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sábado, 10 de marzo de 2012

¿SON LAS CARTAS PARA LAS SIETE IGLESIAS TAMBIÉN PARA NOSOTROS? – Apocalipsis 1:11

En estas cartas del Señor Jesús a las siete iglesias de Apocalipsis (capítulos 2 y 3), Él exhorta seriamente a una iglesia sin amor, a una perseguida, a otra transigente, a una corrupta, a otra tibia, a otra muerta y a una fiel. A cinco de estas iglesias, les ordena que se arrepientan y venzan, de lo contrario serán arrojadas a un juicio de fuego. A una le dice que permanezca siendo fiel a pesar de la terrible persecución que está a punto de comenzar a sufrir. Y a otra, a la iglesia de Filadelfia, le promete que será guardada de la hora de la prueba.

El contexto de estas cartas es la segunda parte semana septuagésima (los últimos tres años y medio de nuestra era), y el juicio de fuego es o la gran tribulación, o la ira de Dios. La idea de que la iglesia estará presente durante la gran tribulación y que Dios guardará a sólo un grupo de creyentes es muy desagradable para la mayoría de los cristianos; ni hablar del hecho de que algunos que profesan ser cristianos experimentarán la ira de Dios. Por esta razón, muchos pretribulacionistas redefinen las cartas a las sietes iglesias de forma tal que la iglesia de Filadelfia, a la cual el Señor Jesús le dice: “te guardaré de la hora de la prueba”, termina aplicándose a todos los creyentes modernos.

Los defensores de esta posición usan al menos uno de estos tres argumentos:

1.    Las siete iglesias son siete iglesias literales que existieron cuando se escribió el Apocalipsis. Esto hace que el pasaje sea irrelevante para nosotros hoy.

2.    Las siete iglesias no son siete iglesias literales. Ellas representan siete “épocas” (o “períodos”) de la iglesia que van desde el primer siglo hasta el fin de la semana septuagésima. La iglesia de la época actual es Filadelfia; lo que hace que las otras cartas sean irrelevantes para la iglesia de hoy.

3.    Las siete iglesias no son siete iglesias literales. Ellas representan seis tipos de iglesias incrédulas (o falsas) y una iglesia verdadera, la iglesia de Filadelfia; lo que hace que las otras seis cartas sean irrelevantes para la iglesia de hoy.

Los últimos dos argumentos echan mano del dispensacionalismo, el fundamento sobre el que se ha edificado el pretribulacionismo. El dispensacionalismo es una estructura teológica inventada por el hombre para interpretar las Escrituras. En la práctica, el dispensacionalismo hace que ciertos pasajes bíblicos sean relevantes sólo para ciertos períodos de la historia bíblica, y no para todos los creyentes de todas las épocas. El dispensacionalismo, como su hijo el pretribulacionismo, descansa en la inferencia, no en el soporte bíblico directo, y puede llevar a interpretar erróneamente pasajes que aceptados en su significado más obvio serían fáciles de entender por todo creyente.

En términos generales, el dispensacionalismo es dividido en siete períodos. Este es el dispensacionalismo que aquí llamamos “una estructura teológica inventada por el hombre”. Hay, sin embargo, un dispensacionalismo bíblico que se divide de forma natural en cuatro períodos. El primero es “desde Adán hasta Moisés” (Ro. 5:14). El segundo es “todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan” (Mt. 11:13; Lc. 16:16). El tercero es desde la primera venida de Cristo hasta su segunda venida (Hch. 15:14-18; Ef. 3:1-12). El cuarto período es desde la venida de Cristo hasta el fin del reino (1 Co. 15:24-26; Ap. 20). A este dispensacionalismo bíblico sí nos adherimos porque es el único que es mencionado explícitamente en las Escrituras.

¿Son iglesias literales?

Con respecto al primer punto, es cierto que las siete iglesias son siete iglesias literales que existieron cuando se escribió el Apocalipsis. Pero este no es argumento para desechar la relevancia que las cartas tienen para nuestros días. Si siguiéramos esa lógica, bien podríamos desechar todos los libros del Nuevo Testamento, puesto que estos también fueron escritos como cartas a individuos, grupos o iglesias específicas del primer siglo. Pablo escribió “a los Corintios,” por ejemplo, o “a los Gálatas”. Los libros de 1 y 2 Timoteo fueron escritos para este joven hombre de Dios con el fin de prepararlo para una posición de liderazgo. El evangelio de Lucas fue escrito para edificar a un creyente llamado Teófilo.

