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martes, 26 de julio de 2011

EL ARREBATAMIENTO POST-TRIBULACIONAL Y PREIRA DE LA IGLESIA – PARTE II

Si las verdades enseñadas por el Señor en el Discurso del Monte de los Olivos, y por Pablo en sus dos cartas a los tesalonicenses, son tomadas al pie de la letra, el arrebatamiento seguirá a la gran tribulación del Anticristo y acontecerá inmediatamente antes del Día del Señor: en el mismo día. Debido a esto, esperaríamos que esta gloriosa liberación de los creyentes se describiera también en el libro del Apocalipsis la cual, como observaremos, claramente lo es. Es este último libro de la Biblia, el que contiene la mayor cantidad de escritura profética relacionada con los últimos tiempos de todas las Escrituras, y es el libro que respalda perfectamente lo que fue enseñado por el Señor en Su Discurso del Monte de los Olivos y por Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses.
                                                                           
CONFIRMADO EN EL APOCALIPSIS

El pasaje crítico que es comparable con la enseñanza específica del Señor y del apóstol Pablo referente a los últimos tiempos lo encontramos desde el capítulo 6 del Apocalipsis hasta el comienzo del capítulo 8. Como ya hemos visto previamente, la ira de Dios, que empezará con la apertura del gran rollo, estará precedida por el juicio de la iglesia transigente que estará presente durante la gran tribulación, separando así el trigo de la cizaña antes que el trigo (los ciudadanos genuinos del reino de Dios) sea puesto en el granero (llevado al cielo). El capítulo 6 bosqueja eventos como el martirio o la muerte por privación que les llegará a los cristianos verdaderos como resultado de la gran tribulación que el Anticristo desatará contra los creyentes. El sexto sello registrado en el capítulo 6 representa la Señal del Día del Señor (cuando la luz natural del sol, la luna y las estrellas se apague), cuando la gran tribulación del Anticristo sea acortada por Dios. Todos esos eventos, como lo discutimos anteriormente, armonizan precisamente con la enseñanza del Señor Jesucristo en el Discurso del Monte de los Olivos (Mateo 24, Marcos 13, Lucas 21) y con la confirmación por Pablo en 2 Tesalonicenses.

Sin embargo, el séptimo capítulo del Apocalipsis nos revela una interrupción interesante en el orden de eventos. Los seis primeros sellos (todos descritos en el capítulo 6) aparecen en sucesión, uno tras otro. Entonces se rompe la serie mediante un intervalo de un capítulo completo (el 7). Esto acontece entre la explicación sobre el sexto sello al fin del capítulo 6 (la Señal del día del Señor) y el relato acerca del séptimo sello que en realidad inicia el Día del Señor al principio del capítulo 8. El capítulo 7 comienza entonces con la visión de Juan de los cuatro ángeles (los segadores de Dios), quienes tendrán la responsabilidad de traer la aflicción divina sobre la tierra. Pero son instruidos por otro ángel en cuanto a que retarden su obra destructiva (el Día del Señor) “hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (Apocalipsis 7:1-3).

Dos eventos tendrán lugar durante el intervalo del capítulo siete. El primero de ellos (el sellado de los 144.000) lo estudiaremos más adelante. Es el segundo suceso intermedio, la alabanza procedente de la gran multitud celestial ante el trono de Dios (Apocalipsis 7:9-17), la que es de profundo significado y debería producir gran gozo y deleite en todo verdadero cristiano que lee este estudio.

LA GRAN MULTITUD EN EL CIELO

¿Quiénes forman esta gran multitud? ¿De dónde vienen? El texto del Apocalipsis nos ofrece la siguiente descripción gráfica:

“Después de esto miré [Juan], y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos con ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero” (Apocalipsis 7:9,10).

Luego el texto describe a tres grupos de seres que ya están en el cielo, reunidos alrededor del trono celestial, y ya presentes cuando la gran multitud aparece. Como se ve en el versículo 11, entre los que ya están presentes se hallan: Todos los ángeles [quienes] estaban de pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes. La llegada de este nuevo grupo, la gran multitud, es aparentemente repentina e inesperada, como comprobamos por las preguntas de uno de los ancianos: “Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?” (v. 13).

Antes de ver cómo responden las Escrituras a estas preguntas, es importante que recordemos la sucesión de los eventos que llevan a la llegada de esta gran multitud al cielo.  Como ya hemos visto con algún detalle en las secciones anteriores, todo esto lleva a la entrada en el cielo de “una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas”. Los tres primeros sellos corresponden a lo que ocurrirá durante la primera parte de la gran tribulación; o sea, durante el "comienzo de dolores" que se indica en el Discurso del Monte de los Olivos. Los sellos cuarto y quinto tendrán lugar durante el cenit de la gran tribulación del Anticristo. Y el sexto sello corresponde a la Señal del Día del Señor; a saber, la señal que acortará la gran tribulación, precediendo inmediatamente al arrebatamiento de la iglesia y al comienzo del derramamiento de la ira del Señor sobre los impíos. Y entonces vemos la llegada de la gran multitud. ¿Podría haber alguna duda en la mente de alguien sobre quiénes forman esta gran multitud, especialmente a la luz las claras enseñanzas del Señor Jesucristo y de Pablo?

“¿Quiénes son y de dónde han venido?” (Apocalipsis 7:13b). Basada en la sucesión que acabamos de bosquejar arriba, hay una sola conclusión posible. Como se declara sucintamente en el versículo siguiente: Estos son los que han salido de la gran tribulación” (v. 14). En un versículo anterior se nos dice que estos son “de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” (v. 9), una referencia directa a un pasaje anterior del Apocalipsis donde se describe a esta misma multitud como aquellos por quienes Cristo fue inmolado, “y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Apocalipsis 5:9): ¡Los escogidos de Dios de todos los siglos!  Por lo tanto, éstos, que forman esta gran multitud, sólo pueden ser los escogidos de Dios por quienes Cristo murió y que han acabado de ser arrebatados de la gran tribulación del Anticristo, después de que la señal del fin del mundo y la señal de la venida del Señor sean dadas según lo muestra el sexto sello.

El esplendor magnífico de la escena -especialmente en contraste con la gran tribulación de la cual la iglesia habrá acabado de ser arrebatada- se describe bellamente en los versículos siguientes:

“…han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que esta en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:14b-17).

¡Qué gozo inefable experimentará la iglesia cuando sea arrebatada de la gran tribulación del Anticristo! Nunca más tendremos que sufrir por la falta de los tres elementos esenciales de sobrevivencia: alimento, agua y amparo. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno. ¡Qué gozo inefable disfrutamos los cristianos en anticipación de aquel día!

Aunque los paralelos entre las enseñanzas de Cristo, las de Pablo y las de Juan parecen conclusivos por sí mismas, hay una prueba ineludible de que esta multitud es la iglesia arrebatada (con inclusión de los resucitados), no los que fueron martirizados durante la gran tribulación del Anticristo.  Recordemos que esta gran multitud sólo puede ser el uno o el otro grupo. Si no es la iglesia arrebatada, por definición tienen que ser los creyentes martirizados quienes se niegan a adorar a la bestia o a su imagen. Sin embargo, incluso sin las enseñanzas de Cristo, Pablo y Pedro, el contexto demanda en una manera única y concluyente que esta gran multitud sea la iglesia arrebatada. Consideremos lo siguiente con cuidado.

