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viernes, 27 de mayo de 2011

LA IGLESIA NUEVOTESTAMENTARIA

Estudio ampliado. Se le ha incluido al final el libro CRISTO AMÓ A LA IGLESIA en formato pdf para leer en línea, para descargar o para imprimir. Ejemplares impresos profesionalmente (publicados por una editorial) de CRISTO AMÓ A LA IGLESIA se encuentran disponibles para los interesados. Contactarse.

Leer aquí:  LA IGLESIA NUEVOTESTAMENTARIA 










UNA ADVERTENCIA A LA CRISTIANDAD



Resultaría difícil sobre-enfatizar la urgencia de este mensaje: Es de suma importancia tanto práctica como espiritual lo que creen los cristianos sobre los últimos tiempos, especialmente cuando es evidente que ya estamos en ellos. Lamentablemente un sinnúmero de cristianos han abandonado todo interés en el retorno de Cristo, o están seriamente equivocados en su entendimiento al respecto. Ambas clases carecerán de preparación para los eventos trascendentales que ocurrirán cuando Satanás descargue destrucción sobre la tierra e intente derramar su venganza, en especial sobre los creyentes, durante la gran tribulación del Anticristo.

Como las Escrituras lo enseñan, no hay razón para no estar preparados. El grado en el cual los cristianos sean perseguidos por el Anticristo y sus fuerzas impías en los últimos días (especialmente durante la gran tribulación) dependerá directamente de la medida de su preparación espiritual. Por eso nos ha dado el Señor Su Palabra para proveernos de todo lo que necesitamos profundizar en nuestra comprensión y preparación para los últimos días. Referente a ello hay una enseñanza esencial en Sus cartas a las siete iglesias, en Apocalipsis 2 y 3, en las cuales Cristo da tanto advertencias como ánimo a Su pueblo en cuanto a la preparación necesaria para este tiempo de prueba sin par por medio de la persecución. 

Consideraremos ahora este mensaje oportuno con su uso “cercano” para la iglesia del primer siglo y su importantísima aplicación “lejana” para los últimos tiempos.

Las Siete Iglesias del Apocalipsis

El libro de Apocalipsis comienza con la salutación de Juan a las siete iglesias, e incluye este testimonio: “He aquí, viene [Cristo mismo] con las nubes y todo ojo le verá, aún los que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra harán lamentación por él” (Ap. 1:7). El penúltimo versículo del Apocalipsis termina de la misma manera: “Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20). Del principio al fin, de eso se trata este libro profético, del retorno de Cristo.

Por eso nuestro Señor dio una serie de mensajes a Su amado apóstol Juan para que fueran enviados a las siete iglesias que existían en Asia Menor (la actual Turquía occidental) a fines del primer siglo. Cristo empieza Su revelación exhortando a sus lectores, las iglesias de todos los tiempos, para que escuchen y obedezcan fielmente “las palabras de la profecía y guarden las cosas que están escritas en ellas” (Ap. 1:3). Cerca del fin de este último libro de Su Palabra revelada, el Señor le recuerda a Juan: “Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a fin de daros testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz de David, el lucero resplandeciente de la mañana” (Ap. 22:16). El libro de Apocalipsis es dirigido a las “iglesias;” no sólo a las siete de Asia Menor de los días de Juan, sino a todas a través del mundo que enfrentarán las pruebas y aflicciones de origen satánico en los últimos tiempos.

Mediante los ángeles designados, cada carta fue dirigida específicamente a la iglesia que llevaba su nombre (ver Ap. 2:1-3:22). No, obstante, todos los mensajes incluyen un llamamiento a todos los que profesan el nombre de Cristo, especialmente para aquellos que vivirán en los últimos días, para que piensen y presten atención con toda seriedad a los mensajes a todas las siete iglesias. “El que tiene oído”, amonesta el Señor al fin de todas las cartas, “oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 2:7; 2:11,17, 29; 
Ap. 3:6,13,22).

Estas cartas ilustran perfectamente el tipo de profecía cercana/lejana que es común tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Las siete congregaciones no representan etapas en la historia de la iglesia, sino más bien retratan iglesias históricas del Nuevo Testamento que ilustran varias características que hallamos en ellas durante todos los periodos de la historia eclesiástica. Como el lenguaje señala claramente, caracterizan especialmente la condición de la cristiandad de los últimos días.

Tres Tipos Representativos de Iglesias

Al estudiar las cartas cuidadosamente, se hace evidente que las siete iglesias pueden ser agrupadas en tres tipos básicos representados por la iglesia muerta (Sardis) a mano izquierda, la iglesia fiel (Filadelfia) a mano derecha, y las iglesias transigentes (Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, y Laodicea) en el medio, representando varios grados de infidelidad espiritual. También es obvio que estos tres tipos básicos son especialmente representativos de las iglesias (y de los individuos que ellas representan) que tendrán que sufrir las adversas condiciones de los últimos días.

La iglesia muerta: Sardis

Cuando examinamos la iglesia de Sardis vemos que no hay promesas de protección ni siquiera para los pocos creyentes genuinos de esta iglesia muerta. La carta de Cristo a ella está en marcado contraste con la de Filadelfia. Para los de esta última sólo tiene palabras de elogio, pero casi ninguna para los de Sardis.

El Señor les dice: “Tienes nombre de que vives, pero estás muerto” (Ap. 3:1). O sea, espiritualmente muerto. Son la cizaña (los creyentes falsos) que ha sido sembrada entre el trigo (los verdaderos creyentes) y que crecerá junto a él (en la cristiandad) hasta el tiempo de la siega de Dios. Debido a que tienen conocimiento del verdadero evangelio, Cristo les amonesta: ‘‘Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete’’ (Ap. 3:1a). Pero su falta de vida espiritual les privará de poder escuchar la verdad espiritual. El Señor añade entonces una severa advertencia: “Por tanto si no velas [si no te arrepientes y te vuelves a tu Señor y Salvador] vendré a ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (v. 3b). Cristo de nuevo avisa a la iglesia muerta para que se despierte o se encarará a la condenación. Y de nuevo el contexto se refiere a Su segunda venida, indicando que la advertencia se aplica específicamente a la iglesia en general o cristiandad de los últimos tiempos.

Los miembros incrédulos de (o representados por) la iglesia de Sardis sufrirán la terrible destrucción de la ira de Dios que vendrá dentro de poco, cuando el Señor caiga sobre los incrédulos en Su segunda venida. Durante los últimos días estarán ciegos a la inminencia del Señor que vendrá sobre ellos “como un ladrón en la noche; que cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como dolores de alumbramiento a una mujer que está encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5:2, 3; cf. 2 Pedro 3:10).

Las características y la experiencia de la iglesia espiritualmente muerta (o los individuos espiritualmente muertos, la cizaña) aparecen en contraste bien marcado con la perseverancia de los fieles. Los que están espiritualmente muertos permanecerán insensibles ante las consecuencias de adorar al Anticristo (la bestia), o a su imagen y de recibir su marca (Ap. 14:9). Muchos lo harán sin vacilar, todavía pensando que son “buenos cristianos”, conformándose al mundo por el deseo de sobrevivir en vez de confiar en Cristo. Pero las consecuencias de ello serán desastrosas. Cuando la ira de Dios sea derramada sobre el mundo satánico regido por el Anticristo, caerá sobre los miembros no regenerados de la iglesia “como ladrón en la noche”. De manera que el destino de éstos aparece en trágico contraste con el de los fieles, a quienes Dios promete protección durante la hora de la prueba (la gran tribulación) y liberación fuera de aquella hora justo antes del aterrador día del Señor.

La Iglesia Transigente: Tiatira

Surge la pregunta, ¿qué hay acerca de la iglesia transigente que no está espiritualmente muerta pero que tampoco es enteramente fiel, compuesta por creyentes transigentes, que aunque han nacido de nuevo en Cristo no obedecen Su voluntad, aquellos que mejor caracterizan a la iglesia decadente de los últimos tiempos?

Esta era la condición de la iglesia de Tiatira, que es la que mejor resume la condición de las otras cuatro iglesias nominales (Éfeso, Esmirna, Pérgamo y Laodicea). Muchos, quizá la mayoría de los creyentes en aquella iglesia, buscaron sinceramente ser fieles y activos en las cosas del Señor. Cristo los elogió al decir: “Yo conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio y tu perseverancia” (Ap. 2:19a). Es evidente que muchos cristianos estaban creciendo espiritualmente y el Señor continuó Su reconocimiento diciendo: “Tus obras recientes son mayores que las primeras” (
Ap. 2:19b). Pero es también una iglesia consentidora, débil y permisiva que transige con el error y se acomoda a la influencia contaminante de este.