El escritor del Apocalipsis es llamado repetidamente un profeta, y los profetas no solo escribieron acerca de las condiciones y eventos que les eran contemporáneos si no que además tendrán un cumplimiento total al final de la era. Este es el caso de la profanación del templo en Jerusalén a manos de Antíoco Epifanes, por ejemplo, y es el caso aquí. Aunque estas iglesias fueron contemporáneas de Juan, reflejan o anuncian condiciones que tendrán un cumplimiento total durante la semana septuagésima. Por esta razón, también discrepamos con aquellos que citan Apocalipsis 1:19 (“Escribe las cosas que has visto [aceptado comúnmente como refiriéndose a Apocalipsis 1], y las que son [aceptado comúnmente como refiriéndose a Apocalipsis 2 y 3], y las que han de ser después de estas [Apocalipsis 4 en adelante]”) para sustentar su postura preterista, o de eventos cumplidos en la historia pasada.

Otra razón por la que no podemos pasar por alto estos pasajes es porque ello requeriría que los tomáramos fuera de contexto. Por definición, el Apocalipsis describe los eventos de la semana septuagésima. En los versículos iniciales, el Señor Jesús aclara esto al decirle a Juan que escriba “las cosas que deben suceder pronto”. Esta es la forma bíblica de referirse a la segunda venida de Cristo. El Señor Jesús le está dando esta revelación a Juan como un mensaje para Sus siervos sobre los últimos tiempos. Esta revelación es seguida por advertencias e instrucciones específicas para las siete iglesias, con órdenes severas a cinco de estas para que despierten, a una para que se prepare para enfrentar la tribulación, más la promesa para una de ellas de que será guardada de la hora de la prueba.

Las preguntas obvias que surgen de la lectura de estas cartas debieran ser “¿Vencer qué?” y “¿Qué prueba?” El Señor Jesús responde inmediatamente estas preguntas al describir los juicios de los sellos. Si el Cuerpo de Cristo no experimentará estos juicios, ¿qué sentido tiene el mensaje del Señor? Claramente, estas cartas han sido escritas con la intención de alentar y advertir a los creyentes durante este período de prueba severa. Sacar estas cartas de su contexto para aplicarlas sólo a las siete iglesias de Asia Menor que existieron durante el primer siglo no es meritorio.

Juan conocía a estas iglesias. Era contemporáneo de ellas. De hecho, había estado ministrando en la iglesia de Efeso [la iglesia sin amor]. Así que a través de estas cartas, Juan se estaba dirigiendo a sus contemporáneos al mencionar los problemas específicos que estos tenían. Sin embargo, estas siete iglesias estaban también siendo señaladas porque reflejaban con precisión los problemas que padecería la Cristiandad al fin de la era. Por lo tanto, esta es una advertencia al cristianismo profesante que se verá dentro de la semana septuagésima. Si en verdad nos estamos acercando al fin de la era, no se nos puede ocurrir una verdad más relevante para los creyentes que el contenido de estas cartas a las siete iglesias, registrada en Apocalipsis 2 y 3.  

¿Qué hay de las épocas de la iglesia?

El segundo argumento esgrimido para remover a la iglesia moderna de las advertencias contenidas en estas cartas dice que las siete iglesias no son siete iglesias literales, sino que representan siete “épocas” (o “períodos”) de la iglesia durante las que la iglesia en general se caracterizará por ser como las iglesias mencionadas en las cartas. Según esta posición, todos los creyentes modernos forman parte de la iglesia de Filadelfia; lo que hace que las otras cartas sean irrelevantes para la iglesia de hoy.

Las siete “épocas” serían las siguientes:

1.    Efeso (Ap. 2:1–7): la iglesia sin amor al final de la era apostólica, durante el primer siglo.

2.    Esmirna (Ap. 2:8–11): la iglesia perseguida a comienzos del segundo siglo.

3.    Pérgamo (Ap. 2:12–17): la iglesia transigente que reinó cuando el emperador Constantino hizo del Cristianismo la religión nacional en el tercer siglo.