Como ya hemos indicado, los santos martirizados del quinto sello representados debajo del altar en el cielo (Apocalipsis 6:9) son descritos como “almas” que no tienen sus cuerpos de la resurrección aún. Como se explica en el Apocalipsis 20, estos santos martirizados no recibirán dichos cuerpos hasta que empiece el milenio: “Y vi [Juan] tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron [esto es, fueron resucitados] y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4).

Los santos descritos en el Apocalipsis 7:9, en cambio, están de pie delante del trono, vestidos con ropas blancas, y con palmas en las manos indicando conclusivamente que ya poseen cuerpos resucitados. Esta gran multitud sólo pueden ser los santos resucitados y arrebatados de la gran tribulación del Anticristo; y debe ser el mismísimo grupo celestial (que también tiene cuerpos) mencionado en el Apocalipsis 15:2 como “los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen... en pie sobre el mar de cristal, con las arpas de Dios”.

Esta conclusión se hace cierta cuando consideramos lo que las Escrituras enseñan acerca de los cuerpos espirituales de los creyentes resucitados. Con excepción de Enoc y Elías, quienes fueron trasladados corporalmente al cielo, la Biblia es explícita en cuanto a que ningún creyente que esté en el cielo tendrá un cuerpo espiritual resucitado hasta la primera resurrección de los creyentes (ver Lucas 14:14; Juan 5:28,29; 1 Tesalonicenses 4:16; Apocalipsis 20:4; cf.  Daniel 12:2). Por consiguiente, puesto que este grupo de hombres y mujeres está de pie delante del trono, con vestiduras blancas, con palmas en las manos, y obviamente con cuerpos resucitados, esta gran multitud sólo puede ser la iglesia arrebatada, no las almas de los mártires del quinto sello quienes no recibirán sus cuerpos de resurrección hasta el primer día del milenio.

Pablo confirma esta conclusión también en su carta a los corintios al escribir que los creyentes recibirán sus cuerpos de la resurrección inmediatamente en el arrebatamiento: “…en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final” (1 Corintios 15:52a).  Arrojando mucha luz sobre la resurrección de los justos, él escribió:

“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?... Así es también la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción [un cuerpo corruptible], y se resucitará en incorrupción [un cuerpo incorruptible]. Se siembra en deshonra, [se] resucitará en gloria; se siembra en debilidad, se resucitará en poder. Se siembra un cuerpo animal [natural], se resucitará [un] cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal [natural], y hay cuerpo espiritual... He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de o los, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (1 Corintios 15:35,42-44,51-54; cf. 1 Tesalonicenses 4:13-17; Filipenses 3:21; 1 Juan 3:2).

Estos versículos han sido de tremendo consuelo para la iglesia de todas las épocas. Pero también nos enseñan que los creyentes en el cielo que disponen de un cuerpo espiritual resucitado, lo recibirán en el arrebatamiento de la iglesia. Cuando juntamos todo esto y lo aplicamos a la “gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos con ropas blancas, y con palmas en las manos”, surgen siete premisas lógicas que nos llevan a una sola conclusión (ver número ocho abajo): 

Primera, la gran multitud llega al cielo inmediatamente después de la señal del fin del siglo (el Día del Señor) que se da en el sexto sello.

Segunda, esta multitud está compuesta de aquellos que han salido de la gran tribulación (Apocalipsis 7:14), cuando esta sea “acortada” por el Señor (Mat. 24:22).

Tercera, el próximo evento después de la llegada de la Gran multitud al cielo es el séptimo sello (Apocalipsis 8:1-6), el Día del Señor. Consideraremos esto en más detalle en la siguiente sección.

Cuarta, tanto Cristo como Pablo enseñaron que el arrebatamiento tendrá lugar cuando la gran tribulación sea acortada, justo antes del Día del Señor.

Quinta, Pablo enseñó que la verdadera iglesia y los muertos en Cristo recibirán los cuerpos de la resurrección al tiempo del arrebatamiento.

Sexta, los que forman la gran multitud celestial tienen cuerpos.

Séptimo, puesto que los de esta gran multitud tienen cuerpos, no pueden representar a las almas del quinto sello (los mártires de la gran tribulación), porque ellos no reciben los cuerpos de la resurrección hasta el primer día del milenio.

Octava, la única posible conclusión es que esta gran multitud se compone de la iglesia arrebatada y de los muertos en Cristo por quienes el Cordero fue inmolado.

En resumen, encontramos una armonía perfecta entre las enseñanzas de Cristo en Mateo y Lucas, las de Pablo, en especial en 2 Tesalonicenses y 1 Corintios, las de Pedro en sus dos epístolas, y las de Juan en el Apocalipsis.  Todo esto nos lleva a la inevitable conclusión de que la iglesia pasará por la hora de la prueba (Apocalipsis 3:10), “el fuego de prueba que os ha sobrevenido para probarnos” (1 Pedro 4:12), la cual será acortada por la venida de Cristo para el arrebatamiento de sus escogidos y para el comienzo de la ira de Dios sobre los impíos.

¿CUÁNDO OCURRIRÁ EL ARREBATAMIENTO?

Una pregunta que le importa a todo creyente maduro que espera el regreso del Señor es: “¿Cuándo exactamente sucederá el arrebatamiento?” El Señor Jesús dio una respuesta enfática: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (Mateo 24:36). Obviamente sabemos que ocurrirá durante la gran tribulación del Anticristo, pero no nos corresponde a nosotros saber con exactitud ni el día ni la hora, sino sólo al Padre celestial. Por esa razón los mártires de la tribulación bajo el trono de Dios preguntan: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (Apocalipsis 6:10). Y es por eso también que nosotros, los discípulos del Señor Jesucristo durante estos últimos días, [ansiaremos] “ver uno de los días del Hijo del Hombre”, y no lo veremos (Lucas 17:22). En su lugar se nos dice que esperemos la señal de Su regreso: “Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día” (v. 24). En otras palabras, no nos incumbe saber cuándo. Se nos dice solamente que esperemos la señal: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención [liberación] está cerca” (Lucas 21:28).

LOS MUERTOS EN CRISTO RESUCITARÁN PRIMERO

Justo antes del arrebatamiento de la verdadera iglesia, los muertos en Cristo serán resucitados: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire...” (1 Tesalonicenses 4:16-17).

¿Quiénes son estos muertos en Cristo? Muchos creyentes en la iglesia de Tesalónica, y sin duda otros muchos de aquel tiempo, estaban confundidos e indebidamente preocupados acerca del destino eterno de sus hermanos en la fe que ya habían muerto o que morirían antes del regreso del Señor. Por esta razón Pablo les da ante todo una palabra general de seguridad: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza” (v. 13). Explica en seguida la manera en la cual el Señor tomará para sí a Su pueblo. Respondiendo la inquietud anteriormente mencionada, Pablo dice: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero (v. 16).

