ellos excepto en la forma de un pan.” El evangelio de Cristo cubre ambas necesidades, las espirituales y las físicas. En Su parábola de “El Buen Samaritano,” el Señor Jesús enseñó que ‘amar a nuestro prójimo’ significa ‘ayudar al necesitado’ (Lucas 10:25-37). Incluso los pastores fueron exhortados por Pablo a que ayudaran a las personas en necesidad. De hecho es a ellos a quienes Pablo les dice, “Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir’” (paráfrasis de Hechos 20:17, 28, 34-35).

Cuando los creyentes trajeron el dinero de las ventas de las propiedades y lo pusieron a los pies de los apóstoles, ellos lo distribuyeron entre las personas necesitadas (Hechos 4:32-35). Es interesante notar que la iglesia primitiva incluso vendió sus propiedades para ayudar a aquellos que estaban en gran necesidad. Las famosas palabras, “Dios ama al dador alegre” fueron escritas a la iglesia de Corintio en el contexto de ayudar a los santos de la iglesia que estaban en necesidad (2 Corintios 9:1, 7).

El propósito principal del dar, de acuerdo a lo enseñado en el Nuevo Testamento, es para el apoyo de los santos, la iglesia. La primera obligación de un cristiano es apoyar a sus compañeros creyentes, individual y colectivamente. La primera responsabilidad financiera de la iglesia es el invertir en su propia vida y en su propia gente (véase 2 Corintios 8:1-5; 9:12-15; Filipenses 4:14-16). Obviamente esta no es la única obligación económica que tenemos. La parábola del Buen Samaritano deja claro que debemos ministrar personal y financieramente a cualquiera en necesidad, independiente de su religión, cultura o circunstancia (Lucas 10:25-37). Pablo también enseña que nosotros deberíamos ‘hacer el bien a todos los hombres’ (Gálatas 6:10). Pero en el mismo versículo él continúa diciendo, ‘y especialmente a los de la familia de la fe’ (véase 1 Juan 3:17). En 2 Corintios 9:13 los apóstoles apelan por una generosa solidaridad ‘con todos.’ El apoyo a los pobres y necesitados en el mundo en el nombre del Señor es una actividad cristiana de alta prioridad de acuerdo a los estándares Escriturales. ¿Qué porcentaje del dinero levantado actualmente por la iglesia está yendo para las personas pobres y necesitadas? Incluso en el Antiguo Testamento, un diezmo especial era levantado una vez cada tres años para ayudar a los huérfanos, a las viudas y otras personas pobres (Deuteronomio 14:28-29). ¿Cómo se usan las ofrendas de las iglesias hoy en día?

Se dice que la mayoría del dinero hoy en día es generalmente usado para el mantenimiento y la administración del complejo eclesiástico, con menos dinero yendo hacia las misiones. En muchas iglesias, no existe ninguna consideración especial para ayudar a los pobres y necesitados. ¿Son ambos, los pobres y las misiones, una prioridad en el presupuesto financiero de las iglesias tradicionales? ¿Qué porcentaje del dinero recogido por la iglesia tradicional va para ayudar a los necesitados y las misiones? Las iglesias que gastan grandes sumas en sus edificaciones e ignoran las misiones, el evangelismo y el cuidado de los pobres, caerán bajo el juicio de Dios.

Ya que reunirse en una casa es un modelo simple (lo que significa, que no se requiere dinero para edificaciones y su mantenimiento), el dinero puede ser usado para ayudar a los pobres y necesitados, incluyendo el apoyo a las misiones.

Palabras Finales

Para justificar sus prácticas, muchos de forma ignorante y poco razonable se oponen a esta enseñanza de antemano, sin siquiera examinar cuidadosamente cómo funcionaba la iglesia primitiva. No hay muchas cosas buenas que decir sobre la iglesia contemporánea. Se requiere una reforma radical para ayudar al pueblo de Dios a funcionar más efectiva y bíblicamente. El reunirse en casas no es una solución perfecta en la cual nunca tendremos ningún tipo de problemas. Solamente es un acercamiento mejor y más efectivo al modelode la iglesia nuevotestamentaria. Al decir esto, nos referimos a que tiene más ventajas y menos desventajas. Claro que los problemas que surjan, basados en diferentes situaciones, lugares y culturas, deben ser tratados en oración y sabiamente, de acuerdo a la sabiduría del Espíritu Santo y con el consejo de personas de Dios experimentadas.