4.    Tiatira (Ap. 2:18–29): la iglesia corrupta del papado Católico Romano que comenzó en el cuarto siglo.

5.    Sardis (Ap. 3:1–6): la iglesia muerta que produjo la Reforma a comienzos del 1500.

6.    Filadelfia (Ap. 3:7–13): la iglesia ferviente producida por el “avivamiento de los últimos días”, presente hoy día.  

7.    Laodicea (Ap. 3:14–22): la iglesia tibia que estará presente al final de la era.


Aunque hay ciertos paralelos interesantes entre la historia de la iglesia y estas cartas, las épocas mencionadas arriba fueron creadas para encajar en estos pasajes, y no a la inversa. El Apocalipsis contiene descripciones muy precisas de personas, lugares y eventos, y el Señor Jesús nos dice que su propósito es preparar a los creyentes para el período de gran juicio y dificultad de precederá Su retorno. Sugerir que estas descripciones se refieren a “épocas” de la iglesia, y no a iglesias vivas durante los últimos tiempos, requiere que el lector abandone la lectura normal del texto y la cambie por una lectura alegórica. La alegorización es un vicio muy peligroso, pues le permite al lector interpretar el pasaje como le dé la gana, lo cual es exactamente lo que hacen los pretribulacionistas.

Esta lectura enfrenta además el mismo problema mencionado antes: el contexto del Apocalipsis es la semana septuagésima. Sugerir que sólo dos de las siete iglesias descritas en estas cartas entrarán a la semana septuagésima saca a todas las cartas fuera de contexto.

Además, la teoría de las “épocas de la iglesia” pinta un cuadro falso de la iglesia actual. Si esta interpretación es correcta y estamos viviendo en la época de la iglesia de Filadelfia, entonces la iglesia moderna debería caracterizarse por ser una iglesia ferviente, amante, purificada, lista para ser arrebatada al cielo. Esta es la posición tomada por John Walvoord, uno de los más famosos defensores del pretribulacionismo: “Eventualmente, como las Escrituras lo anticipan, Él se presentará a Sí mismo una Novia sin mancha, una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga, sino santa y sin tacha. Este propósito divino está en proceso de cumplirse”.

Es esta falsedad la que permitirá que surja la iglesia falsa, la Ramera de Apocalipsis 17. En su libro, Un Evangelio Diferente, D. R. McConnell discute sobre el peligro de la falsa enseñanza que está penetrando a la iglesia actual: “Es extraño que aquellos cristianos que son más obstinados que nosotros y que forman parte de la generación que verá el retorno del Señor — y el engaño de los últimos tiempos, y la apostasía asociada con Su retorno — busquen señales de este engaño fuera de la iglesia, en conspiraciones tales como la Nueva Era y en cultos como el Mormonismo, los Testigos de Jehová y la Ciencia Cristiana. Admitimos que estos movimientos son amenazas potenciales para la iglesia, pero sería mejor buscar el engaño de los últimos tiempos donde el Señor Jesús y el Apocalipsis predicen que ocurrirá: dentro de la iglesia; dentro de grupos que se llaman a sí mismos cristianos, pero que en realidad predican un evangelio diferente” (Un Evangelio Diferente – [A Different Gospel, Hendrickson Publishers, 1988, p. 15]).

La iglesia no está ahora con menos manchas y arrugas que en cualquier otro período de su historia. Las características fundamentales de las iglesias descritas por el Señor Jesús —sin amor, perseguida, transigente, corrupta, muerta, tibia y ferviente— han estado presentes en cada época de la historia de la iglesia y en cada iglesia local desde la ascensión de Cristo. Como un todo, el Cuerpo de Cristo está lleno de amor, fidelidad y gracia; pero también está lleno de hipocresía, transigencia y pecado. Como en cualquier otro período de la historia de la iglesia, hay creyentes en todos los niveles de desarrollo espiritual. Algunos caminan en bendita comunión con el Salvador; otros son bebés en Cristo que están recién aprendiendo a andar. Algunos son tibios, pues no han sometido verdaderamente sus corazones y voluntades al Señor Jesucristo; otros son reincidentes que luchan con los pecados de su carne. Corrupción y falsas  doctrinas se pueden encontrar aún dentro de los líderes de todas las iglesias.