Cuando “los muertos en Cristo” sean resucitados, en este grupo estarán incluidos sin duda alguna los santos del Antiguo Testamento. Varios pasajes del Antiguo Testamento nos dan una vista profética anticipada del arrebatamiento de los santos del Antiguo Testamento.  Por ejemplo, el Señor inspiró a Isaías para escribir: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y clamad, moradores del polvo!, porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará a sus muertos. Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación [la gran tribulación].  Porque he aquí, el Señor sale de su lugar para castigar al morador de la tierra [el día del Señor] por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos” (Isaías 26:19-21).

Es notable que este antiguo pasaje parezca hablar de manera específica acerca del arrebatamiento y de los acontecimientos relacionados con los últimos tiempos. El versículo 19 describe la resurrección de todos los creyentes muertos; el versículo 20 es una advertencia al “pueblo mío” de que en los últimos días tendrán que esconderse del Anticristo hasta que el Señor los rescate; y el versículo 21 nos habla de la ira del Día del Señor que sigue inmediatamente. Esta es la secuencia precisa de eventos desarrollados en las secciones precedentes. Los muertos en Cristo serán resucitados cuando la gran tribulación sea “acortada” en el mismo día en el que empezará la ira del Señor. El libro de Joel confirma asimismo la liberación de los justos antes del día del Señor: “El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso del Señor.  Y todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo [librado]” (2:31,32a).

Encontramos en Daniel una secuencia algo ampliada de estos mismos eventos de los últimos tiempos.  Al hablar de los últimos tiempos, el profeta dice:

“Y plantará [el Anticristo] las tiendas de su palacio entre los mares y el monte glorioso y santo; mas llegará a su fin, y no tendrá quien le ayude. En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para la vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 11:45; 12:1-3).

Además de su clara enseñanza concerniente a la resurrección de los santos del Antiguo Testamento, este pasaje de Daniel nos da otros muchos detalles sobre los últimos tiempos.  Así vemos que el Anticristo coloca sus ejércitos cerca de Jerusalén (“el monte glorioso y santo”); que el arcángel Miguel, el gran protector de Israel, “se levantará”; que la gran tribulación del Anticristo (“tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces”) comenzará; que el remanente soberanamente escogido de Dios será rescatado en el arrebatamiento (“será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro”); que los santos del Antiguo Testamento (“aquellos que duermen en el polvo”) serán resucitados, “unos para la vida eterna, y otros (en el juicio de los pecadores ante el gran trono blanco después del milenio) para vergüenza y confusión perpetua”. Daniel 12:3 se refiere a aquellos que tendrán entendimiento, la línea espiritual de Abraham, quienes “resplandecerán… a perpetua eternidad”, lo que es una referencia a los santos resucitados que estarán con Cristo a lo largo de la eternidad.

La profecía de Daniel no indica específicamente que el tiempo de la resurrección será inmediatamente antes del Día del Señor, pero sí dice con claridad que la resurrección (12:2) seguirá al tiempo de gran angustia y al rescate de parte de Dios del remanente fiel de judíos y de “todos los que se hallen escritos en el libro [de la vida]” (12:1).

Aunque estos tres pasajes (Isaías, Joel y Daniel) no son idénticos respecto a los eventos que describen, la secuencia de los eventos es perfectamente compatible. Isaías y Joel enseñan que los santos del Antiguo Testamento resucitarán justo antes del Día del Señor, mientras que la gran tribulación se halla en proceso, y el pasaje de Daniel 12:1 confirma el hecho de que la resurrección seguirá al “tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces”, lo que es casi literalmente citado por el Señor en Mateo: “… porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá”  (24:21).

Por consiguiente, cuando “los muertos en Cristo resuciten primero”, antes del arrebatamiento de la iglesia viva, ellos incluirán tanto los santos del Antiguo Testamento como los del Nuevo que se encuentren escritos en el libro [de la vida]. Considerados juntos, estos pasajes de ambos Testamentos proveyeron una tremenda esperanza para la iglesia primitiva, así como la proveen para los creyentes de hoy.

EL SELLADO DE LOS 144.000

Ya sea simultáneamente o siguiendo de inmediato al arrebatamiento, Dios sellará para salvación y protección a “la mujer” que huye al desierto: los 144.000.

“Después de esto vi a cuatro ángeles [los segadores de Dios] de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol. Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y que tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios. Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel” (Apocalipsis 7:1-4).

Del único otro pasaje que se refiere explícitamente a los 144.000, aprendemos que “estos son los que no se contaminaron con mujeres [¿no han cometido adulterio espiritual?], pues son [¿espiritualmente?] vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va.  Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero” (Apocalipsis 14:4).

Cuando la iglesia sea arrebatada, los 144.000 no serán tomados junto con los santos porque todavía no habrán entrado en una relación de salvación con su Mesías, el Señor Jesucristo. Tal como Dios profetizó por medio de Ezequiel: “Y os traeré al desierto de los pueblos, y allí litigaré [entraré en juicio] con vosotros cara a cara... Y os haré pasar bajo la vara, y os haré entrar en los vínculos del pacto” (Ezequiel 20:35,37).

Por lo tanto, cuando la señal del fin del siglo apague las luces celestiales, y la señal de la venida de Cristo llene el universo oscurecido con la gloria de Dios, los ángeles del Señor recogerán a sus escogidos de los cuatro rincones de la tierra para reunirlos con Él en el aire.  Entonces, y sólo entonces, los 144.000 judíos perseverantes (aquellos que se han mantenido espiritualmente castos desde antes del inicio de la gran tribulación) entrarán en el vínculo del pacto mencionado por Ezequiel. Es en este momento que aquellos que son descritos como “la mujer” (los judíos temerosos de Dios quienes huyen al desierto y que son hechos que “pasen bajo la vara”) recibirán en la frente el sello de Dios (Apocalipsis 9:4) y se convertirán en las primicias (Apocalipsis 14:4) para Cristo del Israel incrédulo que entran en “el vínculo del pacto”. Sin embargo, aquellos de la nación de Israel en general (los que inicialmente apoyan el pacto, pero no obstante se niegan a prestarle lealtad al Anticristo y rehusan huir al desierto cuando tienen la oportunidad, sino que de alguna otra manera sobreviven a la gran tribulación del Anticristo) se salvarán sólo después de su refinamiento durante el Día del Señor, después que haya entrado la plenitud de los gentiles (Romanos 11:25) esto es, después de completarse la gran tribulación y Dios haya traído “justicia perdurable [eterna]” (Daniel 9:24). Además, este último grupo salvado de la nación de Israel en general incluirá solamente uno de cada diez judíos (Isaías 6:13). Una vez que la verdadera iglesia sea quitada, “la mujer” que huye llegará a ser las primicias de Israel y recibirá protección especial de la ira de Dios que empezará en el mismo día. Se nota en el Apocalipsis [9:4] que la ira de Dios será dirigida directamente contra todos los hombres que no tienen el sello de Dios en la frente.