A semejanza de muchas iglesias evangélicas a través de la historia, las iglesias transigentes hoy en día no son cuidadosas en relación con lo que se le está enseñando a los creyentes. Más bien prefieren maestros que racionalizan, alegorizan, espiritualizan, culturizan o semitizan las Escrituras, todo menos tomarlas por lo que realmente quieren decir. Por tanto el Señor les dice: “Pero tengo esto contra ti: que toleras a esa mujer Jezabel, que dice ser profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a que cometan actos inmorales y coman cosas sacrificadas a los ídolos” (Ap. 2:20).

La trágica enseñanza de este versículo es que falsos maestros en la iglesia estaban y estarán corrompiendo el evangelio y causando que muchos verdaderos creyentes, siervos fieles de Cristo, se descarríen de la creencia y vida rectas, y la iglesia todo lo permite. Es probable que el nombre Jezabel, aunque en singular, represente a un grupo de líderes cristianos no regenerados, quienes a semejanza de la impía reina Jezabel de 1 de Reyes 16 y 2 de Reyes 9, estaban dedicados a socavar la obra del Señor y a corromper al pueblo de Dios. Este es ciertamente el caso en relación con la aplicación lejana de esta profecía. Hay una lección en este versículo para todos los creyentes de toda época, especialmente para aquellos de los últimos tiempos: la verdadera salvación no es en sí misma una protección contra la falsa doctrina. El creyente que no se preocupa de alimentarse de la Palabra de Dios con regularidad y no busca la guía y la fortaleza del Espíritu Santo es una presa fácil de aquellos que enseñan falsedades bajo la capa del cristianismo.

Satanás el padre de mentira, engaña con medias verdades, usando frecuentemente las Escrituras fuera de contexto, como lo hizo con el Señor en las tentaciones en el desierto (Mateo 4:1:11). Si creía que esa estrategia resultaría con Cristo, con toda seguridad la usará contra Sus seguidores, incluyendo a aquellos en los últimos días que enfrenten gran peligro y sean más vulnerables al engaño y la confusión. El cristiano que cree que las profecías bíblicas relacionadas con los últimos días sólo pueden ser entendidas de forma alegórica, o que la profecía es menos que enteramente objetiva, será presa fácil de las artimañas de Satanás. Lo mismo les acontecerá a aquellos que hayan sido enseñados que estos pasajes deben ser considerados literalmente pero que no tienen ninguna aplicación directa para ellos, porque confían en la falsa seguridad de que el arrebatamiento ocurrirá antes de que sucedan estos eventos. Una vez que estos cristianos descubran su error será demasiado tarde para evitar lo peor de la persecución del Anticristo. Los verdaderos creyentes que están debilitados por su transigencia padecerán increíble persecución y sufrimiento, de los cuales la fidelidad al Señor y a Su palabra los habría protegido, como a los de la iglesia de Filadelfia (Ap. 3:10). De este modo los verdaderos creyentes de las iglesias transigentes experimentarán lo que nuestro Señor describió en el Discurso del Monte de los Olivos como la “gran tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, ni acontecerá jamás” (Mateo 24:21).

Es en este contexto de la gran tribulación que Cristo amonesta tanto a la iglesia que toleraba el error en Tiatira como a los cristianos no comprometidos que vivirán durante los últimos tres años y medio de la historia de la humanidad como la conocemos: “Mira, la postraré en cama, y a los que cometen adulterio con ella los arrojaré en gran tribulación, si no se arrepienten de las obras de ella” (Ap. 2:22). Cristo nos revela que les ocurrirán dos cosas a aquellos que transigen en los últimos días. La primera será que los falsos maestros serán postrados en cama por su corrupción de los siervos fieles. La segunda será que los creyentes verdaderos, pero infieles, que han cometido adulterio espiritual por haber seguido a los falsos maestros sufrirán “gran tribulación, si no se arrepienten”. Es decir, sufrirán la más cruel de las persecuciones satánicas de todos los tiempos contra los cristianos; la aflicción que el Señor Jesús llama la “gran tribulación”.

Es especialmente importante que notemos que aquí la iglesia definitivamente permanecerá todavía en la tierra durante la gran tribulación del Anticristo, pese a lo que muchos creen. Esto se muestra claramente en el Apocalipsis 2:22 cuando Cristo habla primero de la “gran tribulación” que la iglesia transigente experimentará, y entonces en el versículo 23 dice que “todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña las mentes y los corazones”. En otras palabras, “todas las iglesias” estarán presentes en, y sabrán de, la “gran tribulación” (v. 22) de los cristianos no comprometidos a manos del Anticristo y sus fuerzas impías. Y “todas las iglesias” se darán cuenta entonces que Dios es aquel que “escudriña las mentes y los corazones” (Ap. 2: 23), al ser testigos de primera mano de lo que sucederá.

Por último, el mensaje de Cristo a la iglesia de Tiatira se aplica también claramente a los últimos días debido a Su promesa absoluta de que regresará por los suyos: “Lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga” (Ap. 2:25), que corresponde perfectamente con la referencia que hace a Su segunda venida que hace en la carta de Sardis (Ap. 3:3) y Filadelfia (Ap. 3:11). Estas congregaciones fueron avisadas acerca del retorno de Cristo, y por esa razón es obvio que los mensajes a tres clases de iglesias—la fiel, la muerta y la transigente—son relevantes para los últimos días, es decir, para nosotros.

A las iglesias (y/o creyentes) en conformidad con el error, que entrarán en los últimos tiempos, se les promete que serán libradas de la ira del Señor (Romanos 5:9; 1 Tesalonicenses 1:10; 5:9), pero no de la persecución del Anticristo durante su gran tribulación de los elegidos de Dios. La experimentarán porque creerán lo que se les ha ensañado falsamente, sin comparar las palabras de los hombres con la Palabra de Dios. No obstante, antes de que Cristo corte la aflicción, la usará conforme a Su voluntad y amor para “presentaros sin mancha en presencia de Su gloria” (Judas 24). Por esta razón Pedro amonestó a los que esperan el día del Señor: “Procurad con diligencia ser hallados por él en paz, sin mancha e irreprensibles” (2 Pedro 3:14). De igual manera el autor de Hebreos escribió: “Porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo aquel que recibe por hijo. Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos” (He. 12:6,7). La santidad de Dios demanda que la esposa de Cristo sea absolutamente santa y pura. Esta verdad se confirmó a la iglesia carnal de Corinto, cuando les escribió: “… celoso estoy de vosotros con celo de Dios; pues os desposé a un esposo para presentarnos como virgen pura a Cristo” (2 Corintios 11:2).

De manera semejante, Pablo declara en su primera carta a los Corintios que debido a que habían sido enriquecidos en todo por Cristo, quien estaba confirmado en ellos, por tanto debían estar "esperando ansiosamente la revelación de de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo" (1 Corintios 1:7, 8). ¡Cuánto más debería ser aplicada esta amonestación a los muchos cristianos acomodadizos que entrarán en los últimos tiempos!

De nuevo vemos el agudo contraste entre los cristianos (y/o iglesias) no comprometidos y los fieles. Aquéllos cuyas vidas reflejan a la iglesia transigente, la congregación típica de los últimos días, serán probados y limpiados antes de estar listos para asumir el papel de esposa de Cristo. No es cuestión de su necesidad de perdón de pecados, lo cual todo creyente verdadero recibe en el momento de la salvación, sino de libertad de la sumisión voluntaria a la influencia y poder continuos del pecado, que todavía reina en ellos. Por otro lado, los creyentes que estén espiritualmente preparados (la iglesia fiel) para la venida de Cristo para ser rescatados y recibidos en el cielo, también lo estarán para la venida del Anticristo, quien vendrá para atormentarlos y perseguirlos mientras estén todavía en la tierra. El cristiano fiel estará protegido del Anticristo y de sus ataques con la excepción de aquellos cristianos que renuncien voluntariamente a esa protección y arriesguen sus vidas para ganar a otros para Cristo antes de que pase el tiempo de la salvación (ver Mateo 10:16-23; cf. Apocalipsis 6:9).

La iglesia fiel: Filadelfia

La iglesia de Filadelfia es una joya espiritual entre las siete iglesias mencionadas en Apocalipsis 2 y 3. La carta a ella contiene varias amonestaciones, pero no advertencias ni reprensiones. El Señor empieza Su elogio diciendo: “Yo conozco tus obras. Mira, he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar, porque tienes un poco de poder, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre. He aquí…yo te he amado” (Ap. 3:8,9). Cristo continuó alentando a aquellos creyentes con la promesa: “Porque has guardado la palabra de mi perseverancia, yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para probar a los que habitan sobre la tierra” (Ap. 3:10). Más adelante en el libro aprendemos el significado de la verdadera perseverancia. Juan observó que: “… los siguió otro ángel, el tercero, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe una marca en su frente o en su mano, él también beberán del vino del furor de Dios, que está preparado puro en cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y en presencia del Cordero. Y el humo de su tormento asciende por los siglos; y no tienen reposo, ni de día ni de noche, los que adoran a la bestia y a su imagen, y cualquiera que reciba la marca de su nombre. Aquí está la perseverancia de los santos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús
 (Ap. 14:9-12).