La posición de “las épocas de la iglesia” también falla en su consideración de la iglesia de Laodicea, la iglesia tibia, la cual los dispensacionalistas dicen que existirá después del arrebatamiento. Es dudoso que después de este evento se pueda encontrar en la tierra un cuerpo tibio de creyentes. Más bien la Escritura enseña que aquellos que vivan durante la última parte de la semana septuagésima -bajo la persecución del Anticristo- serán todo lo contrario de tibios, pues se estarán asiendo con fuerza y fe de la promesa de eterna salvación en Cristo.

¿Seis Iglesias Falsas y Una iglesia Verdadera?

El tercer intento por hacer que estas cartas no se apliquen a todo el Cuerpo de Cristo de hoy en día dice que las cartas mencionan seis iglesias “falsas”  y una verdadera, la iglesia de Filadelfia. Esta posición no se puede mantener mucho más tiempo que las otras.

Los pretribulacionistas que identifican a la iglesia de Laodicea como la iglesia apóstata de la semana septuagésima, la Ramera de Apocalipsis 17, parecen no tomar en cuenta que el dispensacionalismo usado para justificar su pretribulacionismo demanda que la iglesia ya  no exista durante este período. El dispensacionalismo identifica a aquellos que reciben a Cristo durante este período como “santos de la tribulación” o “santos de la semana septuagésima”, términos que no aparecen en la  Biblia. Si la iglesia ya no existe, entonces la iglesia de Laodicea no es realmente una iglesia en el sentido que el Apocalipsis y todo el resto del Nuevo Testamento le da a la palabra. El Señor Jesús no distingue entre las primeras seis iglesias y esta última iglesia apóstata de los últimos tiempos. Lo que hace que la lectura pretribulacionista del texto sea totalmente inadmisible.

El Señor Jesús nunca dice que estas sean falsas iglesias. De hecho, a la iglesia perseguida el Señor no le ordena que se arrepienta, sino que venza; esto inmediatamente la califica como una iglesia verdadera. E incluso entre aquellas iglesias que son llamadas a arrepentirse hay signos de verdadera vida espiritual. La iglesia de Efeso (la iglesia sin amor), por ejemplo, es alabada por sus obras de fe, paciencia y discernimiento ante las doctrinas falsas:

“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos: y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado” (Ap. 2:2–3).

La iglesia de Pérgamo (la iglesia transigente) recibe una alabanza semejante:  

“Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás” (Ap. 2:13).

Es imposible demostrar que estas son falsas iglesias. Obras, paciencia, trabajo arduo por amor al nombre del Señor Jesús son las características de los creyentes, aun si resisten la enseñanza de Dios en otras áreas de sus vidas. Además, en Apocalipsis 1:12–13, Juan ve siete candeleros de oro, los cuales simbolizan a las siete iglesias, y al Señor Jesús, “uno semejante al Hijo del Hombre”, de pie en medio de ellos. El Señor Jesús no estaría en medio de iglesias falsas.

Segundo, la posición de “seis iglesias falsas y una verdadera” pondría de nuevo a todo el Cuerpo de Cristo dentro de la iglesia de Filadelfia, lo que crea la falsa impresión de que esa es la iglesia de hoy; es decir, que todos los  creyentes han guardado la palabra de Su paciencia y caminan con el Señor en sabiduría, verdad y amor. Por muy bonito que sea este cuadro, no es verdad. Un cuadro honesto es el descrito en estas cartas: un cuerpo eclesiástico compuesto por creyentes en todos los diferentes niveles que existen en la senda espiritual. Y como en un ramo escolar, en el que sólo los estudiantes que han mantenido el promedio más alto durante todo el semestre son eximidos de rendir el examen final, sólo la iglesia de Filadelfia (aquellos creyentes que han alcanzado un nivel de madurez espiritual en Cristo) será protegida (“guardada”) durante esta hora de prueba.

Debiera ser nuestra esperanza y deseo que, cuando venga el Señor Jesús, seamos encontrados formando parte de la iglesia de Filadelfia.