También aprendemos por medio de Ezequiel que poco antes de que la gloria (shekiná) de Dios se retirara del primer templo, Dios puso su “señal en la frente” de los judíos fieles; sobre aquellos que “gimen y se lamentan por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella” (Ezeq. 9:4; cf. vs. 5-11; 10:18).  Eso es un paralelo fascinante a los 144.000 quienes se han mantenido espiritualmente castos al no sucumbir a la apostasía del Pacto con la Muerte, porque ellos también recibirán el sello de Dios “en la frente” (Apocalipsis 7:3), pero en este caso no antes de que la gloria se retire, sino inmediatamente después que la Gloria regrese.

La gloria (shekiná) partió probablemente en el 606 a.C. Esto aconteció poco antes de que Dios descargara Su terrible juicio sobre Israel por medio de los babilonios bajo Nabucodonosor, quien conquistó a Judá y llevó a la mayoría de sus habitantes al exilio en el 586 a.C. La gloria no regresará hasta que Dios no esté listo para dar rienda suelta a Su ira sobre las naciones inicuas del mundo. Poco antes de que desate Su juicio final de los últimos tiempos sobre Israel y el resto del mundo, Él volverá a poner su señal divina en la frente de los judíos quienes, al igual que sus antepasados, “gimen y se lamentan por todas las abominaciones” que son cometidas por sus compatriotas (Ezeq. 9:4; cf. vv. 5-11; 10:18).

EN RESUMEN

Al juntar las conclusiones de este estudio sobre el arrebatamiento post-tribulacional y pre-ira de la iglesia, vemos primero y ante todo que hay acuerdo completo en la Escrituras tocante a la señal del fin del siglo y a la señal de la venida (parousia) de Cristo; concerniente a la venida de Cristo y a la gran tribulación del Anticristo; en referencia al arrebatamiento de la verdadera iglesia y al juicio de Dios de los impíos; en cuanto a la resurrección de los creyentes tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Esta conformidad la encontramos a lo largo del Nuevo Testamento en los Evangelios, las cartas de Pablo, los escritos de Pedro y en el libro del Apocalipsis así como en las profecías del Antiguo Testamento.

A modo de resumen de nuestro largo estudio acerca de la segunda venida del Señor Jesucristo, hemos visto que las Escrituras enseñan que:

(1) El arrebatamiento de la iglesia y el día del Señor acontecerán uno a continuación del otro, en el mismo día.

(2) La venida (parousia) del Señor sucede inmediatamente después de que la gran tribulación del Anticristo sea “acortada” por Dios.

(3) Se enseñan las mismas verdades sin contradicción a través del Nuevo Testamento en cuanto al cómo y al cuándo tendrán lugar estos eventos.

Al llevar estas conclusiones más allá, con su énfasis especialmente en el libro del Apocalipsis, hemos visto que el arrebatamiento acontece en el Apocalipsis entre los sellos sexto y séptimo, exactamente donde lo colocan las enseñanzas de Cristo, Pablo y Pedro: después de la persecución del Anticristo pero antes del Día del Señor.

¡El Señor Jesucristo en verdad viene! Pero Su regreso no será inminente hasta que la iglesia experimente el fuego de prueba del Anticristo. Estos dos últimos estudios acerca del tema han demostrado de forma coherente y concluyente que la enseñanza de los escritores del Nuevo Testamento advierte a la iglesia que esta pasará por la gran tribulación del Anticristo antes de que vean en el cielo las señales del retorno de Cristo. Lo que es inminente hoy es el último evento que debe ocurrir antes de la firma del pacto con el Anticristo; es decir, el ascenso de un líder poderoso que tomará el control de diez naciones árabes y las llevará a una situación tal que formarán la base de poder del último imperio bestial de Satanás. 

La iglesia de hoy es la primera generación de creyentes desde los días de la iglesia primitiva antes de la Diáspora que puede verdaderamente esperar el comienzo de la gran tribulación. Israel está de vuelta en su propia tierra viviendo en incredulidad aún, pero en control una vez más de la ciudad de Jerusalén. Por lo tanto, mucho está en juego. Lo que creamos en relación con los últimos días afectará directamente nuestra capacidad de sobrevivir a la persecución del Anticristo. Si alegorizáramos todo lo que hemos tratado hasta ahora, o si negáramos las enseñanzas claras de Cristo, de Pablo, de Pedro y de Juan, nunca nos daríamos cuenta de qué es lo que nos habrá caído encima cuando empiece la gran tribulación.

Debido a la seriedad de lo que es enseñado y cómo afectará a todo creyente en los últimos días, tal vez la advertencia de Pablo a la iglesia de Tesalónica cobre mayor significado.  Cuando estaban confundidos acerca de cuándo Cristo reuniría a la iglesia y empezaría el día del Señor, Pablo les advirtió: “Nadie os engañe en ninguna manera...” (2 Tesalonicenses  2:3). Después les dice a los tesalonicenses que Cristo no regresará hasta después que el Anticristo se presente en el templo de Dios, como si fuera Dios mismo (v. 4).  Es con el resplandor de Su venida que Cristo lo “destruirá” [al Anticristo] (v. 8).

Pero Cristo le ha prometido a la iglesia fiel que la guardará mientras se encuentre dentro de la esfera de peligro, la gran tribulación del Anticristo, y que la guardará de la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo para probar a los que moran sobre la tierra (Apocalipsis 3:10).

Con esta amonestación a los infieles dentro de la iglesia, y con esta promesa específica de protección para los fieles, vemos ahora a la verdadera iglesia “delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero” (Apocalipsis 7:9b-10).

“…y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:15b- 17).

¿Te ves, tú que lees, en esta escena celestial?

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EL ARREBATAMIENTO POST-TRIBULACIONAL Y PRE-IRA DE LA IGLESIA – PARTE I

El escenario está dispuesto para el regreso de Cristo—para la liberación de los justos y el juicio de los impíos—, eventos que estarán estrechamente enlazados como si fueran prácticamente simultáneos. Cuando Cristo retorne para el arrebatamiento (rapto) y el juicio empezará el día del Señor.

El momento en que ocurre el arrebatamiento es de suma importancia para la iglesia. Lamentablemente, una buena parte de ella está hoy seriamente equivocada en cuanto al lugar que ocupa este singular evento en relación con la gran tribulación del Anticristo. Sin embargo, el momento correcto es revelado claramente por Cristo en el Discurso del Monte de los Olivos, es confirmado por medio de Pablo en sus cartas a los Tesalonicenses, y es verificado por Juan en el libro de Apocalipsis.

Como mencionamos anteriormente, todas las profecías con respecto a la primera venida de Cristo fueron cumplidas literalmente, en todo detalle, y todas las relacionadas con la segunda venida se cumplirán de la misma manera. No entendemos cómo un cristiano que reconoce la infalibilidad de las Escrituras podría creer de otra forma. Y, sin embargo, muchos estudiantes sinceros de la Biblia, quienes son cuidadosos en interpretar la Palabra de Dios en su sentido más natural, normal y acostumbrado (literal) en la mayoría de las áreas de la doctrina, modifican sus criterios en diferentes grados en lo que se refiere al momento en que ocurrirá el arrebatamiento y los otros eventos estrechamente relacionados con los últimos tiempos.