Cristo dice a los vencedores de Filadelfia que debido a su perseverancia Él los “guardar[á] de la hora de la prueba” (Ap. 3:10b). “Guardar” traduce un verbo griego que conlleva la idea básica de protección dentro de una esfera de peligro, y “de” tiene el significado básico de liberación “fuera de”, o “fuera de dentro”. En otras palabras si tomamos el griego original en su sentido exacto, Dios promete a las iglesias fieles que Él las guardará mientras que estén dentro de esta esfera en particular de peligro en el contexto de la “hora de la prueba”, prometiéndoles que finalmente serán liberados “fuera de dentro” de peligro.

¿Cuál es exactamente la esfera de peligro de la que las iglesias fieles (los verdaderos cristianos) recibirán protección? La mayoría de los estudiantes de la profecía están de acuerdo en que la hora de la prueba sólo puede referirse a la gran tribulación, la aflicción sin paralelo del hombre contra el hombre que el Anticristo desatará contra aquellos que rehúsen llevar su marca. Esta “hora” terminará cuando Cristo acorte la gran tribulación en Su segunda venida (Mateo 24:22) y entonces descargue Su juicio inexorable contra los impíos que queden en la tierra. “El Señor entonces, sabe rescatar de tentación [del mismo término griego que se traduce prueba en Apocalipsis 3:10] a los piadosos, y reservar a los injustos bajo castigo para el día del juicio” (2 Pedro 2:9).

Por tanto, y debido a su perseverancia o sea, su fidelidad a Cristo por no negar su nombre por medio de adorar ni a la bestia ni a su imagen, tampoco recibiendo la marca del Anticristo, se le promete a la iglesia fiel la protección de Dios dentro de una esfera de gran peligro (esto es, durante la gran tribulación del Anticristo) y finalmente el traslado fuera de aquel peligro.

Al final de la carta a la iglesia de Filadelfia hallamos esta amonestación: “Vengo pronto; retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona” (Ap. 3:11). Debido a que el libro de Apocalipsis fue escrito más de medio siglo después de la primera venida de Cristo, esa afirmación sólo puede referirse a Su segunda venida. Así el Apocalipsis da claramente a “las iglesias” a las cuales fue escrita todo lo necesario para comprender que el mensaje de Cristo a los creyentes de Filadelfia fue una profecía con sentido cercano/lejano. Lo cercano tiene que ver con la iglesia histórica que existía cuando el libro fue escrito pero que desapareció corto tiempo después. Lo lejano se relaciona con las iglesias fieles (o creyentes fieles) que se enfrentarán a los eventos de los últimos tiempos según se revelan en los capítulos del Apocalipsis que siguen de inmediato.

¿Cuáles son los principales rasgos que observamos en la iglesia fiel y su experiencia durante los últimos tiempos? Primero, vemos que perseverará, guardará la Palabra de Cristo, y no negará su nombre. En otras palabras, no recibirá la marca de la bestia ni adorará su imagen (Ap. 14:9). Segundo, a causa de su fidelidad, recibe la promesa del Señor de que Él la guardará y protegerá mientras está dentro de la esfera de peligro (es decir, durante la hora de la prueba, la gran tribulación), y que finalmente la rescatará de dicho peligro cuando Él vuelva para “acortar” aquellos días de horrible calamidad (Mateo 24:21,22), arrebatar a los creyentes genuinos, y derramar Su santa ira sobre los injustos. Por último, Cristo promete que dará a los fieles una corona y un lugar de gran honor e íntimo compañerismo con Dios en Su reino eterno (Ap. 3:11, 12).

Tres Verdades Esenciales

De las referencias de Cristo a Su segunda venida en las cartas que dirige a las iglesias en Apocalipsis 2 y 3, que acabamos de considerar, aprendemos tres verdades esenciales acerca de la iglesia en general, o cristiandad, que entrará en los últimos días: 

(1) Se les dice a aquellos que están espiritualmente muertos que si no se arrepienten y se vuelven a Cristo, perderán toda oportunidad de salvación y padecerán todo el peso de la ira del Señor, el cual se dejará caer sobre ellos como “ladrón en la noche”. 

(2) A los creyentes genuinos, pero infieles, que representan la iglesia transigente, se les dice que sufrirán toda la intensidad de la gran tribulación del Anticristo, la terrible “hora de la prueba” como un testimonio a todas las iglesias de que Cristo es el único y verdadero Señor que escudriña los corazones y las mentes de los hombres. El premia o castiga con perfecta justicia, y permite la persecución del Anticristo para purificar y preparar a Su esposa para que esté pura y sin mancha en el día de nuestro Señor Jesucristo. 

(3) A las iglesias fieles (los cristianos obedientes a la Palabra) se les ofrece la protección de Dios dentro de una esfera de peligro, es decir, protección durante la gran tribulación del Anticristo en la que él intentará matar a todos aquellos que no adoren a la bestia, el Anticristo, o a su imagen. Como ya vimos antes, serán liberados fuera de dentro de la gran tribulación justo antes de que descienda la ira del Señor sobre los impíos.

Una Advertencia de Parte del Señor

Cuando estas verdades son tomadas seria y literalmente, como es la intención de Dios, deberían aterrar a aquellos que componen las iglesias muertas o transigentes. No obstante, dichas verdades son una evidencia de la gracia de Dios porque Él avisa a los Suyos por medio de Su palabra para que entiendan y se preparen para los terribles eventos del porvenir.

Vemos este mismo principio y su relevancia para los últimos días en la manera en que Dios trató con Sodoma y Gomorra. Justo antes de la completa y terrible destrucción de estas ciudades, un evento hasta ese momento desconocido por Abraham, el Señor dijo a los ángeles que estaban visitando al patriarca “¿Ocultaré a Abraham lo que voy a hacer, puesto que ciertamente Abraham llegará a ser una nación grande y poderosa y en él serán benditas todas las naciones de la tierra? Porque yo lo he escogido para que mande a sus hijos y a su casa después de él que guarden el camino del Señor haciendo justicia y juicio, para que el Señor cumpla en Abraham todo lo que Él ha dicho acerca de él” (Génesis 18:17-19). En otras palabras, la advertencia de la inminente destrucción de Sodoma y Gomorra, y la razón para ello, le fue dada a Abraham no sólo por su propio beneficio, sino también por el de “sus hijos y su casa después de él que guarden el camino del Señor, haciendo justicia y juicio”.

Así como la terrible destrucción de Sodoma y Gomorra es usada como un ejemplo del terrible día del Señor que un día acortará la gran tribulación del Anticristo, así Dios también ha optado por advertir a Su iglesia elegida de aquel juicio amenazador “para que [mandemos] a [nuestros] hijos y a [nuestra] casa después de [nosotros] que guarden el camino del Señor, haciendo justicia y juicio”.

Por esta razón los cristianos son amonestados, una y otra vez, para que vivan piadosamente esperando el retorno de Cristo. Como el apóstol Pedro escribe:

“Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no debéis ser vosotros en santa conducta y en piedad, esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor! Pero, según Su promesa nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia. Por tanto, amados, puesto que aguardáis estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por El en paz, sin mancha e irreprensibles… sabiendo esto de antemano, estad en guardia, no sea que arrastrados por el error de hombres libertinos, caigáis de vuestra firmeza; antes bien, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.” (2 Pedro 3:11-14, 17,18)

El reto de Pedro al creyente no puede ser más claro. Todos los creyentes han de esperar el día del Señor. Todos los creyentes han de ser “[santos] en… conducta y piedad”; “con diligencia… sin mancha e irreprensibles”; “en guardia”; “[creciendo] en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. En la medida que el creyente no responda a esta amonestación, estará sin preparación para los eventos en lo venidero.

En el discurso del Monte de los Olivos, Cristo hace la misma amonestación a los discípulos de estar atentos a las señales de Su venida para que no sean sorprendidos desprevenidos: “Y de la higuera aprended la parábola: cuando su rama ya se pone tierna y echa las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que él está cerca a las puertas” (Mateo 24:32, 33).

El último comentario de Cristo en Su discurso hallado en Lucas 21, lo resume todo: “Mas velad en todo tiempo, orando para que tengáis fuerza para escapar de todas estas cosas que están por suceder, y podáis estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc. 21:36).