Así mismo, que el lector no yerre en pensar que la iglesia está confinada a reunirse en una casa. Puede reunirse también en una oficina, un pasillo, un salón de clases, una cabaña, una carpa, etc. siempre y cuando el tamaño de la iglesia sea lo suficientemente pequeño para asegurar la participación de cada. La estructura no es tan importante como lo es el funcionar de la iglesia. Este artículo de hecho se podría titular: “Razones para las Reuniones Pequeñas.” Ya que la casa es un lugar informal en el cual la poca gente se puede reunir sin problemas. El pueblo de Cristo es libre de reunirse donde quiera que lo sienta conveniente y funcionede acuerdo al patrón de la iglesia del Nuevo Testamento.

Finalmente, nunca olvidemos que cualquier paradigma eclesial es débil y le falta vida sin el poder del Espíritu Santo. El Espíritu de Dios es la vida de la iglesia; sin Él cualquier iglesia está muerta. Busquemos ser revestidos con el poder de lo alto mientras constantemente buscamos extender Su Reino en la tierra. ¡Que el Espíritu del Señor Jesucristo more abundantemente en Su Cuerpo, la iglesia!

Cerramos este artículo con un colofón digno de ser considerado: Es mejor estar preocupado por la calidad que por la cantidad. Un diamante en miniatura es mucho más valioso que toda una carga de piedras. Es por esta razón que vamos a insistir en el trabajo con grupos pequeños en vez de hacerlo con grandes multitudes. Solo nos preocupan las comunidades pequeñas compuestas de personas que saben que ellos son la iglesia. Es con ellos que vamos a establecer la obra de extensión del Evangelio, de proclamar en palabra y hechos que Cristo vino para liberarnos de nuestros pecados y de todo tipo de miseria. Trabajar en y con grupos pequeños vale mucho más la pena. Una cucharadita de azúcar disuelta en una pequeña taza endulza todo el café, y eso es lo mismo con el Evangelio en una comunidad pequeña. Pero ponga la misma cucharadita de azúcar dentro de una gran taza de café, y su sabor sencillamente se pierde.

--------------------------

Léase LAIGLESIA NUEVOTESTAMENTARIA para una mejor comprensión del fundamento escritural para publicar este artículo.


martes, 1 de mayo de 2012

LA IMPORTANCIA DE LA SANA DOCTRINA



Sería imposible exagerar la importancia de la sana doctrina en la vida de un cristiano. Un conocimiento correcto de todos los temas espirituales es imperativo si queremos vivir también de manera correcta. Así como no se pueden cosechar uvas de los arbustos ni higos de los cardos, el carácter cristiano sano no brota donde no hay una enseñanza bíblica sólida.

En nuestro contexto, la palabra doctrina simplemente significa las creencias religiosas que tenemos y enseñamos. Es la tarea sagrada de todos los cristianos, primero como creyentes y luego como maestros de creencias religiosas, estar seguros de que estas creencias corresponden exactamente a la Verdad. Un acuerdo preciso entre la creencia y el hecho constituye la sanidad de la doctrina. No podemos darnos el lujo de poseer nada menos que esto.

Los apóstoles no sólo enseñaron la Verdad si no que contendieron por su pureza contra cualquiera que intentara corromperla. Las epístolas paulinas resisten cada esfuerzo de los falsos maestros por introducir caprichos doctrinales. Las epístolas de Juan están llenas de condenación contra los maestros que acosaron a la joven iglesia negando la Encarnación y arrojando dudas sobre la doctrina de la Trinidad. Y Judas en su breve pero poderosa epístola alcanza las cumbres de la elocuencia abrasadora al vertir juicio sobre los malvados maestros que intentaban descaminar a los santos.

Cada generación de cristianos debe considerar solemnemente sus creencias. Mientras la Verdad misma es inmutable, las mentes de hombres son recipientes porosos de los cuales la Verdad puede salirse y en los que el error puede penetrar para diluir la sanidad que contienen. El corazón humano es herético por naturaleza y corre al error tan espontáneamente como las malezas a un jardín. Todo lo que un cristiano o iglesia debe hacer para garantizar el deterioro doctrinal es tomar todo por seguro y no hacer nada. El jardín desatendido pronto será invadido con malezas; el corazón que falla en cultivar la Verdad y en mantenerla lejos del error pronto se convertirá en un desierto teológico; el cristiano o la iglesia que se duerme en la senda de la Verdad, pronto se hundirá en el lodo cenagoso del cual no hay escape.