Entendida correctamente, la posición post-tribulacional y pre-ira es la única interpretación respaldada por el Nuevo Testamento, si nuestra hermenéutica es en verdad importante para encontrar el significado más natural, normal y acostumbrado del texto. La esencia de esta posición es que Cristo arrebatará a su iglesia inmediatamente después que Él acorte la gran tribulación del Anticristo, e inmediatamente antes que inicie el juicio del día del Señor sobre el mundo impío. En otras palabras, la iglesia debe estar preparada para la prueba de fuego que toda la tierra va a experimentar puesto que todos aquellos que no se sometan a Satanás estarán sujetos a la gran persecución del Anticristo. Como ya estudiamos con algún detalle en las páginas anteriores, la señal del fin del siglo y de la venida del Hijo del Hombre suceden una tras otra, la primera precipitando la segunda, con ambas acortando la gran tribulación del Anticristo contra lo escogidos de Dios, y las dos anticipando la venida del “Hijo del Hombre… sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria”.

He aquí lo esencial del asunto: o la iglesia experimenta o no experimenta la severa persecución del Anticristo. La intención de este estudio es advertir al creyente que debe estar preparado para este tiempo de aflicción sin igual. Hasta aquí hemos estado considerando paso a paso el orden bíblico de eventos, incluyendo la persecución del Anticristo contra “la mujer” y contra “el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y guardan el testimonio de Jesús” (Apocalipsis 12:17), hasta la aparición de la señal de la venida de Cristo. Todo pasaje bíblico desarrollado con alguna profundidad ha apoyado nuestra inquietud. Si nuestra premisa es correcta, el evento que sigue inmediatamente en esta sucesión de eventos debe ser el arrebatamiento. Además el momento en que ocurre el arrebatamiento debe ser una enseñanza clara del Nuevo Testamento, no una posición (tal como el pre-tribulacionismo) cuya defensa no es “una enseñanza explicita de las Escrituras”, o una que “la Biblia no declara palabra por palabra”, o cuya “prueba ha sido a veces lógicamente invalidada o al menos poco convincente”. A causa de que la enseñanza de la mayoría de las iglesias de hoy o quita a la iglesia antes de la gran tribulación o sencillamente alegoriza esta verdad crítica, hemos decidido enfocarnos en este asunto crítico, exponiendo cuidadosamente la defensa bíblica del punto de vista “post-tribulacional/pre-ira”. Para aquellos que estén más interesados en lo que la Biblia dice que aferrarse a un sistema sin apoyo bíblico, nuestra posición sí presenta una enseñanza explícita de las Escrituras, válida lógicamente y convincente. Si nuestra posición es la bíblica, y lo es, las consecuencias de una forma de pensar errónea serán devastadoras.

El propósito del presente estudio es entender la enseñanza inequívoca de las Escrituras sobre cuándo ocurrirá el arrebatamiento. Primero, veremos que el arrebatamiento tiene lugar el mismo día que el Señor empieza a derramar su ira de juicio sobre el mundo. Segundo, entenderemos que estos eventos casi simultáneos (el arrebatamiento y juicio) pueden sólo suceder cuando Dios acorte la gran tribulación del Anticristo. Aunque ya hemos desarrollado estas conclusiones a través de los capítulos precedentes, vamos ahora a una presentación explícita y sistemática de lo que las Escrituras enseñan en forma consecuente acerca de estas verdades.

EL ARREBATAMIENTO Y LA IRA EN EL MISMO DÍA

Ya establecimos en los dos capítulos anteriores la interrelación de la señal del fin del siglo y de la venida de Cristo, y ya hemos dado evidencia considerable de que el arrebatamiento y el día del Señor deben suceder el mismo día, algún día durante la segunda mitad de la semana septuagésima. Al ir estudiando las Escrituras más a fondo, vemos de manera concluyente que cuando Cristo venga de nuevo, primero rescatará a su iglesia y entonces emprenderá la destrucción del mundo, ambas acciones ocurriendo una a continuación de la otra en el mismo día. En efecto, el arrebatamiento pondrá en marcha la ira.

Este es un asunto importante que debemos entender. Si estos dos eventos suceden el mismo día, este hecho destruye la inminencia del retorno de Cristo el cual es fundamental para la posición pretribulacionista. La inminencia de Su retorno, como la entienden y la enseñan hoy aquellos que intentan mantener a la iglesia fuera de la gran tribulación, significa que Cristo podría volver en “cualquier momento” desde su partida registrada en Hechos 1:9-11. Según este punto de vista, nada ha tenido que acontecer proféticamente desde la ascensión, dado que la segunda venida de Cristo siempre ha sido inminente, esto es, podría haber ocurrido en cualquier momento. En cambio, si ambos eventos, (el arrebatamiento y el juicio) sucedieran en el mismo día, la doctrina de la inminencia quedaría destruida puesto que acontecimientos importantes necesitarían ocurrir antes del retorno de Cristo. En este caso el día del Señor no puede ocurrir hasta que Israel esté en su propia tierra. También, debido a que la ira de Dios será contra los habitantes y ejércitos injustos del reino terrenal de Satanás, el Anticristo y su octavo imperio bestial deben estar en el escenario del mundo cuando Cristo vuelva para el arrebatamiento y el juicio. Por lo tanto, si el arrebatamiento de la iglesia y el día del Señor acontecen en el mismo día, el inminente retorno de Cristo ha sido imposible durante los pasados dos mil años. El hecho de que el arrebatamiento y la ira tendrán lugar en el mismo día es importantísimo. Examinaremos lo que la Biblia enseña sobre este asunto.

ENSEÑADO ESPECÍFICAMENTE POR CRISTO MISMO

En una plática que Cristo tuvo con Sus discípulos antes del Discurso del Monte de los Olivos, les dijo específicamente que los dos eventos, el arrebatamiento y la ira, sucederán en el mismísimo día. La conversación empieza con un pasaje que se refiere específicamente al tiempo cuando los verdaderos discípulos de Cristo experimentarán gran persecución, esperando con ansiedad el regreso de Cristo. Es el resumen perfecto de todo lo que hemos examinado anteriormente.

“Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis. Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día. Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lucas 17:22-24, 26-30).

No podría ser más claro. Cristo explica que el Hijo del Hombre se manifieste (refiriéndose directamente a la señal de Su venida [v. 24]), en el mismo día que empezará el juicio de Dios de los inicuos tal como ocurrió en los días de Noé y Lot. No obstante, algunos intérpretes rechazan esta sencilla enseñanza del Señor y en su lugar tratan de mostrar que existe un intervalo entre el arrebatamiento y el juicio del día del Señor negando así la clara enseñanza de Cristo en su ilustración relacionada con Noé y el diluvio. Ellos citan en este intento el relato del diluvio que aparece en Génesis en el cual Dios le manda a Noé:

“Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación. De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra... Porque pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y raeré de sobre la faz de la tierra a todo ser viviente que hice” (Génesis 7:1, 2, 4).