Cuatro Inquietudes para Concluir

Empezamos este artículo subrayando la urgencia de nuestro mensaje, y hemos visto su tremendo significado para los creyentes en el pasado así como en nuestro propio tiempo. Nunca se enfatizará excesivamente la urgencia de este mensaje, especialmente cuando consideramos que ya estamos en los últimos tiempos. Para concluir, llamaremos la atención a estas cuatro inquietudes.

Primera, lo que pensemos acerca de los últimos tiempos es de crucial importancia. Muchos cristianos evangélicos se han hecho “agnósticos” tocante a la segunda venida del Señor. Sin ningún interés o entendimiento concerniente a los eventos finales, los han espiritualizado o alegorizado de tal manera que no ven su aplicación para la cristiandad contemporánea. Otros muchos tienen un conocimiento equivocado que los dejarán completamente desprevenidos; pensando que los eventos bosquejados por Cristo en Su discurso en el Monte de los Olivos o dados por Juan en el Apocalipsis tienen que ver sólo con el Israel impenitente, no con la iglesia. A ambos les da e apóstol Pablo una severa advertencia: “Que nadie os engañe en ninguna manera” (2 Tesalonicenses 2:3). La segunda carta a los Tesalonicenses contiene el pasaje más claro de las Escritura acerca del tiempo de la segunda venida de Cristo.

Segunda, al grado que el cristiano genuino esté preparado tendrá la protección de Dios durante la gran tribulación del Anticristo o sufrirá el embate completo de la furia del Anticristo en su intento de destruir a todos aquellos que no se inclinen ante él. Por tanto la teología del creyente concerniente a los últimos días es de inmensa importancia, especialmente para todos aquellos que específicamente entren a los siete últimos años de esta era.

Tercera, cualquier iglesia no da lo mismo. Hoy en día hay cientos sino miles de organizaciones eclesiásticas que dicen ser iglesias cristianas, mientras combinan ciertas creencias bíblicas básicas con ambiciones materiales e influencia política. Las denominaciones y sectas de la cristiandad exigen la lealtad y el apoyo de sus adherentes, quienes no ven que estas representan en realidad una visión pervertida e infiel de la iglesia que el Señor dice sólo Él está edificando (Mateo 16:18). Si la promesa del Señor de que las puertas del Hades no prevalecerían contra Su iglesia fuera una garantía de que los que creen en Él nunca serán engañados, entonces tendríamos que aceptar todas las divisiones del cristianismo como partes de Su iglesia. Pero Él no garantizó tal cosa. Todo lo contrario, a Sus discípulos les advirtió: “Se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos” (Marcos 13:22). Tiempo después, el apóstol Pablo hizo manifiesta su preocupación con respecto a que, por la predicación de los “falsos apóstoles”, los cristianos de su día pudieran ser “de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Corintios 11:3, 13). El Señor habló aún más claro al decir: “…estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis…” (Mateo 7:14-16). El cristiano genuino debe examinar los frutos que identifican a la verdadera iglesia del Señor y compararlos con su iglesia local. 

También debe examinar los frutos que identifican a los que son guiados por un espíritu diferente y predican un evangelio diferente. Debe aprender, no de tradiciones humanas sino directamente de la Palabra de Dios, cómo distinguir “la iglesia del Dios viviente” (1 Timoteo 3:15) de quienes siguen a los “falsos profetas” vestidos de ovejas. Porque por doquier en la cristiandad se ve alejamiento de la Palabra, fracaso y ruina espiritual y moral. La sencillez, el celo y la espiritualidad de la iglesia descrita en el libro de los Hechos es cosa rara para una cristiandad leudada con la levadura del modernismo teológico. Una y otra vez el Señor mismo y sus apóstoles predijeron que esta sería la condición de la cristiandad en los últimos días (Mateo 13: 31-33; Hechos 20:16-17, 28-31; 2 Corintios 11:4, 13-15; Judas 3-4; 1 Juan 2:18-19; 1 Juan 4:1; Apocalipsis 2-3, 17). En el mismo mensaje dado a las siete iglesias del Apocalipsis el Señor presenta la solución para aquellos que tengan oído para oír. Obedecerlo es la solución (Apocalipsis 18:4).

Cuarta, ¡Podemos estar preparados! Dios amorosamente nos ha dado Su Palabra para amonestarnos e instruirnos, a fin de que estemos preparados para los eventos monumentales de los últimos tiempos. Por lo tanto, Él nos llama a comprender, a perseverar, a estar “esperando y apresurando la venida del día de Dios” (2 Pedro 3:13), y en especial a vivir santa y piadosamente en esperanza y expectación mientras los días finales se desarrollan.

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lunes, 23 de mayo de 2011

¿PREDIJO EL SEÑOR QUE HABRÍA TORMENTAS DEVASTADORAS?

En Mateo 24:7, el Señor Jesús mencionó algunas señales que precederían Su venida. Él dijo: “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares…”

Sin lugar a dudas hemos visto terremotos devastadores en años recientes. El terremoto en Indonesia en diciembre del 2004 fue uno de los más poderosos de las últimas décadas, desatando un tsunami que cobró la vida de alrededor 300.000 personas. Menos de un año más tarde, otro terremoto en el sudeste asiático mató a 30,000 personas.

En Mateo 24:7, la palabra griega que se traduce “terremotos” es seismos, de la cual se derivan en español palabras tales como “sismología”, que se refiere al estudio de los terremotos. El diccionario de términos bíblicos Vine, define la palabra como una conmoción (del aire), una tormenta, un temblor (de tierra), un terremoto, una tempestad. Como se ve, seismos tiene en el griego original un significado mucho más amplio que aquel que se refiere a un movimiento telúrico. Mateo 8 registra una violenta tempestad que se desató mientras el Señor y Sus discípulos navegaban en el Mar de Galilea, y que amenazó con hacer naufragar la embarcación y ahogarlos. Fue entonces que el Señor le ordenó al viento y a las aguas que se calmaran. La palabra usada en el versículo 24 para referirse a esta violenta tormenta es seismos, la cual se traduce en español “tempestad”. Cuando el Señor Jesús predijo que “habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares…”, Sus palabras incluyen lo que hoy día llamamos terremotos, huracanes, tornados y otra clase de tormentas mortales y devastadoras

Como se vio en el caso del huracán Katrina, estas tormentas pueden ser enormemente destructoras. Katrina cobró la vida de más de 1.200 personas y causó un daño material estimado en 200 mil billones de dólares, sin contar las pérdidas en embarques, y producción de  petróleo, gas, y en la industria pesquera y agrícola. New Orleans, devastada por el huracán, no se recobrará totalmente si no en décadas— si es que alguna vez logra hacerlo. Un huracán como Katrina, que alcanzó grado 5 antes de debilitarse, puede producir vientos superiores a 250 kilómetros por hora, y levantar una muralla de agua de alrededor de 540 metros o más, capaz de arrasar literalmente con todo lo que se encuentre en su paso.

¿Están aumentando los desastres naturales como estos, tal como lo predijo el Señor  Jesús? La edición del 16 de septiembre del 2005 de la revista Science informa sobre una investigación realizada por científicos del Georgia Institute of Technology and the National Center for Atmospheric Research. Tal investigación concluye que mientras el número total de huracanes y ciclones no ha aumentado, sí ha habido “un marcado aumento en los pasados 35 años en la intensidad de los ciclones tropicales de 4 y 5 grados, las tormentas más peligrosas por ser las que más daño causan en las costas” (Richard Kerr, “¿Es Katrina un Precursor de Huracanes Aun Más Poderosos?,” pág. 1807).

La frecuencia de las tormentas más peligrosas y destructoras — aquellas de grados 4 y 5 — aumentó en un 80 por ciento desde los años setenta hasta la última década. Esta información debiera hacernos reflexionar seriamente. El Señor, en Lucas 21:25-28, un relato paralelo a la profecía de Mateo 24:7, añade: “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.” 




domingo, 22 de mayo de 2011

SEÑALES DE LOS TIEMPOS



¿Cómo entender las Señales de los Tiempos?

La intensidad y frecuencia de los recientes acontecimientos mundiales y nacionales deberían hacernos dirigir nuestra atención a las advertencias que Dios nos ha dado en Su palabra. El Señor Jesucristo habló de “las señales de los tiempos”. Algunas de esas señales reveladoras corresponden al fin de esta era, aquejada seriamente de diversas crisis, y que en la Biblia es llamada “el tiempo del fin”. ¿Entiende usted el trasfondo de estas señales críticas?

El Señor enfatizó la gran importancia de comprender el significado de los tiempos en que vivimos. En una ocasión los líderes religiosos de su época le pidieron que les diera una señal del cielo. Él les respondió: “Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad, porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡más las señales de los tiempos no podéis!” (Mateo 16:2-3).