En cada área del quehacer humano, el pensar y actuar con precisión es considerado una virtud. Errar, incluso ligeramente, es invocar a una grave consecuencia, si no a la muerte misma. Sólo en el ámbito religioso la exactitud y la fidelidad a la Verdad son vistas como un defecto. Cuando los hombres tratan con cosas terrenales y temporales ellos demandan la verdad; pero cuando se trata de cosas celestiales y eternas, vacilan como si la Verdad no pudiera ser descubierta o no importára de todos modos.

El científico, el médico, el navegante trata con asuntos que sabe son verdaderos; y porque estas cosas son verdaderas, el mundo demanda que tanto el maestro como el practicante sean hábiles en el conocimiento de sus temas. Sólo al maestro de cosas espirituales se le permite estar inseguro de sus creencias, ser ambiguo en sus observaciones y tolerante de cada opinión religiosa expresada por cualquiera, aún por el hombre menos calificado para ello.

La nebulosidad doctrinal siempre ha sido la marca del liberal. Cuando las Escrituras Santas son rechazadas como la autoridad final en las creencias religiosas, algo más debe tomar su lugar. Históricamente ese algo ha sido o la razón o el sentimiento: si es el sentimiento, conduce al carismatismo; si es la razón, al humanismo. A veces ha habido una mezcla de los dos, razón y sentimiento, como puede ser visto en las iglesias liberales de hoy. Estas ni abandonarán frontalmente a la Biblia, ni la creerán del todo; el resultado es un cuerpo poco claro de creencias más similar a un banco de  niebla que a una montaña, donde algo puede ser verdad pero nada puede ser totalmente considerado como la Verdad.

Nos hemos acostumbrado a los soplos enturbiados de niebla gris que pasa por doctrina en las iglesias contemporáneas, y no esperamos nada mejor de la Cristiandad a estas alturas. Porque, de algunas fuentes anteriormente irreprochables, ahora vienen declaraciones vagas que consisten en una mezcla lechosa de Escritura, ciencia y sentimiento humano que no son fieles a ninguno de sus ingredientes, porque cada uno trabaja para cancelar los otros.

Es evidente que algunos de nuestros hermanos evangélicos parecen estar trabajando bajo la impresión de que son avanzados pensadores, porque vuelven a plantear la evolución y reevalúan varias doctrinas de Biblia y aún su misma inspiración; pero tan lejos están de ser pensadores avanzados como cerca están de ser seguidores de la divinamente predicha apostasía de los últimos días.

El lavado de cerebro de los cristianos evangélicos de estos días está bien avanzado ya. Una evidencia es que ha aumentando exponencialmente el número de los que no se encuentran al lado de la Verdad. Dicen que creen pero sus creencias están tan diluidas que es imposible obtener de ellos cualquier definición clara e inequívoca en cuanto a la “fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 4).

El poder espiritual siempre ha acompañado a las creencias definitivas. Los grandes santos siempre han sido sanamente dogmáticos. Necesitamos en este momento un regreso a un dogmatismo apacible que sonría mientras se yergue firme en la Palabra de Dios, que vive y habita para siempre.

¿Podemos Estar Seguros?

Quizá la razón más esgrimida por aquellos que abogan por el neutralismo teológico de nuestros días, es que nadie puede estar 100% seguro de la Verdad. La doctrina es vista como un obstáculo para formar parte de la mayoría influyente: el establishment cristiano. Claro que no lo dicen así; no es políticamente correcto. Hay que disfrazarlo y hablar de “división”, palabra que tiene una clara connotación peyorativa en la Cristiandad contemporánea. El argumento es este: “La doctrina divide, la experiencia une. No todos tenemos nuestra doctrina completamente correcta, pero Dios no nos juzga por no tener la Verdad absoluta, sino por nuestra falta de amor y unión”.

Este sofisma es arrojado como anatema al rostro de todo aquél que se atreva a decir lo contrario. Está presente en preguntas tales como: “¿Quién te crees que eres? ¿Sólo lo que tú crees es lo correcto mientras que lo que creen los demás está equivocado?” Y el golpe de gracia siempre es: “Nadie está 100% en lo correcto”.

Pero esto no es lo que dice la Biblia. La Inspirada Escritura nos dice que todo creyente puede conocer la sana doctrina y estar seguro de ella. 2 Timoteo2:15 insta al creyente a conocer y usar cabalmente la Palabra de Dios: “Procura presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”.