Mientras leemos estas páginas, las cartas a las siete iglesias debieran hacernos meditar en nuestras propias vidas. Si reflexionamos, por ejemplo, sobre la iglesia sin amor, debiéramos admitir honestamente que algunas de sus características también son las nuestras. Nótese cómo esta iglesia ha trabajado por el evangelio, cómo ha probado a los falsos apóstoles, cómo ha mostrado discernimiento para rechazar las doctrinas falsas. Pero pensemos también si muchas de las críticas que hemos hecho contra iglesias, organizaciones e individuos por apartarse de “todo el consejo de Dios” (Hch. 20:27), si todas las condenas que hemos dirigido por permitir falsas doctrinas y transigir con el mundo y las denominaciones provienen verdaderamente de un deseo de obedecer a la Palabra o sólo es intolerancia –no hacia el pecado– sino hacia las personas. Podemos entusiasmarnos tanto en probar a los falsos maestros y en rechazar las falsas doctrinas que terminemos perdiendo nuestro “primer amor”. Por otro lado, la corriente puede comenzar a arrastrarnos tan imperceptiblemente que por causa de la unidad dejemos de probar a los falsos maestros y a sus enseñanzas y terminemos transigiendo con el error.

Este es el corazón, creemos, del mensaje del Señor Jesús a las iglesias: que usemos Sus cartas a ellas para reflexionar seria y profundamente sobre nuestra relación con Él. Estas advertencias son para los creyentes —no para falsas iglesias. Son banderas rojas en la autopista, señales en el camino; han sido puestas ahí para traernos de vuelta a la senda correcta y para ayudarnos a encontrar el rastro que nos traerá de regreso al punto de partida, si es que nos hemos extraviado por culpa de tomar un atajo en algún punto. Negar la relevancia de estos mensajes para nosotros, los creyentes de hoy, es despreciar el propósito fundamental por el que fueron dados.

¿Por qué no se Usa la Palabra “iglesia”?

Uno de los argumentos más usados por los pretribulacionistas es que la palabra “iglesia” no aparece en el Apocalipsis después del cuarto capítulo. Esto, dicen los pretribulacionistas, demuestra que el arrebatamiento ocurre antes de la apertura de los sellos. Esta forma de debatir es llamada comúnmente “argumentando desde el silencio”; esto significa que se argumenta usando la falta de información que existe en vez de hacerlo con la información dada.

El hecho de que la palabra “iglesia” no se use en la parte central del libro sólo convalida una vez más el hecho de que no será la iglesia en general la que experimente la persecución del Anticristo. Al contrario, será un remanente dentro de ella el que permanecerá fiel a Cristo durante estos tiempos difíciles.

También es interesante y significativo destacar que Juan, el encargado de registrar el libro de Apocalipsis, redactó también su evangelio y tres epístolas que llevan su nombre. El no emplea la palabra “iglesia” en ninguno de esos libros. Tampoco se usa la palabra “iglesia” en ninguno de los tres pasajes clásicos del arrebatamiento a los que se refieren los pretribulacionistas: 1 Tesalonicenses 4:13-17; 1 Corintios 15:51-53; Juan 14:1-3. Tampoco, salvo por las referencias generales de los primeros versículos de 1 y 2 Tesalonicenses, ninguno de estos dos grandes libros proféticos usa la palabra “iglesia”.

Cuando comiencen los verdaderos problemas, ea “trabajo de parto”, la iglesia en general tropezará y caerá de la fe – “la apostasía” – cuando el amor de muchos por Cristo se enfriará. En aquél entonces, no será la iglesia en general la que siga fielmente a Cristo, sino sólo los verdaderos creyentes (que son llamados: santos, vencedores, siervos, escogidos de Dios)  quienes perseverarán “hasta el fin” en medio de los difíciles acontecimientos -que se detallan en la parte medular del libro del Apocalipsis-  hasta que la señal en el sol, la luna y las estrellas acorte la gran tribulación del Anticristo.

Por esta razón Juan usa la palabra santos 13 veces en la parte central de su registro (véase Apocalipsis 5:8; 8:3-4; 11:18; 13:7, 10; 14:12; 16:6; 17:6;18:20,24; 19:8; 20:9) mientras que la palabra iglesia no se menciona en lo absoluto.  De hecho, el Apocalipsis ni siquiera se dirige a la iglesia en general, sino a los verdaderos siervos de Cristo. Es “la revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar [mostrar] a sus siervos” (Ap. 1:1). Aunque el Apocalipsis contiene severas advertencias para siete iglesias específicas acerca de lo que les pasará en los momentos de adversidad, en cada caso, Cristo separa al que “tiene oído” – su siervo genuino que escucha con cuidado lo que el Espíritu le dice – de la iglesia en general que Él se está dirigiendo.

Para más detalles sobre el mismo tema, leer UNA ADVERTENCIA A LA CRISTIANDAD.