Se argumenta que la frase “pasados aún siete días [dentro de siete días], haré llover sobre la tierra”, significa que Noé y su familia entraron en el arca siete días antes de que empezara la ira de Dios. Por lo tanto ellos sostienen que lo que Cristo dijo específicamente que sucedió en el mismo día, de hecho, no sucedió así sino que en lugar de eso incluyó un intervalo de siete días. Sin embargo, tal conclusión no sólo contradice la enseñanza de Cristo mismo, sino que está basada en un pasaje de las Escrituras sacado de su contexto, porque como el texto de Génesis explica, de hecho, la entrada de Noé con su familia fue “en el mismo día” que “se rompieron todas las fuentes del gran abismo”.

“El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches. En este mismo día entraron Noé, y Sem, Cam y Jafet hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos, con él en el arca; "(Génesis 7: 11-13).

En otras palabras, el rescate de Noé y su familia ocurrió en el mismo día que la lluvia del juicio empezó a caer, y “lo mismo acontecerá”, dijo el Señor Jesús, “el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lucas 17:30). Los discípulos entendieron esa verdad. Como lo vemos en su pregunta al Señor que originó en Discurso del Monte de los Olivos: “Y estando Él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). Como ya mencionamos anteriormente, los discípulos entendieron la secuencia correcta de los eventos, aunque las señales aparecerán en sentido inverso al de los eventos, algo que no tenían forma de saber hasta que Cristo les explicara la interrelación de ambas. Ellos sabían que Su venida y el fin del siglo estaban inseparablemente conectados, que Su venida iniciaría el fin del siglo (el día del Señor). Los discípulos sin duda alguna recordaron la enseñanza del Señor de que estos dos eventos sucederían el mismo día, y ellos querían saber cómo reconocer las señales que indicarían ese gran acontecimiento de dos partes.

CONFIRMADO POR PEDRO

Casi parecería como si el Espíritu Santo quisiera recalcar la importancia de esta verdad, al notar que Pedro usó las mismas ilustraciones:

“Y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados, sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio…” (2 Pedro 2:5-7, 9).

Pedro meramente repite lo que Su Señor le había enseñado, la verdad de que cuando Cristo regrese, vendrá para rescatar a Sus santos y, a la vez destruir a los inicuos.

UNO SERÁ “TOMADO” Y EL OTRO SERÁ “DEJADO”

Como acabamos de ver en las secciones anteriores, se usa la ilustración del rescate de Noé antes de que el mundo fuera destruido mediante agua para mostrar que el arrebatamiento de la iglesia y el juicio divino son eventos interconectados. Pedro la utiliza en el pasaje citado arriba, y ​​Cristo usó la ilustración para indicar que ambos hechos ocurrieron en el mismo día (Lucas 17). Cuando unos días después pronunció el Discurso del Monte de los Olivos, empleó de nuevo la misma ilustración. A pesar de todo, a fin de preservar un sistema que no tiene apoyo en las Escrituras, algunos se ven de nuevo en la necesidad de distorsionar la obvia intención de la ilustración de Cristo, aplicándola a la batalla de Armagedón en vez de al arrebatamiento, y de ese modo declaran que el que es “tomado” es tomado para juicio, y que el que es “dejado” es dejado para entrar en el reino milenial de Cristo.

Para responder a esta interpretación sólo necesitamos examinar con cuidado la ilustración misma, en particular, las mismísimas palabras de Cristo. En respuesta a la pregunta de sus discípulos “¿Cuál será la señal de tu venida?”, Él ilustra Su enseñanza referente a Su venida dándoles el ejemplo de Noé y el Diluvio. “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día que Noé entro en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra dejada” (Mateo 24:37-41). Cuando el uno es “llevado”, o “tomado”, el otro es “dejado”.

El significado evidente de este pasaje en su contexto es aquellos que son “llevados/tomados” lo son para estar con el Señor en el arrebatamiento cuando Él venga (ver 1 Tesalonicenses 4:15), y aquellos que son “dejados” los son para juicio “como en los días de Noé” indicando nuevamente que el arrebatamiento y el juicio tendrán lugar uno tras otro. Así Pedro lo entendía, como vimos en la sección precedente, cuando los piadosos son “librados” (llevados) y los injustos son “reservados” (dejados) para ser castigados.

Esto se confirma aún más cuando examinamos el término griego paralambano que se traduce por “llevado” o “tomado”. Dicho termino significa “recibir cerca, esto es, asociar consigo mismo (en cualquier relación o acto íntimo o familiar)”. Cristo usa la palabra sólo seis veces con referencia a los eventos futuros. La utiliza dos veces en Mateo 24:40, 41 (llevado) y tres veces en Lucas 17:34-36 (tomado) y en cada caso se refiere a una persona que es tomada y a la otra que es dejada. El Señor emplea de nuevo esta palabra en la siguiente bella promesa que les dio a Sus discípulos:

“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré (paralambano) a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:2, 3).

A la luz del significado de paralambano como lo encontramos en Juan 14, vemos que en estos versículos de Mateo y Lucas, “llevado” o “tomado” conlleva el sentido de “ser recibido”—esto es, ser recibido por Cristo, como en el caso de Juan 14:2, 3. A medida que continuamos, vamos a ver que cuando los creyentes son recibidos por Cristo en las nubes durante el arrebatamiento, serán ángeles de Dios que recogen “el trigo en mi granero” (Mateo 13:30) y que reúnen “a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31), y que “nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados [por los ángeles de Dios], juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire” (1 Tesalonicenses 4:17). Entonces, como en los días de Noé, Dios destruirá a aquellos que sean “dejados” durante el terrible juicio del Día del Señor “cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios…” (2 Tesalonicenses 1:7, 8).

CONFIRMADO POR PABLO

El pasaje clásico del arrebatamiento en el Nuevo Testamento, citado en parte, justo arriba, se encuentra en 1 Tesalonicenses 4. En este pasaje, Pablo comienza por consolar a los creyentes de Tesalónica confundidos respecto a su creencia acerca de sus seres queridos que habían muerto:

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron” (1 Tesalonicenses 4:13-15).

Aquí, Pablo explica que no sólo los creyentes que habían muerto recientemente, sino todos los creyentes que habían muerto o iban a morir antes de la segunda venida de Cristo serán resucitados para estar con el Señor, juntos con los cristianos vivos. Pablo le da mayor peso a esa promesa, al declarar que él está hablando “por el Señor Jesús” (1 Tesalonicenses 4:3), que es muy posiblemente una referencia a la enseñanza del Señor Jesús en el Discurso del Monte de los Olivos, y en su discurso anterior registrado en Lucas 17.

Después de la mencionar “la venida del Señor” en el versículo 15, Pablo pasa a describir el arrebatamiento en detalle en los versículos 16 y 17. Pensando en la pregunta obvia de la iglesia, “¿Cuándo sucederá esto?” Pablo responde: “Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba” (1 Tesalonicenses 5:1). Pablo entonces inmediatamente vincula el retorno de Cristo con el Día del Señor, cuando Cristo vendrá en juicio—“como un ladrón en la noche”— como se ve en los versículos que siguen: “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5: 2-3). Es de destacar, de hecho, que esta referencia a “un ladrón en la noche” vincula cuatro pasajes, todos los cuales se refieren a la venida del Señor en el juicio: Lucas 12:39- 40; 2 Pedro 3:10; Apocalipsis 3:3 y 16:15.