Hace aproximadamente 2.000 años, la vasta mayoría de los habitantes de la tierra de Israel ni siquiera entendían que el Señor Jesucristo era el verdadero Mesías, ni cuál era su misión en esta tierra. “A lo suyo vino [su pueblo], y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11). Y tal como Cristo lo había profetizado anteriormente, ellos fueron incapaces de prever la tragedia que inevitablemente se desataría sobre su muy amada Jerusalén. En una ocasión, el Señor lloró sólo de pensar en los horrores que asolarían la ciudad. “Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación” (Lucas 19:41-44). Cristo estaba hablando en parte de la ocupación romana en el año 70 d.C., que concluyó con la horrorosa destrucción de Jerusalén en la que sus ciudadanos murieron de inanición, fueron asesinados, o vendidos como esclavos. El pueblo judío en tiempos de Cristo simplemente no se daba cuenta del significado de los eventos que rodeaban la primera venida del Señor.

Tal como en aquel entonces, nuestro mundo contemporáneo es incapaz de entender el significado de ciertas señales trágicas que afectan a las naciones de manera creciente, presagiando la segunda venida de Cristo como Rey de Reyes y Señor de Señores (Apocalipsis 11:15). Gran parte de la profecía bíblica es dual, lo que quiere decir que muchas veces tiene dos cumplimientos: un cumplimiento preliminar y otro cumplimiento secundario mucho más grande, que casi siempre se lleva a cabo siglos más tarde.

La profecía del Señor sobre la destrucción de Jerusalén es un mensaje en cuanto al futuro, que Él entregó en el Monte de los Olivos en la zona oriental de Jerusalén (Mateo 24; Marcos 13; Lucas 21). Pero es también un mensaje perfecto sobre el principio de dualidad profética. Aunque algunos aspectos de esta profecía tuvieron un cumplimiento preliminar en el año 70 a.C., muchos otros claramente no se cumplieron. En los tiempos del fin habrá horrendas consecuencias que afectarán no sólo a Jerusalén, como en el primer siglo, sino que también al mundo entero. El Señor dijo que las condiciones mundiales en los tiempos del fin empeorarían al punto de que la supervivencia humana estará en peligro. “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21-22).

¿Podemos entender los eventos proféticos hoy en día?

En realidad, es factible poder entender el significado e importancia de eventos y tendencias claves en nuestra época plagada de crisis. Históricamente, una de las tribus de Israel poseía un extraordinario conocimiento de los acontecimientos que ocurrían en su tiempo. Los hijos de Isacar eran “entendidos en los tiempos, y sabían lo que Israel tenía que hacer” (1 Crónicas 12:32). Siglos más tarde, el Señor nos entregó el libro de Apocalipsis “para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto” (Apocalipsis 1:1). Amós 3:7 también nos dice: “Porque no hará nada el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”.

¿Cuáles son las señales específicas que deberían causarnos preocupación en la actualidad? Los lectores interesados en el tema pueden solicitar la primera edición de Señales de los Tiempos vía email (todoelconsejodedios@gmail.com), y nuestros otros artículos relacionados con el fin de los tiempos, donde hablamos más detalladamente sobre estas cosas. La conclusión, sin embargo, la adelantamos aquí: las tendencias del mundo contemporáneo nos indican que efectivamente estamos viviendo en los tiempos del fin. Nuestra sociedad está atestada de muchas señales perturbadoras que anuncian que esta era de la humanidad está llegando a su término.

Por esta razón es que nuestra preparación espiritual personal es mucho más importante ahora que en tiempos pasados. Mientras contemplamos las señales de los tiempos que vemos a nuestro derredor, seamos diligentes para hacer caso de la advertencia de Cristo en Lucas 21:36: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”.

¿A qué se refiere el  Señor el Señor cuando nos ordena que velemos?

¡El Señor y los apóstoles nos exhortan a “velar” activamente! Necesitamos entender lo que quieren decir y lo que ello implica. Nuestra supervivencia y salvación podrían depender de cuánto entendamos y de cómo actuemos al respecto.

El apóstol Pablo escribió a los cristianos en Corinto, “Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos” (1 Corintios 16:13). El resto del versículo es claro, pero ¿qué significa “velar”? ¿Qué tan importante es que “velemos”? Consideremos esto: el mandamiento bíblico de velar a menudo va de la mano con el mandamiento de orar. ¿Es importante la oración? ¡Extremadamente! Y también lo es el mandamiento de velar.

Velar significa mantenernos completamente despiertos

Cuando el Nuevo Testamento nos ordena “velar” o “vigilar”, generalmente se usa la traducción de una de dos palabras griegas (gregoreuo y agrupneo), las cuales tienen significados similares: “mantenerse despierto” y “estar insomne”. Por lo general se refieren al sentido espiritual y metafórico —estar vigilante y en guardia, completamente despierto, consciente, alerta y profundamente concentrado— con varias aplicaciones e implicaciones. En Mateo 26:37-40, el significado de “vigilar” es primordialmente “físico”. El Señor estaba reprendiendo a sus discípulos por no permanecer despiertos durante la hora que precedió a su arresto. Pero lo que después le dijo el Señor a Pedro tenía un significado espiritual más profundo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto [las intenciones son buenas], pero la carne [la simple fuerza de voluntad humana] es débil” (Mateo 26:41). Es la vigilancia espiritual junto a la oración la que nos da la fuerza para sobrevivir a las tentaciones y situaciones difíciles. “Velad debidamente, y no pequéis” (1 Corintios 15:34). Estar despierto es sinónimo de virtud y de no pecar. Pablo estaba escribiendo a la iglesia de Corinto, lo que demuestra que aun los cristianos verdaderos pueden estar espiritualmente dormidos de alguna forma.

Pablo también escribió: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Romanos 13:11).

En otras palabras, cuanto más nos acercamos a la segunda venida de Cristo, ¡más urgente es que nos despertemos del letargo espiritual! De hecho, hemos entrado en los temidos años de los tiempos del fin, los cuales son el gran clímax de la civilización humana. Si alguna vez hubo un momento para prestar atención y prepararnos, ¡es ahora! Por otra parte, ninguno de nosotros sabe cuándo va a morir. Estar espiritualmente preparados para el final de nuestra vida debería ser nuestra máxima prioridad.

Velar quiere decir usar correctamente nuestras mentes

Dios nos dio una mente maravillosa para que la usáramos y pudiéramos estudiar, aprender, observar, analizar, juzgar y pensar. La vida es tiempo. Desperdiciar el tiempo es desperdiciar la vida. Muchas personas son perezosas mentalmente y desperdician una deplorable cantidad de tiempo en lo trivial y temporal, lo mundano y materialista. Muchos, buscando entretenerse, malgastan incontables horas vegetando frente a sus televisores, computadoras y escuchando música.

Los verdaderos lectores se están volviendo escasos. Una sociedad llega a ser superficial y poco profunda cuando la mayoría de sus ciudadanos dependen demasiado de las representaciones y las imágenes, más que de las palabras. El aprendizaje a fondo requiere de la escritura y la lectura.

Es bastante significativo que la verdadera religión de Dios esté basada en mensajes orales y escritos que fueron recopilados en lo que llamamos la Biblia. Los seguidores de Dios deberían llamarse “los seguidores del Libro”. En contraste, la mayoría de las religiones paganas hacen hincapié en imágenes, ídolos, símbolos y rituales.

Dios quiere que su gente lea y estudie celosamente, para pensar y meditar. Él quiere que estemos bien informados sobre los temas geopolíticos, culturales y espirituales; y los acontecimientos de nuestro tiempo. Dios condena la ignorancia, la indiferencia y el ser “tardos para oír” (Hebreos 5:11). Aquí es donde la Biblia entra en acción, proveyendo el marco fundamental para adquirir una visión del mundo a la manera de Dios. La Biblia es la revelación divina de Dios sobre su verdad absoluta, la cual hoy es tan relevante como lo ha sido siempre.

Debido a esto, la Biblia debería ser el prisma, el lente y el filtro por el cual percibimos con precisión y juzgamos toda información. Ella nos permite desarrollar una visión divina del mundo, que es la guía y base para poder interpretar con exactitud todo lo que está pasando en el mundo. ¡Solo entonces podremos entender nuestra confusa escena mundial con asombrosa claridad, sentido y lógica!

El Señor reprendió a los fariseos y a los saduceos por su mentalidad y su dureza de corazón. Si no hubiesen tenido malas actitudes y hubieran creído las Escrituras, habrían sido capaces de “discernir las señales de los tiempos” y darse cuenta de que el Mesías había llegado (Mateo 16:1-3).


Necesitamos el conocimiento de la profecía sobre el tiempo del fin

Para saber dónde centrar nuestra atención, necesitamos conocer especialmente las profecías bíblicas del tiempo del fin, en particular las profecías sobre la segunda venida de Cristo.