Usar bien la palabra de verdad significa interpretar y conocer la doctrina bíblica correctamente. ¿Por qué Dios nos diría a los cristianos que debemos usar bien la palabra de verdad si esto es imposible de lograr? Este versículo nos enseña, además, que como creyentes somos responsables de trabajar para este fin, porque solo aquél que usa bien la palabra de verdad es aprobado. Esto nos lleva al tribunal de Cristo (1 Corintios 3:13). La Biblia nos dice exactamente cómo podemos conocer la sana doctrina y usarla.

1. Conocemos la sana doctrina por medio de la obediencia.

El Señor Jesucristo nos da está promesa en cuanto a conocer la sana doctrina: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17). Para conocer la sana doctrina uno debe estar dispuesto a obedecerla. Si un creyente es receptivo a la verdad y está dispuesto a obedecer lo que Dios le enseña, el Señor le dará sabiduría para discernir la sana doctrina de la falsa. En Proverbios 1:23, Dios nos dice: “Volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras”. Dios ha prometido hacer evidente Su verdad a aquellos que se someten a Él. Esta es la esencia del arrepentimiento.

2. Conocemos la sana doctrina por medio del permanecer en la Palabra de Dios.

El Señor Jesucristo nos da está otra promesa en cuanto a conocer la sana doctrina: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él. Si vosotros permanecieréis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). Esta preciosa promesa declara inequívocamente que un hijo de Dios puede conocer la Verdad. Para que esto sea así debe permanecer en la Palabra de Dios. Es decir, debe permanecer leyéndola, estudiándola, memorizándola, amándola, defendiéndola, y buscando de todo corazón obedecerla.

3. Conocemos la sana doctrina por medio de la presencia del Espíritu Santo.

1 Juan 2:20-21 dice: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad”.  El versículo 27 añade: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él”.

La Sagrada Escritura declara sin ambigüedades que el creyente genuino tiene el Espíritu Santo como maestro, y que por lo tanto puede conocer toda la Verdad, si se mantiene en comunión con Él.

Si el sofisma del establishment cristiano contemporáneo fuera cierto y un creyente no pudiera estar 100% seguro de la Verdad, entonces “comamos y bebamos que mañana moriremos” (1 Corintios 15:32b) porque los mandamientos y las promesas de Dios en Su Palabra no tienen ningún valor. A esto replicamos: “De ninguna manera; antes sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado” (Romanos 3:4).

¿Por qué no hay consenso entre los cristianos?

¿Por qué tantas denominaciones? ¿Por qué tantas interpretaciones diferentes y contradictorias entre los creyentes?

Hemos tratado de responder estas preguntas en artículos como: ¿CUÁLES LA IGLESIA VERDADERA?, LA IGLESIA NUEVOTESTAMENTARIA y HECHOS DE LOS APÓSTATAS I, entre otros. Pero podemos agregar las siguientes palabras.

Alguien, acertadamente, escribió una vez: “El Cristianismo comenzó como un movimiento judío en Jerusalén. Se convirtió en una filosofía en Grecia. Se transformó en una institución en Roma. Y llegó a ser un gran negocio en Norteamérica”. Y de aquí se extendió por todo el mundo.

Cuando el Cristianismo se transformó en un gran negocio, los fariseos, los saduceos, los escribas, los intérpretes de la ley, los codiciosos de ganancias deshonestas y los asalariados de la religión evangélica crearon sus empresas, a las que hoy en día llamamos “denominaciones”, y tomaron de la Verdad aquellas verdades menores que no podían ser utilizadas como argumentos para desenmascarar sus ambiciones materiales y deseos de control, y las enarbolaron como estandartes proveedores de salvación. El tiempo pasó, y esas denominaciones son hoy parte del establishment de la Cristiandad. No es que no haya verdad en el establishment, porque de tal manera nadie sería salvo; allí también se predica la salvación por fe en Cristo Jesús, pero se ha dejado de lado la mayor parte de Sus enseñanzas sobre la realidad Su señorío hoy. Su enseñanza sobre la salvación y Su señorío son las dos caras de la Verdad, con mayúscula. Huelga decir que esta absoluta y completa Verdad no está en los grandes conglomerados evangélicos de nuestros días.  

Si un creyente genuino quiere conocer la Verdad que lo puede hacer libre, debe estar dispuesto a seguirla fuera de la Cristiandad contemporánea, el establishment. Y este es el quid del asunto, ¿cuántos son los que están dispuestos a pagar el precio de la libertad que promete el Señor a los que están dispuestos a obedecerla?

---------------------