Una vez más, la secuencia de los acontecimientos registrados en 1 Tesalonicenses 4 y 5 es a la vez crítica y clara. Pablo enseña claramente que el arrebatamiento de los creyentes y el comienzo de la destrucción de los no creyentes se producirán el mismo día. Asimismo, como en las comparaciones que hacen el Señor Jesús y Pedro con los tiempos de Noé y Lot, el juicio de los incrédulos vendrá sobre ellos de forma totalmente inesperada, como un ladrón en la noche.

En resumen, basada en la enseñanza inequívoca del Nuevo Testamento—como se ve en las enseñanzas de Cristo, tanto en el Discurso del monte de los Olivos y Sus primeras discusiones con los discípulos en Lucas 17, y según lo confirmado por Pedro en su segunda epístola y otra vez por Pablo a la iglesia de Tesalónica—la única conclusión posible es que Cristo volverá para arrebatar a la iglesia y simultáneamente derramar Su ira de juicio sobre los impíos. Por tanto, debemos concluir que nada separará al arrebatamiento y el inicio del juicio cuando Cristo regrese en el Día del Señor. Por definición, todas las condiciones y los acontecimientos considerados deben estar en su lugar antes de que el cristiano pueda ver el regreso de Cristo.

El regreso de Cristo nunca ha sido inminente y nunca lo será sino hasta que la gran tribulación del Anticristo comience y las naciones gentiles de alrededor se reúnan contra Jerusalén en el valle de Josafat. Sólo entonces se le dice a los elegidos de Dios que esperen la señal de la venida de Cristo, que se verá en los cielos. Y esa señal no será dada hasta que la tierra quede sumida en oscuridad por la señal del fin del siglo. La enseñanza de la Escritura es inequívoca en cuanto a que las señales se siguen la una a la otra anunciarán eventos que también ocurren uno tras otro: primero el rescate de la verdadera iglesia y luego la destrucción de los impíos. Pero nada de esto sucederá sino hasta que la gran tribulación del Anticristo ya haya comenzado. “Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:6-8).

LA VENIDA DE CRISTO SIGUE A LA GRAN TRIBULACIÓN

Es importante entender que el arrebatamiento y el comienzo del Día del Señor se producen en el mismo día, pero es mucho más importante entender, como el Nuevo Testamento enseña claramente, que la segunda venida de Cristo no se producirá sino hasta después de que la gran tribulación del Anticristo haya comenzado. El regreso de Cristo será inminente sólo durante la gran tribulación del Anticristo, solamente después de que las naciones gentiles comiencen a reunirse en el valle de Josafat, y no un día antes. Como se ha señalado antes, la posición no sólo de la iglesia del Nuevo Testamento, sino también de los padres de la iglesia de los primeros siglos (con excepción de Orígenes y Clemente de Alejandría, que alegorizaron las Escrituras) es que la iglesia pasaría por la gran tribulación del Anticristo. Puesto que esto es cierto, la verdadera iglesia de Cristo debe estar preparada para estos días terribles de persecución.

LA VENIDA (PAROUSIA) DE CRISTO

Antes de considerar la clara enseñanza del Nuevo Testamento con respecto al tiempo del regreso de Cristo, se debe dar una palabra clarificadora que hará sencilla de entender esta defensa crítica. Al referirse a la segunda venida de Cristo, siempre se utiliza la palabra griega parousia. Esta palabra no indica movimiento de un lugar a otro, pues no es un verbo sino un sustantivo; habla más con el evento global de la segunda venida de Cristo. Conlleva el significado básico de “presencia”. Por lo tanto, en el marco de la segunda venida [parousia] de Cristo como un sólo evento (no dos), habrá varias idas y venidas de Cristo. Pero en esos casos se utiliza una palabra griega diferente. Sin embargo, la parousia de Cristo siempre se refiere al evento en general. El tener presente este sencillo hecho proporcionará completa armonía a la enseñanza del Nuevo Testamento con respecto al tiempo de la parousia de Cristo.

ENSEÑADO ESPECÍFICAMENTE POR CRISTO

En las dos secciones anteriores, en las que describimos las señales del fin del siglo y de la segunda venida de Cristo, seguimos cuidadosamente la secuencia de eventos que Cristo dio en Su Discurso del Monte de los Olivos. En primer lugar, en respuesta a la pregunta de los discípulos: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida [parousia], y del fin del siglo?” (Mateo 24:3), el Seño Jesús dijo:

“Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre. E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:27, 29-31).

Este pasaje crítico del Discurso del Monte de los Olivos registrado por Mateo prácticamente resume todo lo desarrollado hasta ahora en este libro en relación con “la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). El momento de Su regreso que Cristo dio a los discípulos en respuesta a su pregunta pone claramente Su venida [parousia] después de la gran tribulación del Anticristo. La secuencia de los acontecimientos descritos en el Discurso del monte de los Olivos no podría ser más explícita. En primer lugar Jesús describió el “comienzo de dolores” (Mateo 24:4-8), entonces la “gran tribulación” (vv. 9-26), y luego describió su gloriosa parousia (vv. 27-30) para el arrebatamiento (v. 31) y para el juicio (vv. 32-51). En las palabras del mismo Señor Jesús, el momento en toma lugar la parousia será “inmediatamente después de la tribulación de aquellos días” (v. 29), días que Él promete “por causa de los escogidos… serán acortados” (v. 22).

La única conclusión viable, basada en las enseñanzas de Cristo en el Discurso del Monte de los Olivos, es que la iglesia realmente va a pasar por la gran tribulación del Anticristo y que ésta será interrumpida por el Día del Señor, en la venida de Cristo [parousia] para arrebatar a la iglesia y juzgar al mundo.

CONFIRMADO POR PABLO

La enseñanza crucial de Pablo sobre el tiempo del arrebatamiento en sus dos epístolas a los Tesalonicenses también coincide perfectamente con las enseñanzas del Señor Jesús en el Discurso del Monte de los Olivos. Pero mientras que la primera carta a los Tesalonicenses trata con el hecho de que el arrebatamiento y el juicio del día del Señor se producirá en el momento de la venida [parousia] de Cristo (1 Tesalonicenses 4:15), uno tras otro, al mismo tiempo—la segunda carta de Pablo a esta iglesia, señala el momento aproximado de los dos eventos en relación con la actividad del Anticristo.

Los cristianos de Tesalónica entendieron las enseñanzas previas de Pablo en su primera epístola y por su ministerio en la iglesia que habría una severa persecución antes de ser bondadosamente arrebatados por el Señor poco antes del juicio del día del Señor (2 Tesalonicenses 1:4-10). Pero a semejanza de hoy, los falsos maestros habían entrado en la iglesia y había confundido seriamente a los creyentes acerca de estas verdades. Y así, Pablo advierte a los creyentes de Tesalónica:

“Pero con respecto a la venida [parousia] de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca” (2 Tesalonicenses 2:1, 2).