Tenemos que “esperar” activamente el retorno de Cristo, no pasivamente (Hebreos 9:28). ¡El Señor fue enfático en que sus seguidores deben esperar su regreso, aguardar su retorno y orar por su venida! Además, nuestra anticipación entusiasta y nuestra emoción se intensificarán a medida que vemos más y más eventos mundiales cumpliendo las profecías bíblicas, especialmente aquellas que hacen referencia a la proximidad cada vez mayor de la venida de Cristo.

Nótese las palabras velar, aguardar, anticipación y preparación en el siguiente pasaje: “Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando” (Lucas 12:35-37).

El Señor concluyó su mensaje diciendo “Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá” (versículo 40). Mucho más tarde, el Señor hizo eco de ese punto: “He aquí, yo vengo como ladrón [repentina e inesperadamente]. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza” (Apocalipsis 16:15). Usar prendas de vestir, sobre todo vestimenta blanca, simboliza una buena condición espiritual (Apocalipsis 3:1-5, 18). No debemos dejarnos atrapar desnudos, es decir,  desprevenidos.

Cristo y su vital profecía sobre el tiempo del fin

Poco antes de su crucifixión, el Señor entregó una crucial profecía para el tiempo del fin, registrada en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21. Es importante estudiar esta profecía a menudo. Los discípulos del Señor querían saber lo que debían vigilar. “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3).

No deja de ser interesante que lo primero que el Señor respondió tuvo que ver con una sombría advertencia sobre lo que debemos tener en cuenta y no perder de vista: “Mirad que nadie os engañe” (versículo 4). Lamentablemente, muchos están engañados. Muchos de los que se llaman a sí mismos cristianos están engañados al pensar que Cristo no retornará literalmente a la tierra, aun cuando Él repetidamente prometió que lo haría, o al creer que Él retornará de alguna manera diferente de lo que nos dijo.

En el resto del capítulo, el Señor responde a la pregunta de ellos, revelándoles la clave de las futuras condiciones y tendencias; por las cuales sería de suma importancia estar atentos.

Luego el Señor exhorta a sus discípulos así: “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa” (versículos 42-43). Después de su resurrección, el Señor nuevamente les dijo: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hechos 1:7). Sin embargo, a pesar de las declaraciones del Señor, un sinnúmero de personas imprudentemente han intentado predecir el tiempo de su segunda venida. Precisamente porque no sabemos el momento, es que debemos mantenernos vigilantes.

Continuando en Mateo 24, el Señor dijo: “Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (versículo 44). El velar nos refresca la memoria y nos motiva a estar preparados. ¡Esa es la idea principal! En seguida, el Señor nos advierte de la tentación de pensar “mi señor se está demorando” (versículo 48). Cuando una persona piensa que tiene tiempo más que suficiente para alistarse, se ve seriamente tentada a bajar espiritualmente la guardia (versículos 49-51).

La parábola de las diez vírgenes (Mateo 25: 1-13) hace hincapié en permanecer espiritualmente preparados y listos. Mantener nuestra lámpara llena de aceite representa permanecer cerca de Dios y estar llenos del Espíritu Santo. El Señor concluye la parábola  diciendo: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (versículo 13).

Velar, orar, mantenerse sobrios y tener cuidado de los enemigos

En los relatos de Lucas y Marcos acerca de la profecía del Señor, vemos que Él conectó velar con orar. Hay mucho por lo cual orar en cuanto al presente y el futuro. Velar nos ayuda a orar, y orar nos ayuda a velar. Marcos registra esta declaración del Señor: “Mirad, velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo [de la venida de Cristo]. Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase” (Marcos 13:33-34; ver también versículos 35-37).

Cristo aquí fue muy enfático al ordenarnos hacer cuatro cosas:

1. Mirar o prestar atención a lo que acababa de decir.
2. Velar o estar alerta a las señales que Él había indicado.
3. Orar con regularidad y seriedad para que podamos estar cerca de Dios.
4. ¡Seguir haciendo la obra de Dios!

En el relato de Lucas, el Señor nos dice “Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios” (Lucas 21:31). Luego nos advierte acerca de no dejar que “venga de repente sobre vosotros aquel día” (versículo 34). El Señor concluye diciendo: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36).

“Todas estas cosas” se refiere a lo que está registrado en este capítulo, incluyendo la “gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo” (Lucas 21:23). Marcos usa el término “tribulación” y Mateo dice “gran tribulación” (Mateo 24:21).

Por supuesto que el Señor no quiere decir que debemos enfocar nuestras oraciones solamente en nuestra propia supervivencia y salvación. Quiso decir que si nos mantenemos vigilando nuestra condición espiritual y los acontecimientos mundiales, orando por el Reino de Dios y por todo lo que Dios nos dice que debemos orar, vamos a estar cambiando, arrepintiéndonos y aceptando la ayuda y sacrificio de Cristo. ¡Entonces seremos tenidos por dignos de escapar de la tribulación de los tiempos del fin y estar con Cristo en su reino!

Pablo nos instó a orar “por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:1-2). Esto implica saber quiénes son nuestros líderes y qué dificultades pueden impactar nuestras vidas y libertad para adorar a Dios y llevar a cabo su obra. Usted puede aprender más acerca de la conexión entre velar y orar en Efesios 6:18, Colosenses 4:2 y 1 Pedro 4:7.

Y el velar a veces está relacionado con permanecer espiritualmente sobrios, es decir, prudentes (1 Tesalonicenses 5:6-8; 2 Timoteo 4:5; 1 Pedro 1:13; 4:7; 5:8). Esto incluye permanecer alertas a nuestra propia condición espiritual, como se ha mencionado. Algunas escrituras que hablan acerca de velar, subrayan el hecho de tener cuidado de los peligros espirituales y de enemigos tales como “lobos rapaces”, engañadores que quieren aprovecharse del “rebaño” de seguidores de Dios (Hechos 20:29-31).

Pedro nos advierte, “sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Estar atentos al poderoso rol que detrás del escenario juegan Satanás y sus demonios, nos permite comprender el mal atroz y la locura de este mundo. También nos permite “resistirlos” (Santiago 4:7).

Actitudes erradas que atrapan a cristianos

La serie de libros de ciencia ficción religiosa más popular de los últimos tiempos es una llamada Dejados atrás. Esta serie muestra una cultura humana deseosa de escapar de los catastróficos eventos profetizados en la Biblia. En 1995 se publicó el primer libro de esta serie —Dejados atrás: una novela de los postreros días de la tierra— una historia ficticia acerca de lo que supuestamente sucederá cuando los verdaderos cristianos sean arrebatados por el Señor antes de su segunda venida.

Los autores Tim LaHaye y Jerry Jenkins escribieron en total 16 volúmenes, de los que se vendieron 65 millones de copias. Irónicamente, aquellos que creen en el concepto propuesto por Dejados atrás —los partidarios de la teoría del rapto pretribulacional— en el futuro se encontrarán confundidos y desconcertados a medida que los verdaderos eventos del tiempo del fin se vayan desarrollando.

¿Por qué sucederá esto? Porque cuando el Señor describe las profecías del tiempo del fin, éstas no incluyen ningún arrebatamiento secreto. Su regreso estará precedido por señales en los cielos, un terremoto mundial, actividad volcánica en todo el planeta y ángeles tocando trompetas con una fuerza sobrenatural. El Señor Jesucristo no regresará a la tierra secretamente sino en gloria y majestad. El Señor mismo habló sobre su regreso: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30).

El Señor reveló que todos serían testigos de su regreso a la tierra. La teoría del arrebatamiento o rapto secreto —que afirma que el Señor se llevará a los cristianos silenciosamente antes de su segunda venida— contradice esta verdad. No se debe creer en esta tesis. Al tener una visión general de la profecía del tiempo del fin, podremos conocer la verdad acerca de los principales eventos que precederán el regreso del Señor, incluyendo cómo Dios protegerá a sus siervos leales, que no es a través de una desaparición misteriosa (Lucas 21:36; Apocalipsis 3:10). La profecía sólo proviene de Dios. “Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada” (2 Pedro 1:20). La mejor forma de tener una visión correcta de las profecías del tiempo del fin es dejar que la Biblia hable por sí misma.

¿Qué es la profecía?

La profecía se define algunas veces como la historia escrita de antemano. Dios vaticinó muchas tendencias y eventos, en parte porque Él entiende perfectamente cómo se comportarán las personas en determinadas circunstancias y también porque Él guía y dirige algunas situaciones.

Hasta cierto punto, estas predicciones son las advertencias anticipadas de Dios contra los continuos pecados del hombre. Debido a que el pecado nos daña y puede destruirnos, Dios anuncia advertencias proféticas para lograr la atención de los seres humanos. Los castigos profetizados son el resultado del actuar de los hombres. Dios quiere perdonar a la humanidad, no destruirla.

La mayoría de las personas asumen que las advertencias contra los seres humanos provienen de un Dios vengativo que no puede tolerar la debilidad o desobediencia del hombre. Ellos creen que debido a que Él es santo y todopoderoso y nosotros no, y que como nunca podremos ser santos, entonces el Omnipotente pierde la paciencia con nuestro patético actuar y nos castiga, incluso a veces hasta injustamente.

Sin embargo, esta no es la razón por la que Dios anuncia las profecías del tiempo del fin. Esta es una noción falsa del dios de este mundo, Satanás el diablo, quien ha engañado a la humanidad respecto a Dios de muchas formas. Mientras que él pueda mantener a la humanidad enceguecida ante las verdaderas intenciones de Dios, él podrá seguir siendo “el dios de este siglo” (2 Corintios 4:4). Las personas necesitan darse cuenta de que Satanás “ha sido homicida desde el principio” (Juan 8:44), y quiere a la humanidad muerta para siempre. Al final de esta era regida por el hombre, Satanás intentará destruir a toda la raza humana a través de enormes fuerzas militares que convergerán en Jerusalén para hacer guerra contra Jesucristo, el Mesías (Apocalipsis 16:14; 19:11-21; 14:14-20).

La profecía enseña que Dios siempre ha estado a cargo, que tiene un plan para el futuro del hombre, y que la vida humana tiene un gran propósito. Dios viene a salvar a la humanidad, no a destruirla. Estos vaticinios muestran que Dios destruirá a aquellos que se le resistan y recompensará a aquellos que lo honren.

El propósito mal entendido de la profecía

Veamos cuál es el verdadero propósito de la profecía.

Desde tiempos inmemoriales, las personas han querido conocer el futuro, principalmente para su propio beneficio. Por ejemplo, los discípulos del Señor querían saber qué señales precederían su regreso: “Los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). Los seres humanos desean saber qué va a pasar sólo para su protección personal. Aunque las personas quieren saber el qué, cuándo y dónde de una profecía, lo cual está bien, tal información no representa el propósito principal de la profecía. Su propósito es más bien ayudar a las personas a evaluar su conducta personal a la luz de la Palabra Dios, antes de que los eventos profetizados se lleven a cabo. Sin la advertencia y el cumplimiento de la profecía, la humanidad no tendría razones para cuestionar los hechos y detener su complaciente camino a la autodestrucción.

Si las personas leyeran y atendieran las advertencias de Dios, podrían pedirle protección para los días de la gran tribulación y de su justo juicio de ira contra los tiranos de este mundo. Como el Señor dice: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba [la gran tribulación, ver Mateo 24:21-22] que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Apocalipsis 3:10).

Dios es misericordioso y amoroso. Su Palabra está llena de advertencias para que los pecadores de este mundo se alejen de este camino y eviten las dolorosas y terribles consecuencias. Dios no obtiene ningún placer con la muerte de los impíos (Ezequiel 33:11). Él promete recompensar, bendecir y proteger a aquellos que hacen Su voluntad (Deuteronomio 28:1-2).

Los antecedentes de la profecía

Todos los hechos o circunstancias que se necesitan para entender la profecía se encuentran en Deuteronomio 28. Este capítulo detalla las bendiciones y maldiciones que automáticamente se producen al obedecer o rechazar las leyes de Dios. Estas leyes son espirituales (Romanos 7:14) y se aplican sin considerar si se las conoce o no (Romanos 2:12). Dios promete bendecir a todos los que lo honran y a su vez permite que las maldiciones vengan sobre los que lo deshonran. Entender este aspecto esencial de las leyes de Dios es la base para entender la profecía. El capítulo 28 de Deuteronomio es fundamental para todas las predicciones. Si usted entiende esta sección, entonces comprenderá su propósito. No se debe olvidar que el objetivo de la profecía es ayudar a los seres humanos a que dejen de pecar y busquen a Dios y sus bendiciones.

Muchas historias de la Biblia validan este antecedente profético, pero pocas lo explican mejor que la historia de Judá y Babilonia. Por muchos años Dios advirtió al reino de Judá que no siguiera la forma de vida de su pueblo hermano, Israel, que vivía junto a ellos. Los pecados de Israel fueron la causa de su desaparición, tal como se predijo en Deuteronomio 28:15. Dios permitió que la cruel nación de Asiria conquistara y llevara a los israelitas lejos de su tierra en dos deportaciones masivas, la primera en el año 733 a.C. y la segunda en 722 a.C.

Casi un siglo después, Dios le dio a Judá un rey justo, Josías, que era la última esperanza para que el pueblo judío se salvara de la inminente cautividad (2 Crónicas 34:1, 26-28). Dios también envió a los profetas Jeremías, Sofonías y Habacuc. Lamentablemente, después de la prematura muerte de Josías, el pueblo de Judá rápidamente regresó a su pecaminosa forma de vida, tal como el perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno (2 Pedro 2:22). Al igual que Israel, también fueron invadidos y llevados a cautiverio. En este caso, claramente vemos que el propósito de la profecía es motivar a las personas a cuestionar su actuar a la luz de las enseñanzas de la Biblia. Esto se aplica para todo ser humano, ya sea que profese o no el cristianismo. Algunos harán caso de las advertencias de las profecías del tiempo del fin y otros simplemente no las conocerán. El Señor dijo que Él le hablaba en parábolas a los hombres religiosos de su época porque ellos habían rehusado honrarlo y obedecerle: porque viendo no vieron, y oyendo no oyeron, ni entienderon (Mateo 13:13).

De manera que se cumplió en ellos la profecía de Isaías, que dijo: “De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane” (Mateo 13:14-15; compárese con Isaías 6:9-10).

Las potentes profecías del tiempo del fin son como un cañonazo para los barcos de esta sociedad, que navegan a la deriva y sin rumbo en un mar de humanismo y que han sido moldeados por el materialismo. Si no hubiera profecía, y en especial profecía del fin de los tiempos, la humanidad no tendría nada que la protegiera de su peligroso viaje a la autodestrucción.

Una visión general de la profecía del tiempo del fin

La Biblia entrega una visión panorámica de esta profecía cuyos detalles se encuentran esparcidos a lo largo de toda la Escritura. Antes de ser crucificado, el Señor entregó brevemente un panorama general de la profecía del tiempo del fin, describiendo los últimos eventos finales de la era humana que ha gobernado bajo la influencia de Satanás. Él dijo a sus discípulos cuáles serían las principales señales del fin de este tiempo. Los principales sucesos que se registran en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, corresponden a los sellos que se describen en el libro de Apocalipsis 6. Una vez que Cristo abra un sello (Apocalipsis 6:1), este permanecerá abierto hasta el fin del gobierno humano y de Su regreso.

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El primer sello que se describe en Apocalipsis 6:2 y que corresponde a Mateo 24:4- 5, significa que un falso cristo aparece en escena. Sabemos por la historia secular y por la Biblia misma que el surgimiento, la expansión y el dominio de un falso cristianismo comenzó justo después del comienzo de la Iglesia del Nuevo Testamento. Este supuesto cristianismo es una mezcla religiosa derivada parcialmente de la Biblia y de las creencias y tradiciones no bíblicas originadas en las antiguas religiones paganas. Sabemos que este falso cristianismo comenzó en el primer siglo porque varios escritores del Nuevo Testamento así lo relatan (Hechos 20:16-17, 28-31; 2 Corintios 11:4, 13-15; Judas 3-4; 1 Juan 2:18-19; 1 Juan 4:1). Este falso sistema religioso, que el apóstol Pablo denominó “el misterio de la iniquidad”, continuará hasta el fin, en donde jugará un rol protagónico en el engaño que se producirá hasta que el regreso del Señor Jesucristo le ponga fin (2 Tesalonicenses 2:7-12). Es esta falsa cristiandad la que recibirá con los brazos abiertos al falso cristo cuando aparezca en escena.

El segundo sello que se menciona en Apocalipsis 6:3-4, y que corresponde a Mateo 24:6-7, revela que habrá “guerras y rumores de guerras”. Aunque estos hechos siempre han existido, el Señor dijo que continuarían y se intensificarían hasta terminar en un baño de sangre que cobrará las vidas de no menos de un tercio de la humanidad (Apocalipsis 9:15-16). El gran conflicto final, que las Escrituras describen como “la batalla del gran día del Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 16:14) y que sucede en la tristemente célebre batalla de Armagedón (la colina de Meguido en el norte de Israel), donde grandes fuerzas militares se reunirán (Apocalipsis 16:14, 16), será precedido por una guerra contra Israel que afectará al mundo entero (Zacarías 14:1-4, 12-14). Las condiciones serán tan peligrosas, que si Cristo no interviniera en los asuntos humanos, nadie se salvaría (Mateo 24:21-22).