Pablo comenzó por establecer de nuevo la conexión de la venida [parousia] de Cristo con “nuestra reunión con él” (el arrebatamiento) y el Día del Señor (el juicio de Dios). A continuación, les dice de manera inequívoca, así como a la iglesia de hoy, exactamente lo que debe ocurrir antes de la parousia de Cristo (“la venida [parousia] de nuestro Señor... y nuestra reunión con él”) en “el Día del Señor”. Continuando con su discurso sobre el fin de los tiempos, Pablo advierte:

“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá [la venida [parousia] de nuestro Señor en el día del Señor] sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado [el Anticristo], el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo [el Anticristo], a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos” (vv. 3-9).

Los acontecimientos de que se habla en este pasaje siguen el orden exacto de los que se dan en el discurso del monte de Olivos, donde la “venida” [parousia] de Cristo, claramente, como ocurre después de la gran tribulación del Anticristo, es “acortada” por la señal del Día del Señor y justo antes de que los elegidos de Dios sean reunidos con Cristo por medio de Sus segadores los ángeles. En perfecta armonía con el Discurso del Monte de los Olivos, la venida de Cristo [parousia] en el Día del Señor sólo se producirá después de la apostasía (v. 3a), después de que el hombre de pecado (el Anticristo) sea revelado (3b), y después que el Anticristo se siente en el templo y demande que todo el mundo le adore (v. 4). Luego el Señor destruirá al Anticristo “con el resplandor de su venida [parousia]” (v. 8). Es evidente que el propósito de la venida de Cristo [parousia] incluye tanto la liberación de los santos (v. 1) como el juicio de Sus enemigos (vv. 2, 8). Y está claro que la venida de Cristo sólo puede ocurrir después de la gran tribulación del Anticristo, como enseñan las Escrituras con armonía precisa.

DESCRIPCIÓN DEL ARREBATAMIENTO

El corazón del discurso de Cristo en el monte de los Olivos es la gloriosa descripción de Su regreso. Después de que el universo quede sumido en la oscuridad total y la señal de la venida de Cristo sea vista por todo el mundo, todos “verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:30, 31). Venir “con poder” se refiere al juicio, y venir con “gran gloria” se refiere a la señal de Su regreso—la cual cada creyente habrá estado esperando ansiosamente y con anhelo, especialmente después de que la gran tribulación del Anticristo comience.

Esos dos versículos también contienen cuatro verdades importantes sobre el regreso de Cristo. En primer lugar, el contexto de los dos últimos versículos es la venida de Cristo, Su parousia (véanse los vers. 3, 27). En segundo lugar, Su venida se asocia con “las nubes” (v. 30). En tercer lugar, involucra “una gran trompeta” (v. 31). En cuarto lugar, su venida implica “sus ángeles”, que reunirán a “sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (v. 31). Como se muestra a continuación, esta es exactamente la misma secuencia enseñada de manera consecuente en todo el Nuevo Testamento.

Será muy útil ver estas cuatro verdades a la luz del pasaje clásico e indiscutible acerca del arrebatamiento de la iglesia de Cristo:

“Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida [parousia] del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:15-17).

En este bello y bien conocido pasaje acerca del arrebatamiento, descubrimos las mismas cuatro verdades que acabamos de mencionar arriba, y enfatizadas por el Señor Jesús en Mateo 24:27, 30, 31.

En primer lugar, los hechos descritos aquí también se dan en la “venida” [parousia] de Cristo. En segundo lugar, será anunciado “con trompeta de Dios”. En tercer lugar, ambos pasajes nos enseñan que en la venida [parousia] de Cristo, Él vendrá “en las nubes” (cf. Hechos 1:9-11). La cuarta verdad paralela está implícita en la frase pasiva de Pablo, “seremos arrebatados juntamente con ellos”. A causa de que los creyentes “seremos arrebatados... para recibir al Señor en el aire...” se da a entender que alguien o algunos los arrebatarán y los llevarán a Cristo. Como el Señor Jesús dijo claramente, serán Sus ángeles los que “juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31). Anteriormente, en la parábola del trigo y la cizaña, Cristo ya había enseñado a sus discípulos que “…al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero” (Mateo 13:30), y más tarde explicó a Sus discípulos que “los segadores son los ángeles” (v. 39).

En otras palabras, la enseñanza de Pablo en 1 Tesalonicenses 4 coincide perfectamente con la enseñanza del Señor Jesús sobre el arrebatamiento en el Discurso del Monte de los Olivos. Además, la expresión de Pablo de ser “arrebatados... para recibir al Señor en el aire” refleja perfectamente la idea detrás de la declaración de Cristo en Mateo 24 que “el uno será tomado [paralambano], y el otro será dejado” (v. 40), que en el contexto se refiere directamente a la segunda venida de Cristo (parousia, véanse los vers. 27, 30, 37, 39, 42, 44).

Cuatro verdades específicas se pueden recoger de estos tres pasajes (Mateo 24:27, 30, 31; 1 Tesalonicenses 4:15-17; y Mateo 13:24-30, 36-43). En primer lugar, el arrebatamiento ocurre en la venida [parousia] de Cristo. En segundo lugar, se produce al sonido de la “trompeta de Dios”. En tercer lugar, se produce cuando Cristo venga en las nubes. Y, cuarto, los ángeles segadores de Dios (Mateo 13:30; Cf. v. 40) “juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31) para levantarlos “para recibir al Señor en el aire” (1 Tesalonicenses 4:17). En otras palabras, estos tres pasajes consistentemente enseñan exactamente la misma secuencia de eventos acerca del regreso de Cristo.

UNA ÚLTIMA PALABRA DE ALIENTO

En las secciones anteriores de este capítulo, hemos visto las enseñanzas esenciales de la Escritura respecto a la venida o parousia de Cristo. Estas son:

1.- El arrebatamiento de la iglesia y el comienzo del Día del Señor son eventos que tendrán lugar uno a continuación del otro, en “el día en que el Hijo del Hombre se manifieste”.

2.- La venida [parousia] de Cristo se produce inmediatamente después de la gran tribulación del Anticristo sea acortada por Dios.

3.- Las mismas verdades son enseñadas sistemáticamente en el Nuevo Testamento sobre el cómo y el cuándo estos de estos eventos.

Pero estas verdades son mucho más que una doctrina abstracta, son las verdades vivas de la santa Palabra de Dios, dadas por nuestro amoroso Padre celestial para nuestra enseñanza y aliento. En este sentido vemos muy bien como el apóstol Pablo ha entrelazado estas verdades juntas para alentar no sólo a los creyentes Tesalonicenses, sino igualmente para animar a los cristianos de todos los tiempos:

“…tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros). Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder” (2 Tesalonicenses 1:4-11).

Habiendo examinado cuidadosamente la enseñanza de la Escritura sobre la posición post-tribulacional y pre-ira del momento en que ocurre el arrebatamiento tal como lo enseñaron consecuentemente Cristo, Pablo y Pedro, pasamos ahora a estudiarlo en Apocalipsis, el libro profético más completo de la Biblia, donde encontramos confirmación adicional y armonía precisa.


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