El tercer sello que se detalla en Apocalipsis 6:5-6 y que corresponde a Mateo 24:7, muestra que en la tierra habrá hambre y escasez de alimentos. A pesar de que siempre han existido personas que tienen muy poco para comer, a medida que el tiempo pase esta realidad se intensificará y aumentará. La falta de comida es una de las consecuencias directas de la guerra. Miles de millones morirán de hambre.

El cuarto sello en Apocalipsis 6:7-8, que corresponde a la siguiente señal descrita en Mateo 24:7, revela que enfermedades mortales infestarán al mundo y terribles desastres naturales acontecerán. El hambre traerá consigo las enfermedades. Y todo por causa de la naturaleza del hombre. La expansión de las pandemias asolará grandes poblaciones, tal como sucedió con la peste bubónica en el siglo 14, cuando ésta mató a un tercio de la población de Europa, Rusia, China y de las ciudades involucradas en las rutas comerciales.

El quinto sello en Apocalipsis 6:9-11 correspondiente a Mateo 24:9-12, representa la gran persecución y el martirio de los fieles y verdaderos siervos de Dios. La persecución es el destino de los santos del Altísimo. Como el Señor mismo dijo: “El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15:20). Pablo escribió algo similar: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo el Señor padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12). La persecución del pueblo de Dios ha sido su sello característico a través de las épocas, pero ésta se intensificará en el tiempo del fin. En momentos de agitación social, es común buscar un chivo expiatorio. Al igual que en épocas anteriores, las autoridades religiosas encontrarán en los verdaderos cristianos al grupo indicado para poder echarles la culpa de todo. Con estos acontecimientos se inicia la gran tribulación. Otros pasajes revelan que la intensa persecución se extenderá no sólo a los cristianos, sino también a los descendientes físicos de la antigua Israel. El pueblo israelita sufrirá grandes devastaciones de parte de sus enemigos tal como se profetizó en Deuteronomio 28.

El sexto sello de Apocalipsis 6:12-17 corresponde a Mateo 24:29. Ambas escrituras describen las terribles señales en el cielo, el oscurecimiento del sol y de la luna, y lo que parece ser un meteorito a punto de estrellarse contra la tierra. Estos signos anuncian el tiempo de la ira de Dios (Apocalipsis 11:18; 14:10, 19; 15:1, 7; 16:1; 19:15), lo que las Escrituras llaman también “el día del Señor” (1 Tesalonicenses 5:2; Malaquías 4:5). Esto lleva directamente al clímax de la segunda venida del Señor Jesucristo. Todos estos eventos proféticos conducen al, y son parte del, fin de los tiempos; conocido también como: los últimos días, el fin del mundo y el Día del Señor.

Los eventos actuales y del tiempo del fin

No todas las profecías pueden ser entendidas hoy, pero lo serán en el futuro cuando los cambios geopolíticos y tecnológicos ocurran. ¿Quién hubiera imaginado el avance que han tenido las comunicaciones a través del computador y de Internet? Aun así, Dios promete revelar el futuro a sus fieles, enviados a proclamar su verdad: “Porque no hará nada el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Dios ha revelado a sus seguidores algunos hechos que deben suceder antes del regreso de Jesucristo y es sólo en este último siglo que encontramos estas características.

• La primera condición es la posibilidad real del ser humano para autodestruirse. Actualmente la humanidad tiene la capacidad de exterminar la existencia humana de la faz de la tierra usando armas nucleares. Esto ya es posible para Estados Unidos y Rusia; y Gran Bretaña, Francia, China, India e Israel poseen arsenales nucleares de proporciones considerables. Especialmente peligroso es el desarrollo de armas nucleares por estados inestables como Pakistán y Corea del Norte, y ahora últimamente Irán. El Señor dijo del tiempo del fin: “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:21-22).

La humanidad siempre ha batallado guerras, pero hasta hace poco nunca habíamos tenido la capacidad de exterminar a toda la raza humana de la faz de la tierra. Desde 1945 y la detonación de las primeras bombas atómicas, seguidas por bombas aún más destructivas, como las de hidrógeno, la humanidad ahora tiene la capacidad de destruir a todos los seres humanos una y otra vez. El Señor debe intervenir para salvar a la humanidad de sí misma y de la autodestrucción.

• El segundo hecho es que el pueblo judío debe estar en Jerusalén y controlarla para que las profecías del tiempo del fin se cumplan. Esto era imposible antes de 1948, cuando el estado moderno de Israel se creó, algo impensado en los siglos anteriores. La cultura y religión judía han sobrevivido periodos de dominación y derrotas a manos de Babilonia, Persia, Grecia y Roma. El historiador del siglo 19, Heinrich Graetz, dijo: “Una nación. . .que ha sido testigo del ascenso y caída de los imperios más antiguos, y que aún mantiene su lugar en el presente, merece. . . la mayor de las atenciones” (“History of the Jews” [“Historia del pueblo judío”], 1895, p.705).

Cuando el emperador francés Napoleón pasó cerca de una sinagoga y escuchó como lloraban los judíos al interior, declaró: “Un pueblo que ha esperado tanto por su ciudad y su templo está destinado a restaurarlos algún día”.

El Señor profetizó que a medida que el tiempo se acercara, los judíos una vez más obtendrían el control de Jerusalén y del “lugar santo”. Más tarde el Señor dijo que el lugar santo sería profanado con la “abominación desoladora”, como el profeta Daniel lo había escrito (Mateo 24:15-16).

Jerusalén está actualmente bajo el control de los judíos. Después de la guerra de los seis días en 1967, cuando ellos tomaron posesión de la ciudad santa, permitieron que los árabes musulmanes continuaran controlando el Templo del Monte. Desde 1989, algunos israelíes han comenzado a prepararse para la construcción de un nuevo templo o “lugar santo”. Periódicamente los devotos judíos han intentado colocar la primera piedra, pero ha sido en vano. El escenario para el cumplimiento de las profecías del Señor está parcialmente preparado, pero todavía debe haber muchos cambios antes de que tales eventos proféticos se hagan realidad.

• En tercer lugar debe ocurrir el resurgimiento final de una superpotencia geopolítica antisemita y anticristiana en el Medio Oriente. Tiene que suceder el resurgimiento final de los antiguos imperios del Medio Oriente, anunciado en el libro de Daniel y Apocalipsis. Daniel 2:40-44 declara sin ambigüedades que estos reinos o imperios serán los que gobernarán en el tiempo del fin.

En el tiempo del fin, diez “reyes” o gobernantes reinarán alineados en el Medio Oriente, formando una superpotencia mundial que las Escrituras llaman “la bestia”, liderados por un poderoso dictador también llamado “la bestia” (Apocalipsis 17: 12-13). El tiempo establecido para esta profecía es claro ya que estos diez reyes “pelearán contra el Cordero” al regreso del Señor, “y el Cordero los vencerá, porque Él es Señor de señores y Rey de reyes” (versículo 14).

¿Cómo puede ayudarnos la profecía del tiempo del fin?

La serie de ciencia ficción Dejados atrás no puede proveer una verdadera perspectiva profética  sobre el fin de los tiempos. Sólo Dios puede hacerlo. Dios entrega las profecías del tiempo del fin para que una humanidad confiada regrese a Él. El Altísimo quiere que nos arrepintamos y logremos nuestro potencial para ser hijos de Dios por siempre. Quiere que lo sigamos y que compartamos con otros las buenas noticias del regreso del Señor y del reino de Dios. Aunque, los cristianos serán perseguidos y martirizados al fin de los tiempos, como hemos visto, Dios tiene un plan para proteger a muchos de aquellos que se vuelvan a Él debido a los terribles eventos profetizados.

Dios ofrece su protección en esos tiempos tan peligrosos que aún están por venir a quienes estén pendientes de las noticias mundiales en relación con la profecía bíblica, y que se mantengan espiritualmente firmes, acercándose a Él en continua oración (Lucas 21:29-36). Como vimos anteriormente en Deuteronomio 28, podemos obedecer a Dios y ser bendecidos ahora, y aún más importante, en la vida venidera. El propósito declarado de Satanás es destruir a la humanidad. Él piensa que puede destruir a todos los seres humanos en la gran tribulación antes de que Jesucristo pueda intervenir para salvarnos. Aunque miles de millones morirán (para ser resucitados posteriormente en el plan de Dios), muchos millones permanecerán vivos para comenzar una nueva vida, reconstruyendo los lugares devastados y viviendo en un nuevo jardín del Edén: el reino milenial del Señor Jesucristo en la tierra (Ezequiel 36:33-35). Las profecías de la Biblia son el mecanismo que Dios utiliza para salvar a la humanidad de sí misma. Si atendemos y hacemos caso de estas profecías, podríamos ser considerados dignos de escapar de los terribles sucesos que acontecerán (Lucas 21:36).